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LAS DOS CARAS DE UN DESNUDO

La criada está desnuda. Se muestra de frente. Podemos adivinar que nos mira, aunque no veamos sus ojos, una franja de sombra, como un velo o un antifaz, le cubre casi la totalidad del rostro. Las luces y las sombras dividen la imagen, como si también quisieran dividir sus sentidos; lo que se ve de lo que no se ve, pero de un modo paradójico: lo que vemos es lo que otros no ven (su desnudo, su intimidad), y lo que no vemos ‒si usamos un poco nuestra imaginación‒ es lo que otros sí ven (vestida, de criada, en otro contexto). Eso es todo o no es nada, una mujer desnuda, mejor dicho, que se muestra desnuda, se muestra sin demostrar nada, sin poses, ni alardes provocativos de ningún tipo (aunque el cuadro en su momento fuera visto como una obra pornográfica que atentaba contra el buen gusto y la moral de la época). No hay nada panfletario en el cuadro.

No hay énfasis, no hay afectación, ni tampoco algún atisbo de dramatismo, o lo que es peor, de melodramatismo. La fuerza del cuadro radica en esa desnudez, en ese doble juego o doble sentido que cruza y tensiona toda la escena de esa mujer desnuda (el desnudo de un cuerpo singular, que a su vez nos revela la intimidad de una persona que se muestra tal cual es: “desnuda”, pero en el sentido más pleno que podamos darle a esa palabra: se desnuda la revelación de su ser). Y si hablamos de doble sentido, siempre hay algo que no se ve de lo que se ve. Vemos a una mujer desnuda pero sabemos que es una criada, y no solo por el título del cuadro; su ropa de criada está a los pies de su cama. Entonces, ¿vemos a una mujer desnuda o a una criada? Vemos a una mujer que está a punto de levantarse, vestirse y ponerse la ropa de criada que la espera sobre la cama.

La fuerza del cuadro se expresa en toda la manifestación de la ausencia que no vemos, en lo que está elidido y sobrepasa el límite de su marco de representación, pero se percibe y está cifrado gravitando sobre lo que vemos. No vemos que estará obligada a acatar esa función de criada durante horas. Trabajará como criada, hablará como criada, se callará o se silenciará como criada, comerá como criada en su lugar de criada, será vista y mirará como criada adoptando los gestos, los movimientos y la postura de una criada, obedecerá como criada, otros le hablarán como criada y será tratada como tal. Pero si la fuerza está en lo que no vemos, también está fijada en lo que vemos de esa imagen central. Esto es, en la presencia contundente de una mujer ubicada en el centro de esa escena íntima, congelada en el momento previo de todo el día que le queda por delante, una mujer desnuda, en su margen mínimo de libertad, antes de vestirse de criada y pasar a ser, para otros, nadie.

Guillermo Sevlever