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Nuevo Curso

La cuestión subjetiva LOS JOVENES TRABAJADORES OBJETIVAMENTE EXPLOTADOS Y OPRIMIDOS SON LOS SUJETOS ACTIVOS DE LA REVOLUCIÓN.

NUEVO CURSO

. La generación mayor, que ha sufrido terribles derrotas, abandonará en gran medida la lucha. Además, la Cuarta Internacional no desea en modo alguno convertirse en un refugio para los inválidos, burócratas y arribistas revolucionarios desilusionados. Por el contrario, contra la afluencia a nuestro partido de elementos pequeñoburgueses que actualmente dominan el aparato de las viejas organizaciones, se necesitan medidas preventivas estrictas: una larga prueba preliminar para los candidatos que no son obreros, especialmente si son ex burócratas; la prohibición de que ocupen cargos de responsabilidad en el partido durante los primeros tres años, etc. En la Cuarta Internacional, no hay ni habrá lugar para el carrerismo, este cáncer de las viejas internacionales. Sólo aquellos que quieran vivir para el movimiento, no de él, tendrán acceso a nosotros. Los obreros revolucionarios deben sentirse los amos. Para ellos, las puertas de nuestra organización están abiertas de par en par. Por supuesto, incluso entre los trabajadores que alguna vez estuvieron en las primeras filas, ahora hay muchos que están cansados y decepcionados. Se mantendrán al margen, al menos en el próximo período. Cuando un programa u organización se desgasta, también lo hace la generación que los llevaba sobre sus hombros. La renovación del movimiento la hace la juventud, libre de cualquier responsabilidad por el pasado. La Cuarta Internacional presta una atención excepcional a la generación joven del proletariado. A través de todas sus políticas, se esfuerza en inspirar a los jóvenes la confianza en sus propias fuerzas y futuro. Sólo el nuevo entusiasmo y el espíritu de ofensiva de la juventud pueden asegurar los primeros éxitos en la lucha; sólo estos éxitos pueden devolver a los mejores elementos de la generación mayor al camino de la revolución. Siempre ha sido así, y así será. Todas las organizaciones oportunistas, por su propia naturaleza, se centran principalmente en las capas superiores de la clase obrera y, por lo tanto, ignoran tanto a los jóvenes como a las mujeres trabajadoras. Sin embargo, la era del declive capitalista está golpeando más duramente a las mujeres, en tanto que empleadas como, también, en tanto que amas de casa. Los sectores de la IV Internacional deben buscar el apoyo de los sectores más oprimidos de la clase obrera y, en consecuencia, de las mujeres trabajadoras. En ellas encontrarán fuentes inagotables abnegación, dedicación y espíritu de sacrificio. ¡Abajo la burocracia y el carrerismo! ¡Paso a la juventud y a la mujer trabajadora! Estas son las consignas inscritas en la bandera de la Cuarta Internacional.

( El Programa de Transición. La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional )

Por estos días en que las provincias van acercando encuestas por vía de elecciones, que dejan ver una aproximación a la verdad sobre cuál es el sentir y pensar transitorio de la clase trabajadora es sus diferentes estratos

Esas expresiones que deja en su camino el sufragio por sectores territoriales permiten inferir en términos generales, la posición de la clase trabajadora en sí frente al problema básico de la selección de quienes gestionan el Estado, y su acercamiento o alejamientos de planteos que controviertan el orden capitalista establecido.

Esto último no se contrapone con la existencia real de una vanguardia dentro de la clase y de compañeros cuyos pareceres aún no avanzan hacia el cuestionamiento de lo dado y existente. Precisamente los votos sufragados dejan ver, salvando las especificidades del regionalismo electoral de cada provincia, que hay un dato cierto: un agotamiento de la esperanza relativa a que de la expresión electoral FITU y las organizaciones allí nucleadas, emerja una política de poder obrero real y consistente por la cual inclinarse en términos de probabilidad. Es decir, estamos en un estadio del nivel de conciencia política de la mayoría de la clase en sí, que no llega ni siquiera a la posibilidad de construcción de un Allendismo, que estirando el examen parece ser en definitiva la estrategia de esa cooperativa electoral. Hay un estancamiento del voto hacia ese emprendimiento burocrático que desnuda su agotamiento, más allá de las maniobras de sus dirigentes para exhibir un balance positivo, que no es tal.

