NUEVO CURSO
“En la fase superior de la sociedad comunista,
cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y
con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el
trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente
un medio de vida, sino la primera necesidad vital;
cuando, con el desarrollo de los individuos en todos
sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la
riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse
totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según
sus necesidades!
Desde la publicación de los Manuscritos económico-filosóficos de Carlos Marx se produjo un movimiento que revalorizó la necesidad de establecer en el «trabajo “un elemento estructural de la existencia humana
Hay que decir, sin embargo, que ese objetivo y esa apreciación del trabajo, se venía desarrollando a partir de la crítica que Marx desarrolla en El Capital, sobre todo en la exposición del fetichismo de la mercancía, por lo que es posible detenerse en esos dos textos para comprender a donde vamos los trabajadores conscientes de nuestra condición de clase y de sus tareas históricamente necesarias, cuando hablamos de trabajo.
Con fundamento en la diferencia cronológica de ambos textos en forma tal que el primero es conocido por los lectores con posterioridad al segundo a pesar de ser escrito por su autor en la primera mitad del siglo XIX, es preciso decir que la crítica a la economía política desarrollada en El Capital, debe ser reconectada con las reflexiones de carácter filosóficas y antropológicas que tematizan la cuestión de la alienación del trabajo en los manuscritos de París.
Ese enlace es imperioso porque la historia del desarrollo de ambos textos es dialéctica y marca una profunda unidad sintética de continuidad en toda la obra intelectual y práctica de Marx, que tiene en el análisis del trabajo una cuestión que implica un eje transversal clave para revitalizar el potencial crítico que nutre al programa socialista frente al orden capitalista mundializado y en crisis de reproducción,
En ese sentido es posible decir que cuando nos referimos al trabajo lo hacemos por referencia a una actividad exclusivamente humana, que opera como mediación entre la naturaleza y el hombre que se encuentra inserto en ese medioambiente, dando cuenta o expresando el esfuerzo humano por establecer de modo regular sus relaciones con la naturaleza, transformándola, y constituyéndose a la vez en sí mismo.
Este extremo está claramente expresado en el comienzo de las glosas críticas que Marx hace al programa de Ghota
En ese texto en primer lugar establece una diferenciación fundamental. La naturaleza es la fuente de toda riqueza. El trabajo, es en sí mismo, la manifestación de una fuerza natural, que se identifica como la fuerza de trabajo del hombre.
Esa fuerza que debe ser leída en tanto habilidad para producir, propia del hombre y sus capacidades, solo es cierta y adquiere realidad concreta, si se efectúa con los correspondientes objetos e instrumentos, que se constituye a su vez como condiciones necesarias sin las cuales aquella habilidad o capacidad permanece en abstracto y carece de mayor sentido
A partir de que el trabajo está condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de otra posibilidad que la que le da su fuerza de trabajo y por esto, tiene que relacionarse socialmente con otros hombres, que han podido anteriormente adueñarse de las condiciones materiales del trabajo.
En sentido inverso, aquellos que se han ubicado en condición de adueñarse de los medios que permiten poner en acto la fuerza de trabajo de una persona, están a su vez, en condición existencial de vivir del trabajo ajeno y hacerse de la materialidad necesaria para el acceso y formación cultural a costa del desenvolvimiento efectivo de la fuerza de trabajo de otro.
Asimismo, en la medida en que el trabajo se desarrolla socialmente, convirtiéndose así, en fuente de riqueza y de cultura, se desarrollan en forma conjunta la pobreza y el desamparo del obrero, que coexiste con la riqueza y la cultura de los que no trabajan”. Esas condiciones materiales, que operan en el orden social capitalista, son precisamente las que permiten y obligan a los obreros a romper esa maldición social.
En la sociedad actual, los que detentan con la forma jurídica de la propiedad, las grandes propiedades del suelo, y los capitalistas son los monopolizadores de los medios de trabajo, es decir, de las fuentes de vida. Por eso La emancipación del trabajo exige que los medios de trabajo se conviertan en patrimonio común. Es decir, una sociedad en la cual los medios de trabajo son patrimonio común y todo el trabajo se regula colectivamente.
“En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos como una cualidad material, poseída por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente.”( Carlos Marx “Crítica del programa de Gotha)
En definitiva, cuando empleamos la categoría “trabajo” estamos implicando en ella y con ella, la capacidad humana para transformar los recursos en medios para sí, adquiriendo suficiente distancia espacial, temporal e instrumental de su entorno que le permite desarrollar un conocimiento sobre sus propias potencialidades y necesidades; un saber de sí mismo en cuanto sujeto productivo capaz de aprovechar el medio y transformarlo en vistas a su propia reproducción como especie humana.
Es por el trabajo en sí, que el hombre en forma consciente y voluntaria, conoce sus determinaciones y necesidades y, al mismo tiempo, esa conciencia desencadena el proceso productivo como tal en la urgencia por la reproducción del propio sujeto humano.
Al mismo tiempo, esa potencialidad productiva individual surge mediante la acción de y con los otros individuos organizados a través de su propio desarrollo de su específica fuerza de trabajo. Por eso el gasto productivo es realizado individualmente, pero requiere necesariamente de las potencias productivas propias del carácter social del trabajo.
En los Manuscritos económico-filosóficos Marx avanza adjetivando y caracterizando al trabajo como actividad humana «enajenada» que al asumir esa característica se transforma en elemento central en la tarea crítica sobre el orden social capitalista en búsqueda de su superación.
El fenómeno de la enajenación que define la condición esencial del trabajo en la economía capitalista remite y da referencia de la relación que se experimenta con algo que se experimenta como ajeno, hostil, independiente, poderoso y dominante sobre el sujeto en sí.
