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LA LEGALIDAD : FACTOR GENERADOR Y ELEMENTO  FUNCIONAL DE LA DOMINACIÓN CULTURAL CAPITALISTA ACTUA DANDO LEGITIMIDAD A LA VIOLENCIA ESTATAL.

«…..falso, corazón helado, espíritu calculador que hace el mal sin pasión , y organiza lentamente el despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo,,, ,Necesitase, empero, para desatar este nudo que no ha podido cortar la espada, estudiar prolijamente las vueltas y revueltas de los hilos que lo forman, y buscar en los antecedentes , en las fisonomía del suelo, en las costumbres y tradiciones populares , los puntos en que están pegados «(Domingo F Sarmiento. FACUNDO)

El Derecho y el Estado deben ser analizados, en términos de dominación social y el orden capitalista que la instituye con sus significativas implicancias. La forma jurídica en sí, contiene una “lógica”, una estructura, que no es sino la forma «normativa» de las exigencias de la reproducción ampliada del capital, máxime cuando ese específico devenir entra en situación de crisis que se hace evidente y como mínimo, por su estancamiento.

Un entramado de apariencias ideologizadas por la cultura dominante se ordena, sin embargo, hacia el desmerecimiento de toda aproximación revolucionaria que resulte en los hechos políticos, la superación de esta crisis del orden social explotador donde sobrevivimos, que nace de la objetividad extraíble de la materialidad que asumen las relaciones de producción capitalistas como traba al desarrollo socialmente progresivo de las fuerzas productivas.

Esta afirmación nace incluso de un desenvolvimiento histórico del concepto al que arribamos. Una vez que el capital se ha apoderado de nuestra  sociedad  generando a nivel mundial su señorío existencia, en tanto su ordenamiento social se constituye como orden global, ese modelo de existencia en la que estamos contenidos desde el lugar de  clase trabajadora  en sí,  no puede hoy  reproducirse sin que para ello no se agudicen sus  lógicas y contradictorias  implicancias de producción generalizada de mercancía que no se realiza en el mercado , ley de valor, y tendencia creciente al empobrecimiento poblacional .

El capitalismo es hoy un orden social incapaz de organizar una situación existencial humana con contornos previsibles y duraderos donde los proyectos individuales puedan acompañar sin contradicciones al proyecto social de la comunidad donde se desenvuelven. La reproducción social del capital lleva hoy a su imposibilidad de sacar de sus mejores avances técnicos la aptitud del contexto global, para dar a los hombres, bienestar material, libertad, seguridad y existencia digna.

El sujeto social de estas constataciones, en tanto gestor o impulsor de este orden de cosas es la burguesía como clase en sí y para sí, que de conjunto asiste hoy a la tarea de metamorfosear en sistema y en política una determinación asimilable al “sálvese quién pueda”, al darwinismo social, que hace que se exhiba en plano de apariencias a la faz del mundo como lo único posible.  Es decir, un único modo de ser, que para el trabajador significa NO SER.

La cultura dominante que apunta en todo momento a permitir la reproducción del capital, conduce de modo permanente a la imposición necesaria del paradigma o significante colectivo que hace eje en la exaltación como valor del individualismo pragmático, formateado en el modelo ilusorio del “emprendedor”

La naturalización y asimilación colectiva de esta suerte de modo de existencia al que se le asigna viabilidad y posibilidad, se dota de un socio imprescindible que es la instalación generalizada del sentimiento compartido de su inevitabilidad, bajo su popularización en el sentido común del “es lo que hay”.

De esta forma el resultado combinado de los factores culturales expuestos y nacientes de la propia crisis del sistema hace que la existencia pueda reducirse al esquema 

LO POSIBLE=LO IRREMEDIABLE es la competencia individual por la posesión de objetos y de prestigio social tomado este incluso como una mercancía más a la que puede accederse por la simple posesión de dinero.

De esta combinación llevada a un plano extendido, surge como con sentido alarmante LA INHUMANIDAD DE LA CONDICIÓN HUMANA.

Es la emergencia de estos significantes combinados la que hace presente inicialmente su negación humanista, haciendo que de ella surja una segunda nominación con perfiles revolucionarios generativos de un nuevo ordenamiento social, es decir la construcción de nuevos escenarios de vida sobre la base de nuevas relaciones sociales de producción, con perfil comunitario y abolición del salario.

La inhumanidad que barre con todo signo de reivindicación de esa condición para los trabajadores. La inhumanidad es gestada desde la acentuación de la fetichización de la mercancía y su deriva subjetiva en plano de perdida de la condición de sujeto trabajador por vía de la agudización del proceso de fetichización de la mercancía y la enajenación del trabajador que la produce.

