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Nuevo Curso

RELACIÓN DE TRABAJO Y CONCIENCIA DE CLASE. NAVIDAD EN EL ASILO DE NOCHE

NUEVO CURSO

Las crisis coyunturales, en las condiciones de la crisis social del sistema capitalista en su conjunto, infligen a las masas privaciones y sufrimientos cada vez mayores.  Sin duda esos efectos perniciosos eran sobrellevados por la clase trabajadora como podía, antes y durante el desarrollo del mundial de futbol. Tampoco se superaron porque Messi y el resto del plantel levantara la copa, ni porque el Chiqui Tapia desde entonces la guarde celosamente en su poder y capitalice en su beneficio político institucional ese evento. Lo cierto es, que luego de los festejos multitudinarios, es constatable el desempleo creciente en el plano de la relación de trabajo regularizada por formas jurídicas (ley de contrato de trabajo -convenios colectivos, etc.) y la naturalización del empleo precario o el fraude laboral bajo la máscara del autoempleo. Todos estos factores a su vez conviven con fenómenos derivados de políticas económicas, que denotan la crisis financiera de la república burguesa y socavan el inestable sistema monetarios.

Las relaciones internacionales no presentan mejor aspecto en tanto se desenvuelven bajo la tensión creciente de la desintegración capitalista de conjunto signada por los antagonismos imperialistas que reanudan o entran en una vía de guerras y demás confrontaciones sangrientas localizadas, como las que se viven en Ucrania, medio oriente o el Magreb.

   Ambos planos de situación (local e internacional) leídos de manera combinada abarataba de esa complejidad, dan cuenta de una fuerte tendencia al desarrollo de una nueva faz de desarrollo de la lucha de clases en una geografía social condicionada fuertemente por evitar o producir una catástrofe. Todo depende ahora de la clase trabajadora en tanto el tercer elemento que concurre a al fenómeno de conjunto es la crisis de la dirección revolucionaria, que se pone de manifiesto evidente en cualquier situación de confrontación abierta de clases que pueda implicar el avance en salto dialéctico hacia un estadio superior de la misma.

          Se ve con claridad que la complejidad de la cuestión no puede ser abordada con suficiencia desde un artículo periodístico que pueda ser dado a conocer por este medio que trabajosamente intentamos poner en pie. Sin embargo, un texto de Rosa Luxemburgo arroja luz y brújula sobre la cuestión. Por eso lo transcribimos tal como lo hemos recibido de la versión traducida al castellano, sin desconocer su sentido histórico y la incidencia ulterior en el tiempo de condiciones sociales que presentan alteraciones producto del desenvolvimiento del capitalismo en más de un siglo.

  Por esto último, desde nuestro medio de difusión de ideas, a modo de aporte, tras la trascripción del texto, les dejamos nuestra impresión del hoy, en un plano aún no abordado en el discurso político que procura confrontar con el dominante, buscando hacer base en la producción social de la existencia, como única fuente genuina del proceso de conocimiento.

