Novedades
{"ticker_effect":"slide-v","autoplay":"true","speed":3000,"font_style":"normal"}

Nuevo Curso

MASSA, LARRETA, BULRICH, MILEI: EL UTILITARISMO EN CLAVE MORAL COMO PUENTE HACIA LA NATURALIZACIÓN DE LA EXPLOTACIÓN y LA OPRESIÓN.

El desarrollo de la farsa electoral domingo tras domingo exhibe el espectáculo de la votación por provincias y la selección de postulantes a representantes que no representan, por vía de las PASO, va dejando además en claro, la presencia de candidaturas diversas en la forma, pero coincidentes en las premisas sustantivas que se siguen de la emergencia que impone para la burguesía de conjunto, la crisis del orden social capitalista. Uno de esos puntos de coincidencias expuesto de modo explícito o tácito por los discursos, es el que deja trascender la catadura moral de esa clase explotadora y opresora.

Al tratar los asuntos de la moral, la discusión ha puesto de manifiesto, sobre todo, que si se rebaja el movimiento social a una simple manipulación de las masas humanas con vistas a alcanzar tales o cuales objetivos del poder, y si la política se convierte en una técnica social que se apoya en la ciencia del mecanismo de las fuerzas económicas, el sentido humano se aparta de la esencia misma del movimiento para establecerse en otra esfera que trasciende a este movimiento: el campo de la ética leída en sentido abstracto como espacio donde habitan los valores que por tales devienen inalcanzables, debiendo conformarnos con apreciaciones parciales de ellos en el plano cotidiano de las relaciones sociales en donde nos desenvolvemos según fuera nuestro posicionamiento de clase en sí en que revestimos más allá de nuestros designios voluntarios.

 Desde el momento en que se considera lo que apreciamos como realidad histórica como la resultante del campo de una estricta intervención de la causalidad y de un determinismo unívoco en el que los productos de la práctica humana, solo toman forma en la estructura económica, se está apelando a una necesidad fatal o una ley de hierro hacia una determinada finalidad.

Si vemos las cosas de esta manera, de inmediato chocamos con el problema de saber cómo debe armonizarse y si eso deviene posible, esa necesidad fatal diseñada en exclusiva por la estructura económica con la actividad humana y con el sentido de la acción humana en general, siempre sujeta a la diversidad y las contradicciones de intereses.

Ese choque de difícil superación entre lo cambiante y variable contenida en las acciones humanas cotidianas de la sociedad civil, con la objetividad de las relaciones económicas generadora de capital no tiene en sí mismo un modo satisfactorio de resolución

Este problema de contradicción confrontativa entre lo que se supone es objetivo, y aquello a lo que se encasilla dentro de lo subjetivo resignificado en la actividad humana en sí y la conciencia de sujeto para sí que incorpora cada persona en su existencia, puede tener, según la específica actividad militante de una vanguardia clasista, la función de aceleración de un proceso histórico inevitable 

Con este posicionamiento, sin duda que el proceso histórico en sí, se percibe desde un encuadre humanista, es decir, se le dota de sus necesarias incidencias humanas y se lo extirpa de la habitual y mecánica visión de la asimilación de esa dialéctica desarrollada en el tiempo con un fenómeno natural

Sin embargo esta apreciación de la incidencia relevante del llamado factor subjetivo, con el que se busca dotar de significación humana al proceso histórico y político si bien tiene la posibilidad de denunciar y buscar remover en lo ideológico , el enrolamiento de la historia como fenómeno natural, tampoco puede buscar ese objetivo a la  transposición mecánica, lisa y llana,  de los problemas del sentido humano y de las significaciones humanas del movimiento histórico y de la práctica social al campo de la actividad individual,  porque esto último hace que el conflicto social y su historicidad  pasen de la física social, al terreno abstracto de la ética. Hacerlo de ese modo supondría entender a la relación capital-trabajo con un fundamento diverso del que le otorgara Carlos Marx en su estudio del orden capitalista.

Así es, por ejemplo, que se apela por vía de consignas y programas a la moral   y se abogue por la realización de la relación capital-trabajo en términos concretos, a través de “un salario justo” donde el valor justicia funciona como un accesorio consecuencial de la relación humana signada por la adquisición y venta de la fuerza de trabajo humano para su despliegue en la actividad productora de mercancías.

El uso externo que la militancia hace del espacio propio de la moral para la observación y práctica sobre un espacio concreto de la realidad que se procura transformar, apelando a la idea de justicia lleva a una correlación demostrable entre una dialéctica mecánicamente errada, una concepción pragmática de la verdad, y el utilitarismo en clave moral.

