Guillermo Sevlever
Muchos escritores y críticos literarios cada tanto discuten si Cesar Aira es o no un escritor vanguardista. Algunos, la mayoría, dicen que es un simulador, que lo suyo es una simple pose, un gesto frívolo para distinguirse del resto, y que se resume en una simple etiqueta decorativa autoasignada por él mismo o por algunos otros adherentes a su obra.
Pero Cesar Aira sí es un escritor vanguardista. Y no lo es solo por el modo en que él diseña su imagen de autor. Lo es en el sentido más pleno que podamos darle a esa palabra en cuestión: vanguardia. Haciendo un breve repaso, el termino vanguardia es de origen militar y deriva de la lengua francesa avant-grade, que traducido al español sería la guardia de adelante, esto es, el cuerpo militar que ocupa la posición al frente y avanza para entrar en contacto directo con el enemigo. Y si la palabra clave es avanzar, en Cesar Aira el avance está dado por la práctica objetiva de su escritura. Podemos decir que de esa antigua actividad sacó en limpio dos cosas: La primera, hizo de la escritura una experiencia vital y a la vez cotidiana. La rebajó restándole su aura de importancia, su rigor, su profesionalismo, y la redujo a un simple amateurismo menor y placentero, librado al azar de unas circunstancias (es sabido que escribe por la mañana y a mano, en diferentes bares de Buenos Aires), y como la mejor manera de ocupar su tiempo libre. La segunda fue añadirle un procedimiento. Y en el uso del procedimiento es lo que determina el modo de producción vanguardista de Aira: un modo racionado, frío y económico a su manera de escribir, sujeto a unos pocos lineamientos firmes, en donde el escritor no tiene otra cosa que hacer más que seguirlos de manera ciega y despreocupada. En su opinión, las vanguardias surgieron para hacer obras más fáciles, que cuesten poco trabajo, cuando en el arte ya se había inventado todo y exigía a los escritores un esfuerzo sobrehumano para crear algo que esté a la altura y que cumpla con las expectativas de la época. Es por eso que la única salida era la destrucción del pasado y de todos sus valores prestigiosos, dejar todo en ruinas y volver a 0 para retomar el avance ciego hacia adelante, pero libre de lastres culturales.
Pero a diferencia de las vanguardias históricas que se juntaban en grupos inconformistas o en focos sediciosos, Cesar Aira es un vanguardista solitario. Su imagen es la de alguien que cultiva un aire ausente y despreocupado, algo que se adapta a su economía personal y al ahorro de su energía. No mantiene las viejas actitudes típicas del polemista, que son la provocación y el escándalo como las credenciales ruidosas de alguien que viene a traer “la buena nueva del arte”. Su polémica es más discreta pero de largo alcance, y está dada por el efecto mismo que las lecturas de sus novelas producen. En el panorama literario de hoy, plagado de textos sometidos a x temas de actualidad, a discursos, a bajadas de línea o al patetismo existencial que propone la literatura autobiográfica, la literatura de Cesar Aira sigue avanzando como las viejas vanguardias, abriéndose paso entre una maraña de textos procesados que no tienen gusto a nada. Pero en su movimiento, a diferencia de las vanguardias históricas, parece traficar con cosas del pasado que él mismo vuelve a restaurar y a pulir: miniaturas preciosas de una literatura extinta.
Gillermo Sevlever
NOTA
César Tomás Aira González nació el 23 de febrero de 1949 en Coronel Pringles. . Su novela corta Cómo me hice monja fue elegida por el diario español El País como uno de los diez libros de ficción del año 1993. Muchas de sus obras han sido traducidas a diversos idiomas. Recibió dos Diplomas al Mérito de los Premios Konex a las Letras, en 1994 por Traducción y en 2004 por Novela. Recibió una Beca Guggenheim en 1996. Ganó el premio a la Trayectoria Artística del Fondo Nacional de las Artes en la categoría Letras del año 2013. Fue nombrado por el gobierno francés Chevalier dans l’Ordre des Arts et Lettres. Ganó el Premio Roger Caillois para autores latinoamericanos en su edición 2014.10 El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes del Gobierno de Chile, , le otorgó el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas 2016, y en 2021 recibió el premio Formentor.