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Nuevo Curso

LA VEJEZ REPRESENTADA POR LO JOVEN. EL INDIVIDUALISMO UTILITARISTA OCULTO TRAS LA APARIENCIA DE LA EXALTACION ABSTRACTA DE LA LIBERTAD INDIVIDUAL.

Nuevo Curso

Cuando hablamos de la libertad no lo hacemos refiriéndonos a un mismo fenómeno y no abonamos, por ende, el mismo concepto de lo que corresponde ser entendido por ella, cada vez que hacemos uso de esa palabra.

Para los cultores utilitaristas de nuestro tiempo, es decir, aquellos que, tras la imagen alienada de un candidato, sostienen que “la libertad avanza esa proyección implica a futuro y para todo ser humano, la ausencia de barreras o interferencias externas tanto sea en sus determinaciones como en sus acciones concretas.

 Esta “comprensión” del problema, es la idea que tiene soporte en la estrategia discursiva de los derechos subjetivos del individuo que ha tomado cuerpo incluso en los textos constitucionales que gestan y desenvuelven los Estados modernos. Es la noción que le da cuerpo a la premisa según la cual libertad termina donde empieza la de otro hombre que se le oponga.

 De esta manera cada derecho subjetivo declarado por el Estado y alegado por el individuo particular deviene en una sociedad con empalizadas invisibles pero reales.

Lo importante para los utilitaristas, para los liberales burgueses, es que la libertad es poner al fenómeno en una premisa inicial y central a la vez, para la construcción de su pensamiento culturalmente dominante:” la libertad es un acto individual que cada persona debe realizar respetando las fronteras marcadas por los ámbitos de propiedad privada de otro. Es la libertad del hombre aislado y replegado sobre sí mismo.

Es el derecho de cada uno “a disfrutar de su patrimonio libre y voluntariamente, sin preocuparse de los demás hombres, independientemente de la sociedad; es el derecho del interés personal. Por eso una sociedad conformada según este principio “hace que cada hombre encuentre en los demás no la realización sino, por el contrario, la limitación de su libertad

En definitiva, siempre siguiendo esa línea de pensamiento, el fenómeno contenido en la palabra libertad debe ser entendido como el derecho subjetivo de hacer y emprender todo lo que no perjudique a los demás. Funcional a esa noción, es la emergencia convalidada por consenso político de la norma jurídica y su rol esencial en el orden capitalista. Es decir, la ley, generaliza de manera abstracta el uso de las “empalizadas”, marcando los límites dentro de los cuales puede moverse todo hombre sin detrimento de otro y de sus bienes e intereses”

Sin embargo, la libertad entendida como fenómeno necesario al hombre como ser “en sí” real es la que se aleja de esa ideología y pone el acento en   las condiciones que determinan la realización concreta del acto humano y las posibilidades que tiene esa acción u omisión para la realización libre del individuo que protagoniza esa conducta.

Esta otra manera de tomar cuentas del fenómeno, remite a la idea de que, para hablar de determinación libre del sujeto, deben estar presentes ciertas condiciones sociales, económicas, y culturales.

Aceptando esto último nos posicionamos en las antípodas y pregonamos que   la libertad no debe plantearse en términos meramente individuales.  Con esta primera afirmación no estamos trascendiendo el orden capitalista en sus basamentos porque esta noción ya puede rastrearse en Rousseau y en Hegel quien pensaba que “el hombre solo es libre si todos los hombres son libres y existen como ‘seres universales’”, es decir, si sus determinaciones se pueden proyectar como modelo de seguimiento hacia los demás. Las capacidades del individuo, y por lo tanto su libertad, se despliegan a través de la participación con los otros.

Siguiendo el mismo sendero, en “La ideología alemana “Marx dice que: “Solamente dentro de la comunidad, con otros, tiene todo individuo los medios necesarios para desarrollar sus dotes en todos los sentidos; solamente dentro de la comunidad es posible por lo tanto la libertad personal” (pp. 86-87).

Este criterio es definitivo a la hora de cotejar modelos políticos que acuden a la idea de libertad como respaldo de sus acciones. Los pragmáticos utilitaristas, libertarios individuales, centran en un individuo abstracto como una de sus dotes o accidentes de la sustancia a la libertad en tanto capacidad de hacer según si designio y le ponen como único límite la afectación con su hacer de otro sujeto igual que opere en sentido contradictorio con ese hacer.

 Es decir, la libertad individualizada como dote del ser solo tiene espacio de desarrollo en lo individual y de conflicto, con otro individuo. No hay en ese proceder, la mediación de ningún otro factor externo, de ahí que nazca la necesidad de acotar al poder burgués Estatal en la función de dotar a esos individuos de seguridad, sea esta física o jurídica o ambas a la vez. La expresión máxima de esa estructura de pensamiento político es la “defensa del otro” cuando al otro se le estereotipa como enemigo “social” y por ello legitima el ejercicio de la violencia

 En sentido inverso, siendo lo social inherente a la realización de la libertad, el posicionamiento político es otro, pues la necesidad de la mediación comunitaria en los haceres del hombre no resulta impugnados ni considerados de modo residual, sino que adquieren centralidad para el fenómeno “libertad”.

Los condicionantes que reciben las relaciones intersubjetivas en el orden social capitalista y en su sociedad de clases enfrentadas por intereses antagónicos que nacen de la manera en que cada uno de sus miembros resuelve el problema vital de la existencia material no pueden ser ajeno al fenómeno “libertad” y mucho menos a las formas en que esta toma al expresarse en términos concretos.

Ambas construcciones antagónicas de la libertad son visualizadas con mayor facilidad de entendimiento si se piensa en “el egoísmo y la solidaridad” ambos entendidos como valores en sí. El egoísmo, es la consecuencia necesaria de la libertad individualizada. La solidaridad es el valor que genera la estructura de condiciones sociales imperiosas para que el hombre determine sus haceres según el desarrollo de su tiempo histórico.

