Nuevo Curso

CAPITALISMO ES VIOLENCIA Y BARBARIE.

Las condiciones en las que se desarrolla el modo de producción capitalista en nuestro siglo, producen efectos visibles que se patentizan en la concentración de riqueza, extensión de la pobreza, desvalorización de la fuerza de trabajo, y un espacio convivencial alejado del avance civilizatorio de rostro humano,

Todos estos efectos alejan ese orden social de los propios paradigmas de libertad, igualdad y fraternidad que nutrieron a la revolución política democrática que le dio nacimiento y viabilidad.

La acumulación y concentración de riqueza que se constata en nuestro tiempo, es al propio tiempo acumulación y expansión territorial y social de la miseria.

Esta dialéctica que perfila en riqueza en pocas manos, en contraste con la miseria creciente, da su evidencia a su vez, en el crecimiento dentro del espacio productivo, de manera rápida e ininterrumpida de la población económicamente sobrante, que es no otra cosa que el resultado del desarrollo en los últimos 30 años, de los procesos de concentración y centralización capitalista, que han barrido capas enteras de la burguesía y pequeña burguesía.

  Cuando nos referimos a la población  económicamente  sobrante como signo humano visible de nuestro tiempo y del orden social capitalista en donde sobrevivimos estamos aludiendo , es una categoría conceptual que pretende abarcar un grupo heterogéneo de la clase obrera y los oprimidos, que se mantiene dentro de la relación dominante impuesta por el  capital en su lógica de reproducción que  expresa una de las formas de explotación, en tanto ejército de reserva y acumulación de valor por desposesión de otros que anteriormente lo poseían. Su alcance excede el mundo de los desocupados en tanto más allá de estos, abarca a parte de la población que ha dejado de rendir plusvalía en forma directa al capital en condiciones de productividad media.
Simplificando y solo a título enunciativo: desocupados efectivos, empleados estatales precarios (desocupación oculta), jóvenes sin trabajo subsidiados, grupos poblacionales impulsados del campo y obreros que trabajan en pymes y empresas recuperadas que viven de los subsidios estatales.


En el contexto nacional, si se lo mira desde la estructura capitalista tardía y dependiente con la que toma forma nuestra sociedad, se constata el estancamiento de las tasas de crecimiento productivo y el descenso de la tasa de ganancia. Ambos imponen a la burguesía para su sobrevivencia un relanzamiento, que exige materializar un ataque abierto sobre los trabajadores y demás sectores oprimidos, empleando en principio , la táctica  del desgaste, es decir, la erosión permanente de posiciones sociales y simbología cultural , que va dando lentamente como admitido, un proceso de degradación creciente en la población, naturalizando sus efectos con el costo evidente de la pérdida del estándar de vida y en particular en el arrebato de libertades democráticas que le asisten por la sola condición de ser hombres.

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Por otro lado, en cuanto se refiere al desarrollo de fuerzas productivas en lo que va de este siglo, en términos generales se produce un cuadro de estancamiento con caída de recursos, extracción de recursos naturales en forma antagónica a la conservación del espacio de habitabilidad del territorio y el endeudamiento en altas tasas de interés con organismos financieros internacionales.  .

Este último factor es decir el que concentra en los discursos el señalamiento del alto nivel de endeudamiento que tiene el aparato productivo, es el que hace que el discurso político se vea esencialmente marcado y establecido por la específica variación que se ha producido en el ciclo económico de modo tal que, la reproducción del capital exige de la determinación de otras instancias ajenas al proceso productivo formal específico.

Dicho en otros términos, la gravitación de la economía informal y  en gran parte ilegal, asume significativa relevancia por los altos flujos de dinero que surgen de su desenvolvimiento a cielo abierto  , y esa objetividad es la que pone el problema de la seguridad en la escena de la intervención política, en la medida en que la crítica existencia de la economía productiva regular y formal recibe necesaria asistencia desde flujos generados desde la economía delictiva que blanquea sus orígenes en el orden económico “normal” de la producción generalizada de mercancías.

