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Nuevo Curso

LA ALEGORIA DE LA CAVERNA . DEPENDENCIA DE LOS OBJETOS Y LA FARSA COMO REALIDAD

NUEVO CURSO

El mito de la caverna se encuentra en el libro VII de la obra República de Platón, escrita hacia el año 380 a. de C. Es una alegoría para mostrar en sentido figurativo que nos encontramos encadenados dentro de una caverna, y cómo las sombras que vemos reflejadas en la pared componen aquello que consideramos real, sin advertir que solo son sombras de imágenes proyectadas . Los prisioneros son una metáfora de las personas que están atadas a sus percepciones y las imágenes que se les presentan. Las sombras son el mundo físico que perciben y que creen es el conocimiento verdadero. Sin embargo, aquello que observan dentro no es más que un conocimiento subjetivo.

Por fuera de cuanto expresa esa representación a la que acude Platón, lo cierto es que el transcurso de la historia a puesto en evidencia una cuestión central : que la naturaleza esencial de un ser humano tiene presencia existencial. Lo que define a una persona, se exterioriza. Lo que le da el ser a un sujeto para ser tal, no en discurso sino sus conductas objetivables.

Esta premisa implica negar y descartar, que los seres humanos son capaces de objetivar sus intenciones, partiendo de una idea de sí mismos. Por el contrario significa afirmar que, los hombres son lo que producen con sus acciones u omisiones según como ese acto humano es reconocido socialmente en una sociedad productora de mercancías.

Es así que el sujeto se cosifica con mayor intensidad cuando sus determinaciones más se ajustan a las exigencias externas impuestas por los objetos constituidos en mercancías que dominan sus proyecciones simbólicas y sus necesidades, aun cuando éstas puedan poner en peligro su propia integridad como ser humano.

 Se observa con claridad ese fenómeno en todas las situaciones adictivas-compulsiva con las que estamos naturalizados a convivir en nuestra existencia social. En es escala, hay que detenerse en el uso compulsivo y preordenados de aparatos. Series un neologismo del inglés, empleado para referirse a una autofoto o autorretrato hecho por uno mismo con un teléfono inteligente, una cámara web o una cámara digital, para ser compartida, por lo general, a través de redes sociales o plataformas de microblogging, como Facebook, Instagram o Twitter expresa el fenómeno en que nos hemos detenido.

Hoy pareciera que no hay acto humano que no nazca para ser registrado en una imagen tomada desde un celular y no hay instancia social donde ese aparato no se interponga entre dos sujetos imponiendo su presencia dominante

Todo esto está emparentado directamente con el fetichismo y la alienación. Cuando se habla de fetichismo se alude en general a un posicionamiento intelectual y a una acción consistente en atribuirle a una cosa propiedades que no le son propias, es decir, considerar que una cosa es algo distinto a lo que realmente es, siendo en gran medida la alienación, su consecuencia

Este escenario distorsivo de nuestra existencia humana, implica alienación, en tanto una persona no es una persona en sí misma sino una mercancía, que se nutre de los estereotipos presentes, de la sustancialidad de la imagen como ideología prevalente y de la necesidad de no ser parte del paisaje sino el “protagonista de la foto”

Frente a todo esto, hay que poner énfasis en el despliegue de falsa conciencia puesto juego por la cultura hegemónica que la burguesía por la   compulsión a los aparatos, impone a la clase trabajadora, al punto que trasciende el mero hecho económico del consumo mercantil para constituirse en determinante de su existencia menos humana y más cercana a la absoluta cosificación.

Intentamos mostrar otra arista del asunto que puede ayudar a comprender porque nos pasa lo que nos pasa. Porqué somos esclavos de los objetos, de las relaciones sociales de intercambio capitalista y como hoy las imágenes nos imponen comportamientos temerarios, que pueden terminar con nosotros mismos, si es que ya no hemos iniciado un proceso de deshumanización que no tiene fin.

   En definitiva, todo da cuenta que nos desenvolvemos de manera caricaturesca y en situaciones sin realidad. Existimos en una farsa Se impone de modo gravitante la necesidad de hacer consciente la premura del cambio de las relaciones sociales existentes en el espacio de la producción superando el orden social sostenido en la producción mercantil, por otra nueva sociedad donde desaparezcan las clases sociales, la ley del valor y la apropiación privada de los medios de producción.

     Esta suerte de imperativo categórico relativo al cambio social, no puede desenvolverse en el plano individual, sino que exige de una acción política de la clase trabajadora, a partir de la comprensión vital del fenómeno que amenaza nuestra existencia. El conjunto de esas acciones políticas de los explotados exige la construcción institucional del Poder Obrero y su democracia de clase. La insuficiencia por agotamiento de la democracia de la burguesía exhibe a diario sus efectos. Debe ser superada no por su negación dictatorial de cuño fascista por imperativo autoritario de esa misma clase explotadora, sino por la abolición de esas formas.