Novedades
{"ticker_effect":"slide-v","autoplay":"true","speed":3000,"font_style":"normal"}

Nuevo Curso

7 de noviembre de 1879, Bereslavka. 7 de noviembre de 1917 el palacio de invierno. Trotsky un camino revolucionario

NUEVO CURSO

Las fechas por sí mismas, son solo eso, datos del calendario, simples señalamientos temporarios, en el vano intento del hombre por poder asimilar la contingencia. Sin embargo el recuerdo de un hecho sucedido en el tiempo pasado, tiene una carga conceptual diferente en tanto existe la particular subjetividad de quien memora en el señalamiento arbitrario de esa fecha.

Dentro de esa perspectiva, es necesario traer a cuenta, por su cumplimiento, la fecha de nacimiento de León Trotsky. No intentamos una semblanza, Avanzamos solo en la búsqueda de una identificación con su aporte al socialismo, y su presencia permanente a la hora de advertir el imperativo categórico de nuestro hacer cotidiano, ligado a igual anhelo revolucionario, en el medio de las catástrofes capitalistas a las que nos vemos sometidos por los explotadores.


En estos tiempos en que cualquiera usa el apelativo “TROSKO”, en la mayoría de las veces denostando o con carácter peyorativo aludiendo a posicionamientos extremos,  conviene según pasan los años, que nos detengamos en aspectos centrales de su  pensamiento y en otros que le perfilan como ser humano por fuera de los fetiches montados por la propaganda que se reiteran generación tras generación , buscando estigmatizar su pensamiento, todo  dicho desde el hombre que nacía hace 143 años, mirando la tormenta y sin embargo anunciando la esperanza construida en lucha y socialismo. Son mensajes que no admiten la observación crítica por su objetividad y su ajuste al presente capitalismo decadente y en crisis, en tiempo de guerras, lucha social, y revolución.



       – Se dice que la infancia es la época más feliz de una vida. ¿Lo es, realmente? No lo es más que para algunos, muy pocos. Este mito romántico de la niñez tiene su origen en la literatura tradicional de los privilegiados. Los que gozaron de una niñez holgada y radiante en el seno de una familia rica y culta, sin carecer de nada, entre caricias y juegos, suelen guardar de aquellos tiempos el recuerdo de una pradera llena de sol que se abriese al comienzo del camino de la vida. Es la idea perfectamente aristocrática, de la infancia, que encontramos canonizada en los grandes señores de la literatura o en los plebeyos a ellos enfeudados. Para la inmensa mayoría de los hombres, si por acaso vuelven los ojos hacia aquellos años, la niñez es la evocación de una época sombría, llena de hambre y de sujeción. La vida descarga sus golpes sobre el débil, y nadie más débil que el niño. (Mi vida. Cap.1)

  • En otro 7 de noviembre nacía la Revolución Rusa de 1917, el último discurso público de León Trotsky, pronunciado el 27 de noviembre de 1932 en la ciudad de Copenhague, con motivo del quince aniversario de la revolución rusa, puntualiza que:

La sociedad humana es el resultado histórico de la lucha por la existencia y de la seguridad en el mantenimiento de las generaciones. El carácter de la sociedad está determinado por el carácter de su economía; el carácter de su economía está determinado por el de sus medios de producción.

A cada gran época en el desarrollo de las fuerzas productivas corresponde un régimen social definido. Hasta ahora cada régimen social ha asegurado enormes ventajas a la clase dominante.

De lo dicho resulta evidente que los regímenes sociales no son eternos. Nacen históricamente y se convierten en obstáculos al progreso ulterior. «Todo lo que nace es digno de perecer».

Pero nunca una clase dominante ha abdicado voluntaria y pacíficamente su poder. En las cuestiones de vida y muerte los argumentos fundados en la razón nunca han reemplazado a los argumentos de la fuerza. Esto es triste decirlo; pero es así. No hemos sido nosotros los que hemos hecho este mundo. Sólo podemos tomarlo tal cual es.

La revolución significa un cambio del régimen social. Ella trasmite el poder de las manos de una clase que está ya agotada a las manos de otra clase en ascenso. La insurrección constituye el momento más crítico y más agudo en la lucha de dos clases por el poder. La sublevación no puede conducir a la victoria real de la revolución y a la erección de un nuevo régimen más que en el caso de que se apoye sobre una clase progresiva que sea capaz de agrupar en torno suyo a la inmensa mayoría del pueblo.