Navidad en el Asilo de noche

Un acontecimiento acaba de turbar cruelmente la atmosfera de fiesta de nuestra capital. Las almas piadosas venían justamente de entonar el bello canto tradicional: `Navidad de feliz, Navidad de misericordia` cuando se esparció bruscamente la noticia de que un envenenamiento en masa acababa de producirse en el asilo municipal.
Las víctimas eran de diversas edades: Joseph Guie, empleado, 21 años, Karl Melchior, obrero, de 47 años, Lucien Scieptarorski, 65 años, etc. Cada día se traían nuevas listas de hombres sin albergue, victimas del envenenamiento: La muerte los encontraba por todas partes: en el asilo, en la prisión, en el `chaufoir` público o simplemente en la calle, acurrucados. En cualquier rincón. Antes que el año nuevo naciera, al son de las campanas, 150 se retorcían presas de los espantos de la agonía y 70 estaban ya muertos.
Durante muchos días, el modesto edificio de la calle de Froebel, que todo el mundo rehúye en tiempo ordinario, concentra hoy sobre él, la atención general. Cual era, pues, ¿la causa de este envenenamiento en masa? ¿Se trataba de una epidemia o de un envenenamiento provocado por el consumo de alimentos en descomposición? La policía se dio prisa en restablecer la tranquilidad de la población: No se trataba de una enfermedad contagiosa. Mejor dicho, el hecho no presentaba ningún peligro para la población docente, para las gentes distinguidas de la ciudad. La muerte no tocaba más que a los `habitantes` del asilo de noche, los cuales, con ocasión de la fiesta de Navidad habían ingerido, arenques podridos o aguardiente infectado, `a trs bon march`. ¿Pero aquellas gentes donde se habían conseguido esos arenques podridos? ¿Los habían comprado a un vendedor ambulante de pescado? o los habían recogido de los montones de basura en el mercado? Esta última hipótesis fue inmediatamente descartada por la perfecta razón de que los desechos de los mercados, no constituyen, como podrán imaginarlo las gentes superficiales ignorantes de las sanas medidas de la economía política, un bien sin dueño, del cual el primer vagabundo que llega se puede apropiar. Estos desechos son reunidos y vendidos a grandes empresas que les utilizan para el engorde de puercos. Se les desinfecta y muele cuidadosamente. Así sirven de alimento a ese rebaño.
Individuos vigilantes de la policía de mercados velan para evitar que los vagabundos vengan a tomar sin autorización el alimento de los puercos, para comerlo sin desinfectar y sin moler. Era, pues, imposible que, como algunos lo imaginan fácilmente, los sin albergue hubieran recogido su “festín de navidad” entre los montones de basura de los mercados. Es por esto que la policía buscaba al vendedor ambulante o al pulpero que había vendido el aguardiente infectado, que determinó el envenenamiento.
En el trascurso de toda su existencia Joseph Gehie, Karl Melchior, Lucien Sciptoriopski*, no habían nunca atraído la atención, tanto como hoy. Pensad, pues, ¡qué gran felicidad! Verdaderas juntas médicas secretas investigan prolijamente entre los intestinos de las recientes víctimas. El contenido de sus estómagos, para los cuales el mundo había hasta entonces manifestado tanta indiferencia, es ahora examinado minuciosamente y hecho objeto de apasionadas discusiones en toda la prensa. Los periódicos anuncian que diez de `esos` señores se ocupan en preparar líquidos para el cultivo del bacilo, causa del envenenamiento. Por otro lado, se quiere saber de una manera precisa donde cayó enfermo cada uno de esos miserables; en el `Tenil` donde la policía encontró muerto a alguno de ellos o en el asilo donde otros habían pasado la noche? Lucien Sciptierovski, ha devenido súbitamente una importante personalidad y si no fuera en este momento cadáver de olor nauseabundo sobre la mesa de disección, seguramente tendría para inflarse de vanidad.
El emperador mismo —que Dios sea bendito!, esta preservado de peores males, gracias al aumento por la vida cara, de tres millones de marcos que le ha sido acordada sobre su pensión civil que recibe en calidad de rey de Prusia—, pide insistentemente noticias de los envenenados en tratamiento en el hospital municipal. Y su alta esposa, femenina y enternecidamente, hace por intermedio del chamberln von Winterfeld, expresar su condolencia a M. Kirschner, burgomaestre de la ciudad.
En verdad, el burgomaestre Kirschner, no ha comido arenque a pesar de su baratura y se encuentra con su familia en excelente salud. No es tampoco que nosotros lo sepamos parientes o relacionado de Joseph Gehie o de Lucien Sciptierovski. Pero después de todo a quien el señor chamberln Von Winterfeld, deba expresar las condolencias de la emperatriz? No podrá evidentemente trasmitir las salutaciones de su majestad a los pedazos de cadáveres que yacen sobre la mesa de disección. ¿En cuanto a los miembros de sus familias hay alguien que los conozca? Quien podrá encontrarlos en los cabarets, los hospicios, los barrios de prostitución, y también en las usinas y las minas donde ellos trabajan? Es por esto que el burgomaestre M acepta en nombre de ellos la condolencia de la emperatriz, lo que le da fuerzas para hacer suyo y soportar estoicamente el dolor de los parientes de Scipterovski.