La fuerza humana de trabajo puesta en acto en el capitalismo enajenación se enajena del sujeto productor en cuatro niveles:
1 en la relación del hombre con su propia actividad,
2 en la relación con el producto generado por su trabajo, considerado como mercancía;
3 en la relación del hombre consigo mismo al experimentar esa situación concreta con el objeto mercancía
4 en la relación del hombre que emplea su fuerza de trabajo en tales condiciones, con los demás hombres
Estamos así ante la vivencia de una actividad agobiante que genera sufrimiento, cansancio y gran malestar mental y físico. Una actividad que se contrapone al ocio, pues únicamente fuera de ella es pensable que trabajador concreto pueda gozar y dotar de cierta dignidad a su existencia.
El espacio material y simbólico del trabajo es a la vez y por tal circunstancia, el ámbito en donde quien trabaja no espera poder desarrollar sus dotes, realizar sus potencialidades creativas, experimentar placer por el hacer.
Por el contrario, el trabajo es el sacrificio que debe «ofrecer» todo ser humano para sobrevivir o poder vivir el espacio que queda fuera de él, Además, en el capitalismo, la actividad productiva ejecutada por cada individuo no satisface inmediatamente sus necesidades vitales; se debe ingresar en un modo determinado de organización social de la producción que obliga a trabajar para los otros como única posibilidad de subsistencia.
El trabajo aparece como actividad del hombre destinado a satisfacer necesidades de otros y así contribuir también a la reproducción de la vida social como tal.
De esa manera, el trabajo no deviene en sí mismo de manera espontánea sino como una imposición externa del orden social donde el individuo está forzado a aceptar esas condiciones de existencia alienantes, para poder sobrevivir.
El trabajo en el capitalismo significa una relación enajenada del hombre con el producto de su trabajo. El resultado de la actividad productiva no se percibe como la objetivación y realización de la propia capacidad humana para elaborar y crear objetos. Lo que genera la puesta en acto de la fuerza de trabajo son elementos autónomos y opuestos al hombre.
La adquisición de alguno de esos bienes para consumo significa apenas una acción necesaria de apropiación de medios de subsistencia que conserva las condiciones físicas básicas para poder continuar trabajando.
La condición de sujeto productor de mercancías hace que el hombre ya no actúa como ser genérico, en el trabajo sino de siervo de los propios objetos que produce.
«Cuanto más produce el trabajador menos tiene para consumir; cuanto más valor crea más se desvaloriza él mismo; cuanto más refinado es su producto más vulgar y desgraciado es el trabajador; cuanto más civilizado es el producto más bárbaro es el trabajador; cuanto más poderosa es la obra más débil es el trabajador; cuanta mayor inteligencia manifieste su obra más declina en inteligencia el trabajador y se convierte en esclavo de la naturaleza» (Marx, Manuscritos …”)
El trabajador, al enfrentarse al ser genérico que reside en sí mismo, se enfrenta a los otros hombres en tanto productores que se transforman en simples medios para su propia subsistencia individual o bien en posibles competidores por el acceso obtener las condiciones para hacer el pasaje al acto de la potencialidad de su fuerza de trabajo en trabajo concreto.
En ese sentido, cada trabajador aparece, en una organización social capitalista, «enfrentado» a los demás. Pero el ´vínculo no es ya sólo con otros productores, sino también con aquellos que no trabajan, pero son los dueños del trabajo, esto es, con la clase capitalista, en tanto clase propietaria de los medios de producción. En este caso, la relación de enajenación se presenta de manera exacerbada, en tanto el capitalista y su propiedad privada será el elemento más ajeno, externo, hostil y a la vez poderoso que domina completamente al trabajador
Con este desarrollo a partir de la situación específica del trabajo en el capitalismo y tomando al hombre como un ser esencialmente productor se torna prevalente la idea según la cual la propiedad privada no es causa sino el resultado ulterior del trabajo enajenado.
El trabajo enajenado será entonces la categoría clave para entender la relación entre los hombres, la constitución de la propiedad privada y, en última instancia, para comprender la economía política del capitalismo. La relación social específicamente capitalista de oposición y dominación entre los hombres, hunde sus raíces en el fenómeno en sí del trabajo enajenado.
Este desarrollo permite ubicar al hombre como ser genérico consciente; es decir un ser que, a la vez de su conciencia de individuo, contiene en sí mismo a toda la especie humana, y por tanto expresa en sí mismo una universalidad. El carácter alienado del sujeto con lo que produce pone al trabajado en productor para toda la especie y transforma a la naturaleza en un mundo propio.
En contraposición de todo lo dicho, queda planteada por simple negación de lo dado, la posibilidad del trabajo libre que operaría en condiciones sociales que facilitaran relación donde lo generado por el empleo de la fuerza de trabajo como producto, tenga la aptitud de expresar las cualidades humanas genéricas, como especie, materializadas en objetos que permiten a los mismos individuos reconocerse en ellos y no experimentarlos como algo extraño y opresivo
Es esta matriz de la estructura relacional capital-trabajo, la que nos impone despejar conscientemente toda la bruma política e ideológica para que la labor militante se concentre en dar cuenta del fenómeno impulsando la premisa de su necesaria superación en otra sociedad y otro hombre.
Dicho en otros términos y como ya lo documentaran en otros tiempos otros trabajadores militantes, es necesario y urgente comprender y propagandizar que el sometimiento del trabajador al capital es la fuente de toda servidumbre: moral, política material. Que, por esta razón, la emancipación económica de los trabajadores es el gran objetivo al que debe ser subordinado todo movimiento político…Que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de ellos mismos Que sus esfuerzos por conquistar su emancipación no deben tender a constituir nuevos privilegios, sino a establecer para todos los mismos derechos y los mismos deberes.( Manifiesto fundacional de la Primera Internacional, 1864.)
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