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Nuevo Curso

UN NUEVO 3 DE JUNIO DEJA VER EL FRACASO REFORMISTA Y LA CONSOLIDACIÓN DEL FEMINISMO PUNITIVO

NUEVO CURSO

La violencia se soluciona con violencia. Eso es lo que nos enseñan los fenómenos provenientes de una errónea aplicación de política criminal, mucho antes de que la violencia de género adoptase el rol escénico principal que se le reconoce hoy en día.

La centralidad de las expresiones que se pudieron oír, sea en documentos leídos o en consignas tiradas durante la marcha de los distintos grupos que se concretaron el 3 de junio en CABA, centran en la idea de castigo penal, emergente de las circunstancias contenidas en el femicidio entendido este exclusiva y mayoritariamente como un delito , es decir un hecho humano reducido a la forma jurídica específica de una norma negativa penal que enuncia una amenaza de sanción privativa de libertad grave, para quien realiza ese hecho social.

El esquema es claro en su aporte simple para un problema complejo, es decir el resultado muerte de una mujer motivado en el agente productor precisamente por su condición de mujer, debe ser reducido a una norma penal, su verificación fáctica en proceso penal organizado por el Estado de la burguesía y debe tener como consecuencia necesaria la imposición de pena privativa de libertad prolongada.

Por fuera del simplismo y el mecanicismo, queda por averiguar, cuál sería el sentido de la imposición de pena, mas allá de la retribución del daño producido medido en tiempo de privación de libertad, extremo que en el caso colisiona con los propósitos resocializadores que creen verse enunciados en la Constitución Nacional, y los tratados de DDHH a ella incorporados, que son los mismos que paradójicamente se invocan por quienes se movilizaron el pasado sábado.

 Como en su momento fueron los secuestros extorsivos o las “salideras” bancarias, a la fecha los cañones del sistema penal están principalmente dirigidos hacia la “prevención” de la violencia contra la mujer, de la única y exitosa (¿o no?) manera que tiene de hacerlo: aumento de penas y restricción de derechos. Para eso se elige como sujeto de demanda al Estado de la burguesía, es decir a los tres poderes de la república, que son cuestionados por ineficientes y en el caso de los Ejecutivos nacionales y provinciales, por la falta de asignación de recursos a los dispositivos institucionales creados para abordar el específico problema de la opresión de la mujer en el orden social capitalista.

Es así que el planteo centralizado de la jornada, gira en torno a señalar que el hecho icónico del femicidio de Micaela, como el de Chiara, Melina, Daiana, y todas las demás mujeres jóvenes que resultaron víctimas de muerte violenta en los últimos años son responsabilidad del Estado.  Se dice esto afirmando que en primer lugar no hay políticas de prevención, la Educación Sexual Integral no se cumple ni tiene un presupuesto acorde, el 80% del Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación se va en ladrillos: con lo que a una necesidad real (la capacidad de resguardo y cuidado de quien debe salir del círculo de violencia machista) se la transforma en una respuesta que termina por considerarse erróneamente total cuando, como sabemos, es apenas una parte de un tratamiento integral al problema. Sin embargo el “tratamiento Integral” centraliza en el castigo penal, premisa a partir de la cual el Estado de la burguesía se fortalece en su función carcelaria y amplía presupuesto para sus agencias de seguridad, el mismo presupuesto que no llega a la definición de otras prácticas sociales ligadas al fenómeno como las mismas entidades movilizadoras lo dejan planteados en documentos denunciando el vaciamiento de las propias instituciones no directamente punitivas que pudieran haber sido creadas.

En igual sentido se dice a modo de pedido al Estado, que “se necesitan licencias por violencia de género, acceso al trabajo para las personas victimizadas dentro del encierro doméstico, acceso a la vivienda. Ninguna mujer puede defenderse de la violencia machista si no puede sostener su autonomía económica y la soberanía sobre su cuerpo; pero de todo esto rara vez se habla ”.

Este confeso reformismo de los que dicen ocupar las calles para  “luchar”, traduce su inoperancia en tanto es el propio reformismo como corriente ideológico el que da muestras acabadas de su agonía frente a la crisis de reproducción social que presenta el capital en nuestros tiempos, y en el caso específico esa frustración se da , sea por sus objetivos confesos de intentar buscar “soluciones” al fenómeno dentro del orden social capitalista en lugar de denunciarlo como tal, o por los métodos y demandas que exclusivamente pone frente al Estado burgués como institucionalidad normativa y en ningún caso con referencia a la burguesía en sí, como sujeto dominante en la relación social opresiva que implica el orden capitalista .