Sin embargo, resulta más preocupante que frente a ese panorama, se visualice la cuestión, sobre la base de un paradigma que no tiene correspondencia con la realidad. Se dice en ese sentido, que frente a la “embestida” de la derecha, la preservación de posiciones obtenidas es lo que permite la realidad y lo que se logra es consolidar son precisamente esas “posiciones”

Por fuera, de ese maquillaje, lo que se oculta con esmero, aún cuando pueda surgir como una queja en el discurso de la Dra. Myriam Bregman el último 1 de mayo, es que desde los sectores oprimidos y en particular desde los explotados, se advierte en el espacio juvenil un alejamiento de las propuestas que genéricamente se engloban como “izquierda”, término de por sí relativo en la media que izquierda es un lugar que remite a otro respecto del cual se ocupa ese espacio. Ese lugar central que fija derechas e izquierdas, no es otro que la república burguesa y su aparato de dominación constitucionalmente ingresado por la forma jurídica.

Es decir, si se plantea alejamientos juveniles desde la clase trabajadora y otros sectores oprimidos que se colocan por fuera de la economía formal , tomando por referencia “la izquierda” se acepta implícitamente que ese desplazamiento opera en contexto de la democracia formal que regula la gestión de gobierno sobre las masas desde la burguesía por intermedio de sus operadores políticos , y que la escena electoral justamente se plantea institucionalmente para lograr consenso para el nuevo plantel de operadores políticos que llevarán adelante esa tarea, conformando un consenso ficticio de toda la sociedad hacia esa gestión.

Lo cierto es que a partir de la secuencia de rebelión popular abierta desde los acontecimientos del 2001 y el período signado por la derrota del Duhaldismo, el fracaso de posicionar a Reutemann o De la Sota en la presidencia, se estructuró en nuestra sociedad una farsa discursiva necesaria para darle soporte político a un aparato que llevaba a la cabeza a Néstor K, que no contaba con bases sociales reales. Este aparato dotado de cuadros habituados a la gestión, terminó ayudado por una coyuntura económica favorable respecto de la economía mundial, logró por la emergencia de la tarea que grupos prevalentes de la burguesía admitieran a la par que se armara un discurso presuntamente reivindicativo de la política del primer quinquenio de los 70, cuyo techo estuvo marcado con la escenificación del retiro de los cuadros de los genocidas del edificio de la casa de gobierno.

 Ese símbolo permitió nuevamente, que se dirimiera una cuestión política en la forma jurídica y los procesos penal abrió un importante canal de drenaje de la protesta por la falta de satisfacción de una demanda atinente a las necesarias libertade democráticas. La labor se completó con la lisa y llana cooptación de la dirigencia de las agrupaciones piqueteras, buscando bajar el nivel de su presión movilizadora de amplios sectores proveniente de la llamada población económicamente sobrante, con ubicación territorial en las grandes urbes del país. El paso del tiempo mostró a esos “dirigentes” ubicando puestos políticos dentro del Estado de la burguesía, o bien consolidados como burocracia planera, sitio desde donde conducen la demanda popular por el carril de la concertación con el poder establecido, al modo en que lo hacía el “Lobo Vandor” en la década del 60, esto es, golpeo y amenazo para luego sentarme a parlamentar aceptado los límites que impone la dominación de clase.

La actualidad muestra en la escena a los hijos de ese proceso político y social y el agotamiento de esa cultura, en tanto los nuevos jóvenes tienen objeciones sustantivas contra la misma y la impugnan en su esencia, estimándola como uno de los factores del retraso capitalista que les toca sobrevivir. Hay en ese sentido expresiones que confunden, en tanto se haga el intento de contener lo nuevo en envases ideológicos que no responden a lo real existente. Es así que se hable a la ligera de negacionismo con respecto a las prácticas genocidas del Estado, o la apelación a categoría casta, desde grupos liberales, que parecería seducir a los jóvenes explotados y oprimidos.

