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Nuevo Curso

EL AGOTAMIENTO DEL DISCURSO LEY Y ORDEN. EL SUFRAGIO COMO PLACEBO CON EL QUE SE BUSCA CONSENSO PARA LA EXPLOTACIÓN Y LA OPRESIÓN

NUEVO CURSO

El conflicto social no es superable dentro del capitalismo , porque las matrices de ese fenómeno, nacen de la propia reproducción del capital.

Un factor que unifica a los dos integrantes del personal político que la burguesía ofrece desde sus intereses y en ningún caso los lleva a confrontar, es su posicionamiento dentro del marco general del proyecto de ley y orden, para abastecer una pretendida demanda de seguridad de la población, atravesada por los paradigmas de la lucha contra el delito , la construcción ideológica del “delincuente” como “enemigo social “y el incremento de la represión para la que el Estado se encuentra constitucionalmente habilitado.

Nada de lo que se pueda decir en torno al conflicto social contenido en el fenómeno “crimen y castigo”, resulta ajeno a la estructura económica de un país, y su institucionalidad. Eso es así, en tanto existe un nexo funcional oculto, entre lo que se da en llamar transgresión criminal y lo que en apariencia sería su consecuencia naturalizada: castigo penal y la reinstalación del orden social previo al acto humano.

 Por eso, previo al abordaje del entramado propio de esa problemática específica, conviene detenernos en una mirada sobre esos grandes espacios contenidos en el conflicto en sí.

Vivimos en Argentina, un estado consolidado en los fines del siglo XIX, que tuvo como correlato la expresión nacional de una cultura que alcanzó apogeo en los fines del primer peronismo allá por los mediados de la década del 50 en el siglo XX. En nuestros días, esa construcción económica e ideológica, con ese específico soporte cultural más cercano a la disciplina miento industrialista, se encuentra en un proceso de objetivo agotamiento que sin embargo no resulta plenamente percibido por el conjunto social, en particular por una fuerte arquitectura ideológica que hizo su base en el relato propio de ese primer peronismo,

En ese contexto al que las mayorías se niegan percibir, el dinero, la tierra, en su expresión en la propiedad inmobiliaria urbana y rural, las fábricas y las máquinas que no se utilizan de forma productiva, están allí pero no son capital a efectos prácticos-

Ese conjunto, con los factores enumerados en términos prácticos, está de huelga, es decir, sale del reproductivo del capital con efecto crítico para el conjunto de los que solo tienen como medio de vida su fuerza de trabajo. En síntesis, en la Argentina de nuestro tiempo una parte significativa del capital ha sido retirada de la circulación.

 De tal forma, si se restringe el suministro de capital a las inversiones nuevas porque esa parte ha sido tomada y ubicada fuera de los límites de la estructura económica nacional, y se busca apelando a la operatoria del Estado, por vía de los operadores políticos de la burguesía, que, con menos capital, se obtenga, sin embargo, igual rendimiento y así sucesivamente. En este mecanismo esta inserto el fenómeno de la corrupción del poder político, en la medida en que es por esa vía que se consigue ese objetivo regresivo.

Esto explica también que la tasa de retorno del capital (no importa cómo se defina o se la mida) siempre supere la tasa de crecimiento de renta.

Ese es el fenómeno que describe la estructura capitalista en nuestro país. La creación de esta escasez artificial no es algo que sólo hagan las compañías petroleras o agrarias, para garantizar sus altas tasas de retorno: es lo que hace todo capital cuando tiene la oportunidad de hacerlo ya que es de esta forma, como el capital garantiza su propia reproducción, sin que le importen las desafortunadas consecuencias que pueda tener para la clase trabajadora. Dicho de otra forma, es así como vive la clase capitalista y como alcanzamos a sobrevivir nosotros.

Pero es por esta misma razón que Argentina siglo XXI expresa sin tapujos toda su decadencia como orden social y se conforme en una sola palabra recurrente en el tiempo: CRISIS

Esa objetividad, sin embargo, produce un efecto deteriorante en la configuración del factor subjetivo. Es decir, gran parte de la población, en particular los sectores medios según lo dejan ver sus determinaciones electorales vive y actúa un imaginario de lo que ya no es, sin percibir o no queriendo ver que lo que solo adquiere el ser, es la tendencia a la caída de las condiciones de existencia que no deja de ceder y amenaza su sobrevida como sector social.