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El capitalismo está por encima de la legislación que facilita su reproducción. También lo está respecto, de la Constitución Nacional en tanto ley superior y de todas las agencias represivas que crea en la distribución de poderes de la república burguesa esa misma ley superior

La producción generalizada de mercancías propias del modo de producción capitalista, crece y se reproduce también, en las tramas informales e ilegales de las relaciones sociales aptas para producir valor a través del empleo de trabajo humano. Por eso hoy, es impensado el desarrollo del capital sin paraísos fiscales, sin grandes financieros, evasión impositiva, circulación y lavado de activos, flujos de dineros directamente generados por actividades delictivas, narcomenudeo, jóvenes empleados en la distribución y producción de mercancía ligada a drogas previamente declaradas ilegales etc.

Por esta fenómeno objetivo del desenvolvimiento de la vida material en la estructura económica de nuestra sociedad de clases ese factor genera a la vez el sostenimiento  de los mercados legales y pone en crisis al pretendido ajuste del poder burgués a su propia ley , por vía de un pretendido Estado de derecho, con matriz en la Constitución Nacional a la que se exhibía fetichistamente como fundamento último de todas las relaciones sociales que se sostienen en la prevalencia del derecho de propiedad privada.

Debe advertirse entonces que el desenvolvimiento del capitalismo ha impuesto por sus características objetivas de reproducción una mutación en los paradigmas que le daban fundamento, generando nuevos espacios relacionales que hacen emerger situaciones de inseguridad en la vida cotidiana, nacidos de la específica vigencia en la realidad de la economía delictiva.

En un marco de exaltación de la libertad y la igualdad, el capital surgió necesitado de seguridad para el trabajador y tranquilidad para los consumidores. En su estado actual el agotamiento de los mercados legales torna necesaria la expansión de las economías informales y los mercados ilegales, lo que hace que la violencia se vuelva un recurso productivo, necesario y funcional y la llamada “inseguridad” sea la consecuencia necesaria en plano cultural de ese fenómeno. .

Existe entonces una suerte de encadenamiento productivo que hace a la lógica reproductiva del capital en su conjunto, que se agudiza en tanto el circuito legal deja de tener posibilidades de desarrollo autónomo por sobreproducción o falta de posibilidad efectiva de realizar la plusvalía, con el encadenamiento condicionante de la economía criminal expandida y con sus propios mercados.

De esa forma los mercados formales necesitan tanto de los mercados informales como estos de los mercados ilegales.
Es decir, no basta con la ley, se necesita del crimen. El capital necesita seguridad jurídica, pero también por razón de su estancamiento apela a otras reglas de otra naturaleza, en la que incluso están contenidas acciones de fuerza o intimidación de resultados letales, todas ellas para crear y expandir mercados ilegales e informales que necesitan de distintas formas de violencia para resolver sus conflictos que no pueden dirimirse en los tribunales. Por esta vía, y paradójicamente, la violencia se convierte en un factor de producción.

Todo este entramado objetivo del fenómeno real, se busca disimular en campaña electoral y en el discurso constante y permanente de la acción publicitaria de los medios a través de las premisas ley y orden, que serían aquellas aptas para reformular la situación con pretendido criterio superador.

 Ley y orden serían la nueva definición de la “seguridad” que se hace a través de la exaltación como factor a combatir de su negación , es decir, la “inseguridad”- Ley y orden  llevan de la mano a la necesidad de la presencia expandida de las agencias estatales represivas, el discurso punitivita de ampliación delictiva de conductas antes no consideradas tales, y el incremento de las penas, empoderando a la vez, las instancias de castigo personal relacionadas con los servicios penitenciarios provinciales y nacionales.  

A este problema se suma en particular que, la agencia policial se ha horizontal izado, generando en su seno corporaciones y hasta pequeñas empresas delictivas que cobran autonomía desconociendo anárquicamente toda regulación, factor este que profundiza el carácter necesariamente violento de la resolución de los conflictos, donde además se incorporan todas las demás contingencias emergentes de la cultura narco, que exceden el propósito de este trabajo.

En otras palabras, la violencia se ha convertido en última instancia, en la manera de reproducir las relaciones de producción ilegales que a la vez por el flujo de dinero que generan  se incorporan al circuito económico y financiero, sostienen la continuidad de la economía formal.
En ese contexto, la regulación invisible de esos otros mercados y la gestión invisible de la violencia que los torna operativos, esta básicamente encarnada por el aparato policial y el resto de las agencias represivas del Estado de la burguesía.