Ante la catástrofe, en el Concejo Municipal igualmente, se dieron pruebas de sangre fría viril. Se hicieron investigaciones. Se redactaron comunicados cubriendo de tinta innumerables fojas de papel. Pero a pesar de todo, se tuvo siempre la cabeza en alto y contra los espantos de la agonía en los cuales otros hombres se debatan, ella permaneció con valor también, con el estoicismo de los héroes antiguos delante de su propia muerte.
Y sin embargo, todo este suceso ha puesto una nota discordante en la vida pública. Ordinariamente nuestra sociedad conserva cierto carácter de decencia exterior. Ella observa la honorabilidad, el orden y buenas costumbres. Aunque es cierto que hay lagunas o imperfecciones en la estructura y en la vida del Estado.
¿Pero después de todo, el Sol también no tiene manchas? Y existe aquí, abajo, ¿alguna cosa perfecta? Los obreros mismos, yo entiendo los mejor pagados, los que están organizados, creen de Buena voluntad que la existencia y la lucha del proletariado se prosiguen dentro de límites de honorabilidad y compostura. ¿La gris teoría del pauperismo no ha sido refutada ya desde hace tiempo? Todos saben bien que existen asilos de noche, mendigos, prostitutas, `soplones`, criminales y otros elementos de perturbación. Pero se piensa ordinariamente en esto, como en algo lejano, existente en alguna parte, fuera de la sociedad propiamente dicha.
Entre la clase obrera y sus parias, hay un muro y se piensa raramente en los miserables que se arrastran en el fango, al otro lado del muro. Pero, bruscamente algo sucede, algo que hace el mismo efecto que si en un círculo de gentes bien educadas, amables y distinguidas, alguien descubriera por casualidad en medio de los muebles claros y preciosos, las huellas de un crimen abominable o de innobles corrupciones.
Bruscamente un horrible espectro arranca a nuestra sociedad su máscara de compostura y enseña a todos que su honorabilidad no es más que el atavió de una prostituta. Bruscamente aparece que la superficie brillante de la civilización cubre un abismo de miseria, de sufrimiento y de barbarie. Verdaderos cuadros del infierno surgen, en los que se ven criaturas humanas hurgando en los montones de basura. Buscan los desechos, retorciéndose en los espantos de la agonía. Se les ve hasta, agonizando, enviar a lo alto su aliento pestilente.
Y el muro que nos separa de este siniestro reinado de sombras aparece bruscamente como un simple decorado de papel pintado
Quienes son, pues, estos habitués del asilo de noche envenenados por el arenque podrido o el aguardiente infecto? Un dependiente de almacén, un albañil, un tornero, un herrero, obreros, obreros, nada ms que obreros. Y quienes son, pues, ¿los sin nombre que no han podido ser identificados por la policía? Obreros, siempre; nada ms que obreros, en todo caso que lo eran todavía no hace mucho tiempo.
Y, en verdad, ningún obrero está garantizado contra el asilo, o el arenque podrido. Ahora, vigoroso todavía, honesto, trabajador, ¿qué devendrá mañana si ya no es recibido en su trabajo porque habrá alcanzado el fatal límite de edad o que su patrón lo declara inutilizable? ¿Qué será de esta vida si mañana cae víctima de un accidente que hará de él un inválido, un mendigo? Se dice: las gentes fracasadas en el asilo, no son en su mayor parte más que débiles y malos elementos.
Viejos con el espíritu débil, jóvenes criminales, de atenuada responsabilidad. Es posible, pero los malos elementos de las clases superiores no caen nunca en el asilo sino son enviados a los sanatorios o al servicio de las colonias donde puedan satisfacer con toda libertad sus perversos instintos en las personas de los negros y de las negras.
Ancianas reinas y grandes duquesas que devienen idiotas, pasan el resto de sus das en palacios suntuosos rodeadas de una muchedumbre de respetuosos servidores. Para el viejo sultán Abdul Amid, ese monstruo abyecto que tiene sobre su conciencia millares Y millares de víctimas y en el que, sus crímenes innumerables y sus excesos sexuales han entorpecido sus sentidos, la sociedad lo tiene preparado como último refugio una espléndida villa con magníficos jardines, cocineros de primer orden y un harem de florecientes mujeres, de doce años para arriba. Para el joven criminal Prosper Eherenberg, una prisión confortable, bien provista de champagne, de ostras y una gozosa sociedad. Para los príncipes de instintos pervertidos, la indulgencia de los tribunales la abnegación de esposas heroicas y la dulce consolación de una buena y aleja cara. Para Madame d`Kbestein, esa mujer que tiene sobre su conciencia un asesinato y un suicidio, una confortable existencia burguesa, `toilettes` de seda y la simpatía discreta de la sociedad.
Pero los viejos proletarios en los que la edad y el trabajo y las privaciones, han debilitado el espíritu, revientan como los perros de Constantinopla, en las calles, contra las palizadas, en los asilos, el arroyo y al lado de ellos se encuentra por todo rastro una cola de arenque podrido. La división de clases se prosigue duramente, cruelmente, hasta en la locura, hasta en el crimen, hasta en la muerte.
Para la canalla aristocrática, la indulgencia de la sociedad y los goces hasta el último sorbo. Para el Lázaro proletario, el hambre y el bacilo de la muerte en los montones de basura.
Es así como se acaba la existencia reservada al proletario en la sociedad capitalista. Apenas sale de la infancia, comienza como un obrero trabajador y honesto en el infierno del servicio paciente y cotidiano en provecho del capital. Por millones y decenas de millones la recoleta de oro se aumenta en las granjas de los capitalistas. Una ola de riquezas de ms en ms formidable se vierte en los Bancos y las bolsas de valores.
