Preludio para el año 3001. DENUNCIA DE UNA FARSA 2023.

NUEVO CURSO

En estos días de tragedia genocida. De pueblo perseguido y Estado exterminador. Tiempos de Abdón y su abismo insondable y sus generales del mundo de las tinieblas, solo el rescate de lo humano que puede dar una clase social explotada y un pueblo oprimido en lucha habilita confiar aún en la razón humana y la posibilidad de un nuevo hombre y su nueva sociedad, con fin último en la satisfacción plena del valor justicia, en todos los vínculos que puedan surgir desde el hombre.

En contraste y de espaldas al genocidio nuestra sociedad escucha y genera operadores políticos que le hablan no ya de la famosa luz al final de la esquina o de brotes verdes, sino de la necesidad de un nuevo esfuerzo existencial, y zonas necesarias de pobreza para encontrar el ser de aquí a 30 años. Incluso otros ya han escrito textos bajo el amparo del título Argentina 2050. La pregunta se impone. ¿Si es ese el tiempo de sufrir y peregrinar por las orillas y barrancas de no ser más que números y cosas, es entonces el sálvese quien puede el eje de la sobrevivencia opresiva?

Es ese el interrogante que subyace a todas las imágenes de quienes nos sonríen pidiendo el voto y se fotografían sin pudor con quienes, con su dolor, reclaman ya otra vida que no puede esperar treinta años. Claro está que no se previene el cáncer fumando dos atados de tabaco en cigarrillos por día. De la misma forma, votar y participar de la farsa electora de profetas de la promesa y la existencia a plazo, no parece ser la respuesta existencial razonable.

Por lo pronto queda el expediente de apelar al repudio de lo dado, trabajando tendencias superadoras de otro orden. Tal vez en la poesía urbana y desde otras variantes del conflicto social Horacio Ferrer merezca ser leído y oído musicalmente por la armonía de Astor Piazzola:

Renaceré en Buenos Aires en otra tarde de Junio,
con estas ganas tremendas de querer y de vivir.
Renaceré fatalmente, será el año tres mil uno
y habrá un domingo de otoño por la plaza San Martín.

Le ladrarán a mi sombra los perritos vagabundos,
con mi modesto equipaje llegaré del Más Allá,
y arrodillado en mi Río de la Plata lindo y sucio,
me amasaré otro incansable corazón de barro y sal.

Y vendrán tres lustrabotas, tres payasos y tres brujos,
mis inmortales compinches gritándome «¡Fuerza, che,
nace, nace, dale pibe, metéle hermano, que es duro,
pero muy bueno el oficio de morir y renacer!»

Renaceré, renaceré, renaceré,
y una gran voz extraterrestre me dará
la fuerza antigua y dolorosa de la Fe,
para volver, para creer, para luchar.

Tendré un clavel de otro planeta en el ojal,
porque si nadie ha renacido, ¡yo podré!
Mi Buenos Aires siglo treinta y uno, ya verás:
renaceré, renaceré, ¡renaceré!

Renaceré de las cosas que he querido mucho, mucho,
cuando los dioses digan bajito «Volvió…»
Yo besaré la memoria de tus ojos taciturnos,
para seguirte el poema que a medio hacer me quedó.

Renaceré de las frutas de un mercado con laburo,
y de la mugre serena de un romántico café,
de un sideral subterráneo Plaza de Mayo a Saturno
y de una bronca de obreros por el sur renaceré.

Pero verás que renazco en el año tres mil uno,
y con muchachos y chicas que no han sido y que serán,
bendeciremos la tierra, tierra nuestra, y te lo juro
que a Buenos Aires de nuevo nos pondremos a fundar.

Renaceré, renaceré, renaceré,
y una gran voz extraterrestre me dará
la fuerza antigua y dolorosa de la Fe,
para volver, para crecer, para luchar.

Traeré un clavel de otro planeta en el ojal,
porque si nadie ha renacido ¡yo podré!
Ciudad del siglo treinta y uno, ya verás:
renaceré, renaceré, ¡renaceré!


Horacio Ferrer