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Nuevo Curso

TRABAJO ASALARIADO . El CAPITALISMO Y LA DISTORSIÓN DE LO REAL

NUEVO CURSO

«La desvalorización del mundo de los seres humanos crece en proporción directa a la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce a sí mismo y al trabajador como una mercancía, y, por cierto, en la proporción en que produce mercancías.»

Karl Marx, «Manuscritos económico-filosóficos de 1844»

    “El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en economía política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre” (Engels Federico, El papel del trabajo en la transformación del nono en hombre)

“En vez del tema conservador de ¡un salario justo por una jornada de trabajo justa ¡deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: ¡abolición del sistema del trabajo asalariado ¡(K. Marx Salario precio y ganancia “)

Las condiciones del capitalismo de siglo XXI están dadas en gran medida por   las tecnologías de información. Las empresas digitales, incluso los Estados cada día están más centrados en buscar la digitalización de todos sus procesos y estamentos. Esto lleva a una fuerte doctrina repetida como salmo por algunos políticos en su gestión de los intereses de la burguesía en el espacio de poder formal, que se concentra en la premisa según la cual el avance de la revolución digital, la robotización y la inteligencia artificial”, en el capitalismo contemporáneo, hace que casi no queden obreros

    Este fenómeno se proyecta hacia la relación social que contiene el trabajo humano, ubicándolo por sus efectos en las esferas de lo que se denomina trabajo “remoto”, a cuya instalación contribuyo de modo decisivo las estrategias que se montaron en el combate a la pandemia iniciada en

   La actividad humana productiva hacia el mercado, en ese contexto de inserción en la economía de la tecnología digital   impone sus propios condicionamientos que se alinean con la estructura básica de trabajo enajenado del producto que genera en tanto el mismo asume en todos los casos la forma de mercancía, con la que el sujeto se somete o aliena en relación invertida de amo esclavo, donde el hombre se esclaviza en la misma materialidad de la acción transformadora y generadora de valor.

      De esta forma, apelando incluso a sofisticadas técnicas psicológicas y neuromarketing, por las especificidades de la modalidad en que se conforma el trabajo cotidiano  y la intervención de la digitalización y comunicaciones por vía internet, estamos frente a un fenómeno social  que implica por sus tendencia una relación que , más allá de sostener el fundamento en sí de la explotación ,  implica a la vez y de manera dialéctica, una opresión  que se ejerce sobre  trabajadores despersonalizados y consumidores compulsivos.

Las técnicas de penetración psicológica del sistema sobre el hombre considerado en su subjetividad implica una suerte de  coerción  que repercute en una situación de consenso o aquiescencia social que hace que  aquellos que actúan en estos formatos de actividad humano lleguen al entendimiento de que cuanto hacen responde a su “libertad de determinación “ cuando en realidad opera lo inverso, en ningún caso  actúan por iniciativa propia, sino por el formato prefigurado de su acción que se sostiene en una plataforma digital .

 A tal punto avanza esta presión psicológica facilitadora de la reconfiguración de la alienación del trabajo asalariado, que el propio trabajador llega a no percibirse como tal, sino como lo que la imagen impuesta la sugiere, y entonces apela a la figura del emprendedor, o el fetiche de ser su propio empresario. Contribuye a ello la digitación bancaria, el dinero virtual y las formas de control fiscal que le imponen la condición de monotributista con la que el sujeto termina por convencerse que no es un trabajador, cuando a la par se le imponen ritmos de actividad que son diseñados por la modalidad empresarial de ese sector económico, directivas que le vienen dadas por un empleador no visualizado y sanciones disciplinarias por su incumplimiento que derivan en la ruptura de una relación social que a la vez es negada. Nadie podrá saber porque trabaja y para quién, pero en la realidad trabaja y sufre la apropiación por otro del valor que genera su trabajo.

    En el mismo sentido no debe perderse de vista que la relación capital-trabajo asalariado, es básica para el análisis y la definición en sí misma de la pertenencia de clase. Esto hace que esa relación de explotación, no se vea alterada por el hecho de que el trabajo se ejecute en la industria, en el agro o en el comercio; porque sea manual o intelectual. Frente al capital este colectivo, que vende su fuerza de trabajo y es explotado, es clase obrera.

      En igual medida son trabajadores asalariados del transporte; los que están empleados en servicios los trabajadores rurales contratados por los capitalistas; los asalariados en la construcción; los empleados por el capital comercial, sea mercantil o bancario. También los trabajadores asalariados en las ramas dedicadas a las tecnologías informáticas, comunicacionales o en inteligencia artificial. Todos ellos integran la clase obrera desde el momento en que venden su fuerza de trabajo y generan plusvalía, o trabajan en su realización

       A ese colectivo deben sumarse los asalariados del Estado que no generan plusvalía pero venden su fuerza de trabajo y participan de la reproducción de las condiciones necesarias al funcionamiento del capital.

