Nuevo Curso

ANTROPOCENO NECESIDAD DEL SOCIALISMO FRENTE AL ESCENARIO DECADENTE QUE IMPONE EL CAPITALISMO

NUEVO CURSO

El capitalismo en crisis de reproducción social, deja muestra de ese fenómeno arrojando a gran cantidad de trabajadores a los escenarios culturales de la pobreza y amenaza con la destrucción de lo dado.
Los nuevos alcances y características de la conformación ambiental-biológica del planeta, deben ser relacionados e interpretados en el marco del modelo de producción social capitalista, no tanto por sus causas, que implicarían un discurso puramente histórico, sino por sus consecuencias en los aspectos de la economía política, en tanto esos efectos perniciosos ponen en riesgo de muerte a la propia condición humana, que ya sufre los padecimientos en amplios sectores de la clase trabajadora y en el resto de los oprimidos, despojados de toda propiedad que les permita reproducir su existencia fuera del modo de producción dominante.
Desde el comienzo del siglo XXI en referencia a este fenómeno se habla en la ciencia, del ingreso al Antropoceno en reemplazo del Holoceno, que se ubicaba como un momento dentro del Cuaternario.
El término Antropoceno se ha creado para designar las repercusiones que tienen en el clima y la biodiversidad tanto la rápida acumulación de gases de efecto de invernadero como los daños irreversibles ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales.
Ese ingreso al Antropoceno – siempre según los gestores intelectuales del término – obedecería al significativo impacto global que las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas terrestre con efectos negativos para el ser humano.
Pero lo significativo es advertir que tanto las causas como las consecuencias del fenómeno, están estrechamente vinculadas con las relaciones sociales capitalistas, sobre todo, a través de sus complejas operaciones de intervención recíproca en los ámbitos de la naturaleza y la sociedad, marcadas por rupturas de lo dado.
La crisis de reproducción del capitalismo hace que este en su forzada sobrevivencia desenvuelva situaciones estrictamente ambientales que le ubican como el principal vector de esas significativas rupturas en la relación hombre-naturaleza. La penetración más intensiva de la agroindustria en los sistemas naturales, es el factor que en gran parte ha creado fisuras en los ecosistemas y alterado las especies entre sí, provocando el surgimiento de pandemias mundiales.
Engels como lo indicábamos al inicio, se ocupó ampliamente de las enfermedades y condiciones epidemiológicas prevalecientes en la época de la Revolución Industrial, particularmente en sus aspectos relacionados con clase trabajadora. En su libro sobre las condiciones de la clase obrera en la Inglaterra de 1845, denunció el «crimen social» que dichas condiciones implicaban. Mucho de esto también fue tratado en pasajes de El Capital de Marx.
También desde otros contextos históricos se advierte que ya en tiempos de Darwin y del propio Marx, Ray Lancaster, desde la zoología habló de una suerte de revancha de la naturaleza, para poner énfasis en lo que llamó como «Las revanchas de la naturaleza», y que ligó de modo inequívoco al fenómeno económico de aquellos tiempos, en la carrera de un ambicioso esfuerzo por producir grandes cantidades de animales y plantas, con lo cual obligaba al propietario a obtener utilidad mediante la acumulación de cuantiosas especies, de manera antinatural en campos y granjas, ya sea para su venta directa como mercancía, o para reproducir por vía alimentaria a la fuerza de trabajo humana con el fin de abaratar sus costos. Esto hizo que por aquel entonces el propio ser humano se concentrara también de manera antinatural en multitudes que ocupaban las «ciudades-fortalezas».
“……respiran una atmósfera mucho peor que en su campiña natal. Se les asigna barrios cuya construcción hace que la ventilación sea mucho más difícil que en cualquier otra parte. Se les quita todos los medios de mantenerse limpios, se les priva de agua al no instalárseles agua corriente sino mediante pago y contaminando de tal modo las corrientes de agua que no podrían lavarse en ellas. Se les obliga a arrojar todos los detritos y basuras, todas las aguas sucias. A menudo incluso todas las inmundicias y excremento nauseabundos en la calle, al privárseles de todo medio de desembarazarse de ellos de otro modo y se les obliga así a contaminar sus propios barrios.
Pero eso no es todo. Se acumulan sobre ellos todos los males posibles e imaginables. Si la población de la ciudad ya es demasiado densa en general, es a ellos sobre todo a quienes se fuerza a concentrarse en un pequeño espacio. No conformes de haber contaminado la atmósfera de la calle, se les encierra por docenas en una sola pieza, de modo que el aire que respiran por la noche es verdaderamente asfixiante. Se les dan viviendas húmedas, sótanos, cuyos pisos rezuman o buhardillas con techos que dejan pasar el agua: se les construye casas de donde no puede escaparse el aire viciado. Se les da ropa mala o casi harapienta, alimentos adulterados o indigestos. Se los expone a las emociones más vivas, a las más violentas alternativas de miedo y de esperanza. Se les acosa como a animales y nunca se les da reposo, ni se les deja disfrutar tranquilamente de la existencia. Se les priva de todo placer, a excepción del placer sexual y la bebida, pero en cambio se les hace trabajar cada día hasta el agotamiento total de sus fuerzas físicas y morales, empujándolos de ese modo a los peores excesos en los dos únicos placeres que les quedan. Y si ello no es suficiente, si resisten todo eso, son víctimas de una crisis que hace que pierdan el empleo y le quitan lo poco que se les había dejado hasta entonces… (Engels, Colección Mía:.66).