 El examen de cada campo parcial de la realidad es siempre, al mismo tiempo, una verificación de los principios fundamentales que sirven para llevar a cabo el análisis.  Si no hay oscilación dialéctica entre las hipótesis del examen y sus resultados, si el análisis de unos fenómenos o campos parciales se basa en hipótesis adoptadas al margen de la crítica y los problemas parciales, ellos  no incitan a una profundización o a una revisión de las bases, entonces asistimos a la irrupción ideologizada como construcción de falsa conciencia de la “despreocupación teórica” y la apología del puro pragmatismo que hace relativos los valores que impregnan lo humano , transformándolos en mercancía intercambiable según los momentos y las situaciones concretas.

         Esta falta de apego por lo teórico supone además la habilitación social para que se puedan examinar los fenómenos económicos, revelar las leyes históricas y hablar de moral, sin referirnos al hombre en su condición de sujeto inserto socialmente en una clase en sí desde donde adquiere su dimensión subjetiva. En otros términos, ese pragmatismo construido incluso con valores abstractos habitantes de un mundo de ideas inaccesible hace que nos ubiquemos lejos del inquietante problema de saber qué es el hombre, y como ese hombre y su inserción social por pertenencia a una clase componente de ese todo social, en puja permanente, variada y de diversa intensidad con el «otro” posicionado en la clase antagónica.

La teoría del hombre es un componente de la realidad. Es un conjunto conceptual indispensable para el desenvolvimiento vital de la existencia con rostro humano, máxime cuando lo que se busca es introducir los problemas de la moral en la crítica al orden social capitalista

La teoría del hombre que juzgamos necesaria e indispensable en la explicación y superación de todo conflicto social, adquiere esa dimensión en tanto ese cuerpo intelectual sólo es accesible y necesario para la propia relación hombre-mundo, lo cual exige, a su vez, la elaboración de un modelo correspondiente de dialéctica, que dé cuenta y solución del problema del tiempo y la verdad.

El capitalismo en crisis de reproducción social nos propone por vía de la conformación de ideología con signos marcados de pragmatismo una combinación ecléctica del cientifismo con el moralismo, negando la posibilidad de trascendencia en los vínculos y relaciones humanos que no es el del utilitarismo centrado en el esquema según el cual , es bueno, apetecible , deseable y superador de lo dato, todo aquello que resulte útil al interés individual de cada sujeto, omitiendo con ello el sentido negativo que a la par le otorga a la noción de libertad en tanto propone que ella se detenga en su alcance a los alcances de la libertad de otro individuo que no pueden ser rebasados .

Las contradicciones emergentes del orden social capitalista respecto de la prevalencia en las relaciones intersubjetivas entre la verdad y la utilidad, los intereses del individuo y las exigencias de la sociedad, la explotación del trabajo asalariado y el capital, adquieren la posibilidad de su superación positiva, si a la vez y en forma contemporánea se solucionan las esenciales contradicciones de la existencia humana.

La ideología de la clase dominante en el presente momento de la lucha de clases detecta esta circunstancia y por ello apunta a la generación de un estándar existencial basado en  el escepticismo  sobre la premisa de que   la revolución socialista y la construcción-implementación, del poder obrero,  no puede arreglar ninguna de esas contradicciones, para lo cual resuelve la dialéctica tiempo y verdad, indicando la imposibilidad de esta misma como objetividad , para otorgarle prevalencia su definición como simple relato capaz de adquirir tantos significados concretos, como sujetos fueren los que enuncian ese discurso.

 Frente a este contexto, la militancia política adscripta a organizaciones que dicen ocupar el espacio de la izquierda en esta sociedad capitalista en crisis, debe reformular su posicionamiento propagandísticos como voceros y apuntar a  la aplicación de la dialéctica materialista a todos los fenómenos de la sociedad contemporánea y comprobar que la contradicción entre la palabra y el acto, la razón y la realidad, la conciencia y la eficiencia, la moral y los actos históricos, las intenciones y las consecuencias,  lo subjetivo y lo objetivo, existirá  siempre que no se supere el orden social capitalista , montado sobre una sociedad de clases y estructurado sobre los intereses de una de esas clases sobre la otra de forma explotadora y opresiva.

El capitalismo no es nada más que una forma histórica especial de esas contradicciones, que sólo se ubican por encima de la historia, con perfil propio dado por esa formación social, y su resolución implica precisamente la defunción de ese modelo social

La vanguardia de la clase trabajadora tiene que asumir como tarea, advirtiendo su retraso sobre esta cuestión, que  debe incorporar como capital intelectual  el hecho mismo de que estas contradicciones  a las que aludimos con trascendencia a la relación capital-trabajo existen  con esta y deben ser  verificadas , porque eso arroja una nueva luz sobre la relación entre lo que pertenece a una clase y a toda la humanidad, entre lo que es históricamente variable y lo que es propio de toda la humanidad por su propia condición de tal .

