NUEVO CURSO
……. Lo difícil de entender, para quien no viva la experiencia de la Revolución, es esa estrecha unidad dialéctica existente entre el individuo y la masa, donde ambos se interrelacionan y, a su vez, la masa, como conjunto de individuos, se interrelaciona con los dirigentes….En otras oportunidades de nuestra historia se repitió el hecho de la entrega total a la causa revolucionaria. Durante la Crisis de Octubre o en los días del ciclón Flora, vimos actos de valor y sacrificio excepcionales realizados por todo un pueblo. Encontrar la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica, es una de nuestras tareas fundamentales desde el punto de vista ideológico….. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo. (Ernesto Guevara. El socialismo y el hombre en Cuba) .
Si se busca en los espacios publicitarios que generó la difusión de la novela de Pérez Reverte, se puede leer en ellos que “Revolución” es una novela con ritmo de guion de cine de vaqueros que nos devuelve al asombroso descubrimiento de las reglas ocultas que determinan el amor, la lealtad, la muerte y la vida en una crisis revolucionaria abierta y en desarrollo tumultuoso.
Es rescatable que esto que se destaca desde la crítica, se haya logrado utilizando de manera consistente y pertinente, ese vocabulario campesino irreverente, los refranes, desempolvados por Pérez-Reverte, también son recuperados y se disfrutan -especialmente- en las bocas de los guerrilleros mexicanos. Sobre todo, porque suenan creíbles.
Los hechos novelados operan en un contexto de tiempo y espacio específico haciendo referencia al
levantamiento de 1910 contra la porfirista que se inició el 20 de noviembre de 1910 como consecuencia del Plan de San Luis de Potosí, y a la guerra que sostuvieron, Venustiano Carranza Pancho Villa y Emiliano Zapata, contra la presidencia usurpadora del general Huerta y su compañero de fechorías Orozco en 1913, describiendo las circunstancias del asesinato de Francisco I. Madero, y su hermano Gustavo
La novela y sus protagonistas están mediados e introducidos por un relato de la realidad cuyas descripciones ilustran sobre lo caótico y humano (con todos sus claroscuros y contradicciones) que tiene una lucha revolucionaria. Esto se hace incluso acudiendo a ese vocabulario campesino irreverente, los refranes desempolvados que son recuperados del saber popular y se disfrutan -especialmente- en las bocas de los guerrilleros mexicanos en particular porque suenan creíbles.
Es destacable el intento por perfilar aspectos que el relato oficial y dominante no privilegia a la hora de dar cuenta de este proceso histórico tan relevante para América Latina. En Revolución, en sentido inverso, es el pueblo encarnado en ese soldado mexicano honrado e intrépido su principal protagonista no explícito. Hombres que luchaban por la igualdad, con todo su ser, apostando vida y muerte por la promesa de una existencia digna a futuro, contrastando con burgueses oligarcas apegados a las transacciones con el poder de turno y a la genuflexión respecto de los poderes imperiales. Hay un contraste marcado entre estas dos posiciones puesto de relieve con referencia al uso o empleo del dinero que se hace por los revolucionarios y el pueblo y aquel que sirve de instrumento para aceitar componendas en los espacios del poder político formal.
“Revolución”, con lenguaje llano y sencillo, nos dice mucho y ubica a nuestros jóvenes sobre la realidad de cuanto implica un proceso social de cambio, superador y colectivo, afirmando su conexión funcional con la guerra. En ese contexto hace especial puntualización en la descripción de la opresión extrema de la mujer mexicana, tanto en quienes en el marco del despojo absoluto se suman a la lucha detrás de sus hombres, como en aquellas que habitando en el bienestar demuestran un entrenamiento específico para intentar operar desde las sombras en las maquinaciones, transacciones y mercadeo de los hombres de poder, siendo en lo explícito y formal, respetuosas de esa opresión que visiblemente las ubica en un segundo plano. En ese sentido, es relevante la denuncia de toda la hipocresía que circunda ese ambiente.
“Revolución” nos habla de Doroteo Arango Arámbula, conocido por Pancho Villa, como un amigo de los pobres y como esperanza de la población, hombre desconfiado, que ve en la desconfianza la única vía de alcanzar sus objetivos. Nos cuenta de sus limitaciones, denuncia sus carencias estratégicas y tácticas para el arte de la guerra y abre un interminable punto suspensivo en cuanto las frustraciones posteriores a semejante esfuerzo social.