El resultado de ese proceso, más temprano que tarde, puso a la vista el desarrollo y crecimiento de nuevas enfermedades asociadas con parásitos, virus y bacterias. En gran parte, el problema radicaba en los «mercados» y en los «comerciantes cosmopolitas de las finanzas» que se movilizaban de un lado a otro, según los requerimientos de esa actividad y de la acumulación dineraria pertinente.

Esta ilustración del fenómeno desde datos históricos da cuenta de una continuidad con distintos ritmos de desarrollo que en algún momento pudo admitir desaceleraciones, pero que nunca se detuvo. Lo cierto es que ya en septiembre del año 2000, Richard Levin argumentó que la falta de comprensión de la creciente amenaza de pandemias se debía al hecho de que “la salud pública convencional no observa a otras especies, ni a la evolución y la ecología”. Asimismo, advertía con énfasis que toda la estructura de la agroindustria imperialista debía ser transformada si se buscaba detener la profusión de epidemias.
Los nuevos alcances y características de la conformación ambiental-biológica del planeta, deben ser relacionados e interpretados en el marco del modelo de producción social capitalista, no tanto por sus causas, que implicarían un discurso puramente histórico, sino por sus consecuencias en los aspectos de la economía política, en tanto esos efectos perniciosos ponen en riesgo de muerte a la propia condición humana, que ya sufre los padecimientos en amplios sectores de la clase trabajadora y en el resto de los oprimidos, despojados de toda propiedad que les permita reproducir su existencia fuera del modo de producción dominante.

Las contradicciones propias del sistema de acumulación, estemos o no situados en el período del Antropoceno, hacen que los propietarios parapetados en monopolios industriales y grupos financieros, estén favoreciendo con sus avances ilimitados, a una serie de aceleraciones que alteran el ritmo natural y genético de las especies, y que se suman a los señalamientos de los ambientalistas en torno a los daños crecientes en los ecosistemas y la atmósfera, generando una crisis socio-ecológica de magnitudes globales

El régimen capitalista genera y desarrolla amplias disparidades de clase y las proyecta entre los Estados concentrados con formato imperialista, ocasionando que los peligros ambientales recaigan sobre los más pobres y vulnerables. Mientras los propietarios buscan sus seguridades de forma individual y con desprecio del conjunto, amparados por las especulaciones financieras, aportando diariamente una nueva versión del crimen social.

El modo de acumulación y reproducción capitalista destruye el medio ambiente, y amenaza la vida de todo planeta, pero, además, y eso es lo que se ve en estos tiempos, le pone un límite objetivo al conocimiento científico marcado por la necesidad de su proyección técnica y su ingreso ineludible dentro de la lógica utilitaria del beneficio, en la medida en que solo existe en tanto y en cuanto su desarrollo produzca una acumulación capitalista ilimitada. El capital, en su estado actual de desarrollo, ha profundizado algo que le era intrínseco, pero no central en su definición: ha puesto a la medicina y la ciencia al servicio de su proceso de acumulación.

La realidad estructural del capitalismo monopolista exhibe sin filtros ideológicos la colisión entre su sistema y el medio ambiente, y lo ubica en los análisis económicos dentro del llamado catastrofismo. Esto significa que, la ruta trazada no es otra que la destrucción objetiva de ese modelo de reproducción social, con el agravante de que esa objetividad no determina mecánicamente la caída del régimen político que lo sostiene, y que ha desarrollado con igual virulencia los mecanismos de dominación más significativos en el plano de las subjetividades. En consecuencia, el escenario de la calamidad y la llamada “barbarie” no es descartable, sobre todo si además se tiene en cuenta el poder bélico del capital monopolista
Hacemos hincapié en que el ingreso en un nuevo ciclo de la vida en el planeta tierra, bajo las contradictorias condiciones que impone la reproducción capitalista, no puede ser leído desde una versión reformista de la crisis, buscando la inveterada alternativa de un capitalismo “más humano”, por la vía de exhibir el conflicto de clases como un problema de conocimiento y comprensión que afecta a todos por igual. Eso implica la búsqueda de una nueva construcción ideológica, en el estricto sentido de la palabra, que ponga en juego la noción de falsa conciencia.
El problema en sí y el drama coadyuvante tiene especial significación para la clase trabajadora y el conjunto de oprimidos sociales. Es causado por el régimen dominante, que tiene formas internacionales y debe ser abordado en esos términos. El llamado de Trotsky desde su forzado exilio, a todas las fuerzas socialistas posibles en su contexto histórico, frente a la guerra y la agonía mortal del capitalismo, según se lee en el programa fundacional de la IV Internacional, adquiere una singular vigencia. sobre todo, por su descripción y su pronóstico en términos de contradicción fundamental entre lo humano y lo socialmente posible (el socialismo) contra la barbarie capitalista.


Miles de muertos, corrientes migratorias desesperadas, condicionadas por los efectos de calamidades climáticas, desastres energéticos, guerras imperialistas, virus pandémicos, crisis de sobreproducción dan cuenta de lo que afirmamos. Por eso resulta inconducente acudir a explicaciones de filósofos cultores del idealismo que generan abstracciones conceptuales, y comprenderlo desde sus procesos concretos para “entender” “describir “el mundo que nos rodea, y transformarlo, como lo sostiene Marx en la nota XI de su Tesis sobre Feuerbach. Nuevamente esos mojones conceptuales que quedan del pensamiento humano, el marxismo los vuelve a convertir en herramientas conceptuales para la acción de las masas explotadas.
En esta labor tiene una particular importancia la intervención de intelectuales que defienden los intereses de la clase trabajadora de los peligros de su propia extinción, como consecuencia de las crisis del sistema capitalista. Crisis en donde bajo sus miradas pueden visibilizarse a las claras el aumento de las contradicciones entre los intereses de los trabajadores y los del capital concentrado.