En tanto, los obreros en masas grises y silenciosas atraviesan cada tarde las puertas de las usinas y de las construcciones, coma las pasaron en las manos, miserables, vagabundos, comerciantes eternos que llevan al mercado el solo bien que poseen: su propia piel.
De tiempo en tiempo un accidente, una tempestad los barre por docenas y por centenas de la superficie de la tierra. Una pequeña interlínea en el periódico, una cifra redonda, hacen conocer brevemente el accidente. Al cabo de algunos días se les ha olvidado y su último suspiro es apagado por el jadeo y las trepidaciones de la carrera de las ganancias. Al cabo de algunos das, nuevas decenas y centenas, ocupan sus plazas bajo el yugo del capital.
De tiempo en tiempo sobreviene una crisis, semanas y semanas de paro, de lucha desesperada con el hombre. Siempre el obrero consigue prenderse a cierta capa infernal, feliz de poder tender de nuevo sus músculos y sus nervios al servicio del capital.
Sin embargo, las fuerzas disminuyen poco a poco. Un prolongado `chmage`, un accidente, la vejez que se aproxima y he aquí, al obrero obligado a aceptar la primera ocupación que encuentra. Pierde su profesión y cae cada vez más bajo irremediablemente. El azar domina bien pronto su existencia, la desgracia lo persigue. El encarecimiento de la vida lo golpea cada vez más duramente. La energía constantemente desplegada en la lucha por el pan, se relaja al fin; su amor propio desaparece y he aquí que bien pronto se encuentra ante la puerta del asilo de noche y en otros casos ante la de la prisión.
En todos los casos, millares de existencias proletarias, se desplazan, fuera de las condiciones de existencia normal de la clase obrera, hacia los bajos fondos de la miseria. Se desplazan insensiblemente como un sedimento, sobre el suelo de la sociedad, igual que las sustancias inútiles, de los que el capital no puede sacar ya ningún provecho: igual que un montón de basura humana que la sociedad barre despiadadamente con su escoba de fierro. El brazo de la ley, el hambre y el frío proceden aquí a su entera comodidad. Y en fin de cuentas, la sociedad burguesa tiende a sus parias la copa de veneno que hace desaparecer.
`El Sistema de asistencia pública, dice Carlos Marx en `El capital`, está representado por la casa de inválidos, los obreros ocupados y el peso muerto de los `sin trabajo`. En la sociedad capitalista el trabajo está indisolublemente ligado al paro. El uno y el otro son igualmente necesarios; el uno y el otro son una condición indispensable de la producción capitalista. Mas son considerables la riqueza social, el capital explotador, las dimensiones y velocidad de su crecimiento y por consecuencia la plenitud absoluta del proletariado y del rendimiento de su trabajo y más considerable es la capa de sus desocupados. Pues, mientras más considerable es esta capa de desocupados en relación a la masa de obreros ocupados, es más considerable también la capa de obreros en excedente, reducidos a la miseria. Es esta una ley ineluctable de la producción capitalista`.
Lucien Scipterovski que muere en la calle envenenado por un arenque podrido pertenece al proletariado, tanto como el obrero calificado que recibe buen salario, compra cartas postales de nuevo año y una dorada cadena de reloj. El asilo de noche y el `violín` son los dos pivotes de la sociedad actual, tanto como el palacio del canciller del Reich y la Banca de Alemania. Y el festín de arenque podrido y de aguardiente envenenada en el asilo de noche es el fiel reflejo invisible del caviar y del champagne en la mesa del millonario. Esos señores de los consejos médicas secretos pueden seguir buscando mucho tiempo al microscopio el germen de muerte en los intestinos de los envenenados y preparar líquidos de cultivo. El verdadero bacilo del que han muerto las gentes del asilo municipal, es la sociedad capitalista con sus cultivos.
Cada día los sin albergue mueren de hambre y de frío. Nadie se ocupa de ellos, a no ser el parte cotidiano de la policía. La emoción provocada esta vez par este fenómeno banal se explica únicamente por su carácter de masa. Pues no es ms que cuando su miseria adquiere un carácter de masa que el proletario puede obligar a la sociedad e interesarse por él. Hasta el mismo sin albergue en su aspecto de masa a simplemente tomada coma un montón de cadáveres adquiere una verdadera importancia pública.
En tiempo ordinario, un cadáver es una cosa muda, sin la menor importancia. Pero hay cadáveres que hablan más alto que las trompetas e iluminan aventajando a las antorchas. Después del combate de barricadas del 18 de marzo de 1848, los obreros de Berlín, levantando en sus brazos los cadáveres de sus hermanos caídos en el curso de la lucha, los condujeran delante del palacio real y obligaron al despotismo a saludar a sus víctimas. Ahora se trata de levantar los cadáveres de los `sans-logis` de Berlín envenenados, que son la carne de nuestra carne, y la sangre de nuestra sangre, sobre nuestros brazos, nuestros millones de brazos proletarios y de conducirlos en la nueva jornada de lucha que se abre ante nosotros, a los gritos mil veces repetidos: `Abajo el orden social infame que engendra tales horrores! `. ROSA LUXEMBURGO




