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Nuevo Curso

INTRODUCCIÓN

La palabra “delito” hace referencia a un concepto que tiene necesario correlato en lo que se da en llamar “seguridad”, como si el uno fuera la manera específica de afectar ese estado de situación social y del individuo en su vida relacional.

 Ambos términos (delito-seguridad) son usualmente exhibidos, analizados y reproducidos, de manera antagónica, es decir, contraponiendo al primero como desequilibrante del otro, con lo cual se oculta que integran una formulación lógico-, dialéctica que trasciende la experiencia y que permite dotar al segundo de los términos (la seguridad) de existencia como valor en sí mismo y no como resultante de una determinada organización social de la convivencia.

Frente a la dialéctica delito-seguridad, entendida desde una construcción ideológica, estamos ante una falsa representación de la realidad, es por ello que no existe otra posibilidad, que trazar un abordaje que nos permita metodológicamente alguna certeza superadora de esa situación aparente. Es decir, salir del mundo de las imágenes y penetrar en las estructuras de lo objetivo que yace en los elementos constitutivos de ambos extremos de esta pretendida oposición.

Los avances en este campo de puja con la ideología dominante  introducidos por los desarrollos de la llamada criminología crítica y las experiencias ligadas al llamado derecho penal mínimo, con base garantista en el proceso de enjuiciamiento  y la reducción de poder punitivo al que se añaden  finalmente las  tesis del abolicionismo de la cultura represiva, pueden ser vistos de conjunto pese a sus diversos postulados como las herramientas teórico-metodológicas para cuestionar y hacer una ruptura con los esquemas estereotipados de dogmatismo  que se inscriben en esta alternancia entre delito y seguridad según la cultura dominante .

Sin embargo y como esos mismos derroteros intelectuales lo demuestran en su historia, es posible ver que esos intentos, se esterilizan por su aislamiento en la conciencia social de la clase trabajadora, para ceder espacio por impotencia política, al discurso represivo liso y llano, que se exhibe funcional a la dominación de clases y la reproducción del orden social capitalista.

Es por en ese contexto que nos habilitamos a decir que cualquier planteo de orden científico que no logre hacerse carne dentro de un proyecto de trasformación social más generalizado con mediación de lo político, por vía de la incorporación al programa de acción que encarnen en sus demandas los sectores explotados y oprimidos en una sociedad de estructura capitalista está destinado a transformarse con el tiempo en letra muerta.

Lo dicho, deja ver la necesidad de introducir en la experiencia concreta, planteos y actividades, que supere esas expresiones puramente teóricas a las que aludimos anteriormente, para retomar y reformular, desde la filosofía de la praxis la opción de dejar de “interpretar de diversos modos el mundo, para intentar transformarlo en el plano de la realidad” buscando una ruptura de lo dado, con contenido superador, en términos de reafirmación de lo humano y su vitalidad intrínseca.

La relación que proponemos entre teoría y práctica  desenvuelta sobre la confrontación dialéctica entre delito y seguridad, toma ambos extremos como elementos irreductibles uno del otro admitiendo siempre y en todos los casos, que su relación dialéctica se cumple por medición de la política, en tanto, el producto de la práctica social fecundada por el conocimiento encuentra su razón de ser y su verdadera dimensión en los problemas planteados por la cotidianidad social materializada en la sociedad , fuertemente atravesada por el Estado, que con su institucionalidad no se ubica por sobre ella sino como regulador de ella en función de la burguesía dominante-.

La política, atravesada por la filosofía de la praxis no tiende a mantener a los sectores sociales explotados y oprimidos del pueblo en su filosofía primitiva de sentido común, sino a llevarlos a una superior concepción de la vida para construir un bloque moral e intelectual que haga políticamente posible un proceso colectivo y superador de la secuencia, delito, seguridad, castigo propio del orden capitalista.

La pretendida relación necesaria entre delito-seguridad, debe buscar construir su superación, con relevancia de lo político y las determinantes de la estructura económico productiva de las que el derecho no es otra cosa que su expresión instrumental y supraestructural.

Dicho en otros términos, todo cuanto se intente decir y hacer sobre el fenómeno que nos convoca, bajo el amparo de la ideología del poder , debe necesariamente enraizarse y formar parte constitutiva de un proyecto político visto como proceso social, en el que están involucradas las clases sociales en pugna que deben superar la fragmentación ideológica que le impone el modelo, para disputar con contenido específico en sus intereses objetivos, la relación mando-obediencia, en diversos niveles que presenta, tanto lo gubernamental como en el universo de las instituciones de la sociedad civil.

