Se afirma con frecuencia que la tarea de instrucción comunista consiste en la educación del hombre nuevo. Estas palabras son, en cierto modo, demasiado generales, y debemos ser especialmente cuidadosos para no permitir ninguna interpretación humanitaria del concepto «hombre nuevo» o de las tareas de la educación comunista.
No cabe duda, de todos modos, de que el hombre del futuro, el ciudadano de la comuna, será una criatura inmensamente interesante y atractiva, su psicología ( los futuristas me perdonen, pero me imagino que el hombre del futuro poseerá una psicología ) será muy diferente de la nuestra. Nuestra tarea actual, desgraciadamente, no puede consistir en la educación del ser humano del futuro.
El punto de vista utópico y humanitario-sicológico sostiene que el hombre debe ser formado primero. y luego e1 creará las nuevas condiciones.
Nosotros no podemos creer eso. Sabemos que el hombre es un producto de las condiciones sociales. Pero sabemos también que entre los seres humanos y las condiciones sociales existe una inter- relación complicada y que trabaja activamente.
El propio hombre es un instrumento de su desarrollo histórico, y no el menos importante. Y en esta complicada acción refleja histórica de las condiciones experimentada por los seres humanos que actúan, no creamos al ciudadano de la comuna, abstractamente armonioso y perfecto, sino que formamos a los seres humanos concretos de nuestra época, que todavía tienen que luchar por la creación de las condiciones de las cuales surgirá el armonioso ciudadano de la comuna.
Este, por supuesto, es algo muy diferente, por la sencilla razón de que nuestro bisnieto, el ciudadano de la comuna, no será un revolucionario.
EL HOMBRE NUEVO» Y EL REVOLUCIONARIO.
A primera vista esto parece erróneo, casi suena insultante. Y sin embargo es así. El concepto «revolucionario» está impregnado por los más elevados ideales y la más alta moral que hemos extraído de toda la época presente de evolución cultural.
Por eso parecería que arrojamos una mancha sobre nuestra posteridad cuando pensamos que ella no estará formada por revolucionarios. Pero no debemos olvidar que el revolucionario es un producto de condiciones históricas determinadas, un producto de la sociedad de clases. La revolución no es una abstracción sicológica La revolución en sí misma no es un principio abstracto, sino un hecho histórico material, que surge de los antagonismos de clase, del sometimiento violento de una clase por otra.
Por consiguiente el revolucionario es un tipo históricamente concreto, y en su consecuencia un tipo temporario. Estamos orgullosos de pertenecer a este tipo. Pero por medio de nuestro trabajo estamos creando las condiciones de un orden social en que no existirán antagonismos de clase, no habrá revoluciones y por ende no habrá revolucionarios.
Es cierto que podemos extender el significado de la palabra «revolucionario» hasta abarcar el conjunto de la actividad consciente del hombre dirigida a la dominación de la naturaleza y a la expansión de las conquistas técnicas y culturales. Pero no tenernos derecho a hacer semejante abstracción, semejante extensión ilimitada del concepto » revolucionario» , dado en que modo alguno hemos completado nuestra concreta e histórica tarea revolucionaria, el derrocamiento de la sociedad clasista.
Del mismo modo, estamos lejos de tener que educar al armonioso ciudadano de la comuna, formándolo por medio de un cuidadoso trabajo de laboratorio, en una etapa de transición de la sociedad extremadamente desarmónica. Tal empeño constituiría una utopía infantil y mezquina. Lo que queremos hacer es luchadores, revolucionarios, que heredarán y completarán nuestras condiciones históricas, a las cuales aún no hemos llevado hasta su conclusión.
LEON TROTSKY