En el orden social capitalista los hombres individual y abstractamente considerados son un producto pasivo de circunstancias que los rodean que no dominan, y por lo tanto no se autodeterminan de manera libre sino condicionada por esas circunstancias existenciales. “… el hombre egoísta es el resultado pasivo, simplemente encontrado, de la sociedad disuelta en el enfrentamiento cotidiano de dos clases sociales fundamentales en sí mismas consideradas.

Visto desde la pregunta filosófica necesaria a la mirada que exige el fenómeno, si nos adscribimos a la hoy exhibida como opinión mayoritaria de los jóvenes, tendremos que aceptar que esos jóvenes utilitaristas, pragmáticos no son otra cosa que la resultante , el objeto de  todo aquello que se les presenta como “ certeza inmediata” , es decir, un sujeto solamente determinado en sus acciones u omisiones, al conocimiento inmediato, que le aportan los sentidos  particularmente de la  visión de una aplicación en una pantalla .

En definitiva, la idea de libertad construida como un fenómeno individual sin mediaciones de la sociedad civil ni de otros distintos del productor del acto y de quien pueda ser afectado, no es el conocimiento mediado por la reflexión sino simplemente el conocimiento reflejado de lo que aparenta ser. Es el ser humano que se acepta, así como inmediatamente, a través de los sentidos, se ve a sí mismo según él lo pretende y no según lo necesario en ese tiempo y lugar.  En definitiva, solo como “el disfrute de lo contingente”. De ahí el no control consciente de la comunidad sobre su propio destino

Esta idea del Individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (generales según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente” en tanto la advertencia del agotamiento de este modelo es la comprensión de que  La liberación sustancial solo puede realizarse en términos sociales conectada con la idea de que el individuo solo es individuo en sociedad en tanto miembro de la sociedad civil, a la que se integra desde una determinada clase social a la que se integra por la situación objetiva que tiene en el proceso de producción de mercancías generalizado que impone el orden social capitalista.

De tal manera, esto que parece lo nuevo que llega a nuestras costas traído por una imagen previamente construida en un sujeto-máquina-alienado, no es otra cosa que la expresión de un agotamiento que proyecta el régimen capitalista en sí, en el desenvolvimiento tortuoso y obstaculizado que exhibe barbarie para su reproducción y garantía de los intereses de la burguesía. Es la premisa que ubica al marxismo como herramienta intelectual de la clase trabajadora, que da cuenta desde el Manifiesto Comunista hasta nuestros días del ejemplar avance del desarrollo de fuerzas productivas por el capital, pero a la vez señala los signos objetivos de su agotamiento, la que trae la respuesta a este fenómeno. La idea de libertad desde y para el individuo por fuera del contexto histórico social donde está contenido ese sujeto, está agotada en sí, como lo está con signos inequívocos el propio orden social capitalista donde ha fermentado.

Contrariando con realidad al liberalismo, ese individuo donde cree encontrar cimientos de sus paradigmas, es una abstracción, lo real es que ese hombre es un producto histórico inmerso en relaciones sociales que lo condicionan por fuera o por encima de lo que él piense de esas relaciones a las que no puede dominar y condicionar en sí mismas.

La voluntad del individuo está gobernada por lo externo a él a partir que él es, según las circunstancias históricas y sociales que lo determinaron a ubicarse en el interior de una clase social.

La libertad no es simplemente un status que el individuo posee, sino una acción que lleva a cabo como sujeto autoconsciente. El hombre ubicado en situación de clase en sí, dentro de una sociedad presidida por el antagonismo de clases enfrentadas, no es el producto autodeterminado de sus deseos sino, la depuración de esos deseos con la crítica. Por eso existe en el “la autoconciencia” que perfila la libertad como causa y consecuencia de un proceso consciente desde la existencia previa de un todo social

El trabajador no puede ser visto como un sujeto libre en tanto nunca se ha planteado o ni siquiera ha podido plantearse como una cuestión, su realización emancipada. En sentido inverso, es el individuo alienado por el dinero, por la producción dirigida a generar valor de cambio, y sometido a la deshumanizada mercantilización de las relaciones humanas.

El encadenamiento de paradigmas sociales que avanza en terreno electoral predispuesto por la burguesía de la mano de la empresa “la libertad avanza” se puede sintetizarse en la premisa según la cual los seres humanos debemos resignarnos a aceptar la lógica prevalente del mercado y la producción de valor de cambio por encima de cualquier otra consideración.

Esto que se presenta con la impronta de  que se impone necesaria e implacablemente provoca un particular estado subjetivo de los jóvenes de la clase trabajadora quienes por su condición en particular, están en términos reales, paralizados por el miedo sobre su condición a futuro que deja ver la crisis objetiva del capital, de allí la exaltación publicitaria del goce inmediato, y la cultura del día a día, pasar el momento y mañana “se verá” y la imposición del “estar bien” para ser admitido socialmente. Esto explica el acento de la propaganda política obsesionada por ubicar ese estado de ánimo en otras esferas de la existencia, para terminar, gestionando el miedo como mediador necesario para su reducción. Sin embargo, lo prevalente es poder comprender que no se es libre si nuestras acciones u omisiones están dictadas por el miedo.

En este punto es necesario ubicarse como clase trabajadora, jóvenes o no, en la “edad de la razón” que en este caso implica el cimiento intelectual para la crítica y la transformación social de todo este “avance de la libertad de los liberales ”, que no es otra que la libertad de los propietarios.

El paso a la etapa de la racionalidad desde lo real, exige del programa socialista y la estructura específica del poder obrero y la democracia directa