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Nuevo Curso

Lucha de Clases: 1989/91 – Nuevo ciclo histórico y construcción de nuevos organismos de lucha en la clase obrera

Liga Comunista de los Trabajadores

Crisis capitalista y restauración en la URSS, Europa del Este, China y Cuba

No se termina de dimensionar, incluso en el trotskismo, lo que significó la burocratización de la URSS desde los años ’20 y ’30 del siglo pasado, aunque haya muchos materiales escritos al respecto por Trotsky. Y menos aún se tiene en cuenta, incluso hasta para la inmensa mayoría de los trotskistas, lo que significó el último coletazo de la contrarrevolución stalinista al pasarse esta, con armas y bagajes, al campo de la restauración capitalista a finales de los años ’80 y principios de los ’90. Por eso, es correcto definir a estos procesos, no como el triunfo de una revolución democrática o la derrota de una revolución política –no sólo porque no había partido obrero revolucionario, sino porque ni hubo rebelión en la mayoría de esos países–, en realidad fue el último coletazo o la consumación de la contrarrevolución stalinista, iniciada a mediados de los años ’20.

La restauración capitalista se trató de una derrota de dimensiones histórica, abriendo una etapa o ciclo histórico de signo negativo. Prueba de ello es que en casi todo el siglo XX el proletariado mundial en los cinco continentes tenía una idea –aunque cada vez era más difusa y distorsionada– de la posibilidad de una sociedad futura, y posteriormente esta sólo quedó reducido a pequeños partidos o núcleos revolucionarios. 

Lo que significa que ya no estamos bajo el influjo revolucionario e ideológico que dejó en las masas la Revolución Rusa, ni tampoco de la China, ni de algunas revoluciones menores, pero que tuvieron mucha repercusión, como fue la revolución cubana o la vietnamita por lo épicas que fueron ellas; los cubanos –del Movimiento 26 de Julio– en hacer una revolución, que devino en la expropiación de la burguesía, en el patio trasero de los EE.UU., y los vietnamitas –del Viet Cong– en derrotar militarmente a Francia primero, y pocos años después le propinó la primera derrota militar a los EE.UU. Pero desde hace décadas la burocracia stalinista cubana está restaurando el capitalismo en la isla, y si se enfrenta a los norteamericanos es centralmente porque la burocracia castrista quiere ser la única burguesía reinante allí y que no vuelva la que está en el exilio en los EE.UU. Y la burocracia stalinista vietnamita directamente transformó a Vietnam en una playa de cabecera de las multinacionales norteamericanas, europeas y japonesas. Igualmente, y en gran parte por eso mismo, ya ninguno de estos regímenes stalinistas/burgueses despiertan simpatías o expectativas de algún tipo en los explotados y oprimidos del mundo.

Fragmentación de la clase obrera y crisis de alternativa

Pero el stalinismo y el fracaso de la concepción del ‘socialismo en un sólo país’ –que después pasó a ser ‘construcción del socialismo sólo en varios países’–, ocurrió precisamente porque el capitalismo en su fase imperialista –de agonía mortal– seguía controlando el mercado mundial e introduciendo su crisis a estas economías no-capitalistas subordinadas. Y junto a los avances tecnológicos que aplicados a la producción –con mayor explotación–, mejorando la calidad de la producción, la que era más competitiva en el mercado mundial, llevaron al mismo tiempo al comienzo del fin de las grandes fábricas y un cambio significativo de la composición y la fuerza obrera en la fábrica, y en la sociedad debido también al boom de los sectores de servicios en esos años. Esto ocurre de la mano de la descampenización –porque en los años ’50 por primera vez en la historia de la humanidad que pasa a ser mayor el número de la población mundial que vive en las ciudades– tendencia irreversible que continúa hasta la actualidad, creando una creciente marginalidad en los suburbios de las grandes urbes.

