NUEVO CURSO
La emancipación de la clase trabajadora es producto de la interacción entre los elementos estructurales del orden capitalista (la conformación de la clase obrera en el marco de un productivas) y la lucha de la clase obrera contra los capitalistas
El análisis del desarrollo del concepto analítico, clase obrera, se construye, siguiendo en particular al apartado V del capítulo segundo de Miseria de la filosofía (1847), que se ve proyecta en ideas semejantes en el primer apartado del Manifiesto Comunista.
Sin embargo, el derrotero de configuración en concepto, para el entendimiento de la presencia del trabajador como clase social, se favorece con la puntualización que se hace en El Capital capítulo 24 del Libro Primero de lo que se identifica como acumulación originaria, destacando que ella supone la expropiación de los medios de producción de campesinos y artesanos a manos de los capitalistas. La clase capitalista concentra los medios de producción; en virtud de ello, los trabajadores se ven obligados a venderse como asalariados para poder acceder a los bienes (aquí estos bienes asumen la forma de mercancías y deben comprarse en el mercado) que satisfacen sus necesidades.
De esta forma, la acumulación originaria es la condición material decisiva para la formación de la clase obrera moderna; no obstante, sólo a partir de la Revolución Industrial y la consiguiente ubicación de los trabajadores en las fábricas, puede hablarse de un proletariado en el sentido moderno del término.
Desde estos textos que hemos referenciado, es posible sintetizar las siguientes precisiones que parten de los efectos de la emergencia de la gran industria ya constatables en el tiempo existencial del autor.
En ese sentido resulta atinado al fenómeno al que aludimos, decir que la moderna producción capitalista, concentra en su desarrollo material y concreto el esfuerzo de una cantidad de personas significativas , que implicadas en la entrega de su fuerza de trabajo se coordinan funcionalmente entre sí para la generación de mercancías, pero de manera contradictoria ocurre en la faz subjetiva de ese fenómeno que estando la fuerza de trabajo también en la categoría de una mercancía entra en su propio mercado y queda sujeta a los avatares de la competencia siendo ese factor el que divide los intereses de los obreros a pesar de esa cooperación visible en el acto de hacer concreto su esfuerzo productivo.
De esta forma el trabajador objetivamente se encuentra frente a una competencia mercantil por la venta de su fuerza de trabajo frente a otros trabajadores que concurren al mercado con igual propósito, lo que incrusta una fractura en su similar condición y esfuerzo coordinado puesto en el proceso productivo concreto.
No obstante, aparece en la definición con sentido histórico del trabajador como clase social, otro factor del fenómeno, altamente relevante que es aquel que se circunscribe en la particular situación de necesidad constante de defensa del salario, este interés común a todos los implicados en la venta de su fuerza de trabajo y la generación del trabajo concreto frente a su patrono
Este último elemento de concurrencia conjunta no solo en la solidaridad que impone la línea de producción y el modo en que se concreta el trabajo, une al trabajador transformándose en una idea común de resistencia:
Por tanto, esta común unión en la manera en que toma cuerpo el trabajo abstracto y la defensa del salario frente al empleador genera un elemento objetivo específico de la sociedad capitalista: el trabajador tiene ante sí una doble posicionamiento respecto de su conducta esperada conforme a su posicionamiento en la sociedad, por un lado acabar con la competencia entre los propios trabajadores desempleados en el mercado de trabajo y por el otro poder hacer un enfrentamiento general superior al esquema defensivo del salario frente a los capitalistas bus.
En ese sentido en la Miseria de la Filosofía, Marx avanza sobre ese criterio analítico puntualizando que: Las condiciones económicas transformaron primero a la masa de la población en trabajadores. La dominación del capital ha creado a esta masa una situación común, intereses comunes. Así pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para sí.” (p. 141; el resaltado es nuestro).
Por medio de este proceso, los trabajadores comienzan a percibir que tienen intereses comunes diversos por el vértice con los empresarios que adquieren y disponen de su fuerza de trabajo definiendo las modalidades de concreción objetiva de la misma.
A partir de esta objetividad que excede la determinación voluntaria de los trabajadores individuales, se conforma la clase trabajadora en sí.
Esto no significa, sin embargo, que esa clase trabajadora en sí, generada desde la pura objetividad y la materialidad concreta del fenómeno productivo y las relaciones sociales que se construyen a partir del fin último capitalista, de producir mercancías en forma generalizada, se constituya como clase política, independiente de la burguesía.
Esto último, es decir, el carácter político del concepto “clase para sí”, implica en sentido inverso la presencia de un factor subjetivo de consciencia específico, que solo puede generarse desde la determinación individual del trabajador al tiempo en que decide adherir a un programa de acción política que supone en última instancia la construcción de su propio poder y el derrumbe del orden jurídico-institucional montado por la burguesía en tanto clase dominante.
Es por ello que, si se asume una actividad militante de naturaleza política revolucionaria, la tarea central es lograr se configure en una unidad subjetiva la fusión objetiva-subjetiva de la clase en sí y la clase para sí.
En definitiva, señalamos como clase trabajadora en sí, a un conjunto de individuos que reunidos por la existencia objetiva de la relación capital-trabajo, comparten condiciones de vida a partir de que se ven constreñidas a vender su fuerza de trabajo como único medio de sobrevivencia frente a la clase capitalista, a la que enfrentan a la disputa por el salario que reciben de resultas de la relación de empleo.
En este contexto prefigurativo y objetivo, de clase en sí, los trabajadores poseen conciencia de tener intereses comunes frente a la burguesía, pero esa comprensión consciente de su situación, no va más allá de pugnar por obtener mejores condiciones de venta de la fuerza de trabajo.
