En la semana que corre con posterioridad a la primera etapa de la farsa electoral, tras la monopolización de la imagen “Milei” operada con función de penetración de falsa conciencia por los aparatos comunicacionales del poder burgués, sin embargo, todo parece diverso y complejo.
Sin embargo, la centralización en la imagen del candidato cumplió con su objetivo final de vaciar de contenido la realidad de los hechos según se imponen en la lucha de clases.
Tras la abrumadora presencia del líder de “La libertad avanza” se impone la legalidad que busca dar prevalencia en la escena a la segunda etapa de la farsa electoral y con ello incrementar el número de votantes que fue ciertamente el factor relevante del primer ensayo seleccionador de los operadores políticos de la burguesía que gestionaran sus intereses a futuro.
Si se habla de participar en elecciones tomando como eje a Milei, las “falsas opciones “que se ponen en el mostrador se plantean como herramientas para frenar o favorecer el pretendido fenómeno, pero en uno y otro caso todas concurren a la búsqueda del incremento de votantes en el comisio.
El resultado de la omisión de este aspecto de la cuestión, esto es de la significación jurídica del acto electoral impuesto por vía legal para reproducir su institucionalidad dominante según se configura en la Constitución Nacional, desplaza en la superestructura la apreciación de la íntima relación que tiene lo jurídico con lo político en la medida que esta última esfera de relaciones plantea desde la burguesía un escenario de legalidad.
Las organizaciones y los operadores políticos que hoy corren a dar sus opiniones sobre lo dado en un entramado donde se forzó el voto para seleccionar candidatos de los distintos aparatos partidarios en un momento de la decadencia de estos últimos, buscando ser determinantes con su discurso en lo porvenir, no hacen otra cosa que consolidar el proceso farsesco que implican los comicios en esta instancia de la lucha de clases.
No hay en los disertantes una relación discursiva primaria en torno al problema esencial de la relación mando-obediencia ínsita en toda representación política que se alegue por quienes concurren al acto eleccionario, cuando esa representación luce crítica, producto de la profunda crisis institucional de poder que exhibe la Argentina, tributando los límites y obstáculos que se le presentan a su particular forma de reproducción del capital.
Dicho de otra manera y en el mejor de los casos, asistimos a la profusión del comentario del fenómeno sesgándolo ideológicamente sobre la figura de un candidato que concurren para legitimar por consenso un nuevo período de dominación, explotación y opresión.
A partir de ahí, todo lo demás parece un acto universitario, y las intervenciones son propias de alumnos defendiendo su tesis para que se les dé por aprobada la materia “elecciones” y sobre todo su autoestima teórica proclamada o embozada en las apreciaciones que se vierten,
En ese contexto, también debe advertirse como emergente del actual estadio de la lucha de clases que el espíritu empresario de la cooperativa electoral FITU no cesa, aún ante la evidencia de los resultados adversos a su política parlamentarista
Está claro que no hay ningún hacer común que marque la necesidad de un cambio de actividades atinente a un nuevo análisis del fenómeno en sí.
Los discursos por su contenido solo dan para soliloquios acompañados y acciones pasivas. Si no hay denuncia del orden burgués, si se habla de viabilidad del sistema republicano y a la par no se interviene como sujeto político-partido dentro de esa forma jurídico-política que se dice vital, lo que se confiesa es impotencia manifiesta y esa realidad consolida las operaciones del poder burgués en curso.
La palabra orden, es uno de los significantes y significados de la política que cobra centralidad en la intervención política de la burguesía que se desarrolla con espacio específico en la estructura económica. Desde ella se impone la desnaturalización controlada de la moneda para instituir tras la devaluación y la inflación, un pretendido nuevo ciclo de reproducción capitalista generado por la colosal redistribución y transferencia de valores desde la clase trabajadora hacia el capital concentrado, táctica y estrategia que requiere de su presencia para lograr ser exitosa.
El orden es así, una suerte de comodín con el que se aborda cualquier cuestión superestructural del cotidiano, el corto o a largo plazo.
Orden es el objetivo a lograr y la forma en que se debe desarrollar este ciclo de acumulación capitalista en curso donde luce notoria su carácter crítico. Ley y orden justifican el poder de la república burguesa que es la que detenta la violencia legitimada para ejercerlo en caso de distorsión en el seno de la sociedad con reacción de los trabajadores.
Todo esto no se supera con lágrimas, ladridos a la luna desde las calles ocupadas con pacífica seguridad por quienes son seguidores de una burocracia piquetera, que en última instancia se limita a demandar más de lo mismo, es decir, una cuota mínima del festín burgués previamente desarrollado sin obstáculo alguno. Migas que caen de la mesa. Terreno fértil para la servidumbre permanente. Tampoco resulta eficiente, el parlamentarismo reformista al que apuesta la cooperativa electoral FITU, que no se despega del repudio a la política burguesa, que exhibe el porcentaje de ausentes al acto eleccionario, al que se le suman los votantes en blanco o quienes anulan su voto.
En sentido inverso de lo dado y como cimiento superador de esta violencia del poder burgués encubierta de dispositivos ideológicos formadores de falsa conciencia, habrá que partir de otra centralidad diversa del orden: No puede haber libertad, justicia y bienestar en una sociedad de clases en la que los trabajadores sostienen con su esfuerzo la apropiación privada del valor que crean, por parte de la burguesía.
NUEVO CURSO