Ya para los años ’80 la clase obrera estructuralmente no era igual a la del ’60 y principios del ’70, para no hablar de la clase obrera pasada la reaccionaria década del ’90 cuando se dio el mayor ataque a las conquistas sociales y laborales, y una vuelta de rosca más en el fortalecimiento de las burocracias sindicales. Y en el plano de la conciencia no sólo esta está hoy a años luz de nuestro programa (el que nunca hay que rebajar porque surge de las necesidades objetivas no de la conciencia de la clase) sino también muchísimo más atrás de la conciencia promedio de las décadas del ’60 o ’70, para no hablar de las décadas anteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Entonces, fue la restauración capitalista en la URSS y demás EOB’s (Estados Obreros Burocratizados), no por virtud del capitalismo sino debido a la misma crisis de este, que al presionar económicamente hizo colapsar esos regímenes burocráticos. Esta crisis del capitalismo imperialista junto con los avances tecnológicos introducidos a la producción en búsqueda de mayores ganancias –o en muchas ramas de producción para contrarrestar la caída de ganancia–, redujo paulatinamente a la clase obrera. Cambios tecnológicos –comenzados a aplicar dos o tres décadas antes de la caída de la URSS–, que fragmentó a la clase obrera con la tercerización, la deslocalización de la producción y la subcontratación (con mucho trabajo en negro en el mundo semicolonial, junto a las crecientes franjas de la clase –y la juventud– marginada) reduciendo y fragmentando al mayoritario sector del proletariado que principalmente era el industrial. Y el aumento de la desocupación en las últimas décadas, que continuará con la inteligencia artificial y la tecnología 4.0, el trabajo part-time junto al home office –y la precariedad laboral con el monotributismo–, completan el cuadro de la fragmentación actual de la clase.

La situación abierta en 1989/91 es más que una nueva etapa mundial de retroceso, porque la etapa solo mide las relaciones de fuerzas, pero esta situación es más que eso, es al mismo tiempo un nuevo ciclo histórico, porque no sólo hubo una derrota –aunque no haya sido una derrota física– con la pérdida de los EOB’s sino que también hay una pérdida de alternativa al capitalismo (alternativa, que para los explotados, no puede ser más que socialista). Valga como ejemplo el de los esclavos –después de todo el asalariado no es más que un esclavo moderno– para graficar la situación: para el esclavo no es lo mismo luchar sabiendo que puede triunfar, liberarse y escapar, a luchar sabiendo que es casi imposible triunfar y sin saber adónde ir después. Entonces, cada tanto luchará, pero tendrá un carácter defensivo sin grandes perspectivas y por eso mismo se desanimará prontamente.

Por esto no es derrotista hablar de una derrota de dimensiones históricas de la clase, que se abrió en esta etapa o nuevo ciclo histórico tras la restauración capitalista en los exEOB’s, sino es ser honesto en el análisis y abordaje de la realidad para que caminando sobre tierra firme –con categorías, concepciones y caracterizaciones adecuadas– se torne más fecunda la práctica revolucionaria. Ni el exitismo o el más o menos, nos hace tomar debida conciencia de la situación. Prueba de esta realidad adversa es que, a 30 años de los sucesos, y a pesar de la profundización de la crisis capitalista, no hay recomposición subjetiva en el proletariado mundial, ni desarrollo de partidos o corrientes internacionales que puedan, o que al menos se perfilen, para superar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado en algún país, y menos aún una Internacional digna de ese nombre. Todo lo contrario, se han fraccionado todas las corrientes internacionales, e infinidades de grupos revolucionarios han aparecido como rupturas de dichas corrientes, cristalizando sus posturas sin mayor desarrollo, degenerando o desapareciendo posteriormente.

 

  

La conciencia avanza en la lucha

Esta situación de la clase en el plano de su conciencia no se resuelve haciendo propaganda abstracta por el Socialismo en las estructuras obreras o laborales, porque el tránsito de la conciencia en sí a la conciencia para sí no cambia –por el solo hecho que cambie una etapa o ciclo histórico–, y las masas avanzan en la lucha y en ella adquieren experiencia y de allí conciencia. En ese sentido tenía razón N.Moreno –concepción a la que también adhieren el altamirismo, el albamontismo y otras corrientes menores– en su discusión con E.Mandel a principios de los años ’70, contra las concepciones de este último que le capitulaba al ultraizquierdismo de esos años. (Sin dejar de hacer notar que esto sin un correcto encuadre leninista –agitación, propaganda y agitación/propagandistica–, puede llevar al luchismo o a un movimientismo –muy propio del morenismo y de las otras corrientes– que no abonan la conciencia política de clase en la clase, y en ese accionar captan, pero no consolidan, porque no forman o forman muy mal). Entonces, el circuito de acción-experiencia-conciencia en las masas (así como experiencia-conciencia-acción en la vanguardia y conciencia-acción-experiencia en el núcleo revolucionario) no cambia, pero se obtura cuando no hay acción, cuando no hay luchas significativas en tan largos períodos o estas luchas son muy pocas y ultradefensivas. Por eso lo poco, y la falta de radicalidad, de las nuevas oleadas de vanguardias a nivel mundial.