     Si buscamos una continuidad de este texto, con lo que hoy queremos transmitir, y le asignamos vigencia, lo encontramos en el propósito de llamar la atención en todo cuanto significa la vida real despojada de todo relato de corte ideológico.  Por eso aceptando esa pauta, no partimos del concepto y de lo abstracto sino de lo material y concreto, que en nuestros tiempo no es otra cosa que el proceso del trabajo asalariado , en tanto relación social dominante y fundante de la vida social.
La sociedad nos impone trabajar para vivir; el mercado pone un precio a nuestra fuerza de trabajo; el Estado con sus ministerios del poder burgués, disfrazado de imparcial ,  regula el alcance cuantitativo del salario y sus modalidades, en igual medida la competencia determina nuestra posibilidad de empleabilidad y a todo esto se le suma la prevalencia del empleo precario. Sociedad, mercado, república burguesa, competencia de mercado, cobran una existencia que va más allá de la interacción (y de la voluntad) de los individuos que se vinculan en la relación trabajo

El poder es un factor de gravitante incidencia en todo cuanto permite delinear la relación social que implica el trabajo humano y su reflejo en el fenómeno, también social y subjetivo, de la dominación. Las variaciones del ejercicio del poder en el trabajo, por parte de quien detenta la posibilidad de comprar esa capacidad de producir que otro posee refleja en última instancia como se define la dominación de la burguesía sobre el proletariado.

Dicho en otros términos el mayor o menor despotismo en el desenvolvimiento de la concreta relación laboral , está ligado indisolublemente al contexto político en el que la burguesía como clase puede ejercer sobre los trabajadores, su dominación cultural .En ese sentido en  nuestra sociedad, la burguesía tiene la iniciativa política y eso se traduce en acción estatal o para estatal con soporte internacional en organismos financieros o institucionales para la imposición de sus intereses sobre el resto del entramado social, que ligado a la producción directa o indirecta de plusvalor lo padece.
Por esta razón , el trabajo concreto y las formas jurídicas que lo regulan ya se encuentran prevalentemente precarizadas. Esto en el plano social, implica la existencia de un conjunto humano

creciente con rasgos tendenciales prevalentes que comparten un empleo inseguro, inestable, , a menudo con contratos incompletos o forzados a puestos de trabajo negociados e intermediados mediante agencias .
Esa objetividad hace que se forme en el plano de la subjetividad la adaptación , con naturalización de esa situación precaria y la propia generación de expectativas vitales a un empleo inestable y a una vida inestable, con pérdida de control sobre el propio tiempo y sobre el desarrollo y uso de las capacidades propias.