En el fondo, este estadio de la conciencia obrera es el que corresponde al sindicalismo y se concentra en el programa mínimo que enarbola el reformismo que hoy en Argentina se expresa con rasgo de oportunismo parlamentarista en el FITU y otros grupos satelitales a esa cooperativa electoral.
Sin perjuicio de ese señalamiento, debe tenerse presente que toda la estructura sindical en nuestra sociedad, se prefigura como una organización predispuesta no para cuestionan el régimen social capitalista, sino para una mejor venta de la fuerza de trabajo y la determinación de las condiciones específicas en que la misma se materializa.
En ese sentido es medular la precisión en cuanto a la verificación que de modo permanente debe hacerse en términos de lucha de clase de las acciones que los trabajadores como clase en sí generan en la vida cotidiana y en qué medida ellos pueden implicar un momento tendencial hacia el desarrollo consciente que implica un posicionamiento de clase “para sí”
Si el desarrollo de la lucha economicista particularmente sindical en la definición del salario en paritarias o por otro mecanismo, se consolida y resulta ser a la vez el techo inperforable de la lucha política, que termina por definirse en ese único sentido, el plano ideológico de la misma quedará entrampado en el esquema reformista de búsqueda de mejoras progresivas dentro del orden social capitalista.
En sentido inverso siguiendo los aportes de Marx es posible afirmar que ese desarrollo puramente economicista no responde a la dialéctica del fenómeno lucha de clases. En particular en Miseria de la Filosofía puede leerse lo siguiente:
“En la lucha (…) esta masa [de los trabajadores] se une, se constituye como clase para sí. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase contra clase es una lucha política.” (p. 141)
De esta forma, una intervención militante de naturaleza revolucionaria debe tener como premisa que la clase trabajador, como clase en sí, completa su desarrollo en la medida en que hace consciente como lucha política a su enfrentamiento cotidiano y objetivo con la burguesía y pone como punto estratégico la construcción de su propio poder y la destrucción del poder burgués estatal.
En otras palabras, la clase trabajadora se constituye en clase para sí solo cuando adquiere conciencia de que la única forma de dar respuesta a sus problemas radica en desplazar a la burguesía como clase dominante en la sociedad.
Los sindicatos, ya sean éstos por fábrica, por localidad, por rama de producción, las federaciones de sindicatos, las confederaciones nacionales, no superan el nivel de los intereses corporativos de la clase obrera, dentro del orden burgués y tienen ese límite objetivo en su accionar.
Para el reformismo hoy usando la apariencia marketinera de “la izquierda que lucha”, la sociedad debe abordarse de manera fragmentada, procurando ignorar o dejando en segundo plano la cuestión de la totalidad. De ahí que nade en las turbias aguas del orden social capitalista sin formularle cuestionamientos, ni impugnaciones de fondo, y omita propagandizar toda referencia a la construcción organizada de la vanguardia trabajadora y la conformación desde la misma de los elementos estructurales de la consciencia de clase “para sí” como elemento subjetivo necesario para la consolidación del poder obrero y la abolición del poder burgués estatal.
La pura militancia economicista en el marco de las actuales estructuras sindicales, vistas como organismos defensivos de la clase trabajadora en sí, dominadas de modo hegemónico por aparatos y camarillas enquistados en su seno que obran de manera funcional a las estructuras de poder burgués y a los sectores de esa clase ligados al capital industrial solo conduce sin perjuicio de su intensidad a la reproducción del orden burgués.
Los sindicatos, y quienes los conducen, en la medida en que acepten su condición de organismos que procuran reducir la competencia al interior de la clase trabajadora, no representan ningún desafío para la dominación capitalista. Por el contrario, y como lo demuestra la experiencia histórica, pueden coexistir perfectamente con la burguesía y las relaciones sociales capitalistas, de allí que más temprano que tarde colisionan con las acciones militantes de la vanguardia obrera que por vía programática y organización política ya ha llegado a situación de clase en sí.
Todo esto deja en pie un paradigma: La clase obrera sólo puede imponerse a la burguesía en la medida en que conciba sus relaciones con ésta en términos de lucha de clase contra clase, es decir, como lucha política de la clase obrera en sí y para sí, en contra de la burguesía y su poder estatal.
De este modo abordando las necesarias tareas de propaganda y por las acciones militantes pertinentes, el objetivo político de la constitución del trabajador en clase para sí permite en términos ideológicos, superar el aislamiento generado por las relaciones sociales capitalistas, que generan que los trabajadores vean y experimenten sus problemas como problemas aislados, propios del individuo como tal o de una empresa en particular.
La existencia de una clase oprimida es la condición vital de toda sociedad fundada en el antagonismo de clases. La emancipación de la clase oprimida implica, necesariamente la creación de una sociedad nueva. Para que la clase oprimida pueda liberarse, es preciso que las fuerzas productivas ya desarrolladas y las relaciones sociales vigentes no puedan seguir existiendo unas al lado de otras y colisionen entre sí por vía del estancamiento productivo y la falta de atención digna y suficiente de las condiciones mínimas y vitales de la existencia humana.
De todos los instrumentos de producción, la fuerza productiva más grande es la propia clase revolucionaria. La organización de los elementos revolucionarios como clase supone la existencia de todas las fuerzas productivas que podían engendrarse en el seno de la sociedad.” (p. 142 Miseria de la Filosofía)
La clase trabajadora es la única clase revolucionaria en la sociedad capitalista. Esto significa que la clase trabajadora es el núcleo fundamental de todo proyecto político que se proponga reemplazar al capitalismo por el socialismo. No es una mera convicción o una expresión de deseos, sino que es una conclusión que se desprende de la posición que ocupa el proletariado en la sociedad capitalista. Esto remite, por supuesto, a la centralidad del proceso de producción como articulador de las relaciones sociales.