La estructura relacional de la sociedad civil y las relaciones de producción reinantes dan cuenta , de un país pequeño por su baja escala productiva cotejada con el resto de los Estados capitalistas, que sobrevive por un mecanismo de compensación centrado en la renta agraria diferenciada, con base en la ventaja competitiva que otorga la fertilidad de sus tierras y la alta inversión capitalista en agro-industria, aunque también signada por la tendencia de la tasa de retorno antes descripta, basada en seguir haciendo lo mismo sin reinversión de capital en la medida que el valor producido se configura en el mercado en dinero que no regresa a ese circuito sino que por vía financiera se retira del país.

 Sin embargo, nuestra población se concentra en varios centros urbanos y sus contornos, con sobrevida en relación a la producción industrial que solo adquiere precaria existencia en el mercado interno por la expansión del consumo y no por la valorización creciente de la fuerza de trabajo, lo que hace que parte de la renta agraria diferencial, se vuelque en ese mecanismo que hoy agoniza frente a las políticas de globalización capitalista y el alto endeudamiento público del Estado nacional.

Este sucinto análisis de la estructura productiva, sin embargo resulta suficiente como para afirmar que es a partir de allí que se produce el flujo tendencial de vínculos humanos que  lleva a la perdida de inclusión social de amplios sectores poblacionales  y a la concentración de la riqueza en pocas manos, lo que hace que la institucionalidad en su conjunto abandone el rol amplio y abierto del control social con sustento en ilusiones democráticas  que le era propicio en el ciclo en alza de su desarrollo , para pasar a funcionar en una lógica de control puramente represivo, con alta influencia ideológica con formato propagandístico mediatizado  para su consolidación como cultura hegemónica del castigo penal por sí mismo.

Esto significa no otra cosa que el declive de los principales pilares del sistema republicano  sobre los que se sostuvo la modernidad penal con base en  la preponderancia de la administración burocrática y la racionalización en los mecanismos y agencias de control y ejecución penal; la prevalencia de los discursos re-socializantes y las prácticas correccionalistas; el rechazo a la exhibición ostentosa del castigo y la neutralización de las emociones violentas que suscita en la población medidos en términos abstractos.

El llamado “giro punitivo” de las sociedades contemporáneas, expresa ese abandono. Por oposición al modelo garantista de derecho penal mínimo, la actualidad está signada por el crecimiento generalizado de políticas basadas en estrategias excluyentes, estigmatizantes y selectivas, todas con base en la construcción dogmática, preordenada del “otro” diverso y enemigo contra el que es necesario desatar una guerra con paradigmas de cruzada contra el delito.

 En ese  orden se pueden contabilizar como manifestación expresa  ; la multiplicación de los estereotipos de alteridad mediáticamente producidos, del tipo afín al cabecita negra, el trapito, el piquetero, y desde otros sectores pero con igual resultado final : los  apologistas de  la formación de grupos de vigilancia vecinal con prácticas linchadoras, la apología “izquierdista” de una pretendida “autodefensa” traspolada desde textos de los revolucionarios rusos, que construyeron relatos sobre realidades diversas y objetivos disímiles a los de los apologistas de la analogía mal construida que habitan nuestros suelos.

Todas estas expresiones, sin embargo, marcan como resultante el incremento exponencial de las tasas de encarcelamiento, la elevación en los montos de los castigos aplicados, y la vulneración de los resguardos jurídicos del debido proceso y de las garantías individuales que la revolución burguesa en todas sus formas declaró para la protección del hombre frente a la existencia peligrosa del Estado.

La situación de los jóvenes, (que nos interesa en tanto son ellos la gran mayoría de la población penalizada y carcelaria) refleja  en términos generales  una tasa de desempleo dentro del trabajo formal y regulado por normas de derecho laboral, de significativa envergadura, fenómeno que se suma al dato cierto de que los salarios para esos jóvenes que ocupan las escalas inferiores de las categorías que fijan los convenios colectivos  con suerte llegan al 70% de los ya magros salarios promedio de la economía argentina y por ende resultan insuficientes para cubrir la canasta mínima de satisfacción de necesidades .

 Este dato de la realidad no es obra de una determinante subjetiva, sino de una de las condiciones del aumento de la tasa de explotación que permitió el aumento de la rentabilidad del capital en al menos los últimos diez años, a partir de esa falta de reinversión de gran parte del plusvalor apropiado en la propia producción de mercancías.

La burguesía, en tanto clase social dominante, necesita y se consolida con esos estándares de opresión de los jóvenes y de explotación de los trabajadores. El capitalismo en nuestra sociedad, tiene como condición de supervivencia la generación de empleo de mala calidad que compensa con intensificación de la explotación de la fuerza de trabajo humana la pretensión de continuar manteniendo índices de utilidad sin reinversión de capital en el proceso productivo de mercancía en sí.