Lo cierto es que la violencia y su resultado “la inseguridad” entendida como negación dialéctica de un determinado orden social donde los actores adquieren sensación de certeza en sus comportamiento social y no ven afectados de manera directa sus bienes y su integridad física , se convierte en estos tiempos en una obsesión política y la presunta “guerra “ contra el crimen asume centralidad política, por vía de discursos que promueven la ampliación de las facultades policiales y de fuerzas de seguridad para contener a la población sobrante. Con este despliegue del poder burgués se dota a las fuerzas de seguridad del control invisible del mercado informal e ilegal, de forma tal que este pueda materializar sin mayores controversias, sus funciones reproductivas generadoras de flujos de capitales desde el orden interno, sin que afecte por sus modalidades el desenvolvimiento de la producción legal y en gran medida haciéndola sustentable.

 Es decir, el contenido concreto que asume la violencia estatal legitimada tiene correspondencia significativa con las formas del poder político, las representaciones sociales y los valores vigentes que la tornan aceptable por las mayorías poblacionales a través de la ficción del voto.

En este último plano, en particular para los espacios territoriales en donde se radica esa producción, existe el discurso al modelo “tolerancia cero”. Esto, no es otra cosa que la confesión de que la política tiene que subordinarse a la necesidad primaria y dominante de la estructura productiva del capital y sus demandas.

La violencia represiva asume forma de guerra contra el crimen permanente en aras de contrarrestar un cuadro subjetivo de inseguridad y se traduce en una reformulación jurídica y penitenciaria que conduce al encierro creciente de jóvenes en situación de población sobrante .Esta guerra, es hija y expresión potenciada de la llamada defensa social, y funcional a la forma de acumulación , reproducción del capital y la concentración de la riqueza que del mismo se genera.
Dicho en otros términos , esta guerra contra el crimen tiene como función sistémica justificar la violencia Estatal. Los núcleos duros del “fenómeno delictivo” centrados en los jóvenes son enemigos cuya existencia es imprescindible mantener para garantizar la represión de todo lo que se añade falsamente en su entorno, y esto incluye la represión de la protesta social.
Así descripto, el incremento de la población sobrante se presenta como una de las principales contradicciones del sistema capitalista. Al existir un incremento en el desarrollo de las fuerzas productivas, a la par y como consecuencia de ello, se necesitan menos obreros y se eliminan las pequeñas empresas del rubro, sirviendo ambos extremos a la conformación y consolidación de la población excluida del proceso productivo, sobre la que luego se lanza el control social punitiva o simplemente la violencia letal, estatal o para estatal.

La violencia como efecto constatable a diario sobre los cuerpos y la psiquis de la clase trabajadora debe ser denunciada como, la manera de modelar la fuerza de trabajo emergente de la población sobrante, que necesitan las economías ilegales para reproducirse y expandirse con encubierto consenso social

. Dentro de esta construcción, es central comprender y hacer comprender que, la automatización de la producción y el progreso técnico hacen que cada día sea mayor el desaprovechamiento del potencial de producción, el paro forzoso y el excedente de capital -que se combina con el sobrante de población- prueba, todo ello, de la extraordinaria profundidad a que llegan las contradicciones del régimen capitalista.

En paralelo esa técnica de dominación se completa con el desarrollo por consenso del “otro”, como enemigo, es decir, hacer visible y lograr aceptación respecto de un estado de cosas, en el que el burgués y el trabajador formal, conforman un polo opuesto a la población sobrante y descargar sobre esta todos los males.
Ese contexto de lucha contra el otro en términos bélicos surge incluso del discurso oficial.

