Novedades
{"ticker_effect":"slide-v","autoplay":"true","speed":3000,"font_style":"normal"}

Nuevo Curso

UNA TENDENCIA REVOLUCIONARIA LATENTE EN EL REPUDIO A LA POLÍTICA INVERSA A LA OPERACIÓN MILEI.

NUEVO CURSO

Narrador, quien es capaz de transmitir oralmente experiencias. A diferencia de la comunicación informativa, la transmisión de historias vividas supone el arte de captar un sentido y de compartirlo por medio de gestos y palabras.

En ese sentido, Trotsky nos dice en su “Historia de la revolución Rusa” que, «Durante horas enteras aguantaron a pie firme los hombres y las mujeres de los suburbios, los moradores de los sótanos y de las azoteas, envueltos en sus abrigos míseros y en sus capotes grises, tocados con gorros de piel y pañuelos bastos, con el barro de las calles que se metía en las botas, con la tos otoñal atascada en la garganta, pegados los unos a los otros, apretujándose para dejar sitio al recién llegado, para que todo el mundo pudiera oír, y escuchaban sin cansarse, con avidez, apasionadamente, temiendo que se les escapara lo que más falta hacía que comprendiesen, que se asimilasen, que hiciesen. En estos últimos meses, en estas últimas semanas, en estos últimos días se había dicho ya todo aparentemente. Pero no había tal; las palabras resuenan hoy de otro modo. Las masas se las asimilan, no ya como una admonición, sino como la obligación de obrar. La experiencia de la guerra, de la revolución, de la lucha fatigosa, de toda la amargura del vivir, surge de las honduras del recuerdo de cada hombre oprimido por la miseria, y halla su expresión en esas consignas simples e imperiosas. Las cosas no pueden continuar así. Hay que dar paso al futuro, abriéndole una salida».

Esta en carácter de evidencia, por el curso mismo de la historia, y desde ese momento de la realidad narrada por el revolucionario, que el rasgo distintivo de las revoluciones, es el momento en que las mayorías que por lo general sufren la historia, empiezan a hacerla. Sin embargo, en ningún caso puede evitarse el trabajo preparatorio organizativo y político, bajo los perfiles agitativos y de propaganda hacia la clase en sí, que resulten adecuados al momento de desarrollo de la lucha de clases.

“Pero la revolución no es solo la entrada de las mayorías desposeídas en el escenario. Para triunfar también requieren la organización consciente y deliberada de los revolucionarios y revolucionarias. He aquí uno de los temas de la política marxista y de la historia de la revolución elaborada por Trotsky: la organización revolucionaria jamás puede reemplazar a la gran masa de los desposeídos y desposeídas, son ellos y ellas los que pueden hacer la revolución, pero la revolución no puede triunfar sin el ingrediente que aporta la organización y el programa revolucionario”

Sin embargo, y desde el hoy,  lo que  se aprecia con singular evidencia, en el terreno concreto de las relaciones sociales, es el apartamiento de estas premisas, aún desde quienes se dicen seguidores de Trotsky, todo lo cual deja ver que el trabajo militante se circunscribe a otras premisas todas ellas perfiladas a buscar objetivos inmediatos que no llevan en ningún caso a remarcar la necesidad de la transformación violenta del orden social y la imposición del poder obrero, entendida como objetivo estratégico.

La prevalencia de lo objetivo sobre lo subjetivo hace que se viva un escenario de carencias materiales pronunciadas signadas por condiciones de vida en contexto de pobreza y miseria todas ellas derivadas de la crisis capitalista tantas veces negada y hoy tan notoriamente expresada. Esa misma crisis es la que permite mostrar la inutilidad de aquellos que han atravesado el tiempo recorrido en este siglo, dedicándose a estudiar tal o cual parte de la teoría marxista como si estudiaran la carrera de Derecho y se refirieran a textos de ese tenor, viviendo apaciblemente en las condiciones de semi-estabilidad social que les podía dar el capital, el mismo que hoy cruje en sus coyunturas

Los jóvenes de los sectores medios empobrecidos y aquellos que se ubican dentro de la clase trabajadora cuyos salarios no superan la canasta mínima, sumados a gran parte de los que moran en la economía informal como población económicamente sobrante, reflejan el fenómeno haciendo aversión por la cultura política que impone la república burguesa. Ese dato ha sido percibido por quienes desde los sectores concentrados del capital forman la agenda pública cotidiana lanzando al ruedo una versión actual de apagar el fuego con fuego. Se busca así captar ese sentimiento por vía precisamente de un político fabricado en laboratorio del sentido común. Así el antipolítico, se expresa desviadamente como política evitando el repudio generalizado de ese sector social específico y su proyección hacia el total de la clase en sí.

Sin embargo, viendo la cuestión de modo dialéctico, el mismo fenómeno permite advertir subyacente una fuerte tendencia revolucionaria sin programa hacia el repudio de lo dado, en una suerte de segunda vuelta farsesca de las condiciones inmediatamente anteriores al 2001. Hay latente un “que se vayan todos” pero esa consigna hoy significa incluir en esa expulsión de lo público de la propia y autoproclamada “izquierda”. De ser ello así, se genera a la vez de la irrupción medida, controlada y orquestada de Milei, la denuncia de la impertinencia como herramienta de cambio de las organizaciones políticas del sistema que dicen ubicarse en la franja izquierda del mismo.

En ese contexto, se torna necesaria concentrar la tarea de unidad política de la clase trabajadora para acaudillar a las masas en maniobras defensivas, transicionalmente orientadas hacia el objetivo estratégico del poder obrero, a través de la táctica de frente único obrero, en los organismos de masas generados por la propia clase trabajadora.