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Nuevo Curso

LA MUERTE DE TRABAJADORES EN SITUACIÓN DE TRABAJO

NUEVO CURSO

Las estadísticas de accidentes de trabajo en 2022 -que son las que cuento- en el momento en que se conocieron hicieron saltar todas las alarmas, con incrementos del 10,4% en el total de los accidentes y del 17,2% en los mortales, lo que supone 121 muertes en el trabajo más que el año anterior.

En términos relativos, el índice de incidencia (ni de accidentes por cada 100.000 personas trabajadoras ocupadas) de los accidentes en jornada para el conjunto de las actividades productivas aumenta un 6,8%, registrándose los mayores aumentos de la incidencia en las actividades sanitarias y de servicios sociales (42,3%), la hostelería (20,8%) y las industrias extractivas (6,7%). Las cifras alcanzan niveles mucho más dramáticos es en la siniestralidad mortal. Los datos provisionales de 2022 registran 826 muertes en el trabajo, 121 más que en el 2021. Esto supone un incremento del 17,2% en el número de accidentes mortales, que se dispara hasta el 18,1% cuando suceden en jornada y que en el caso de la in itinere llega al 13,1%.

Se produce la muerte de un chofer y se genera una situación de conflicto gremial, luego los dos fenómenos trascienden a lo político en sentido estricto por vía de un golpe a un funcionario.

Las condiciones de trabajo son generadoras de una muerte. No es un accidente, es la consecuencia esperable de una labor que recorre rutinariamente sectores donde el conflicto social no es la excepción sino la constante. La obtención del pago de un precio por un servicio donde la fuerza de trabajo humano resulta un componente necesario, es la que ubica al trabajador, en las circunstancias del hecho del que se deriva su muerte.

 Quien se apropia del pago es un emprendimiento social sin identificación directa de quienes lo componen, que en complicidad con el poder Estatal en todas sus dimensiones traza los recorridos y deja a su merced a quienes transitan y a quienes posicionan en la ocasión del transporte concreto

Ejecutor y ejecutado son partes del sector social oprimido por el orden social capitalista. Quien obtiene y se apropia de dinero, no asume el riesgo del trazado, ni se hace cargo de las circunstancias objetivas de conflicto que rodean el escenario que debe ser recorrido rutinariamente. Probablemente quienes se hicieron de ese dinero de conjunto, puedan sacar fotos desde otros escenarios donde residen sus dineros y finanzas. Probablemente exijan mano dura, y se quejen por el tiempo del paro de actividades que les impida seguir ganando dinero.

No obstante, esos, los que nunca aparecen y cuando lo hacen es apoyando campañas políticas para seleccionar sus gestores políticos en su república, son los mentores de la mano dura, de la criminalización punitiva de la vida social bajo control del aparato estatal bajo la ideología de la inseguridad. Hoy grotescamente, trabajadores y patrones concurren reclamándola, cuando esta en la base de la sociedad de clases ese conflicto social que habilita las muertes. Porque el capital no es otra cosa que muerte en su estadio de crisis.

Ningún milico, disfrazado de ministro, golpeado a puñetazos o no, podrá terminar con esto que no es otra que barbarie. Ningún gendarme avalado por el voto por vía de la gestión de cualquier político burgués podrá hacer cesar la matriz del infierno ubicada en la relación capital-trabajo, que ha caducado como ordenadora social.

Quienes apostaron por décadas a las políticas de derechos subjetivos, dentro del orden burgués-capitalistas, deberán aceptar que la consecuencia de una muerte de un obrero, no son otras que míseras indemnizaciones que serán discutidas por los abogados de aseguradoras, empresas prestadoras y el propio Estado, a lo que se sumará la acción penal contra quien pudo haber golpeado a algún funcionario, quién curiosamente hoy tiene en sus manos la determinación política de someterlo o no a proceso, más allá de que el propio Larreta urgido de prestigio represor y para no posar de blando , ya haya dado directivas para que los fiscales de su distrito actúen de oficio.

No hay otro lugar que la impotencia, cuando se alude a la situación objetiva del ataque a puñetazos. Es impotencia porque es una acción desesperada y nunca desde ese estado se construye política para los intereses de la clase trabajadora. Es un hecho objetivo. Un golpe en un cuerpo. De esa objetivada no puede sacarse más conclusiones que las que surgen de la baja intensidad de acciones que respondan a la organización de los trabajadores en el proceso de constitución de clase para sí, defendiendo y generando niveles constructivos de poder obrero.

No hay programas mínimos posibles frente a las muertes. Solo la acción organizada de la clase obrera puede dar respuesta superadora de las circunstancias que derivaron en la muerte de un trabajador en ocasión de sus labores. Solo el poder obrero y el programa socialista pueden superar las condiciones que el capitalismo genera.