NUEVO CURSO
Mientras la maniobra distractora que desenvuelve el poder burgués por vía de una farsa electoral, que implica una convocatoria a elecciones que ha durado gran parte del año, con elecciones en todos los niveles y provincias desplegados por todo el territorio nacional, va dando sus frutos en tanto la mayoría de las organizaciones políticas pone lo que tiene en esa tarea de andar buscando el voto, lo cierto, lo concreto , lo objetivo es que la vida social y su materialidad se ha manifestado en una sola pantalla, que no es otra que la pobreza creciente, la perdida del nivel de ingresos y la miseria cultural que avanza en todos sus planos como una tormenta sobre los trabajadores.
En ese contexto luce inexplicable, si no fuera que ya se daban señales desde más de diez años, que la militancia política que se manifiesta abiertamente y en declaraciones por una necesidad de modificación socialmente justa del orden social, concentre sus decires en la confrontación por diversidades y se aleje de la confrontación ideológica de las clases sociales, con abandono manifiesto del objetivo revolucionario.
El término “revolución “signo inequívoco de la generación de la década del 70 y razón fundante de su negación a través de las prácticas genocidas desenvueltas por el poder burgués ha sido extirpado del lenguaje político y reemplazado por expresiones que tienen que ver con reformas de lo existente, manteniendo los ejes centrales de esa dominación y explotación real.
Precisamente esto último es lo que se dejó ver el pasado domingo. La figura máxima de esa expresión de lo que se exhibe como “izquierda” se desenvuelve delante de cinco millones de televidentes de todo el país, a lo que se le debe sumar la creciente influencia de las redes sociales, como una más del panel, reiteran lo que todos los días se ve en diversos productos periodísticos.
La representante de la voz de los que no tienen voz, según ellos mismos no se cansan en manifestar, deja el mensaje claro de la convivencia y no de la confrontación de clases. Lo que busca es destacarse entre ellos y no ser genuinamente el nosotros de los humillados y explotados. Incluso acepta el debate sobre temas que la sociedad ya debatió con cuatro décadas de historia en sus espaldas, con calles repletas de personas tras el pañuelo blanco de las madres, tras infinitas marchas de la resistencia y acciones de todo nivel. Si en el debate se discute lo ya impuesto por la lucha de clases, luego ese resultado se relativiza y habilita al enemigo derrotado a retomar sus armas, nunca entregadas y doblegarse en su voluntad de una nueva confrontación, circunstancia que se habilita al minimizar sus fuerzas tratándolo como un gatito mimoso.
Pocas veces es posible ver a los que con sus desvíos ideológicos se han apartado de esa palabra clave, oculta en su discurso y expresión de una praxis social que es la “revolución” pavonearse con lo que es su baldón. La picardía y las armas de la polémica -nunca de la crítica- los muestran como uno más de ellos, y fuera del nosotros, conteniendo a los que realmente sufren la opresión y la explotación.
Es como si se tomara a la sociedad que integramos como una gran práctica de la militancia estudiantil. Como si los que sobrevivimos en esa estructura social, de hambre, frustración, explotación, fuésemos alumnos en tránsito de una hipotética facultad mirando una asamblea de pares, todos bien alimentados y pensando en el mañana. Habrá que insistir en la denuncia de esta gente, estos dirigentes que abandonaron a su clase y se sumergieron en las aguas de los infinitos Inzaurralde, compartiendo bancas, reuniones y modos de seres con estos.
No vivimos en una universidad. No somos alumnos de “Sociales”, sobrevinimos de nuestro trabajo o lo que podamos hacer desde nuestra carencia de propiedad en este sistema social. Es necesario abandono explicito de las prácticas de esta gente que se disfraza de luchadora para las fiestas o los aniversarios y peor aún se luce en los eventos de los burgueses y su personal político. La crisis de la humanidad, en particular de la clase trabajadora se centra en la carencia de una dirección política revolucionaria para todas y cada una de las luchas que emprende de manera espontanea por la situación en la que nos coloca la explotación capitalista. Es tarea, asombrosamente retrasada, retomar las banderas, las acciones, las formas de ser de los compañeros que se entregaron en los de la revolución. No importan las cifras, importan sus propósitos, todos vigentes pero incumplidos. El FITU es un cadáver insepulto. Una herramienta política del reformismo que deja ver su peor presencia en la fiesta de los poderosos y en el engaño de admitir ante la clase trabajadora que eso es una lucha cuando en realidad es una charla que reedita el mito de la representación política que impone la democracia indirecta y su sistema electoral.