Ese fenómeno se completa con la irrupción en el plano político desde ese sector etario en las expresiones partidarias y políticas del poder burgués. Por ser tal, esa “aparición” da cuenta de una aceptación de los métodos de esa política, es decir, el individualismo, el profesionalismo, y el carrerismo. Es así que nuevamente volvemos a ver en las grillas electorales a personas que no tienen recorrido anterior en esas lides, por su temprana edad. Esto implica un desplazamiento de los planteles que hasta ahora gestionaban que en cierta medida quedan englobados en la idea de la “vieja política”.

En este sentido no debe confundirse la cuestión en sí. Si se lo mira por la juventud de los candidatos, la situación no es nueva. De hecho, en el primer parte de la década del 70 las incidencias de la juventud con operadores de la misma edad de lo que alarman con su presencia, era significativa, a tal punto que se habilitó para cuestionar a su propio líder. La diferencia está dada, sin embargo, en las motivaciones de la militancia de aquel entonces y el “no programa” de la actual, solo anclado en el formato del arribismo del sujeto individual que la encara como una profesión o modo de vida y no como una acción humana al servicio de la vida del conjunto de la población.

 De tal forma, no es nuevo la intervención de jóvenes en el escenario político burgués. Lo nuevo son sus implicancias que hacen que pululen emprendedores solamente abocados a construir su propia imagen, todos facilitadores en mayor o menor grado de la cultura de la corrupción y su naturalización social.

Desde esta constatación, también es posible observar que existe el abandono de la militancia con perfiles inversos a los narrados desde las organizaciones que se autoconvocan para representar políticamente a la clase trabajadora, que lejos de cuestionar esa forma de hacer política propia de las organizaciones patronales, gestaron una cultura similar en la búsqueda de la preservación del aparato intrínseco a la cooperativa electoral constituida desde el nacimiento del FIT. A ello se suma que “los jóvenes de ayer” hoy recurren a cualquier método de estética política para disimular que ya no lo son y que por tal han perdido todo nexo con el pibe, el joven que vive en concreto la explotación y opresión capitalista, pero que por sí mismo no puede procesar colectivamente esos fenómenos estructurales al orden burgués, razón por la cual opta por la apatía o la selección de las ofertas burguesas que apelen básicamente al uso de consignas y salidas mágicas.

Con objetivos electorales compartidos tanto los manifiestamente adscripto a la gestión burguesa, como aquellos que se convencieron de la posibilidad de reformas de la barbarie capitalista, muestran su concentración en la defensa del sistema de democracia representativa y sus formatos que exigen políticos profesionales colocados por encima de la sociedad civil, atentos a la necesidad de presentar al Estado como una institucionalidad ajena a la misma, dotada de neutralidad.

El capitalismo exhibe su crisis y con ello se lleva a todos los que están estructuralmente atados a sus formas jurídicas públicas, sea con discursos de orden y legalidad, sea con la exhibición de un relato presuntamente impugnador, pero nunca superador.

Estas circunstancias nos colocan en el desafío de dar un nuevo curso a la acción política. Ese desafío no implica negar lo dado solamente. La dialéctica de la negatividad concibe a esta como el momento inicial de confrontación con lo dado, pero requiere necesariamente de su superación. Es momento de agitación y propaganda del programa socialista y la necesidad de constitución política autónoma de la clase trabajadora, con gestación de órganos de poder obrero, para derribar el orden burgués. Los jóvenes que hoy son explotados y oprimidos, los sectores de la clase media baja hoy empujados a situaciones de pobreza y sobrevivencia deben poder oír la propuesta socialista, desde sus propios fundamentos y manifiestos ideológicos. No es repartiendo fotos, o apelando a consignas “taquilleras” que se construye ideológicamente al sujeto social del cambio.

. No es que los jóvenes en abstracto dan la espalda al cambio. Los jóvenes trabajadores necesitan ser asistidos con el programa político-ideológico que reconoce su existencia y los proyecta hacia el protagonismo de la revolución. La clase trabajadora, esta objetivamente consolidada en nuestra sociedad, y objetivamente por su situación en la producción, es quien está determinada a la superación de lo dando en post de su liberación. El contenido de su actividad política, exige la construcción clasista de su partido, y la penetración del programa socialista por su vía militante. No hay otra dirección posible en orden la identificación de protesta juvenil, con transformación socialista.