Sin duda, estamos frente a un proceso social complejo, pero aun así es posible observar que en él se define una fuerte tendencia de abierto ataque por todos los medios, hacia un sector social determinado ubicado dentro de la llamada población sobrante.
En paralelo ese grupo o espacio social por su heterogeneidad está en una situación de desarme ideológico tanto en el plano político como cultural que demanda una defensa estratégica montada y asumida desde los intereses de la clase trabajadora organizada tanto en el plano sindical como político.
En primer término es necesario romper con la dicotomía hacia el interior de la clase no permitiendo la segmentación por vía de quienes por un lado están ligados al trabajo formal, con los precarizados y aquellos que carecen de posibilidad de acceder estructuralmente a un empleo .
Este proletariado urbano, joven y precario , constituye el principal blanco de ataque ideológico de clase que se concreta culturalmente en la exaltación de los trabajadores organizados y formales contra los desplazados componentes de la población sobrante . se contrapone al “que pone el lomo” con el que vive de los planes o del trabajo ocasional.
Esto no tiene otra finalidad que consolidar falsa conciencia sobre lo que nos ocurre, en particular con el proceso de fragmentación o segmentación del proletariado, que encuentra sus fundamentos en las formas de reproducción del capital. Se trata en última instancia de ocultar que desempleo, marginalidad, pobreza, precariedad e incertidumbre anidan en el corazón mismo de la dialéctica reproductiva del capital y la construcción del modelo de asalariado que ese proceso de realización y producción de plusvalor requiere conforme a la fase en que se encuentre.

 En paralelo esa técnica de dominación se completa con el desarrollo por consenso del “otro”
El objetivo es hacer visible y lograr consenso respecto de un estado de cosas, en el que el burgués y el trabajador formal, por consenso conformen un polo opuesto a la población sobrante y descargar sobre esta todas las estrategias de dominación que resulten necesarias, incluyendo la pura y simple represión estatal o paraestatal.


El problema es la realidad de la tendencia creciente a la consolidación de amplios sectores en población sobrante estable y su pauperización y a la vez denunciar que su origen anida en el proceso objetivo de acumulación y reproducción del capital , buscando evitar que esa situación se haga carne en la clase en sí de modo que sea la propia clase la que participe activamente en el propio proceso de exclusión, reclamando su expulsión de los espacios sociales , visibilizando a sus pares como enemigos. Trabajador libre y pobre son el producto común y contradictorio de un único y mismo proceso del capital y no el resultado de dos procesos opuestos.

El contenido concreto que asume hoy la defensa estratégica a la que aludimos ,solo se centra en un intento de búsqueda de un espacio de negociación con el poder Estatal, dentro del marco de las instituciones judiciales y políticas, sobre la base del respeto a las libertades y garantías democráticas concentrado en el castigo a los culpables y la denuncia de la complicidad policial judicial.
Si bien ese posicionamiento es necesario, hoy deviene insuficiente y exige construir un límite a esa estrategia de dominación , exclusión y eliminación física, incorporando otro discurso y otra práctica con eje básicamente antidepresivo, que reformule el orden punitivo instalado culturalmente por la clase dominante y su sentido fundante del castigo, en modo tal que esta no sea visibilizado por las amplias mayorías de la población como la respuesta necesaria e ineludible.
En este contexto el abordaje de la pretendida contradicción que surge de oponer delito-seguridad, debe buscar la superación concreta de esta falsa alternativa, con relevancia de lo político y modificación de la estructura económica productiva de la que el derecho no es otra cosa que su expresión instrumental y supraestructural.
Proponemos que se tome como necesidad de orden cultural, la construcción de un discurso crítico y superador de lo dado hasta aquí, quitando sentido y fundamentación a la tesis represiva que hace base en el castigo, entendido como devolución de dolor y mecanismo de defensa frente al otro socialmente degradado.
La agitación de consignas transicionales en condiciones de dominio estable de la burguesía (es decir, en periodos no revolucionarios), , es pertinente y necesaria en tanto, intento de enlazar los objetivos estratégicos de los socialistas con las preocupaciones inmediatas de las masas

Resulta de alto riesgo para todos, que se consolide en términos culturales un discurso que haga eje exclusivamente en aspectos primarios de la idea de castigo asimilable a la venganza y por esta vía se precarice la existencia, dividida entre probos y reos sociales, con el solo argumento de un barrio, una gorrita, una visera, una moto y sobre todo, ese color de tés oscura que tanto nos seduce a la hora de buscar un culpable. No hay guerra posible contra el delito. La única guerra posible es contra el orden social imperante que genera de sus entrañas esta lucha de sectores, amparada desde los aparatos ideológicos de dominación, para que la necesidad del autoritarismo, y las restricciones de nuestra libertad se naturalicen y hagan cuerpo en nuestra conciencia

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