         En ese marco, hay que retornar con urgencia a la comprensión esencial de que el sujeto, en tanto ser viviente, una vez que entra, gracias a sus actos, en relaciones económicas, es arrastrado, de modo completamente independiente de su voluntad y su conciencia, a ciertas relaciones y leyes en las que funciona como recurso humano y factor de la producción por la incorporación al proceso productivo de su fuerza de trabajo siendo esa capacidad la única capaz de generar valor.

 En la economía el hombre sólo es activo en la medida en que aquélla es activa, es decir, en la medida en que aquélla hace de él un número o más concretamente una abstracción que le permite  estimular y subrayar algunas de sus propiedades y descuidar otras que son inútiles para su funcionamiento, transformando al sujeto en productor y consumidor, de allí que cuando la estructura del desenvolvimiento social necesario para la reproducción del capital ingresa en un período de crisis, ella se manifiesta en el hombre mismo con diversa significación concreta, según fuese su posicionamiento de clase en sí .

    La relación entre un hombre y   otra deriva de la posición que cada uno de ellos ocupa en la totalidad del sistema social. Si un sistema crea y supone hombres a quien el instinto impulsa a buscar un beneficio y a consagrar como valor “la utilidad” medida como un máximo efecto de ganancia y beneficio, quiere decir que los caracteres elementales del hombre que así se percibe, entran en crisis tanto como la crisis que asume la totalidad del orden social en el que se encuentra

            En la misma medida, la reducción del hombre a cierta abstracción es la obra primitiva, de la realidad histórica misma. Por eso, la estructura económica implica a su vez, un sistema de relaciones en el cual el hombre se metamorfosea constantemente en hombre económico básicamente resignado a desarrollar afanosamente y como designio último de su existir esa búsqueda de la utilidad por sobre toda otra consideración, haciendo de lo útil un valor en sí mismo.

                  Cuando el sistema social, ya sea en forma de formación económico-social, de vida pública o de relaciones privadas, es puesto en marcha se mantiene gracias al movimiento social de los individuos. Eso ocurre en igual manera cuando entra en crisis de reproducción ya que, son precisamente los productores primarios de las relaciones sociales puestas al designio de la generación de mercancías en forma generalizada los que padecen sus efectos negativos, recayendo esa consecuencia disvaliosa en la clase trabajadora por perdida del empleo, procesos de empobrecimiento por efecto inflacionario y desvaloración de la moneda, que generan escenarios culturales de miseria.

Dicho, en otros términos, el sistema social es en función de los hombres que conforman el mismo por vía de sus relaciones, su comportamiento y sus actos, y a su vez determina el carácter, la extensión y las posibilidades de ese movimiento y de los hombres que lo producen.

 La ideología dominante que impone la burguesía en el poder por múltiples formas busca naturalizar este “orden de cosas” y en particular su visión del hombre entendido en abstracto y despojado de sus concretas realidades existenciales.

Frente a esto debe advertirse que en ningún caso la propaganda militante de las organizaciones que llaman a ubicarse de modo reformista en la izquierda del régimen capitalista apunta a correr el velo de lo falso ínsito en ese despliegue ideológico para permitir que la acción adquiera sentido liberador y emancipador de una clase social explotada y oprimida.

Las omisiones de la propaganda militante de ese sector político contribuyen por inacción a que la burguesía alcance su propósito que no es otro que lograr que se produzca una impresión falsa y compleja según la cual parece, que el sistema funciona completamente independiente de los individuos y, que los actos y el comportamiento concreto de cada individuo nada tuvieran que ver con la existencia y la marcha del sistema. Sin embargo, el hombre concreto, puesto en condición de clase trabajadora en sí, existe siempre en el sistema y, como forma parte de él, tiende a reducirse a algunas funciones o formas determinadas, pero a la vez es algo más que el sistema efectivo, por lo que adquiere aptitud para su transformación a partir del proceso consciente de asumirse como clase “para sí” desde la cual avanza hacia una nueva sociedad.

 En definitiva, la existencia del hombre concreto que, desde su condición objetiva de trabajador, se sitúa en la extensión entre la imposibilidad de ser reducido a un sistema y la posibilidad histórica de superación – de transcendencia del sistema y en eso consiste su emancipación, que debe ser lograda por su obra misma.

