NUEVO CURSO
Un pícnic es básicamente una especie de encuentro con comida en espacio público abierto o en el campo. En esta ocasión que memoramos, porque entendemos es paradigmática, la situación se da en un parque y si bien la agitación para la participación llevaba ese nombre, lo cierto es que la comida no resultaba esencial, sino que las palabras, aún sin los designios de quienes la pronunciaron tuvieron trascendencia a la luz de los acontecimientos posteriores que llegan hasta el presente.
Puede decirse que son cosas que ocurren cuando eltiempo da tiempo. Desde la computadora pude tener acceso a un video que deja ver una mesa plantada en un parque, y rápidamente se advierte lo que los organizadores dan en llamar Picnic de la juventud, y la razón de tal despliegue es que se cumplen 50 años del Partido Obrero. Entiendo que el documento es de 2014, pero no lo puedo afirmar con certeza, en tanto no sé qué se toma en cuenta para calcular la edad de un partido. Sin embargo, el dato no es tan relevante si se tiene presente que hay una certeza. El PO dice en ese acto, que cumple 50 años. Es un lapso importante, más si se tiene presente que pasados los años sobrevino una fractura relevante y hoy en 2023 lo que se aprecia es un cuerpo político que agoniza por su mutación ideológica.
La primera cuestión que surge a la primera vista sobre quienes están presentes en la mesa de expositores, es que dos de los convocados, ya han fallecido Pablo R y Cristian R. A ninguno de ellos se les puede formular reproche por sus intervenciones en ese acto y mucho menos por su vida militante. La segunda es que presenta a los disertantes Solano, y a su izquierda Altamira, Pitroca, y Rafael Santos. Por supuesto cuando toca dar la palabra a Jorge Altamira, Solano hace una broma futbolera mediante la cual le pide que abrevie su futura exposición, porque en poco tiempo ese día juega Huracán, dando muestra de reconocimiento como líder en Altamira en episodio que luego el tiempo desecharía por acciones en sentido contrario tanto de Solano como del resto de la mesa.
Hasta ahí las circunstancias de tiempo y lugar de cuánto puede observarse en el video. Un tercer momento ya no descriptivo de las apariencias, es advertir como se tiran flores entre los expositores, y destacan en forma unánime los aciertos de cincuenta años de lucha, a partir de un embrión de siete personas desplazadas desde el grupo Praxis dirigido por Silvio Frondizi en los años 60.
Precisamente esa circunstancia – siete jóvenes, seis menores de 20 años que inician un proceso político autónomo, de conformación de un partido obrero, es el que Altamira toma para destacar tres aspectos. La exacerbada proliferación de grupos autorreferenciales, que terminan en cenáculos sectarios. La prevalencia del empleo de un método simplificado por el expositor en el poner pies en tierra y transfundirse con la clase obrera, haciendo del clasismo una vocación de fe y finalmente como tercer elemento, la integración generacional que se habría operado sin fisuras durante los cincuenta años, destacándolo como el factor que les permitía estar en pie, cuando los demás se fraccionaban en infinitas partes hasta atomizarse.
Más allá de que justamente lo que el tiempo posterior puso en evidencia es el quebranto crítico y liquidacioncita entre una generación y otra, ya que Altamira luego de su derrota ante Del Caño, en PASO, retrocedió en liderazgo y empezó a ser llamado, “el viejo” , lo cierto es que el desplazamiento no se hizo esperar, el episodio que relato siguiendo el video de ese acto , nos pone ante la evidencia de cuan frágiles son las palabras cuando las tendencias de un proceso social comienzan a tomar mayor envergadura.
Esas tendencias marcaron un común denominador en las organizaciones con alguna incidencia de masas y referencia electoral. La generación de jóvenes se puso la mochila de la continuidad quebrando ejes esenciales de la estructura ideológica de sus organizaciones establecidos en el tiempo, para abrazar categorías despojadas de programas y acudir en los de diferenciación a construcciones intelectuales no desarrolladas desde la experiencia de la clase trabajadora y ajenas a su desenvolvimiento. En otros casos como ejercicio de fuerza, la cuestión pasó por la valoración cuantitativas de militantes y trascendencias de declaraciones en los medios de comunicación a los que se acudía y se acude para hablar de lo que sea, en un remedo de aquel ciclo de humor que se denominaba “hablemos sin saber”.