Lo cierto es que las expresiones políticas que se congregaron el 3 de junio en CABA, constatan su fracaso con su sola presencia inerte, estéril, despojada de toda proyección social, a partir de apostar por la política criminal antes que por la política revolucionaria. Es ahora, tras largos años de estimular la vía parlamentaria, la sanción de leyes “salvadoras” desde la república burguesa, integrando su parlamento que se señala un chivo expiatorio: la derecha radicalizada, y se llama a tomar las calles para traducir la militancia contra ese sector devenido arbitrariamente como contradictor a vencer. Es así que a modo de síntesis puede oírse “que en las calles y organizadas es como se puede enfrentar la avanzada reaccionaría de estos sectores, con la fuerza de la marea verde y de las mujeres y disidencias…tenemos que recuperar las calles allí donde conquistamos nuestros derechos y exigimos que el Estado de respuestas frente a violencia machista».

Sería propicia la ocasión para preguntarle a quienes ganan en afonía tras la jornada, reproduciendo ese pensamiento ¿cuál fue el motivo por el que se abandonó las calles, ya que se reconoce que hay que volver? Y en ese caso ¿qué se hizo desde ese momento hasta el presente? 

Por lo demás, alarma y mueve a confusión que el proceso electoral ingrese a la política criminal, por vía de estos discursos de decadente reformismo, según se sigue del texto transcripto. Primero se opta por esta última, y ahora se dice que hay que vencer a competidores electorales, que justamente lo que propugnan es la presencia cada vez más marcada del Estado en los fenómenos que se producen en la sociedad civil y las relaciones sociales que las constituyen a través de sus agencias represivas.

Para poder luchar con éxito contra la opresión que sufren las mujeres de modo específico, desde las relaciones sociales forjadas y desenvueltas por el orden social capitalista de las mujeres, necesitamos una estrategia y táctica concretas. Sin esto, existe el peligro de que la lucha se limite a un alivio superficial de los síntomas.

La opresión de la mujer hoy se manifiesta de muchas maneras diferentes. Entre las más brutales se encuentran ciertamente la violencia y el asesinato. En otras palabras, no basta con combatir los síntomas de la opresión a un nivel puramente legal, orientándose hacia la reforma. 

Existe una capa de la sociedad capitalista que se beneficia masiva y directamente de la opresión de la mujer: las capitalistas y los capitalistas. Por un lado, se benefician directamente de los salarios más bajos de sus empleadas. Por otro lado, los salarios más bajos de las mujeres han servido históricamente como un medio para ejercer presión sobre los salarios de los empleados varones. Sobre todo, los capitalistas se benefician indirectamente de cualquier desigualdad entre los trabajadores y las mujeres trabajadoras porque divide a la clase obrera y hace más difícil la lucha unida contra el sistema.

La desigualdad de género, así como otros mecanismos de división: como el racismo, la homofobia, etc., se convierten de este modo en pilares importantes para el mantenimiento del sistema capitalista, están estrechamente entrelazados con él y por lo tanto son mantenidos activamente por los capitalistas y sus medios de comunicación. Por lo tanto, la liberación de la mujer y su eliminación como sujeto pasivo de conductas antisociales y violentas con fundamento en su condición, está en conflicto directo con los intereses de la clase dominante y sólo se puede ganar con una lucha anticapitalista consecuente, que tiene al Estado de la burguesía como sujeto político que debe ser abolido y sustituido por el poder obrero y socialista.

En ese sentido debe señalarse como un error la organización por separado de una lucha independiente para liberar a las mujeres de su opresión, encarnada por las mujeres mismas sin determinación de su previa condición de clase. Esa opción, aleja esa lucha del objetivo estratégico revolucionario en tanto erra a la hora de la comprendían del fenómeno, en particular a la hora de indicar de dónde viene la opresión de la mujer y por lo tanto cómo se puede superar.

El feminismo postmoderno, despojado de una lectura de clase del fenómeno estima que el patriarcado existe independientemente del capitalismo. Por consiguiente, los trabajadores ya no deben luchar contra los capitalistas, sino las mujeres contra los hombres. Sin embargo, ignoran el hecho de que la sociedad está dividida en clases. Al no culpar al capitalismo, todos los que «no están oprimidos» tienen la culpa: los hombres blancos y heterosexuales, en su lógica, se convierten así en la causa de la opresión. 

La mujer trabajadora en el capitalismo toma una posición precaria. Soporta una explotación múltiple como trabajadora, como ama de casa y como enfermera de niños y ancianos. Originalmente, el salario del trabajador era suficiente supuestamente para sostener a la familia y reproducir la siguiente generación de fuerza de trabajo que necesitaban los capitalistas. Esto fue acompañado por la exclusión de las mujeres de los derechos políticos y económicos. El trabajo socialmente necesario para el sostenimiento del hogar y la crianza de los hijos estaban incluidos dentro del salario del hombre. Pero con el desarrollo capitalista posterior, y la incorporación masiva de la mujer al trabajo fuera del hogar, hizo que se necesitaran ambos salarios para sostener a la familia, debido al interés de los capitalistas por reducir al mínimo el salario de sus trabajadores

Durante el período de auge económico, el capitalismo saca a las mujeres del aislamiento en el hogar y las introduce en el mundo del trabajo; se necesitan más trabajadores. En tiempos de crisis, las mujeres son expulsadas del mercado de trabajo y vuelven a la cocina, sus empleos se recortan más rápidamente – especialmente en el trabajo no cualificado y a tiempo parcial, que es fácil de reemplazar. Vemos, entonces, que el capitalismo utiliza modelos patriarcales para poder utilizar mano de obra barata e intercambiable a voluntad, según las necesidades de su clase dominante. Hoy en día, las mujeres de los sectores de bajos salarios y de trabajo a tiempo parcial son siempre las primeras en sentir los efectos del auge y crisis del mercado laboral. Históricamente, las mujeres han desempeñado un papel central en las revoluciones rebelándose contra la opresión como trabajadoras y como mujeres. Uno de los innumerables ejemplos es la Revolución Rusa de febrero de 1917, que comenzó con un levantamiento de mujeres que hacían cola para obtener pan.

El trabajo de cuidado del hogar y de la crianza de los hijos es realizado mayoritariamente por mujeres que además tienen que trabajar para tener un salario regular, sufriendo así una doble explotación. ¡Este trabajo en el hogar es socialmente necesario y debería estar socializado! Concretamente, esto significa que se necesitan guarderías estatales y gratuitas en todo el país para todos aquellos que las necesitan. También se necesitan lavanderías y comedores públicos y gratuitos, que puedan utilizarse cuando sea necesario. El progreso técnico debería seguir desarrollándose de tal manera que el resto de las tareas domésticas se reduzcan al mínimo. 

La lucha por la igualdad de salarios sólo puede tener éxito si se lucha junto con los trabajadores contra la opresión sistemática. La lucha organizada, como las huelgas, es el arma más fuerte y efectiva de la clase obrera para arrancar mejores condiciones de trabajo a los patrones. Sin embargo, estos medios sólo tienen éxito si cuentan con un amplio apoyo –para lo que necesitamos tanto mujeres como hombres.

Finalmente y volviendo a la opción de tomar al específico caso de opresión que significa quitar la vida de una mujer precisamente por su condición de género, parecería que poco aprendimos del fracaso de las reformas del código penal de hace ya más de una década, por la cual se incrementaron brutalmente los máximos cuantitativos de varios tipos penales, sin perjuicio de que la misma curva ascendente apadrinó la prisionización y el delito en general, confirmando el fracaso en materia preventiva del positivismo,

El fenómeno expansionista de la pena, el feminismo disciplinario, y la respuesta del derecho penal a esta actual pero no nueva problemática que constituye la violencia de género, que encuentra su clímax en la sanción de la figura penal de femicidio, resulta notoriamente ineficiente a la hora de preservar la vida y dejar atrás el fenómeno en análisis. La propia vigencia del código penal desde el origen constitucional de la república burguesa da cuenta que esa herramienta de trabajo para la eliminación de todo atentado contra la bien jurídica vida humana, da cuenta de su carácter puramente represivo y su funcionalidad como herramienta jurídica de justificación del castigo.

Como reflexión final cabe insistir en lo poco que se aprendió de las experiencias previas en las cuales se limitó el concepto de política criminal reaccionaria a su salida más simple: el aumento de penas. Esto es aún más lamentable si tenemos en cuenta que este fracaso no tuvo lugar solamente en nuestro país y en nuestro tiempo, sino que es un fenómeno que trasciende siglos y lugares. Por el motivo que fuere – -, quien se predispone a delinquir, ya sea en virtud de un plan anterior o por impulso, no se ve disuadido por un endurecimiento del reproche. Y si eso fuera poco, además, este aumento punitivo opera en contra de lo pretendido por el movimiento feminista durante años, toda vez que sitúa a la mujer en un marco de debilidad; costo altísimo para un remedio infructuoso.