 La propaganda militante socialista debe asumir la crítica de lo dado señalando la presencia en el tejido social capitalista de una confrontación de lo que el hombre, como individuo en sistema, puede y debe hacer y realmente hace, y los actos que le son prescritos mediante códigos de morales que le dan cuenta de su destino como sujeto emancipador de la alienación a la que se ve sometido por el orden capitalista.

 La ideología generada desde los aportes intelectuales funcionales orgánicamente con la burguesía, ha anclado en la economía, comprendida no en el sentido vulgar de factor económico sino en el sentido de sistema histórico de la producción y reproducción de riqueza social, un mundo de valores abstractos inaccesibles al sujeto, al que a la vez predispone a dar a sus acciones y sus sentimientos solo un propósito utilitarista que desencadena vínculos despojado de todo sentido de lo humano.

         El sistema de las relaciones reales entre los hombres, anclado en el modelo de la economía, de la vida política o pública que impone el capitalismo en crisis de reproducción y sus métodos de resolución de ese estado por implementación de barbarie, miseria y desocupación, está basado en la desconfianza para con los hombres concretos y sólo puede sobrevivir gracias al hecho de que se exalte los malos aspectos del carácter humano, como el utilitarismo y la codicia. La moral del capitalismo en crisis se concreta en la aplicación sobre el trabajador de una esfera particular de la actividad esencial alienada, produciendo una relación de alienación con otra alienación. El sujeto se aliena respecto del objeto que produce al transformarse este en mercancía ajena a su dominio efectivo y luego multiplica ese efecto por el ajuste de sus actos al principio de la utilidad, que se mide en la eficiencia de la acción para acceder a más mercancía.

                      Como la moral por una parte y la economía por la otra le obliga al trabajador a ver en otros trabajadores como competidores y potenciales enemigos en la carrera tras la obtención de ventajas económicas, en los esfuerzos por asegurarse una posición social y en la lucha por el poder

                    Sin embargo, la miseria, la insuficiencia material y la explotación, aun correctamente subrayadas, pierden relevancia, si se las simplifica, y se las separa de su estructura general. El señalamiento de las carencias materiales y la miseria comprueba una contradicción histórica entre la verdad y la infelicidad: aquel que conoce la verdad y ve la realidad tal cual es, no puede ser feliz en el mundo moderno. Nuestra existencia en sentido inverso, impone al hombre que no conozca o busque la verdad y mire la realidad a través del prisma de las convenciones y las mentiras con un fin puramente individual y utilitarista.         

      Cada mercancía en su dominio fetichesco y alienante sobre el trabajador no es más que un simple impulso o un simple pretexto de transición hacia una nueva mercancía diversa y distinta de la anterior, de modo que el hombre se convierte en un ser acosado por un deseo nunca satisfecho. este deseo nace, no de una relación espontánea con las cosas y los demás hombres, sino de una comparación y una confrontación en acecho que ayuda al hombre a medirse a través de los otros y a medir a los otros a través de sí mismo.

Una expresión superior de esa situación se ve en particular con el llamado “deseo de beneficio” o “utilidad” leído en términos de ganancia, que aparece en la conciencia del capitalista como el motivo de sus actos por vía de la introyección simbólica del proceso valorizador del capital. Esto último no es otra cosa que, la transformación de todos los valores en simples puntos transitorios de una carrera general y absoluta a otros valores, que tiene por consecuencia el vacío de la vida, la degeneración de la idea de que la felicidad se hace con la comodidad y que la razón se hace con la manipulación racional de las cosas y los hombres

Cuando se apela a la premisa de la emancipación de la clase obrera por su propia obra, se está indicando entonces, que esa es la antinomia que el hombre que solo es dueño de su fuerza de trabajo   debe resolver en la praxis.

Esta atmósfera cotidiana de la vida moderna, trastoca el medio en fin y el fin en medio, cala en la estructura económica expresada en la sencilla fórmula: dinero-mercancías-más dinero. En el mundo actual el hombre está formulado por la “Comparación y competencia, en lugar de verdadera comunidad”, la práctica histórica debe transformar la estructura de este mundo para que el hombre pueda ser formulado así: “La comunidad verdadera en lugar de comparación.Karel Kosík

La propaganda militante con sentido transformador debe permitir a la vanguardia de la clase trabajadora en la comprensión del capitalismo no exclusivamente como un modelo productivo que permite bajos salarios a los que se considera una injusticia sino avanzar en la especificación que ese orden social explotador y opresor es además, un sistema en el que la vanidad, el amor propio, el deseo metafísico, el resentimiento, el tumulto y la vida, la transformación del bien supremo en fantasma y la promoción del fantasma al grado de bien supremo nacen, y se reproducen  al igual que la interiorización, de la estructura económica.

 

NUEVO CURSO