Todo esto es significativo en tanto que, a pesar de todas estas modificaciones en el plano de las apariencias, el factor decisivo para la reproducción social capitalista sigue estando en el sometimiento objetivo de la actividad misma y la apropiación de valor creado por el hombre en condición de ser contratado por otro para adquirir su fuerza de trabajo abstracta y proyectarla en plano concreto sobre una mercancía.

       Todo lo señalado permite inferir que lejos de asistir a la sepultura de la clase trabajadora estemos existiendo en un sistema global del capital que convierte al planeta en un gran taller de explotación del trabajo asalariado.  No hay maniobra dialéctica que pueda ocultar la realidad del trabajo asalariado global y sus proyecciones.

   La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo materializado en los medios de producción y la fuerza de trabajo adquirida como trabajo asalariado, con condiciones necesarias de la producción capitalista y de la apropiación de la riqueza creada por esa actividad, que hace la burguesía de conjunto, circunstancia que deja en claro que el capital presupone el trabajo asalariado y por tanto que la existencia del propio capital se funda en esa particular labor y que sin ésta no habría capital ni propiedad privad capitalista. Es a partir de lo existente, de lo que el propio capitalismo genera (la contradicción entre el capital y el trabajo, entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción), que se desarrolla el antagonismo y la lucha de clases.

        Lo señalado precedentemente, ha sido y sigue siendo el condicionamiento subjetivo del trabajador, del hombre a quien no se le ofrece otra alternativa de sobrevivencia para reproducir su condición de existencia, que vender como mercancía su fuerza de trabajo abstracta, que no es otra cosa que su propia definición de ser. Nada más eficaz para el sistema de trabajo que su auto reproducción en la psiquis y la mente de quienes lo sustentan con su fuerza de trabajo, con la energía de sus propias vidas.

       Sin embargo, la opacidad de los acontecimientos que las personas viven a diario , resulta de las propias estructuras de las relaciones reales socio-económicas  y no de su incapcidad individual de percepción, máxime cuando sobre esta última se construyen teorías constructivas de falsa conciencia

       Frente a esta situación opresiva que por su modalidad contiene su propio reaseguro para evitar que quien labora en estas condiciones se rebelen contra un orden social intrínsecamente inhumano y explotador como el capitalista, es severo el apartamiento en las luchas cotidianas del abordaje de esta cuestión en plano estratégico.

         Esta omisión ocurre además, frente a la advertencia de que el capitalismo, pese a sus actuales mutaciones morfológicas no puede desprenderse del trabajo asalariado como su elemento constitutivo. La abolición del trabajo asalariado significa quitar la base fundamental sobre la que se estructura el modo de producción capitalista.

      Eliminar la propiedad privada capitalista es una condición necesaria, pero no es suficiente concentrar la propiedad en el Estado y continuar con el trabajo asalariado. Lo contrario deriva en la concentración de la propiedad en el Estado y la continuidad de la acumulación del capital, que finalmente pugna por recrear la clase burguesa   y la propiedad privada tanto fuera del estado como de la misma propiedad pública aun cuando el sistema se etiquete de socialista como ocurre en China y otros países.

  La demanda estratégica de abolición del trabajo asalariado avanza sobre una premisa constitutiva de la lucha política, que es el objetivo de la superación de la sociedad de clases, dado que en todos los casos es la resultante de la desaparición del fundamento material de esa misma sociedad, que es la venta de nuestra fuerza de trabajo abstracta por la percepción de un salario, facilitador de que el valor creado con forma de mercancía sea apropiado por un tercero.

    El trabajo asalariado es parte orgánica, indivisible del modo de producción capitalista y su sistema de ordenamiento social. Por esa condición resulta carente de toda eficiencia para su superación política, reducir sus alcances a sus aspectos legales o económicos. La abolición del trabajo asalariado n o se trata de una consigna táctica sino estratégica. Es el eje vertebrador de un sistema de consignas que deben conducir al desmantelamiento de todo el sistema estatal de la burguesía y la construcción de una nueva sociedad sobre sus cenizas.

      La ruptura y superación del capitalismo solo opera a condición de que se dinamice ese objetivo por la clase trabajadora, constituida en fuerza social y política, y una vanguardia con un programa revolucionario cuyo eje es la superación del Estado burgués y sus mecanismos legales, que obligan al hombre, junto a las relaciones sociales imperantes al trabajo asalariado