Por lo demás, la significación precaria del trabajo, hace que una gran parte de las personan pierdan identidad profesional. Las tareas desarrolladas, se hacen cada vez más elementales por la profusa división de tareas que existe en la producción y el mayor empleo de innovaciones técnicas e informáticas. Es decir, hay reducción de las capacidades específicas antes conocidas como oficios, que tienden a ceder-
Por lo demás, las habilidades de otro tenor, léase capacitación terciaria o universitaria, postítulos, etc., son costosas de adquirir, y fáciles de perder. Ocurre asimismo que este sector social, debe emplear muchos más recursos en trabajo no remunerado, para obtener el empleo precario, esto es «trabajo para buscar trabajo», donde el aprovechamiento y expropiación de su fuerza o capacidad de producción al cien por ciento, en tanto no percibe remuneración alguna.


Es significativo insistir en la forma salario y en la relación necesaria que une a este sector poblacional mayoritariamente joven, y vinculado al trabajo precario, para entender que este grupo, no está ubicado dentro del amplio espectro del sector informal de la economía capitalista, léase cuentapropistas, monotributistas o como quiera llamárselos.

 En ese contexto, la noción de “poder” está vinculada con la relevancia que pueda asumir, la acción voluntaria de los sujetos y las posibilidades de variaciones en las formas que tienen ese tipo de relaciones laborales. Sin embargo, la voluntad tomada en sí misma, no guarda entidad suficiente como para producir una modificación profunda en la relación de poder. Lo contrario sería pensar en que basta con renunciar al trabajo para salir de la sociedad salarial o que, bastaría simplemente con querer cambiar la relación para que esta sufriera, efectivamente, cambio.

Por todo este entramado es que, el eje del dominio de clase, está puesto en el proceso de trabajo. Este fenómeno lo ha comprendido el gobierno y por eso su premura en establecer reglas objetivas en el desarrollo económico de acumulación y reproducción capitalista que necesariamente repercute en el trabajo y tiene determinación prevalente en la subjetividad del trabajador.
Si partimos de la afirmación según la cual el capital es resultado de la apropiación unilateral del trabajo y de los productos por parte de los capitalistas , podemos advertir que el gobierno ha puesto en acto (y en cierta manera con ello se anticipa al conjunto social), su voluntad de dominar el proceso de trabajo social desde las herramientas violentas o consensuadas del aparato del Estado, transformando esa premisa estratégica en su objetivo fundamental.


Esto significa que en este contexto político las formas en las que el trabajo se realiza con el fin de que produzca cada vez más plusvalor, son las que están en juego y ellas se perfilan desde el poder constitucionalmente obtenido, con incremento de la tasa de explotación del trabajador, y profundización de trabajo precario, por vía de la elevación del estancamiento estadísticamente formal de la tasa del desempleo y por la naturalización del autoempleo en una economía de sobrevivencia precaria, que no tiene mayor incidencia en la producción de bienes y servicios que puedan ser consumidos por otros sectores poblacionales.

El gobierno acelera, y en cierta medida ya establece una suerte de cabecera de playa, para profundizar una “selección natural” en la modalidad del proceso de trabajo, de forma tal que se abandonen o cambien aquellos que no permiten alcanzar la media de productividad para hacerlo económicamente viable, a través de la generación de la plusvalía que espera la burguesía.

El juego táctico del gobierno viene de la mano de un mensaje que se conforma instalando la idea de que serán las condiciones generales de la competencia capitalista las que impongan características al proceso de trabajo y la expulsión del excedente laboral que no se ajuste a esa perspectiva.
Para los trabajadores, estos cambios en los procesos objetivos de producción y de selección, con sectores de la economía favorecidos y otros desplazados, significan un escenario absolutamente hostil.