A diferencia de los procesos de la naturaleza, la revolución se realiza por intermedio de los hombres. Pero en la revolución también los hombres obran bajo la influencia de condiciones sociales que no son libremente elegidas por ellos, sino que son heredadas del pasado y que les señalan imperiosamente el camino. Precisamente por tal causa, y sólo por ella, es por lo que la revolución tiene sus propias leyes. Pero la conciencia humana no se limita a reflejar pasivamente las condiciones objetivas, sino que tiene la virtud de reaccionar activamente sobre las mismas. En ciertos momentos esta reacción adquiere un carácter de masa tenso, apasionado. Entonces se derrumban las barreras del Derecho y del poder. Precisamente la intervención activa de las masas en los acontecimientos constituye el elemento más indispensable de la revolución. Y, sin embargo, aun la actividad más fogosa puede quedar simplemente reducida al nivel de una demostración, de una rebelión, sin elevarse a la altura de una revolución.

  • En un artículo de abril de 1933 Trotsky señalaba la necesidad de un nuevo partido en Alemania pero que al mismo tiempo retenía la política de reforma para la Internacional Comunista por entonces escribió:

 “Si la burocracia estalinista llevara a la URSS al colapso… entonces sería necesario construir una Cuarta Internacional”

Es así que avanzada la lucha de clases y advirtiendo la tendencia predominante en ella, ya en el documento fundacional de la IV Internacional señala que:

“el carácter completamente reaccionario, putrefacto y saqueador del capitalismo moderno, la destrucción de la democracia, el reformismo y el pacifismo, la necesidad urgente  y candente que tiene el proletariado de encontrar una salida segura del desastre inminente ponen a la orden del día, con fuerzas renovadas, la revolución internacional”…..”Hoy ya no se trata, como en el siglo XIX, de garantizar simplemente un desarrollo económico más rápido y sano; hoy se trata de salvar a la humanidad del suicidio. Es precisamente la agudeza del problema histórico lo que hace temblar los cimientos de los partidos oportunistas. El partido de la revolución, por el contrario, encuentra una reserva inagotable de fuerzas en su conciencia de ser el producto de una necesidad histórica inexorable.”

La Cuarta Internacional se apoya completa y sinceramente sobre los fundamentos de la tradición revolucionaria del bolchevismo y sus métodos organizativos. Que los radicales pequeñoburgueses lloren contra el centralismo. Un obrero que haya participado aunque sea una vez en una huelga sabe que ninguna lucha es posible sin disciplina y una dirección firme. Toda nuestra época está imbuida del espíritu del centralismo. El capitalismo monopolista llevó hasta sus últimos límites la centralización económica. El centralismo estatal en el marco del fascismo asumió un carácter totalitario. Las democracias intentan cada vez más emular este ejemplo. La burocracia sindical defiende con ensañamiento su maquinaria poderosa …en su lucha contra la revolución

“Al mismo tiempo, no nos olvidamos ni por un momento de que esta guerra no es nuestra guerra. A diferencia de la Segunda y la Tercera Internacional, la Cuarta Internacional no construye su política en función de los avatares militares de los estados capitalistas sino de la transformación de la guerra imperialista en una guerra de los obreros contra los capitalistas, del derrocamiento de la clase dominante en todos los países, de la revolución socialista mundial. Los cambios que se producen en el frente, la destrucción de los capitales nacionales, la ocupación de territorios, la caída de algunos estados, desde este punto de vista sólo constituyen trágicos episodios en el camino a la reconstrucción de la sociedad moderna. Independientemente del curso de la guerra, cumplimos nuestro objetivo básico: explicamos a los obreros que sus intereses son irreconciliables con los del capitalismo sediento de sangre; movilizamos a los trabajadores contra el imperialismo…”

“propagandizamos la unidad de los obreros de todos los países …; movilizamos a las mujeres y los jóvenes contra la guerra; preparamos constante, persistente e incansablemente la revolución en las fábricas, los molinos, las aldeas, los cuarteles, el frente y la flota. Este es nuestro programa. ¡Proletarios del mundo, no hay otra salida que la de unirse bajo el estandarte de la Cuarta Internacional!

–“Fui revolucionario durante mis cuarenta y tres años de vida consciente y durante cuarenta y dos luché bajo las banderas del marxismo. Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista materialista dialéctico y, en consecuencia un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque si más firme que en mi juventud. ……La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la liberen de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente”