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Nuevo Curso

REFORMISMO Y CENTRISMO OPORTUNISTA AGONIZAN EN LAS PASO DEL FITU

NUEVO CURSO

En estos días, un grupo autodenominado Convergencia Socialista, negando en sí mismo su denominación en tanto lejos de llamar a la concurrencia de voluntades, propagandiza en post de un enfrentamiento ideológico contra el Partido Obrero y el MST ambos integrantes del FITU , como también los son quienes les acusan de “ no competir en la interna del Fita sólo por cargos en la presentación de su lista expresa la existencia de un proyecto que, de ir hasta el final, afectará negativamente al aspecto más progresivo de esta alianza electoral, su carácter independiente de la burguesía”.


Esta situación, estimamos habilita un análisis en torno de lo que significa en la actualidad el FITU, y en particular en lo referente a “quien está libre como para tirar la primer piedra”.
En este sentido, debe tenerse presente que el reformismo es una teoría sobre la implantación del socialismo mediante reformas sociales; una teoría que apunta a ganar la mayoría parlamentaria.


El aspecto central de las tesis reformistas es lo que dice acerca del desarrollo objetivo de la sociedad capitalista que, hace cada vez más improbable su hundimiento general, debido a que, por un lado, el sistema capitalista muestra cada vez mayor capacidad de adaptación y, por otro lado, la producción se diversifica cada día más.


La capacidad de adaptación del capitalismo se manifiesta, en: la desaparición de las crisis generales, gracias a la instalación de una sociedad de control y el juego de los aparatos ideológicos que se montan tanto desde el Estado como desde la sociedad civil. A ello se le agrega, la presunta existencia de una situación de resistencia demostrada por las clases medias, a sumarse a situaciones de cambio violento del orden social que naturalizan como el único posible. Se computa además la actitud política de conciliación de clases que asume la burocracia que se gesta al interior de los organismos sindicales.


La implantación del socialismo no sería así consecuencia de una crisis social y política, sino de la paulatina ampliación de los controles sociales y de la gradual aplicación de los principios cooperativistas.
Debe quedar en claro que la lucha por mejoras de la situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como esta, en manos de la burguesía dominante, es una tarea que corresponde a la militancia revolucionaria, pero ello no implica en modo alguno, que la orientación final, estratégica de esa intervención en la lucha de clase deba quedar circunscripta a ese tipo de planteos y que esos mismos planteos no deban ser utilizados para marcar las contradicciones del orden social capitalista y su inviabilidad en orden a los paradigmas de igualdad , libertad y fraternidad que postulara al revolucionar la sociedad frente al orden feudal
Esto último significa también el imperativo categórico de combatir a quienes, en nombre del socialismo, utilizando sus emblemas y símbolos no lo hacen y quedan reducidos a un crudo reformismo estratégico que busca circunscribir directa o indirectamente los anhelos y la actividad de la clase obrera en las reformas.
El reformismo debe ser combatido en todo sitio donde muestre presencia o se exprese, en tanto es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital como estructura productiva y orden cultural dominante.
Las organizaciones políticas que propagandizan y difunden ese posicionamiento ideológico en la clase trabajadora, se transforman en los hechos en un instrumento de la burguesía para corromper a los obreros y reducirlos a la impotencia. La experiencia de todos los países muestra que los obreros han salido burlados siempre que se han confiado a los reformistas.
Las tareas de propaganda propias del estadio de lucha de clases donde nos encontramos deben dejar en claro esta cuestión señalando que es inevitable la esclavitud asalariada mientras subsista el dominio del capital, y que ninguna reforma en el orden burgués modifica esa conclusión, ni viabiliza un orden social justo.
El capitalismo expresa actualmente y en muchas formas concretas, su crisis de reproducción. Su sobrevivencia esta objetivamente ligada a un nuevo ciclo de acumulación originaria por vía del extractivismo de minerales y fuerzas de la naturaleza, ligados a la reformulación de nuevo mercados en manos de poderosos centros de interés del capital financiero monopolista, que implica miseria social y devastación ambiental.


Las prácticas político-ideológicas de corte reformista, no pueden ser ni sólidas ni importantes, los encaran una lucha económicamente defensiva por permanecer en situación de titulares de derechos que le han sido declarados por el mismo régimen burgués. Esa táctica defensiva en tanto se exprese en lucha de calles y confrontación abierta, rebasan el reformismo en sí, por lo que necesariamente deben ser empleadas n para proseguir la lucha, finalmente orientada contra la esclavitud asalariada, expresada en la relación social capital-trabajo.
El reformismo ha avanzado sobre el último intento legítimo por crear una herramienta que facilite la construcción de un partido de la clase trabajadora con programa revolucionario. Las organizaciones que originariamente dieron nacimiento al FIT luchando contra el régimen electoral de PASO, hoy concurren a las PASO para dirimir candidaturas y se exponen a los mismos modos de trabajo que dejan ver los partidos de la burguesía en sus pujas internas de intereses. Con esto no dejan duda alguna que se han constituido en una cooperativa electoral que solo se propone como lo exhiben sus actuaciones de los últimos siete años encausar la lucha de clases por el plano electoral-parlamentario, es decir, lejos de ampliar los frentes de la lucha clase contra clase, los circunscriben a un solo formato que a diario muestra su insuficiencia e ineficacia.


La premisa según la cual, hay que llenar el parlamento de diputados del FITU, exhibe desde esta perspectiva reformista, su manifiesta ineficiencia en torno a objetivos revolucionarios y luce funcional a la estrategia de encorsetamiento de los asalariados y la población económicamente sobrante, dentro de los márgenes del capital, al que se exhibe como el único orden social posible.
A las organizaciones “reformistas” parapetadas detrás del sello electoral FITU, es a quienes menos se aplica la frase “no tienen nada que perder sino sus cadenas”. Sus diputados y líderes sindicales, han adquirido tal posicionamiento en el sistema, que sus organizaciones dependen incluso financieramente de los dineros que le asigna la República burguesa. Esa instancia de su subjetividad hace que militen por la continuidad de ese orden de cosas, buscando alejar a la clase trabajadora en sí, de sus objetivos específicos de revolucionar la sociedad y acabar con el orden burgués. La revolución socialista significaría la expropiación de sus posiciones privilegiadas. Estos cancerberos del capital no protegen únicamente la propiedad en general, sino principalmente su propiedad. Son los enemigos encarnizados de la revolución que emancipe a los trabajadores de su condición de sujeto alienado, explotado y oprimido.


Dentro de este marco general de instancias ideológicas ajenas al objetivo estratégico del poder obrero y la concreción del programa socialista, debe también advertirse la presencia de un fenómeno específico, pero de naturaleza puramente transitoria en tanto lo que en tiempo presente aparece como una oscilación ideológica, finalmente termina definiéndose y concretando en una u otra opción de la alternativa “reforma o revolución “. El fenómeno designado como “centrismo” se perfila en un contexto de apresuradas buscas de atajos frente a las contingencias de la lucha de clases.


Es un error fundamental creer que el “centrismo” es una descripción geométrica o topográfica. Debe entenderse en ese sentido, que los conceptos políticos no se definen por sus características formales sino por su contenido de clases, todo lo cual impone definir el enfoque desde un punto de vis-ta ideológico y metodológico, a partir de la constatación objetiva bajo el régimen imperialista de la burguesía dominante, que la clase trabajadora se define políticamente entre reformismo o revolución.


El reformismo es la corriente surgida de los estratos superiores y privilegiados del proletariado, y en ese sentido refleja sus intereses, buscando se acompasen con los de los sectores medios no proletarios. Esos sectores de clase, dejan ver una mentalidad que en la mayoría de los casos es pequeñoburguesa en virtud de sus condiciones de existencia y formas de pensar; pero deben adaptarse al proletariado sobre cuyas espal¬das se encaramaron, y para esto buscan que los trabajadores orden sus intereses por los canales del parlamentarismo burgués.
Sin embargo, el capitalismo en su faz imperialista agrava constantemente las contradicciones, frecuentemente obliga a la burguesía a transformar a los principales grupos reformistas en verdaderos acti¬vistas de sus monopolios y maniobras gubernamenta¬les. Esta es la característica del nuevo – y mucho ma¬yor – grado de dependencia de los reformistas respecto de la burguesía imperialista y le da un sello mucho más particular a su psicología y a su política, haciéndolos aptos para tomar directamente el timón de los asuntos del estado burgués, cuando este exhibe impunemente sus contradicciones.


Entre la socialdemocracia funcional al diseño social que impone el imperialismo y el socialismo revolucionario que opera en los de la destrucción del Estado, hay una serie de corrientes y agrupaciones de transición que cambian constantemente de ropaje y se encuentran siempre en estado de transformación y desplazamiento: a veces se desplazan del reformismo al socialismo revolucionario, otras desde este último al reformismo. El centrismo no tiene una base social bien definida, y su naturaleza no les permite tenerla. Mientras el socialismo revolucionario es el abanderado de la clase obrera, el reformismo representa los intereses de la cúpula privilegiada de la misma, el centrismo refleja el proceso transicional en el seno del proletariado, ejemplifica las distintas oleadas dentro de sus distintas capas y las dificultades que estorban el avance hacia posiciones revolucionarias definitivas. Por eso en ningún caso son estables ni viables.


Sin embargo, las masas jamás permanecen mucho tiempo en esta etapa transicional: se unen coyunturalmente a los centristas y luego avanzan para unirse a los socialistas revolucionarios o vuelven a los reformistas, salvo que caigan, por un tiempo, en la indiferencia, pero no significa, de ningún modo, que el centrismo haya dicho su última palabra.


Este es el fenómeno que ocurre en Argentina a partir de un partido centrista como MAS y su implosión tras la muerte de Nahuel Moreno, y sus vacilaciones oportunistas frente al proceso histórico de reconstrucción capitalista en la URSS, proceso que con el paso del tiempo vuelve a exhibir esa matriz centrista y oportunista de todos los fragmentos en los que quedó. Son posicionamientos organizativos con diferentes nombres e incidencias respecto de la clase trabajadora, pero con ese sello propio del centrismo que los conduce dialécticamente hacia su negación constituida lisa y llanamente en el formato reformista Son nuevas tendencias centristas en el seno de la socialdemocracia, los sindi¬catos y las masas no organizadas.

Contra el reformismo, una política revolucionaria y proletaria entraña para nosotros un sistema de lucha ideológica y metodológica que apunta primero al derrocamiento revolucionario del estado burgués con el método de unir al proletariado bajo el signo de su dictadura y reorganizar después la socie¬dad de manera socialista, tarea en la que la organización partidaria tiene intervención significativa que justifica en sí su existencia.


Sólo la minoría más avanzada – el sector más consciente y audaz de la clase obrera – puede tomar la iniciativa del cumplimiento de esta tarea, minoría que – basándose en un programa claramente definido y científicamente elaborado, poseedora de una gran experiencia de lucha obrera – concentra en torno a sí a una mayoría siempre creciente del proletariado con la perspectiva de hacer la revolución socialista.
Sólo después de la victoria del proletariado – caracterizada por una auténtica reactivación económica y cultural de las masas, es decir, por el proceso de liquidación de las clases – el partido podrá disolverse poco a poco en las masas trabajadoras hasta que, igual que el estado, desaparecerá.


Mientras dure el capitalismo, que le impone ideas perniciosas al proletariado, que le organiza su agenda, que le determina a través del diseño de sociedades de control a las que lo somete, no puede esperarse que desaparezcan las diferencias entre el partido – producto de la selección ideológica – y la clase – producto automático del pro¬ceso de producción -.
La evolución del centrismo -reformismo, queda atada consciente o inconscientemente a la suerte que corra alguna expresión imperialista Este factor le impide considerar toda posibilidad de expresión de la autonomía de clase.
El centrismo siempre cambia de posición: se desplaza hacia la izquierda, o hacia la derecha y el reformismo.
Cuando se desplaza hacia la izquierda y aleja a las masas del reformismo, el centrismo cumple una función progresiva Cuando, por otra parte, el centrismo trata de alejar a los obreros de los objetivos revolucionarios para facilitar – bajo la máscara de la autonomía – su evoluci6n hacia el refor-mismo, cumple una tarea que ya no es progresiva sino reaccionaria. Ese es, en la actualidad, el papel que desempeñan alguno de los partidos que integran el FITU.

El sujeto social que impulsa las transformaciones superadoras del orden capitalista en crisis es la vanguardia de la clase obrera, unificada por el programa de la revolución socialista. Esa estructura subjetiva organizada, no tiene en nuestro tiempo existencia concreta. Sólo existen algunos elementos y cierta cantidad de escombros. Quien se atreva a afirmar que los obreros no necesitan esa organización, que la clase obrera es autosuficiente, que es lo suficientemente madura como para prescin¬dir de la dirección de su propia vanguardia, esta de manera aventurera señalando un camino erróneo.
La tarea de propaganda sobre la clase trabajadora debe necesariamente abarcar, de manera consciente y constante la denuncia del carácter que asumen las organizaciones que se autoreferencian como expresión de la clase obrera. El marxismo está muy por encima de todas las variantes del centrismo y de sus errores. Existe una sola corriente en la clase obrera capaz de transformar a los sindicatos en organismos de las masas y dotarlos de una auténtica dirección revolucionaria, y es la que estudia cada problema desde todos los ángulos, cuya sangre y médula están imbuidas de la comprensión marxista de la relación entre la clase y su vanguardia revolucionaria. En esta cuestión fundamental no cabe la menor concesión o silencio.