Lo cierto es que “lo nuevo” medido en fuerza y competencia abstracta de cantidades entre grupos políticos, supuso la centralidad en cada organización de lo que habitualmente se conoce como “aparato” y por consecuencia la victoria de la aparatada sobre el razonamiento. Es así que con el desarrollo del proceso se acudió a iconos del momento, y temas de agenda no emergentes en sí de la propia clase trabajadora a la que se abandonó como interlocutora en cuanto tal para pasar a considerarla en tanto “jóvenes” “mujeres”, “ambientalistas”, etc., tomando a todos estos sujetos, que se ligan a problemáticas específicas despojados de su condición de clase y formulando pretensiones no contenidas en un programa abarcativo y estratégico ya probado por la historia que hace prevalencia en un único sujeto revolucionario , que es la clase trabajadora en sí y para sí.
El hoy muestra, por fuera de todo ese dispositivo que significa renegar de los métodos y categorías analíticas del marxismo y su praxis, que gran parte de la juventud trabajadora se despoja de todos esos aparatos, aborrece la política confundiendo las acciones de la burguesía y sus agentes de propaganda con la lucha consciente de la vanguardia obrera en la lucha de clases, quedando a pasos del desprecio del socialismo en cuanto programa de acción por una nueva sociedad.
El intento de Altamira en aquel discurso a la presencia relevante de un enlace generacional dado en el tiempo que habría permitido al PO sostenerse y vigorizarse a pesar incluso de haber vivido una dictadura genocida , apuntaba a señalar como mérito a lo que en realidad no era, porque la presencia de una fuerte tendencia a una ruptura en aquellos jóvenes era una situación que excedía a la organización en sí y se pergeñaba en sentido inverso, es decir, de ruptura o quebranto generacional entre la experiencia de lo vivido subjetivamente y lo por vivir por los jóvenes en ese tiempo y el que siguió resultó puramente retórico e infructífero. Es así que Altamira prontamente fue desplazado al lugar del anciano consejero, rol que ocupó para los pocos que quedaron a la espera de oírle.
Sin embargo, lo que pretendemos destacar es que la tendencia a la fractura ideológica generacional se gestó y concreto de modo que rebasó al PO y hoy se hace carne en todo el espectro político de lo que un día fue el polo combativo de la sociedad de clases con incipiente encarnadura en la juventud obrera. Hoy esa fractura irreversible pone en emergencia, la tarea de emprender nuevamente la formación consciente de cuál debe ser, en defensa del marxismo, el contenido del cambio y no de cualquier cambio social por hartazgo generacional, sino por el que encarna el programa socialista.
A pesar del abandono ideológico que representa no asociar en la conciencia juvenil, rebeldía con socialismo, en el polo juvenil sin embargo quedan girando muchos grupos que pretenden partir desde la premisa: “todo lo anterior es un error” pero se autodefinen marxistas. Esos grupos, a partir de ese posicionamiento avanzan luego hacia una conclusión: como todo lo anterior superviviente es en apariencia Trotskismo, lo que debe ser demolido es precisamente el aporte que León Trotsky hizo en defensa del marxismo. En esa tarea, no interesa si buscando lo nuevo terminan repitiendo premisas salinistas o socialdemócratas remozadas, a las que el propio Trotsky le dedicó los últimos años de su vida a vencer, lo importante es mostrar su espíritu hipercrítico y explicarle a quien quiera oír, que en realidad todo fue un gran error.
Puestos en este sitio , en necesario reconocer que cualquier organización social con objetivos políticos que elabore y publicite textos , en los que pretendidamente se utilicen categorías conceptuales de la tradición marxista, en la medida en que se emplean para trazar hipotéticos diseños arquitectónicos sobre el anhelo de una nueva sociedad debe dar cuenta de cuál es su sentido histórico al demandar existir como grupo diverso de lo ya existente y establecer su trayectoria concreta en la lucha de clases que lo lleva a emerger como tal.
Es la trayectoria y protagonismo concreto en la lucha de clases la que supera el tenor puramente académico del discurso que puede generar cualquier grupo de personas que se reúnan a debatir sobre la realidad. Sin embargo, ocurre lo inverso, solo circulan textos que dejan ver el pensamiento en grado abstracto y con ello sus mentores, se fijan las pautas prevalentes para confeccionar en tiempo próximo su certificado de defunción político o su cristalización impotente como secta que le atribuye a su discurso un carácter de verdad revelada ajeno a todo esfuerzo de racionalidad.
Es precisamente la proliferación de estos grupos de discurso abstracto autorreferencial la que colabora de modo significativo del apartamiento de los jóvenes de la clase obrera y grupos sociales oprimidos desplazados de la producción, de lo que evalúan en sentido genérico como la obsoleta política de “izquierdas” y su emblema del militante partidario de los grupos que se integran en el FIT o sus satélites.