En esto reside uno de los aportes de Antonio Gramsci, sobre cuyos textos debemos necesariamente abrevar, en tanto, de sus textos se construye una noción certera: el producto de la práctica social fecundada por el conocimiento encuentra su razón de ser y su verdadera dimensión en los problemas planteados por la cotidianidad social.

La política, en cuanto actividad humana, entendida en su sentido amplio, requiere de la intervención social consciente en sus actores, de la realidad en la que el elemento espontáneo es educado, orientado, depurado para hacerlo homogéneo, y vivo en un discurso que narra la necesidad del cambio.

Dicho, en otros términos. Cuanto proponemos apunta a que los trabajadores superen su acercamiento al fenómeno que describe el delito y su castigo  desde el  sentido común que le impone ideológicamente la clase dominante , y construyan en su propio proceso de emancipación , como parte integrante del mismo,  una superior concepción de la vida para construir un bloque moral e intelectual que haga políticamente posible un proceso colectivo y superador de la secuencia, delito, seguridad, castigo propia del orden capitalista.

Sólo por obra de ese movimiento cultural y político, el saber se transforma en certeza proletaria y se depura de los elementos contaminantes de un falso acercamiento a lo verdadero.

En ese contexto, de nada valen las luchas antirepresivas contra el aparato punitivo del Estado burgués, si las mismas se inscriben solo en una lógica contestaría  de ese orden y no alcanzan a construir un discurso culturalmente superador, que pueda ser procesado dialécticamente por la clase trabajadora  , con la construcción de un poder específico de los trabajadores, con sus organismos de determinación , propios de la democracia Por eso, sobre los sectores mayoritarios que conforman el conjunto de explotados y oprimidos del pueblo debe construirse culturalmente como necesidad, la reformulación de un discurso crítico y superador de lo dado, quitando sentido y fundamentación a la tesis represiva con base en la devolución de dolor, como contenido del castigo.

En el desarrollo de este libro, necesariamente fragmentado y elaborado en el plano del ensayo, solamente buscamos incorporar un aporte para esa tarea estratégica, buscando ejemplificar el método que propugnamos. Para ello, fijamos en el inicio, marcos teóricos de análisis, que traducimos de alguna u otra manera buscando su divulgación, y luego en un segundo momento, introducimos, miradas y discursos elaborados a partir de episodios concretos de la vida cotidiana que en todos los casos convocan a la llamada “opinión pública”, buscando confrontar con el relato clasista enraizado en un sentido común altamente influenciado por la ideología de los sectores dominantes en tanto expresión del nuevo positivismo neopunitivista y su manifestación cultural más relevante en la criminología mediática.

Estas páginas tienen solamente un propósito militante, en tanto nacen con el fin de ser herramienta para el cambio social. Es por eso que no traducen erudición, en primer lugar porque carecemos de ella en su sentido clásico, y en segundo término, porque lo aquí señalado solo pretende ser una suerte de puntapié inicial de un partido a jugarse en la cancha del enemigo de clase, que como es por todos conocido, cuenta con un equipo de ilustres contendientes y la invalorable colaboración del árbitro estatal,

No ocultamos y confesamos el deseo de poder llegar a manos y lectura de todos aquellos que son capaces de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, porque en eso seguramente somos compañeros y tenemos una tarea común que emprender.

Ernesto Guevara, repensando en su tiempo, viejos desarrollos filosóficos, introdujo nuevamente como praxis necesaria la construcción del Hombre Nuevo.  Habló , de un sujeto diseñado y construido, como una transformación radical del hombre, cuya misión permanente y consciente, es el sacrificio por concebir una sociedad con estructuras sociales y económicas justas, pero además con valores y hábitos distintos.

La tarea es, quitarse de encima los prejuicios, el egoísmo, la ambición, todas las miserias humanas potenciadas por la sociedad capitalista y su hasta ahora peor cara: la posmodernidad.

Es cierto que en cierto sentido que esa labor es prometeica, y como tal se presenta dificultosa, pero el resultado, posible y no quimérico, es la posibilidad de concreción real del sentido de lo humano por encima de todo lo dado.