NUEVO CURSO
“Un demócrata de vieja cepa no pediría hoy libertad de prensa, sino libertad respecto de la prensa”. Oswald Spengler
Hoy, 27 de noviembre de 2022, aquí en el sur de América del Sur, despertamos como saliendo de una pesadilla futbolística, que los medios de comunicación transformaron en problema nacional, ubicando una presunta “angustia” en el entramado social, apelándolo a la metáfora del abismo. Mientras tanto, la estructura productiva cruje, la moneda pierde posibilidades de constituirse en equivalente general, y el impuesto inflacionario no puede evadirse sobre todo en los sectores de la clase trabajadora con salarios menores y en particular en la población económicamente sobrante por haber sido desplazada de la economía formal.
Así las cosas, el campo de juego invita a detenernos en un aspecto de esta existencia sometida a plataformas que dejan al hombre individualmente frente a un sistema de sociedad que como tal, en soledad, no puede enfrentar con éxito, si se mide a este con el parámetro de protagonizar relaciones sociales más humanas.
Los dispositivos fundantes del pacto democrático reiterada y machaconamente invocado por un sector de la burguesía dominante, buscando que toda la clase se encolumne tras el mismo llevando como furgón de cola a la clase trabajadora con auxilio de la dirigencia sindical y otros organismos de masas obrantes en la realidad política , tienen muchas aristas, una de ellas es su cimiento en el proyecto del periodismo como colaborador de la Ilustración, como socializador de ideas, noticias y tendencias y como agitador del iluminismo, la cultura y la información después de siglos de oscuridad y opresión.
El prestigio iluminista del periodismo ha cesado su vitalidad y mutado hacia expresiones de poder autónomo, ocultando con sus apariencias, la lucha del capital por formar consciencia de masas que legitime el dominio burgués y la explotación capitalista. De ahí lo nocivo de apelar a toda táctica que se acomode a ese llamado a un gran acuerdo democrático nacional encabezado por los operadores políticos de la burguesía.
La palabra periodismo, si bien puede considerarse polisémica, remite necesariamente al concepto mismo de periodicidad, es decir, a la pausa, al período entre una publicación y otra. Esa noción que remite a lo que tenemos frente a nuestras narices y sin embargo no somos capaces de ver, es lo que hoy, con la profusión de intervenciones mediáticas y la febril intervención sin pausa pero carente de calidad, lo debe ser críticamente puesto en duda, tanto más cuando los que activan en ese sentido le dan a su acción una forma que les permite sin razón fundante, haber adquirido legitimidad auto referenciada.
Se publica profusamente y sin posibilidad de cuestionamiento sobre esa productividad. La autoridad que daba la precisión y la profundidad de los decires, deja de existir para dar prevalencia a la cantidad y la receptividad medida métricamente por los caracteres empleados y la concentración de cuanto se pretende, no difundir sino imponer.
El capital ha transformado por la aplicación de tecnología, aquel pocas ideas para muchos del que supo hablar Lenin, en una herramienta de dominación haciéndolo exponencialmente para remitir a un absurdo en el que la palabra se concentra y las imágenes se expanden.
La lengua tantas veces ponderada por diversos espacios de la ciencia, hoy es sustituida por una buena foto con calidad que fetichistamente oculta su real significación de sombra proyectada en la caverna para humanos encadenados por ideas dominantes y opresivas
La profusión de datos introduce naturalizándola, la irracionalidad de exagerar hechos de importancia secundaria para que atiborrados de datos y falsos debates se pierda de vista la opresión cotidiana y se legitime la explotación generada por una estructura social de producción que da manifiestos signos de decadencia.
Con el paradigma de no discontinuar el bombardeo de datos al público, estas técnicas terminan confiriendo al periodismo una inusitada autonomía respecto a la pretendida información, volviendo al ejecutor de la mercancía su falso protagonista
Es falso el protagonismo del periodista portavoz, en la medida en que lo real es que hay una actividad con capitales, jerarcas, y especialistas que se han nombrado como autoridades a sí mismos, y que se legitiman por la repetición constante del formato.
El único objetivo del poder y para eso autonomiza en cierta manera bajo el rótulo periodismo a quienes bombardean datos desde todos los medios posibles es que esa lluvia pirotécnica nos llegue a todos pero sólo para que leamos sus órdenes. Las datas propulsadas no generan anormalidades sino funcionalidades para facilitar la reproducción capitalista. constatación de su propia inactividad histórica. Quienes somos víctimas no podemos estar fijos en la simple constatación del fenómeno. La lucha contra este dispositivo que luce encubierto por las tecnologías que endulzan lo agrio, se impone como un aspecto específico de la lucha de clases y en especial de quienes desde la clase trabajadora en sí, asumen la construcción militante de otra sociedad bajo poder obrero como única posibilidad existencial con significación humana.
Somos oradores sin fieles,
ideólogos sin discípulos,
predicadores en el desierto.
“No hay nada detrás de nosotros;
nada, debajo de nosotros, que nos sostenga.
Revolucionarios sin revolución; eso somos.
Para decirlo todo: muertos con permiso.
Aun así, elijamos las palabras que el desierto recibirá:
no hay revolución sin revolucionarios.»
Andrés Rivera, “La revolución es un sueño eterno”,