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Nuevo Curso

Un discurso en la entrada del templo. EL ESTADO Y LA FARSA ELECTORAL.

NUEVO CURSO

“Entrevista a Nicolás Del Caño en la puerta del Congreso, todos los medios, son situaciones únicas de oportunidades para plantear lo correcto a las masas, le preguntan cómo ve la situación y al Gobierno…Y dice » El gobierno fracasó» dijo una cosa e hizo otra y bla, bla, bla. Es profundo esto, porque decir que fracasó, significa que tenía buenas intenciones cuando dijo que nos iba a beneficiar a los que menos tenemos, algo salió mal?” ……. Es más, lo dicen, que la Pandemia, que la guerra en Ucrania que desde el exterior hay presiones, lógico es un gobierno populista de doble discurso que incluso se disculpa.

Los Revolucionarios y Socialistas con un puesto en el Parlamento y los medios a disposición, deberían denunciar lo que verdaderamente es. Un Gobierno que dijo que iba a gobernar para los más necesitados para que lo voten y luego aplica una política de ajuste para beneficiar a los ricos.

Es un Gobierno Burgués.

Un Gobierno Pro Imperialista.

Decir que «Fracasó» es decir que su plan era en nuestro favor y vaya a saber por qué, le fracasó todo che.

Atrasan la Conciencia y siguen.

Lógicamente, es electoral.

 (Tomado textualmente de lo narrado por una compañera en Facebook)

El trasfondo de la crítica de la economía política según fuera expuesto en El Capital, responde a la necesidad de una teoría del Estado alternativa a la burguesa, y al imperativo de poner en crisis la actividad política tal cual es en el orden social capitalista.

 Este último objetivo en ningún caso implica objetar determinadas manifestaciones de esa actividad política para ponderar otras o construir otras, dentro del mismo orden social vigente.

Lo que ordena la comprensión del fenómeno político y su superación es en todos los casos el análisis del Estado de la burguesía y las acciones que desde él se gestan en beneficio del interés de la clase dominante que ha constituido ese órgano institucional de poder burgués.

Lo pertinente entonces, resulta entender al Estado de la burguesía y su política, como los modos determinados que tiene el capitalismo para mediar en las relaciones sociales que lo constituyen.

En el Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política (1859e), Marx explicó con una metáfora su visión general de la sociedad, dentro de ese uso literario, destacó que «las relaciones jurídicas y las formas de Estado no se pueden comprender a partir de sí mismas, ni a partir del denominado desarrollo general del espíritu humano, sino que más bien hunden sus raíces en las condiciones materiales de vida».

Con este desarrollo, se puso énfasis dentro de las limitaciones que implica una metáfora ejemplificadora, en una delimitación respecto a la teoría del Estado imperante por entonces, que consideraba al Estado con independencia de todas las relaciones económicas. Es decir, solo se expuso un planteo crítico de ese nivel abstracto de pensamiento, transmitido como sentido común.

Frente a ello, Marx insistió en que no se puede comprender el Estado y el derecho simplemente a partir de sí mismos, sino que hay que verlos siempre desde el trasfondo de las relaciones económicas que se generan y reproducen en la vida cotidiana de la sociedad civil.

    Se entiende entonces que con tal delimitación no está ni siquiera mínimamente indicada la configuración del análisis del Estado, que al menos desde los textos de Marx no recibe un tratamiento exhaustivo, ya que esa labor formaba parte del plan de contenidos de El Capital que su autor no pudo llevar a buen destino por su fallecimiento.

    Engels en diversos textos, pero en particular  al final de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), realizó algunas consideraciones muy generales sobre el Estado. Señaló en tal sentido que sólo cuando en una sociedad se forman clases con intereses contrapuestos y estas oposiciones de clase amenazan con desgarrar la sociedad, se hace necesario un «poder que aparentemente se sitúa por encima de la sociedad». Este poder, que surge a partir ele la sociedad misma, pero que se va haciendo cada vez más autónomo, es el Estado.

Sin embargo, esa situación describe solo una apariencia en la medida  e1 Estado sólo se sitúa aparentemente por encima de las clases,  cuando en realidad es «el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que a través suyo se convierte también en la clase políticamente dominante»

Esta descripción ubica al Estado como una institución que en una determinada sociedad dispone del monopolio para el ejercicio monopólico  legítimo de la fuerza por los  órganos estatalmente determinados,

Así descripto el Estado es además que esta institucionalidad un instrumento de la clase dominante aún cuando se trate de una república democrática con sufragio universal, donde operan distintos mecanismos indirectos funcionales a esa situación de dominio opresivo: por un lado, a la ~<corrupción de los funcionarios», por otro, a una «alianza del gobierno y los sectores del capital financiero debido a las deudas que el propio Estado contrae.

