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Nuevo Curso

Las voces prevalentes, enfrentan a las operaciones de falsa conciencia.

el tiempo vendrá como la lluvia con el estallido verde de los límites finales.

    Por estos días de tanta referencia al odio por parte de los odiadores que buscan leyes para impedir el odio que subyace en la sociedad de clases que defienden para mantener la hegemonía de la burguesía sobre explotados y oprimidos , se escuchan y se leen muchos discursos . En todos los casos, como elemento del fenómeno y ratificando su contenido de clase y su propósito de formación de falsa conciencia, lo que luce por ausencia es la voz de quienes ajenos a toda circunstancia descriptiva de un incidente , buscan sin descanso una vida digna que merezca ser considerada bajo el amparo de lo humano.

     Como parte de este silencio, como parte de esas voces que aclaran la cuestión en cuanto a cúal es el sentimiento de la clase trabajadora frente a los explotadores , rescato esta poesía   de José Carlos Coronel , que tiene mucho para decir a quienes puedan no conocerla y mucho para recordarles a quienes antes y después de ella, la deben percibir como imperativo moral categórico. Su autor dio testimonio de este condicionamiento existencia con la ofrenda de su propia vida.

José Carlos Coronel,

                                                                 Incomunicado

Totalmente incomunicado.

La frase procesal se retuerce y avanza como un gusano helado por mis huesos.

Tiemblo. Es el silencio.

La oscuridad.

El frío.

Las manos contra la pared las piernas bien abiertas quiénes son sus compañeros dice una voz y los golpes suenan en mi espalda como las tormentas calientes del verano de Tucumán.

La sangre en los labios las calles inundadas los barquitos de papel el jadeo entrecortado (las risas de los torturadores me bañan en un aceite grueso y asfixiante).

Totalmente incomunicado se repiten unos a otros los soldados que me guardan sus ojos negros a veces inocentes se clavan en mí con curiosidad, me apuntan con sus armas si me muevo pero les hablo y se acercan a mí y comprueban que somos idénticos pero se hace otra vez la noche y vienen a buscarme. ¿Tienes frío?

Preguntan y me desnudan a tirones.

El frío. Tiemblo. El frío atroz y amarillo de sentirme impotente en un presente constante y opresivo.

Este momento. Este golpe. Este sacudón la pregunta lanzada como un ácido sobre la piel ellos y yo el aullido y el cuerpo retorcido de dolor y asco.

Totalmente incomunicado ¿De quién? ¿De vos? ¿De mis hermanos oprimidos?

Ilusos pequeños hombrecitos juegan a que no saben nada de su muerte como si mis muertos no vinieran a darme aliento entre golpe y golpe como si no escucharan los pasos decididos de mis compañeros cuando el estallido blanco de mi cerebro electrificado y me alzan entre dos y me dejan.

Totalmente incomunicado ¿De quién? ¿De Dios? ¿De la victoria inevitable?

Pobres hombrecitos temblorosos.

Hemos decidido anunciarles que la obscena liturgia que practican es estéril y también suicida pues el tiempo vendrá como la lluvia con el estallido verde de los límites finales.

Nota :El 29 de septiembre de 1976, 150 efectivos del Ejército, la Policía Federal y la Gendarmería, apoyados por un tanque y un helicóptero rodearon y acribillaron a balazos una casa de seguridad de Montoneros ubicada en una calle del barrio de Villa Luro. En el operativo fueron secuestrados Lucy Gómez, Juan Mainer, Maricel Mainer y Ramón Baravalle, y murieron en combate Ignacio Bertrán, Ismael Salamé y José Coronel