NUEVO CURSO
El infierno de los vivos no es algo por venir, hay uno, el que ya existe aquí. El infierno que habitamos todos los días, el que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: Aceptar el infierno tal cual es y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuo buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno y hacer que dure y dejarle espacio.
Las ciudades invisibles. ITALO CALVINO
«Si el dinero, según Augier, ‘nace con manchas naturales de sangre en un carrillo’, el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza» (Carlos Marx)
Hace 8 años atrás, el 3 de junio de 2015, una multitud llenó las plazas políticas del país por el asesinato de Chiara Páez, una adolescente de 14 años. Desde entonces hubo 2.282 femicidios, señalando el punto límite de la forma en la que se concreta la violencia contra las mujeres trabajadoras.
Frente a ese fenómeno, en todo el tiempo transcurrido las acciones políticas callejeras y de masas denuncian la responsabilidad estatal en los crímenes contra las mujeres y la juventud. En el mismo sentido, esa presencia siniestra del Estado y el poder burgués también dice presente en las muertes por violencia institucional, las que se producen en los establecimientos carcelarios y por falta de seguridad e higiene laboral, donde se hace evidente toda falta de control de pautas de seguridad referidas a los trabajadores en los lugares de trabajo o en el camino a realizar sus tareas.
Todos estos aspectos del fenómeno, remiten a una necesaria conclusión. La causa de los decesos, sea de modo directo por su eficiencia o indirecto por omisión de controles o pautas de seguridad remite al poder burgués y el orden social que este genera. La violencia es del régimen y está en todos los órdenes de la vida de la familia trabajadora.
Las mujeres trabajadoras, sus compañeros, junto a las infancias de los explotados y oprimidos se encuentran bajo la línea de pobreza, con trabajos precarizados. La crisis de vivienda, la falta de empleo, la licuación constante de los salarios por la inflación, la falta de jardines maternales, son problemas obstáculos que el orden social capitalista nos genera y nos condicionan a la hora de buscar razones en el fenómeno específico de un vínculo violento y sus efectos letales en el plano convivencial.
La violencia hacia a las mujeres hunde sus raíces en la sociedad dividida en clases sociales, por eso es intrínseca al sistema capitalista. La burguesía como clase dominante, dueña de los medios de producción, se apoya en el patriarcado ejerciendo una doble opresión hacia las mujeres trabajadoras.
En lo que va del año, las estadísticas arrojan el terrible número de 74 femicidios. En la medida que se profundiza la crisis económica se profundiza la barbarie social, terminando con vida de cientos de mujeres en su mayoría de la clase trabajadora o de los sectores agrupados bajo la categoría de población económicamente sobrante.
El fuerte sesgo punitivita, que le otorgan las expresiones políticas derivadas de la pequeña burguesía al amplio problema que se genera en torno a la opresión de la mujer torna ineludible su expresión programática dentro de la demanda de abolición del poder burgués y su estado y conformación de un nuevo orden social. Las consignas que implica la demanda de justicia restaurativa del daño inferido frente a cada femicidio se inscriben en el contexto de la defensa de libertades democráticas frente al orden burgués con carácter de reclamo transicional
En la misma medida alertamos en lo relativo a su satisfacción, que la misma por las propias contradicciones del orden social capitalista no puede llegar de la mano de los órganos funcionales del poder burgués estatal. En otras palabras, no es con reforma de la justicia o mediante las elecciones que resolveremos este fenómeno Solo lo conseguiremos luchando por barrer con las bases materiales de esa misma violencia que es el propio capitalismo, bajo la dirección política del proletariado, incorporándolo a nuestras demandas al pliego único de reivindicaciones y organizándonos en nuestros lugares de trabajo, estudio, en los barrios.
En ese mismo sentido es que levantamos la bandera de libertad a las presas políticas mapuches, condenadas a prisión por haberse considerado delictiva, la acción en extrema necesidad de recuperar las tierras ocupadas que les pertenecen.
En paralelo, en los últimos 5 años, 5041 personas murieron por trabajar o dirigirse al trabajo
Los burgueses de modo creciente, nos ubican para producir en actos nuestra fuerza de trabajo en situaciones de producción que arriesgan nuestras vidas para abaratar costos, siendo que a la par el Estado que no hace los controles y la burocracia que no exige condiciones aptas para trabajar.
Estas muertes son sólo la punta del iceberg, el desgaste de nuestra fuerza de trabajo lo vivimos día a día. Todos los días comprobamos que somos una pieza a reemplazar que los empresarios desecharán cuando dejemos de servirles.
Las muertes por enfermedades profesionales, las enfermedades crónicas, todos los malestares que aumentan año tras año como consecuencia de las condiciones en que trabajamos son la parte menos visible de estos asesinatos laborales.
Finalmente, La PROCUVIN registró 42 muertes en establecimientos del Servicio Penitenciario Federal durante 2022el 76,2% -32 casos- se produjeron de manera no violenta y que el resto, un total de 10, fue resultado de actos lesivos, entre los que se registraron 5 suicidios por ahorcadura. Las muertes ocurrieron en 12 establecimientos y la mayoría se produjo en el área metropolitana. Más de la mitad de estas personas no tenía condena firme y más del 30 por ciento tenía menos de 40 años de edad.
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