NUEVO CURSO
“Nada cura el temor a la muerte…eso es cierto cuando el hombre permanece encerrado en el sótano asfixiante de las emociones estomacales o en la estética desprovista de ideas… Hay que abrir una amplia ventana hacia las mentalidades colectivas , hacia los problemas de las masas, hacia la lucha social, para sacudir la pesadilla del temor a la muerte….hasta ahora la tierra no ha creado mayor felicidad que la de trabajar por los hombres y morir por ellos ….” León Trotsky
En el curso de este noviembre futbolero, se fueron para no volver seres humanos exponentes de otro tiempo que se niega a retirarse de la escena política porque sus sobrevivientes aún reclaman por la vigencia de sus deseos, por la actualidad de sus objetivos revolucionarios. Se fue Hebe Bonafini, partió Pablo Milanes, y ahora un luchador por la nueva sociedad y el hombre nuevo, “el negro” Ponce de León”.
Quedamos aún en estas tierras, una cantidad de “gente en transición”, esos que fuimos niños o adolescentes en el ascenso setentista, admiradores de las batallas de nuestros mayores más cercanos , en las que el negro Ponce puso alma y vida, y luego jóvenes en la larga noche con la sola misión de llevar una vela, una tenue pero permanente luz para encontrar su salida revolucionaria. Ese “nosotros” de aquel entonces, los que afrontamos responsabilidades relevantes en los ochenta y noventa, precipitados con fragilidades y un montón de errores en la rebelión popular del 2001, tiene que expresarse aún cuando se le trate de colocar en posición adelantada y sacarlos del conflicto de clases.
A partir del agotamiento de aquella revuelta y su reacción termidoriana a manos de la cooptación política de muchos por los aparatos políticos de la burguesía, la vemos cada vez más de costado por infinitas razones, en particular por la victoria cultural que impuso la burguesía y sus paradigmas individualistas, montados sobre una catarata de nuevos dispositivos tecnológicos que alteraron los modos que para nosotros eran los usuales en la vida y en las relaciones intersubjetivas.
Por eso hay dar el merecido reconocimiento a los fallecidos y tal como ellos harían en igual situación , “agarrar el megáfono” y sin salir de la escena , sin volver a la trastienda del olvido social por parte de los hoy jóvenes trabajadores, juntarnos a ellos a como de lugar y acompañar el momento revelador de la necesidad de la lucha por el socialismo , plantear nuestros decires de todas nuestras vidas y las de los fallecidos y recordar que hay una sola tarea genuinamente vital , la revolución , el poder obrero y la lucha cotidiana por el programa socialista.
Nuevamente la poesía, trae reconocimiento a los caídos, agradecimiento eterno por sus ejemplos de como afrontar la vida , y el imperativo categórico de seguir adelante.
A veces el silencio es la palabra justa,
la que enciende las luces, la que mejor se escucha,
la que place o se sufre cargada de milenios,
la que otorga hermosura,
la flor del pensamiento.
En ese momento de la clara armonía,
de la mejor tristeza, de la entera alegría.
Es el gran fundamento que ronda a la grandeza:
tu palabra y la mía
habitan el silencio.
Por eso la palabra
debe ser pronunciada
como una ceremonia
con aire de campanas,
una fiesta del alma,
farol del pensamiento,
porque fue generada
por el mejor silencio.
No puedo andar con la tristeza
armonizada en una flor
porque la vida no me pesa,
ni el amor.
No puedo andar con el olvido
en las espaldas, bajo el sol,
porque tu sangre va conmigo
y en los hijos renació.
Si quiero regresar
sé dónde puedo ir,
si canto una canción
voy adelante.
Si quiero recordar
soy una historia,
la completa libertad
de la memoria.
Por eso al fin voy a tu lado
con la ternura y el dolor
y entre la sangre que he llorado
traigo el cielo del amor.
Y a veces bajo el sol
me pongo a recordar
que tengo el corazón
con algo ausente,
los rostros que perdí
sangran la historia
y transitan en la luz
de mi memoria.
Como la urgente mariposa
inunda el aire de color,
vengo a bailar sobre una rosa
y a vivir junto a vos.
Por eso al fin voy a tu lado
con la ternura y el dolor
y entre la sangre que he llorado
traigo el cielo del amor.
No veo el cielo madre, sólo un pañuelo blanco
no sé si aquella noche yo te estaba pensando
o si un perfil de sombras me acunaba en sus brazos
pero entré en otra historia con el cielo cambiado.
No me duele la carne que se fue desgarrando
me duele haber perdido las alas de mi canto
las posibilidades de estar en el milagro
y recoger las flores que caen de tu llanto.
No quiero que me llores, mírame a tu costado
mi sangre está en la sangre de un pueblo castigado
mi voz está en las voces de los «iluminados»
que caminan contigo por la ronda de Mayo.
No quiero que me llores ahora que te hablo
mi corazón te crece cuando extiendes las manos
y acaricias las cosas que siempre hemos amado
la libertad y el alma de todos los hermanos.
No sé si aquella noche amanecí llorando
o si alguna paloma se me murió de espanto
la vida que ha esperado tanto
es el cielo que crece sobre tu pañuelo blanco.
HAMLET LIMA QUINTANA (la breve palabra-cielo del amor-cielo blanco)