Y esto es así porque en esta etapa, o nuevo ciclo histórico, se combinan –en casi todos los países, en mayor o en menor medida– la fragmentación de la clase y la desocupación, junto al extremo control de la burocracia sindical en las organizaciones de la clase –pero que va en paralelo con su desprestigio y bajo nivel de afiliación– y la crisis de horizontes o alternativa al capitalismo, lo que al mismo tiempo, relativamente, fortalece ese control de la burocracia sindical, porque la clase no tienen nada con qué contrarrestar a los sindicatos tradicionales y que al mismo tiempo sirva para la lucha contra la patronal. De igual forma la situación favorece política/electoralmente a las variantes políticas burguesas. Incluso, esto último es así cuando en muchos casos la burguesía y las burocracias sindicales impulsan y aceptan las pérdidas de conquistas o aplican leyes flexibilizadoras laborales.

De allí que, independientemente de los flujos y reflujos en la lucha de clases, que siempre hubo y seguirá habiendo, así como de las situaciones y coyunturas políticas más favorables para la lucha, que también siempre las hubo y la seguirá habiendo, actualmente las situaciones no son tan favorables y los reflujos son más pronunciados, así como es más pronunciada una paulatina perdida de la más elemental conciencia de clase, que es la conciencia sindical, o sea, que la clase se reconozca como tal y su potencialidad en la lucha.

Esto no niega que no haya habido, ni que no vayan a seguir habiendo, estallidos sociales con radicalidad y heroísmo de las masas, en muchos países –sobre todo en los semi-coloniales como son los del mundo árabe, Latinoamérica, África subsahariana y Asia–, pero como los núcleos o partidos revolucionarios no pudieron desarrollarse años previos –incluso pueden que le cedan a las direcciones burocráticas obreras y/o pequeño-burguesas o plantear políticas ambiguas–, y sobre todo como no hay radicalidad ideológica de proyectos políticos por izquierda –o sea, prima la crisis de alternativa– la lucha por una salida obrera y socialista no prende y estos procesos se diluyen.

Situación que al mismo tiempo lleva a que muchas organizaciones supuestamente socialistas revolucionarias laven su programa, adaptándose al régimen –y por ello al sistema–, buscando así hacerlo accesible al atraso en la conciencia de la clase. Y, muchas veces, llamando a votar a variantes burguesas de centro izquierda, ‘críticamente’, como mal menor. En Latinoamérica esto se vio primero con el apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas en México, después a Chávez en Venezuela, y en Brasil con Lula, Dilma o Haddad, en Bolivia apoyando a Evo Morales, en Chile a Boric, a Castillo en Perú o a Petro en Colombia, o un importante sector de la izquierda apoyando o haciéndose peronista/kirchnerista en Argentina, etc.  Se trata de organizaciones que no resisten la presión propia de la etapa de retroceso y, oportunistamente, se doblan por el lado más fácil.

En el Partido, la organización y la lucha proletaria está la clave

Por lo tanto, no se trata solamente de una etapa mundial de retroceso –hija de una derrota como fue la restauración capitalista en los exEOB’s–, situación de la que tradicionalmente siempre se dijo ‘ahora que el capitalismo todo lo abarca no va más que a demostrar lo terrible que es, la miseria y flagelos que trae’, así ‘a la larga, la clase nosotros nos vamos a recomponer porque lo que prima es la crisis del capitalismo y por lo tanto las masas se verán obligadas a luchar, y así en algún momento encontrarán una dirección obrera revolucionaria (bolchevique/trotskista)’. Por supuesto que lo que prima es la crisis económica del capitalismo imperialista mundial, pero, por todo lo antedicho, esto no funciona tan objetivista y mecánicamente como en ese razonamiento, porque las masas –que bien pueden seguir a diferentes bloques y/o gobiernos burgueses ‘enfrentados’ entre sí, apoyando a uno o a otro según la tendencia, o sea; continuar siguiendo a sus verdugos como viene haciendo–, no encontrarán a esa dirección revolucionaria si los leninistas-trotskistas, o marxistas principistas, no tienen una caracterización correcta y una política adecuada, muy precisa y estratégica, a esta nueva –aunque ya vieja– situación o realidad mundial. Si no, bien pueden estas organizaciones crecer un poco, después entrar en crisis y desgranarse en pérdida de miembros o fragmentarse hasta el infinito, y muchas descomponerse o cristalizar concepciones revisionistas que le hacen perder su carácter revolucionario.

Y así objetivamente –esto es, por el mero desarrollo objetivo del proceso histórico, sin el desarrollo de los factores subjetivos como son el partido obrero revolucionario y socialista, y la conciencia política de clase en amplias franjas del proletariado–, de este bárbaro capitalismo sólo se va hacia la Barbarie capitalista como estadio mundial, ecocidio incluido, o sea; a más guerras, crisis, hambrunas, feroces represiones y regímenes fascistas o neofascistas acordes a esa necesidad de dominio de la burguesía en la sociedad, sin la clase obrera haber podido desarrollar su dirección revolucionaria. Esto es lo que amerita que seamos cada vez más socialistas científicos y revolucionarios profesionales.

