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LOS TRABAJADORES Y EL DÍA DESPUES

Hace 40 años se realizaban las elecciones que llevarían al gobierno a Raúl Alfonsín – el período abierto en 1976 en el que se le impuso a la población una dictadura cívico-militar que descargó sobre la juventud trabajadora practicas genocidas, con el único propósito de exterminar a la vanguardia obrera que se había expresado midiendo fuerzas con estructuras organizativas en el Villazo en 1974, las coordinadoras fabriles y las huelgas de junio y julio de 1975 recogiendo el legado del Cordobazo y el Rosariazo. También los trabajadores mostraron su capacidad para desenvolverse en el enfrentamiento abierto   tras resistiendo durante dos meses la operación “serpiente roja del Paraná” descargada sobre la población de Villa Constitución en lo que fue el ensayo-fracaso de la gestión peronista en el gobierno para demostrar su capacidad de arbitraje sobre las clases sociales en pugna.

Fue precisamente esa lucha obrera organizada, de evidente elevación del trabajador de clase en sí a clase para sí, que pudo parar el “Rodrigazo” sumado a la acción armada sobre el batallón de Monte Chingolo en diciembre de 1975 lo que motivó la intervención directa en la gestión de gobierno del aparato militar represivo, coordinado con bandas paramilitares armadas, desarticulando las pocas formas democráticas que continuaban en pie hacia el comienzo de 1976.

De la mano de esa estructura represiva y de la presencia abierta del Estado como instrumento de la clase dominante legitimado para el ejercicio de violencia sobre los individuos, que se hizo presente lo que no había podido plasmar el ministro Rodrigo, es decir, un cambio paradigmático de la cultura dominante que desbarató toda la operación retorno consensuado de Perón y su peronismo de los años 70 , imponiendo frente a su agotamiento como elemento simbólico dominante , los espacios sociales y mercantiles específicos del liberalismo económico. Se reemplazó la idea de comunidad organizada de corte corporativo, por la prevalencia del individuo, el mercado, la liberación de barreras aduaneras y toda política proteccionista orientada al desarrollo de la estructura capitalista argentina por el mecanismo de sustitución de importaciones y defensa de la atrasada “industria nacional”.

Ese cambio cultural paradigmático con eje en el individuo y la moral utilitarista permaneció en crecimiento dentro de la formación de conciencia de los sobrevivientes al genocidio y la población en general, con incremento de intensidad por la hegemonía que en el mundo imponían los Regan y las Tacher en su batalla final contra el Stalinismo en decadencia en la gestión de la Unión Soviética.

Lo relevante es que el pretendido cambio de formas que se introduce en Argentina en 1983, también en rescate de esas fuerzas armadas genocidas  de la derrota de Malvinas y en búsqueda de una salida ordenada a los efectos del empleo de las prácticas genocidas, por vía de un juicio a las juntas militares y no a las fuerzas en sí, que quedaban exentas de investigación con imputación también limitada en el tiempo, consolidadas por las leyes de obediencia debida y punto final, no implicó el cese de los paradigmas económicos ya impuestos por la dictadura en beneficio directo de un sector de la burguesía y mucho menos de los culturales que avanzaron al amparo de la mayor tendencia en ese sentido que se desarrollaba en el mundo por vía de lo que se dio en llamar postmodernidad, fin de relatos históricos-filosóficos que tiene apogeo con la caída final del muro de Berlín y de todos los regímenes burocráticos de corte Stalinistas, incluida la propia Unión Soviética.

Se asocia a Alfonsín y su Gobierno a las libertades, a los derechos humanos, el juicio a las Juntas, como un hecho excepcional en el mundo, sin embargo, el hecho excepcional que lo obligó a tomar esas causas e intentar dar alguna respuesta fue la lucha de las Madres, de los organismos de Derechos Humanos, la movilización cada vez más masiva exigiendo aparición con vida, castigo a los culpables. Esa enorme lucha democrática obligó al nuevo gobierno a dar respuesta. Política que traiciona ante el levantamiento carapintada impulsando las leyes de perdón a los genocidas. Luego reprime bestialmente el copamiento de La Tablada, declara el estado de sitio. La demagogia reivindicativa de

la democracia oculta estos fenómenos.

 Por fuera de estas últimas consideraciones lo cierto y lo que apuntamos a destacar es que ese proceso de acción cultural dominante no se detuvo en el tiempo aun cuando el orden capitalista afronta crisis sucesivas de reproducción orgánica del capital, buscando reiniciar un nuevo proceso de acumulación originaria en un marco de acentuación de la dominación imperialista con guerras, crisis y revueltas sociales defensivas.

Esa dominación cultural del orden social capitalista metamorfoseado según las coyunturas en las que se expresaba la lucha de clases adquiere hoy carácter relevante en tanto el problema más significativo para la viabilidad de transformaciones sociales revolucionarias en construcción del programa socialista desde el poder obrero, es precisamente el de la subjetividad y la dirección orgánica de la lucha de los trabajadores.