Lo que deja ver la realidad, es que lo que sucede es que toda inquietud socialista desde la juventud trabajadora se expresa en grupos que invierten el método necesario , generando un texto pulcro y agudo, plagado de definiciones que luego de emerger es llevado a la trascendencia pública para que el público lo tome o lo deje, es decir un texto de orden “evangélico” apto para ser interpretado pero nunca para ser regenerado o superado por la experiencia que vive el conjunto de la clase trabajadora.
Así precocido como hamburguesa que se prepara y vende en cananeas comerciales, las producciones de los grupos autorreferenciales solo ocupan el espacio abstracto de la idea en sí, sin referencia alguna a la experiencia social de ese grupo con la lucha de clases concreta. Convendría recordar que todos los textos del marxismo del siglo XX, hoy arrojados a la obsolescencia en beneficio de las creaciones de los iluminados llamados a corregir sus errores, fueron generados al calor de la lucha de clases y como herramientas para intervenir en ella con sentido político. Ningún tratamiento de cuestión alguna surgió de la arbitrariedad de individuos aislados puestos a redactar textos exclusivamente desde su entendimiento para que los otros, como si fuera un manual se dieran solo la tarea de interpretación y ejecución. En realidad, ocurría lo inverso, todos los expositores expresaban en la propia necesidad del texto en sí, su profundo entrelazamiento con lo real y con el estadio específico de los posicionamientos asumidos por la clase obrera en su lucha contra la burguesía dominante y su Estado.
Los grupos que se asignan nombres, se definen como corrientes, cuando en realidad no implican en la realidad ni siquiera un goteo que pueda generar un hilo o fluido, no han tomado pese a sus pretensiones, protagonismo significativo en el plano de conducción de conflictos o incidencia relevante en los mismos. Son solo meros comentaristas de lo dado, en general con “el diario del lunes”.
La pretendida originalidad de todos los grupos emergentes o residuales de otras tantas situaciones anteriores del mismo tenor abstracto, y autoproclama torio es la cuestión que debe ser advertida de manera crítica al fenómeno en sí.
Los tiempos históricos ponen en evidencia por la fuerza de los hechos que el proceso de lucha de clases en términos políticos sigue planteando la tarea de diferenciación programática de la clase obrera en sí, del resto del pueblo, con enfoque clasista diverso de la colaboración de clases, que nutre cualquier versión peronista de la realidad.
Ninguna autoproclamación, autorreferencia, o sectarismo encubierto, conduce al abordaje de efectivo, concreto de esa tare imperativa para la clase trabajadora. En sentido inverso, este fenómeno regenerativo de la expansión de grupos, da los síntomas de una enfermedad política que nos lleva por el camino de la dispersión permanente y su compañera de senda: la frustración militante.
El trabajo de naturaleza política rebasa los gabinetes y las páginas web. Las charlas armadas y retribuidas entre los grupos que le dan apariencia de existencia. El esfuerzo de militancia revolucionaria está dado por la realidad y ella indica como imperativo el acercamiento a las organizaciones que la clase trabajadora gesta con alcance de masas, haciendo propaganda del programa revolucionario en su seno. Es ese el método que nos aporta la historia desde la determinación vital de defender al marxismo y la revolución proletaria por vía de la fundación de la IV Internacional, tarea que no tiene dictada caducidad y demanda el empeño de toda generación de obrero que toma la posta de la anterior por su emergencia en el proceso productivo donde se constituye como tal.
Esas mismas generaciones anteriores que pujan por no ser sometidas por el individualismo, y el pragmatismo decadente que ofrece a la sociedad la clase dominante, nos exhibe ese método en terreno histórico concreto en el fenómeno político que derivó en Bolivia con la proclamación de las tesis de Pulacayo. No es la demanda de su repetición como calco y copia, sino la observación en el terreno de la lucha de clases de un método que ha superado las exigencias de los tiempos, al menos hasta el presente momento de la confrontación social.
Las luchas por la satisfacción de las demandas básicas de sobrevivencia de la clase trabajadora, deben trascender programáticamente hacia nuevos planteos transicionales que naciendo de la experiencia de lucha llevan a la clase para sí a la tarea de hacerse del poder, terminando con el poder burgués. Ese mismo método impone hoy la táctica del frente único obrero, como herramienta de defensa y contraataque a los posicionamientos de la burguesía en el tiempo histórico del agotamiento del capitalismo como modelo social