NUEVO CURSO
En el curso de los acontecimientos que se suceden en nuestros días, las circunstancias llevan a la necesidad de poder explicar que lugar ocupa la subjetividad en la vida social sea en los hechos cotidianos de la sociedad civil o en aquellos que se proyectan al espacio de lo público y por ende , al ámbito de las determinaciones políticas. En ese orden de idea, es sustantivo en encontrar las matrices no ideológicas del fenómeno en sí.
Carlos Marx no expone una teoría expresa de la subjetividad humana . En el desarrollo de su pensamiento sobre esta cuestión, este concepto se encuentra implícito, inscrito, dentro de la categorización general que tiene por objetivo la crítica del sistema de la economía burguesa.
En el capítulo tercero de Grundrisse (1858),9 aborda la cuestión de la subjetividad en relación con el proceso de producción y nos indica que lo único diferente al trabajo objetivado es el trabajo no objetivado, que aún se está objetivando, el trabajo como subjetividad ya que como como algo temporal, como algo vivo, sólo puede existir como sujeto vivo, en el que existe como capacidad, como posibilidad, por ende como trabajador
De esta manera, para Marx, la subjetividad consiste en ser trabajo-no-objetivado . La subjetividad es pura capacidad productiva concentrada en el trabajador aún no objetivada en mercancía.
Esta caracterización hace que el trabajo-no-objetivado sea la existencia subjetiva del trabajo mismo, es decir, “el trabajo no como objeto, sino como actividad como la fuente viva del valor
Esta corporalidad y esta posibilidad de creación del valor no remite, sin embargo, a una existencia abstracta, solipsista, del sujeto. Éste es, perentoriamente, tan social como histórico: en tanto se desarrolla en un modo de producción específico que en nuestro caso es el capitalismo históricamente determinado. Sin embargo, para la economía burguesa, tributaria de ese modo de producción, la tesitura intrínsicamente social del individuo es eludida al ser presentado como algo ajeno al proceso productivo sino en sentido inverso, en tanto individuo consumidor.
Desde ese mismo espacio conceptual en sus “Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, se enlaza lo dicho con el análisis de la relación entre el hombre y la mujer la situación del primero sobre la segunda y viceversa. Así es que señala puntualmente lo siguiente:
“En la actitud ante la mujer, botín y sierva de la voluptuosidad común, se manifiesta la infinita degradación en que existe el hombre para sí mismo, pues el secreto de esta actitud tiene su expresión inequívoca, decidida, manifiesta, en la relación entre el hombre y la mujer y en el modo cómo se concibe la relación directa y natural entre los sexos. La relación directa, natural y necesaria entre dos seres humanos es la relación entre el hombre y la mujer. Esta relación natural entre los sexos lleva implícita directamente la relación entre el hombre y la naturaleza; es, directamente, su propia determinación natural. En esta relación se manifiesta, por tanto, de un modo sensible, reducido a un hecho palpable, hasta qué punto la esencia humana se ha convertido en la naturaleza del hombre, o en la naturaleza de su esencia humana. Partiendo de esta relación se puede juzgar, pues, todo el grado de cultura a que el hombre ha llegado. Del carácter de esta relación se desprende hasta qué punto el hombre ha llegado a ser y a concebirse como un ser genérico, un hombre; la relación entre hombre y mujer es la relación más natural entre dos seres humanos. Y en ella se manifiesta, asimismo, en qué medida la actitud natural del hombre se ha hecho humana o en qué medida la esencia humana se ha convertido para él en esencia natural, en qué medida su naturaleza humana ha pasado a ser su propia naturaleza. En esta relación se revela también hasta qué punto, por tanto, el otro hombre en cuanto tal hombre se ha convertido en necesidad, hasta qué punto, en su existencia más individual, es al mismo tiempo un ser colectivo.