De allí que de esta etapa o nuevo ciclo histórico –que puede tener también algunas subetapas y muchas oleadas de luchas–, solo se sale con una revolución proletaria triunfante, revolución obrera y socialista que a su vez es la que realmente posibilita refundar la IV Internacional con una dirección revolucionaria en los hechos, o sea, al tomar el poder esa dirección estará probada en la lucha de clases. Única dirección que puede tener suficiente autoridad política para unificar las fuerzas principistas del trotskismo y empalmar con una nueva vanguardia obrera y popular mundial, abriendo una nueva era de la revolución retomando así –en una nueva situación– el camino de la Revolución de Octubre, que es el camino al Socialismo.

Para esto, Trotsky escribía en ¿Y ahora?, a principios de 1932: “Durante numerosas décadas, dentro de la democracia burguesa, sirviéndose de ella y luchando contra ella, los obreros edificaron sus fortificaciones, sus bases, sus hogares de democracia proletaria: sindicatos, partidos, clubs de educación, organizaciones deportivas, cooperativas, etc. El proletariado puede llegar al poder no dentro de los cuadros formales de la democracia burguesa, sino sólo por la vía revolucionaria. Esto está demostrado al mismo tiempo por la teoría y por la experiencia. Pero precisamente, para la vía revolucionaria el proletariado necesita las bases de apoyo de la democracia obrera, dentro del estado burgués. En la creación de tales bases se ha manifestado el trabajo de la II Internacional, en la época en que todavía realizaba un trabajo históricamente progresivo.” (La lucha contra el Fascismo en Alemania). Más allá de que aquí Trotsky se refiere a que no es lo mismo el fascismo a la democracia burguesa –discusión que se tenía con el stalinismo ultraizquierdista del Tercer período– lo cierto es que al mismo tiempo lo hace para reivindicar las fortalezas proletarias, las bases de apoyo y la democracia proletaria que considera indispensable para la revolución. Y aunque hoy ya prácticamente es imposible fundar o refundar un nuevo movimiento obrero en ningún país, se transforma en fundamental la creación de nuevas fortificaciones dentro de la sociedad burguesa en lucha contra ella, por la democracia obrera y en combate contra las burocracias sindicales en el movimiento obrero existente.

La lucha por una nueva dirección, clasista y antiburocrática, en la clase obrera es la tarea más importante de los sectores más conscientes de ella, principalmente sus partidos y núcleos revolucionarios; para que la clase trabajadora se dé nuevas organizaciones de lucha que le permita reconocerse y unificarse como clase, rompiendo el chaleco que impone la burocracia sindical y su rol de policía en los establecimientos o las estructuras obreras. Así como al callejón sin salida al que estas burocracias llevan a las luchas cuando se ven obligada a luchar, o cuando políticamente les conviene posar de luchadores.

Por supuesto que la tarea central es la de la construcción del partido obrero revolucionario y socialista, y el partido se construye elaborando e interviniendo para lo cual es necesario mirar la realidad de frente y teniendo tácticas. De allí que, desde mediados del 2019, desde la LCT venimos elaborado la necesidad de un Sindicato de Trabajadores Ocupados y Desocupados (ver Todos somos trabajadores y todos podemos ser desocupados – Solidaridad Obrera). O sea, un Sindicato –sin llamar a abandonar las organizaciones sindicales existentes– y un programa para toda la clase que parta de los intereses de los sectores más oprimidos del proletariado. Orientación que es fundamental tanto para los partidos “grandes” (grandes entre comillas porque el más grande con un par de miles de militantes no tiene ni la mitad de sus miembros estructurados en el movimiento obrero) como para los núcleos revolucionarios pequeños, como el nuestro, puesto que es una orientación que crea organismos de lucha en ambos sectores de la clase, y nos permite construir ese puente para crecer, construyéndonos al interior de la clase y del movimiento obrero ocupado, buscando allí también desarrollar las luchas.

Conclusión sobre el marco histórico

Dentro de esta caracterización mundial o marco histórico conceptual, de la etapa o nuevo ciclo histórico y de la dinámica estructural del capitalismo imperialista en profunda crisis, es que se debe analizar la lucha de clases –ascensos, rebeliones y revoluciones–, y las fricciones, roces –incluso guerras– entre los países imperialistas, potencias emergentes y países subdesarrollados.