Todo este enorme esfuerzo de Arturo Pérez Reverte, se opaca ante el vivaz anacronismo que se presenta a la hora de dar cuenta de todo lo narrado y conformar una conclusión. En esto el autor paga tributo de su tiempo presente y de las carencias que exhibe la existencia social en nuestro tiempo en torno a la posibilidad de conformar un programa de vida y un proyecto de sociedad que se nutra de las razones materiales y espirituales que generaron los hechos adquiridos por el narrador. Parece como si se quisiera preservarse de la apología de los procesos revolucionarios, acudiendo a su relativización o excepcionalidad y en particular a su frustración. Es como si la revolución vista en sentido general como proceso histórico está condenada en todos los casos a su reversión termidoriana cualquiera fuera su contenido o su derrotero, y en particular, se fija la idea según la cual todo revolucionario no puede ser otra cosa que un romántico despechado por la realidad concreta.
Es por esto último que el libro deja en su comprensión global un sabor amargo, y múltiples interrogantes, en tanto no estimula por el ejemplo histórico seleccionado a nuevos emprendimientos de lucha, sino que, en sentido inverso, los clausura por su pronóstico adverso. Así parece ser que todo no vale pena, que puede verse en ello una experiencia pero que esa misma vivencia solo es útil en un modelo social que tras las convulsiones permanece inalterable e inmodificable.
Dentro del espacio abierto que deja “Revolución”, y para buscar respuestas al paisaje de interrogantes que se abren a partir de su lectura, acudimos a León Trotsky a quién nadie puede sospechar en su condición de revolucionario, quien nos ha dejado indicadores precisos para esa tarea. En un texto breve “Tesis sobre revolución y contra revolución” nos dice lo siguiente:
1 las revoluciones históricamente han sido siempre seguidas por contrarrevoluciones. Las contrarrevoluciones siempre han hecho retroceder a la sociedad, pero nunca tan lejos como para llegar al punto inicial de la revolución. La sucesión de revoluciones y contrarrevoluciones es producto de ciertos aspectos fundamentales en el mecanismo de la sociedad de clases, la única en la cual las revoluciones y las contrarrevoluciones son posibles.
2. La revolución es imposible sin la participación de las masas a gran escala. Esta participación se torna posible a su vez solamente si las masas oprimidas ligan su esperanza de un futuro mejor a la idea de la revolución. En este sentido las esperanzas engendradas por la revolución son siempre exageradas. Esto es a causa de la mecánica de clases de la sociedad, la terrible penuria de la abrumadora mayoría de las masas, la objetiva necesidad de concentrar la mayor esperanza y esfuerzo con el fin de asegurarse el más modesto progreso, y así sucesivamente.
3. Pero de estas mismas condiciones surge uno de los más importantes -y, además, uno de los más comunes- elementos de la contrarrevolución. Las conquistas ganadas en la lucha no se corresponden, y en la naturaleza de las cosas no pueden directamente corresponderse, con las expectativas de las masas atrasadas que han despertado a la vida política por primera vez en gran número en el curso de la revolución. La desilusión de estas masas, su retorno a la rutina y a la futilidad, es una parte integrante del período postrevolucionario tanto como el pasaje al campo de «la ley y el orden» de aquellas clases o sectores de clase «satisfechos», que habían participado en la revolución.
4. Estrechamente ligado a estos procesos, procesos paralelos de un carácter diferente y, en gran medida opuesto, tienen lugar en el campo de las clases dominantes. El despertar de las masas atrasadas rompe el habitual equilibrio de las clases dominantes, privándolas no sólo de su apoyo directo, sino también de su confianza, y de este modo le permite a la revolución apoderarse de mucho más de lo que más tarde será capaz de mantener.
5. La desilusión de un sector considerable de las masas oprimidas con los beneficios inmediatos de la revolución y -directamente ligado a esto- la declinación de la energía política y de la actividad de la clase revolucionaria engendra un resurgimiento de la confianza entre las clases contrarrevolucionaria, tanto entre aquellos derrocados por la revolución pero no completamente aniquilados, como entre ellos que ayudaron a la revolución en un cierto momento, pero fueron arrojados al campo de la contrarrevolución por el devenir de la revolución
Siempre dentro de la pregunta abierta por la novela, que en definitiva acude al interrogante por qué debe entenderse por revolución desde el plano subjetivo de una persona de nuestro tiempo, parece adecuado acudir a las siguientes precisiones dichas también por otro hombre de nuestro continente, que, en años posteriores, partiendo precisamente desde Méjico, levanto de la tierra ensangrentada un mismo sentido de la emergencia histórica:
Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia (Fidel Castro. 1 de mayo de 2000)