 Tampoco el derecho general de voto impide la intervenvión del Estado mientras «el proletariado no esté maduro para su auto liberación» y siga reconociendo el orden social existente como el único posible. Es en este punto donde el economicismo parlamentarista, de orden reformista que desarrolla el FITU , demuestra su apartamiento de las tesis centrales del pensamiento revolucionario, en la medida que toda su agitación y propaganda militante gira en torno a la necesidad del uso de la forma jurídica, es decir, las leyes, para modificar las emergencias de barbarie que deja a la luz la crisis de reproducción del capital y del capitalismo como orden social dominante.

El Estado, visto como fenómeno histórico, surgió a causa de la división en clases, desaparecerá también con la desaparición de las clases: el Estado «se extingue», pero no lo hace solo sino se hace a través de la actividad consciente del proletariado y su propio poder, siendo este el objetivo mismo de ese poder obrero.

La ideología dominante, en tanto discurso formador de falsa conciencia, a la que se adhiere de modo funcional la cooperativa electoral FITU, presenta hoy a los Estados modernos, por su propia exigencia, como una institucionalidad neutralfrente a las clases. De ella se sigue valores enunciados en lo cotidiano por los parlamentarios y voceros de esas organizaciones reformista. Para ellos lo que rige es la igualdad de los ciudadanos ante la ley y el deber del Estado de ocuparse del bien común, razón por la cual su tarea se concentra en la producción de proyectos de ley y la denuncia de esas desigualdades ante los propios órganos estatales a cargo de los operadores políticos de la clase dominante.

En sentido inverso si, partimos básicamente del Estado como instrumento del dominio de clase, monopolizador de la violencia física y simbólica sobre explotados y demás sectores oprimidos de la sociedad , se advertirá que la tarea de agitación y propaganda propia de nuestro estadio de lucha de clases , debe dirigirse a poner en evidencia a partir de cualquier acto político de la vida cotidiana que el gobierno (cualquiera fuese el signo político que lo detente de modo transitorio)  y el modo de funcionamiento de los órganos estatales  son contrarios a esta pretendida y difundida neutralidad de clases, y como tal no puede ser entendido como vehiculizador de demandas de otorgamiento y materialización de derechos subjetivos.

Las corrientes «reformistas» creen, que también en las condiciones objetivas del orden social capitalista es posible otra política que implique negociaciones con el poder burgués en una suerte de compromiso de clase o pacto social. Por consiguiente, propagandizan que la participación de los partidos de izquierdas en el gobierno tenga como resultado una política «mejor». La decepción que sigue normalmente a estas expectativas se justifica entonces como el coste inevitable de los compromisos. Un ala algo más radical dentro de ese planteo, en nuestra sociedad encarnado por el FITU y sus parlamentarios, critica la política decepcionante y la atribuye a la acomodación o a la «traición» de las cabezas dirigentes de las dirigencias sindicales burocráticas, o llegado el caso a errores coyunturales de sus propias direcciones.

      A menudo se funda entonces un nuevo partido u organización política, que «realmente» lo va a hacer de otro modo. Se propagandiza que los candidatos son como la gente y por eso se comprometen a enfrentar las acciones coyunturales de gobierno. Etc. Lo que esta crítica no se plantea es que también puede haber razones estructurales para ese fracaso, que por si mismas impiden el planteo reformista, puntualmente alrededor de la construcción de la ley del valor y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

En las sociedades burguesas-capitalistas se separan la explotación económica y el poder político. El propietario del suelo o de los medios de producción no tiene una función militar, policial o judicial vinculada a esta propiedad que le confiera poder político, sino que lo mediatiza y lo construye a partir de sus operadores políticos básicamente organizados en formaciones políticas. Esto deja claro que no es un problema de personalismos en las candidaturas, (léase Bregman o Solano) sino de la función que esos operadores políticos juegan dentro del sistema social y los intereses de quienes representan. La actualidad deja claro que el FITU de conjunto a quedado sin posibilidad de ejercer la representación de la clase trabajadora consciente y su vanguardia, reduciendo su mensaje a poder llegar a la clase en sí, para dirigirla hacia salidas reformistas, continuistas del régimen que implican el despliegue de un escenario ficcional llamado a un nuevo fracaso histórico.