Lo cierto es que la burguesía como clase y su personal político a cargo de la gestión del aparato estatal, buscan dominar las maneras en las que los sujetos interactúan en el proceso de trabajo a fin de que, a partir de ese actuar, adopten una forma particular de cooperación y un ser social capitalista, que responde siempre al objetivo de valorización y apropiación del producido del trabajo asalariado.

 Frente a esta fuerte tendencia, gran parte de los trabajadores, no se reconocen como un colectivo con particularidades e intereses propios frente a de los designios del capital, ya sea que ese propósito lo ubiquemos en los intersticios del poder capitalista o en franca oposición a él. Dicho, en otros términos, el gran déficit que presenta la situación, es que los trabajadores no han ejercitado su poder en la dimensión social y política. Esto los coloca en la coyuntura en una situación de absoluta desprotección que ya ha sido ponderada por la burguesía, como lo refleja su iniciativa política y la pretensión no encubierta de marcar la cancha, con líneas netamente favorable a sus intereses.

Es la burguesía como clase social de conjunto, la que “viene por todo” y de una manera directa, para zanjar la crisis en su favor todo lo cual significa en términos ideológicos que el trabajo social se realice en términos capitalistas, tanto como que, efectivamente la sociedad articule sus relaciones en torno al trabajo con pautas culturales capitalistas.

Si esas pautas son más o menos populistas, o más acartonadamente neoliberales es una contradicción secundaria y no esencial. Esta situación debe ser advertida, para evitar por todos los medios, que sea presentada como un acuerdo o nueva formulación del contrato social. Lo esencial es comprender que existe en concreto y no conflictuado socialmente, un trasfondo de naturalización del orden capitalista, que es base de todo cuanto ocurre en el plano de la superestructura, a partir de que trabajar para vivir es considerado algo natural, como también se considera natural trabajar para ganar dinero (y para ganar cada vez más para consumir más ), trabajar para otro, morirse de hambre si no se trabaja, no percibir salario por el trabajo doméstico realizado en el propio hogar, que los dueños (de las fábricas, los negocios, las empresas, etc.) ganen más que los trabajadores por el hecho de ser dueños, etc.
Todo el operativo político del gobierno en la coyuntura reposa sobre una constante: preservar imperiosamente: la centralidad del trabajo como articulador social. La naturalización y preservación de las relaciones de poder capitalistas permite la constitución de una grilla de racionalidad o de inteligibilidad que construye sentido común funcional al capitalismo.
Los significados tienen un papel constitutivo en la forma en la que pensamos la realidad y, por lo tanto, en la forma en la que llevamos adelante nuestras prácticas. El gobierno y la burguesía pretende y consigue definir su propia racionalidad en la relación de empleo, la forma en cómo se materializa y el sentido del vínculo primario capital-trabajo. El gobierno apuesta a desarticular instancias de acción colectiva para establecer una relación laboral sobre base puramente individuales. El ejercicio del poder en el trabajo. se ejerce cada vez más, buscando estrechar el círculo que encierra al individuo dentro de esa esfera inmediata de producción , evitando que su actividad sea vista como algo ajeno y extraño al propio individuo
El objetivo es que el trabajador acepte voluntariamente sus tareas y las modalidades de la mima y voluntariamente utilice de manera productiva sus capacidades comunicacionales y relacionales, su creatividad y su compromiso con esa actividad de la manera más aislada posible, desarticulando instancias de acción colectivas, por la potencial alteración de esa lógica de dominación que ellas podrían significar.
La línea de significantes : trabajo, vida y acceso al placer por el consumo de mercancías es el esquema de dominación material y subjetiva que hoy prevalece y contra el que es necesario emprenderla en el campo del terreno ideológico ,explicando pacientemente la base objetiva en la que se sustenta, por vía de restarle toda legitimidad.

La tarea es lograr que se identifique esa esa trilogía y su relación directa con la eficacia del dominio de clase que se ejerce sobre nosotros
Por último queremos significar que , si la lucha política se centra en la auto referencia de partido, en el desplazamiento de la acción al gallinero parlamentario, con sus lógicas y sus carencias, o por el contrario en el desarrollo de un programa y actividad puramente economicista o sindicalista, la tendencia resulta inversa al objetivo estratégico del socialismo, en tanto más allá de cada uno de estas manifestaciones de acción colectiva, las mismas no trascienden los límites de la objetividad capitalista y como tal no concurren a superarlas.

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