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Nuevo Curso

Él enseña. Todos deberíamos aprender.

Daniel Papalardo

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Todo es sal, eso es lo que aporta la experiencia sensible. Dicen que, por acá, que, por estos lados, sopla el viento de modo permanente, desafiando a Heráclito y sus conjeturas sobre el eterno movimiento.

Acá, donde estoy en este momento, el mar tiene una rutina y los hombres también. A él se le ocurre elevarse y descender. Los hombres tratan de averiguar a qué hora ocurrirá eso, sin darse cuenta que su existencia transcurre por el mismo ir y venir . Hay ascenso en búsqueda de la luz que permite el acceso a la verdad y descenso a la oscuridad.  A esto último algunos lo llaman infierno. En este ultimo sitio no corre el amor, solo las apariencias. Eso que algunos llegaron a observar, transitar y disfrutar , la posibilidad de la verdad y sus certezas, sucede arriba. El ascenso es el contenido de la existencia, el desarrollo en la búsqueda del ser, la dialéctica de lo oscuro a lo que brilla y finalmente la muerte como única certeza..

Hasta aquí donde todo eso ocurre y transcurre, sin que nadie se percata en tanto la mayoría solo se preocupa respecto del valor del super-pancho y la cerveza, el lugar donde poder acceder y luego fumar el porrito, me trajo la vida sin rumbo, sin saber que buscaba. Tal vez sea cierto eso que los postmodernistas pontificaron como fin de la teleología. Sin embargo, yo estoy pensando que por algo vine. Recuerdo de repente la canción sobre el caballo que pialó junto al barranco:= su pregunta inmediata : Cómo rue que no lo viste, que estrellas estabas buscando?

La cuestión es que no se lo que busco, pero si de lo que huyo. Escapo con denuedo de la injusticia, de la ignorancia y de la incomprensión y parece que pr eso estoy acá, en el espacio y el tiempo de la sal , con paradojal sabor amargo en el corazón

Se deambula por estos lados como peregrino o como un griego filosofando. Sin embargo Filosofía es ser amante y no marido del saber, por eso una segunda pregunta emergente:. Cómo fue que no me di cuenta que estaba rodeado de muchos esposos, a los que solo les viene en sí, presentar una tesis, hablar en un bar, posar frente al teléfono y no de amates fervorosos de saber y hacer en consecuencia y viceversa . Entre paréntesis,que bueno era cuando se posaba delante de una cámara fotográfica. Mejor si eran de esas que tenían un trípode, ante las cuales el fotógrafo dominaba nuestras posturas y ordenaba sonreír. Tras la foto la pregunta era siempre la misma. ¿de qué nos reímos? Pero estaba claro que era una pose y nunca la realidad.

En esa huida, la situación se perfilo o se dio, por caminar sin rumbo incluso saliendo de la ruta natural del mar. Alguien dijo por ahí que si se avanzaba por el ripio se llegaría tras los médanos a un lugar, donde no suena el regatone, nadie posa ante teléfonos o cámaras y la soledad se supera con la vista. En principio no me anoté, en esa búsqueda de utopía, tal vez porque la vista no es precisamente mi fuerte. Luego pensé en que hay otros aspectos que complementan las borrosas percepciones visuales y así fue que me di a caminar bajo el sol, en la aridez de la Patagonia del ripio.

Fue entonces, Fue ahí, en esos menesteres, que me acordé de otros tiempos en que se decía , que porque las piedras de esos acantilados son de la misma formación geológica que el suelo de Malvinas ,alegamos que Malvinas son “argentinas” y para eso regamos las piedras con sangre joven , que surgió luego aportando seis años de un genocidio, aunque esa vez la sangre regaba básicamente la pampa de los apropiadores de la renta diferencial y los otros capitalistas, que también abogaban por la patria y la argentinidad al palo, siempre y cuando no se tratara de lo que decían era de su exclusiva propiedad.

Ahora, aquí, como si fuera posible dar por cierto que hay un aquí y ahora tomo en cuenta que estoy solo, camino por el ripio y como si fuera balada para un loco, pero en escenario diverso de la urbe fagocitarte, aparece él. No esta con banderita de taxi libre, ni hay semáforos para que nos tiren luces. Atorrante, camina de costado. No pregunta, no inquiere, no pide definiciones ni adjudica responsabilidades. Sin embargo, se hace cargo por decisión unilateral de afrontar el mismo horizonte.

Él tiene mas certezas, yo solo dudas. Es que me dijeron que solo existe el cogito y que si existe soy y para eso tengo que dudar de todo. Bueno a él eso no le ocurre. Camina sin dudas, certero, casi como dando cátedra de qué es eso de la certidumbre.

De pronto un solo reflejo de realidad ocasional, le tira el dato a mi entendimiento. Tomo conciencia que camino sin sentido. Veo una senda y un médano. Él camina casi cincuenta metros delante mío. Gira su cabeza, me ve tomar la senda, lo pierdo por un instante de vista. Avanzo en una suerte de aventura y en breve ascenso emerge ante mis ojos el océano coqueteando con el acantilado, valiéndose del apoyo logístico del golfo. Allí me quedo. Lo tengo a la vista. Sigo sin saber dónde voy y para qué. Sin embargo, ya no es igual. Ahora tengo un perro. El sigue sin tener dueño, pero al menos sabe que puede estar a mi lado y socorrerme del naufragio existencial.