El fenómeno es dialéctico en tanto si bien se constata un vaciamiento del paradigma socialista y la ausencia de una estrategia consciente de construir esa nueva sociedad, también lleva a la burguesía a forzar su propia situación crítica en tanto todos los mecanismos tecnológicos de formación de opinión se ven ahora ante el dato real de que al sector juvenil de la población construido en esos paradigmas no le seduce tener opinión en el sentido clásico del término sino que por el contrario son la encarnadura viviente de la “no opinión” como sistema, factor que los deja frente a la obligación de emitir el voto a inclinarse por aquellos que hagan de esa abstención de compromiso con la cosa pública su factor de cohesión ideológica

 Estas democracias tuteladas por el imperialismo son su victoria política porque en su nombre el capital financiero avanzó más que antes en el sometimiento de nuestras naciones, en el saqueo de nuestras riquezas, en el desmantelamiento de nuestras industrias. Bajo formas democráticas se acentuó el atraso y el carácter semicolonial de nuestros países.

El imperialismo utilizó formas cada vez más sofisticadas para imponer sus políticas, para combatir a los sectores que no se disciplinaban a sus directivas. Colonizó la Justicia, impuso leyes, alimentó la presencia de bases militares, de acuerdos de seguridad en nombre de combatir el narcotráfico y el terrorismo, etc. Avanzó en acuerdos con los servicios de inteligencia, con las fuerzas armadas, etc. El endeudamiento y la presencia del FMI también caracterizó estas 4 décadas.

40 años de la República constitucional con forma de gobierno democrática donde se declara e instituye que el pueblo de la nación Argentina no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes en clara referencia al papel de mediación estructural que tiene la acción política en la cultura que impone la burguesía a la clase trabajadora es  el período más extenso en 213 años,  que han dejado ver con grado de evidencia que son las  formas democráticas, las que mejor encubren la dictadura de la burguesía y del imperialismo, y el poder real detrás de esas formas como lo era antes bajo formas abiertamente dictatoriales.

Dictadura y democracia burguesa son formas de la dictadura del capital, donde el poder sigue residiendo siempre en las mismas manos, en los dueños de los grandes medios de producción. Que la democracia se limita a votar año por medio. Y que no se debe confundir democracia con las libertades democráticas que sí hemos conquistado. Aquella votación, aquel cambio de gobierno, no modificó en nada el poder de los grandes capitales que tanto crecieron bajo la dictadura.

En la Argentina semicolonial del imperialismo, con una avanzada concentración de los medios de producción cada vez en menos manos, las formas democráticas van desapareciendo. No podrá haber democracia burguesa plena, apenas una caricatura, condicionada por el imperialismo.

Sólo podrá haber democracia, por primera vez, cuando todos los que por nuestra ubicación objetiva en la sociedad, en condición de explotados  y oprimidos  conquistemos el poder, cuando terminemos con la dictadura del capital, cuando las asambleas populares, las coordinadoras, sean quienes instauren un gobierno obrero-campesino, de los oprimidos de la ciudad y el campo, y expropien esos grandes medios de producción para poder ordenar y planificar la economía poniéndola al servicio de la mayoría, empezando a construir el socialismo

En ese contexto, por fuera de expresiones contundentes de lucha de clases en países de la Europa central, y la continuidad de la guerra en Ucrania y las prácticas genocidas en Palestina por Israel, que marcan una crisis objetiva del capitalismo global, se verifican con igual contundencia datos ciertos de los problemas orgánicos que tiene la clase trabajadora para construir su dirección política. En todos los espacios donde crujen las estructuras económicas de los Estados, no se verifica mecánicamente su capitalización por la clase trabajadora que en definitiva termina agotando su vitalidad de confrontación en las calles.

Esta constatación objetiva a la hora de encarar cuanto se refiere al contenido de la praxis militante debe tener presente, además, que las crisis cíclicas, bajo las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, abruman a las masas con cada vez mayores privaciones y sufrimientos. El aumento del paro, a su vez, profundiza la crisis financiera del estado y socava los ya inestables sistemas monetarios. Los gobiernos, van de una bancarrota a otra. La propia burguesía no ve salida. El parloteo de todo tipo de que las condiciones históricas aún no están “maduras” para el socialismo es sólo producto de la ignorancia o el engaño consciente. Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras, sino que incluso han comenzado a pudrirse. Sin la revolución socialista, y esto en el próximo período histórico, toda la civilización humana está amenazada de ser arrastrada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, ante todo de su vanguardia revolucionaria.”

. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria En nuestra sociedad los que gestionan los intereses de la burguesía dominante, se ven atravesados por esa crisis, por la nula productividad del trabajo, y las disputas internas de distintos sectores de esa clase social.

En el espacio de los trabajadores, los que laboran en la economía informal, ven amenazada su situación en tanto más allá de la posibilidad de venta de su fuerza de trabajo, el salario que se percibe los ubica en tendencia relevante hacia la habitualidad de las carencias que caracterizan la pobreza, y en igual medida ello ocurre entre quienes pueden ser ubicados en los sectores que resisten desde la desocupación y la exclusión cultural como población sobrante.

En los sectores medios ocurre un fenómeno similar en la medida en que gran parte de los llamados emprendedores, ven naufragar sus proyectos y se preparan para la contracción de la economía en un escenario combinado con la inflación creciente que amaga con consolidar la tendencia a que la posibilidad del precio de las mercancías. se vea en riesgo por ampliación de la base de dinero circulante.

En definitiva, el contexto político actual pone de relieve, la imperiosa necesidad de la construcción del Partido Revolucionario de los   trabajadores. La falta de independencia política de la clase obrera hace que se demore la respuesta en términos de clase de los trabajadores frente a la bancarrota de la burguesía, que se sobrevive sobre las bases de su dominio ideológico.

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