La consideración mayoritaria del sentido común conforme al  cual  el  capital es lo único posible como regla de convivencia social  para el hombre, es la   productora por mínima relación de causa-efecto de su contrario plasmado en la incertidumbre, cuyos perfiles proyectados de lo individual a lo social, nos dan cuenta que estamos transitando  una versión  de este modo de producción que describe y consolida  un hombre real , enajenado en las cosas y proyectado en una multitud sin proyecciones comunitarias.

Para arribar a este momento histórico de desenvolvimiento de la ley social de lucha de clases, para que esto suceda, tal como lo dejamos planteado se reunieron en el tiempo tres elementos: que circulen mercancías, que los obreros vendan su fuerza de trabajo como mercancía y que el estado promueva e incluso «ponga» las condiciones para la circulación-reproducción ampliada del capital. Estos tres fenómenos formaron   en el fondo, el fundamento necesario del derecho en tanto este por su esencia, la ley, le da forma visible a este requerimiento e imperativo del sistema explotador y opresor.

Sin embargo, todos estos factores entran hoy en crisis producto de múltiples incidencias históricas y coyunturales que llevan al sujeto a un generalizado pesimismo sobre las posibilidades de progreso genera y encuentro colectivo. La burguesía es la clase social que, con su sistema, lejos de la civilización prometida en sus declaraciones fundacionales, nos lleva a la ruina, la miseria y la desolación.

   En este contexto no hay posibilidad alguna de mejorar lo dado, dentro de este contexto, por lo que cabe su abolición revolucionaria Hay en la sociedad capitalista de nuestro siglo, con marcado carácter, la mutua interinfluencia e interpenetración de los planos jurídico, político y económico haciendo que con condicionamiento recíprocos desenvuelvan lo dado como inevitable conclusión, más allá de sus efectos alarmantes-.

El sistema jurídico vigente en nuestra sociedad, cualquiera fuera la forma específica que asuma, tiene en sí, una función de catalizador y, a la vez, de marco dentro del cual se despliegan la totalidad de las relaciones sociales gestadas por el Capital y la lucha de clases. Esto significa que no tiene entidad solamente en tanto herramienta o mero aparato al servicio de la dominación de clase, sino que además se habilita para negar la posibilidad que la táctica discursiva de los derechos subjetivos declarados por el Estado se concretice en el espacio de la realidad.

Esto último, descarta todo cuanto desde el plano intelectual aboga a cerca de la factibilidad de lograr observar y comprender al sistema jurídico únicamente como un instrumento accesorio a disposición para su utilización por la clase dominante cuando se trata de neutralizar y contener los conflictos que se dan en el seno del orden social y que necesariamente lo desgarran

Visto esto en sus específicos alcances, es apreciable que su proyección en los hechos, hace girar la práctica militante – como sucede desde hace tiempo- en torno a la idea del Estado como esfera de reconciliación de los antagonismos sociales y aceptar que la dimensión de los conflictos sociales existentes entre una sociedad civil caótica e informe y un Estado ordenador y racional.

 Todo esto nos ubica frente al Estado en tanto institucionalidad preordenada por las Constitución que lo gestara como una existencia que no es meramente aparente o imaginaria, sino como una verdadera hipóstasis de lo social, es decir, como un ente separado y autónomo con respecto a las relaciones sociales que está llamado a dominar

En sentido inverso, el pensamiento orgánicamente atinente a los intereses de la clase trabajadora y la acción militante implicada en esa intervención necesita    partir de la facticidad y la realidad, despojada de esa especulación ideológica abstracta carente de expresión en los hechos concretos.

El Estado no puede erigirse en único representante autorizado de la multiforme y plural vida de la sociedad civil construida sobre la existencia de clases sociales que emergen de la relación de producción misma, siempre atravesada de complejidad, máxime si se parte que es la resultante normativa de la imposición violenta posteriormente consensuada de la victoria de la burguesía contra otros sectores sociales,

Las premisas políticas que hoy parten de pensar al Estado como una institucionalidad neutra, y su desenvolvimiento por los gestores políticos en farsesca campaña electoral, no son sino subterfugios proto jurídicos y arbitrarios, con los cuales encubrir la funcionalidad larvada del sistema legal vigente para con los intereses particulares de la clase propietaria.

El espectro de la guerra ya desatada en otros puntos del planeta y sus proyecciones, pone en riesgo significativo al ser humano generalizadamente considerado y las sociedades civiles donde se congrega, si el régimen social propio del orden capitalista no es superado por la clase trabajadora en términos políticos por imposición del poder obrero y el programa socialista.

Las tareas de propaganda que la militancia emprende frente a esta situación de la lucha de clases, deben centralizarse en la difusión de la necesidad de transformación revolucionaria del orden existente, apelando en todos los casos a su agotamiento como factor determinante de la existencia humana. La revolución en tanto objetivo político estratégico, tiene legitimidad y viabilidad para alzarse como dirección final del enfrentamiento contra el capital, sus efectos y sus circunstancias.