El fenómeno muestra aristas preocupantes cuando se advierte que el soporte de los operadores políticos que gestionan los intereses burgueses desde ese poder nace y se desarrolla con el solo propósito de generar dogmas y fetiches que oculten esa realidad de la estructura productiva y el propósito parasitario de los capitales que se ligan directamente con los beneficios obtenibles de esas políticas.

Por otro lado, el prolongado y creciente fenómeno del desempleo y la generación de oferta de empleo informal y precarizado lleva también a la expansión de la población considerada económicamente  sobrante, siendo ese grupo poblacional que en esa precaria condición existencial el que  posibilita la lógica de reproducción y acumulación capitalista local, en tanto permite consolidar el aumento de la tasa de explotación del trabajador activo, por vía de la reducción del salario real y la organización del trabajo productivo o de servicios con mínimas responsabilidades en la producción de riesgos laborales y cargas previsionales.

 Finalmente , una de las tantas manifestaciones de ese agotamiento histórico del modelo de acumulación capitalista contenido en el Estado nacional Argentina, es la decadencia y crisis de su sistema educativo, factor este que transfiere el clásico rol de control social asignado a la escuela,  a otras institucionalidades y dispositivos mediáticos que consolidan la ignorancia generalizada y la decadencia en cuanto a la optimización de las habilidades personales contenidas en la fuerza de trabajo que se ofrece y requiere en el mercado laboral, aspecto que incrementa la vulnerabilidad del joven particularmente frente a la norma penal negativa habilitando la extensión del proceder de  agencias estatales  de seguridad, que actúan en el plano puramente represivo.

 Dicho de otra forma. La relevante disminución de la incorporación escolar masiva, y mejoramiento de la calidad educativa, sumado a la precariedad y súper-explotación laboral de los jóvenes, generan un espacio posible para los comportamientos que se reputan contrarios a las normas positivas, con adecuación en las prohibitiva, y el emergente mayoritario del control social represivo, puesto en funcionamiento por las distintas agencias Estatales.

La tendencia que domina la evolución de los procesos de trabajo en la sociedad capitalista lleva a la creciente simplificación de las tareas y, por ende, a una demanda relativamente creciente de población menos educada. Esta menor educación es uno de los elementos responsables del menor valor de la fuerza de trabajo que pone en cuestión todos los discursos de los políticos que la burguesía cuenta entre sus destacamentos gerenciales, sean estos oficialistas u opositores, nacionales y extranjeros, sobre la capacidad de la educación para asegurar el futuro y luchar vía capacitación del trabajador contra la desocupación. Por el contrario, la evolución de los procesos de trabajo exige y lleva a un embrutecimiento progresivo y la recreación permanente de una masa creciente de desocupados.

En este orden de ideas se apunta  que: “La introducción de maquinaria y tecnología en general suele ser asimilada, en forma simplista, a una supuesta complejidad mayor del trabajo, como si la introducción de computadoras en oficinas, talleres y fábricas requiriera analistas de sistemas y programadores para manejarlas. El resultado más lógico a esperar es exactamente el inverso y, efectivamente es así. Basta ir a cualquier supermercado para observar cómo las cajeras no precisan más capacidad que distinguir los billetes puesto que los códigos de barras, los lectores y las máquinas registradoras harán el resto. Cualquiera puede observar cómo los conocimientos necesarios a cualquier cocinero, aún el más humilde responsable de un puesto de choripán (que debe, por lo menos, desarrollar algún sentido del tiempo de cocción necesario) superan con creces los de los empleados de McDonald’s, Búrguer King o Wendy’s. Es esta la razón por la que, en estos lugares, como en muchos otros, vemos expandirse el trabajo juvenil y por qué las mujeres parecen capear mejor la desocupación. (…) esos requerimientos de mano de obra de menor calificación se extienden a las oficinas, donde una sola persona, computadora, fax, e: mail y fotocopiadora mediante ha desplazado a un montón de empleados de mayores calificaciones con sólo manejar el Office de Windows, (…) Las máquinas pueden ser complejas, el trabajo no, algo que se refleja en la desvalorización del título de educación secundaria. El fenómeno no hace más que acompañar la transformación más general de la sociedad capitalista, donde la guerra permanente que lo trastorna todo, está generando nuevos logros en la productividad del trabajo, de la conquista humana sobre el mundo material, al mismo tiempo que, consecuentemente, degrada relativamente las capacidades de esos mismos hombres y mujeres que consume en la hoguera eterna de la producción de plusvalía. Para un mundo de menor cantidad de trabajos calificados y una vasta masa de trabajadores sin habilidad técnica alguna, una educación de elite, ligada a los requerimientos de las empresas, acompañada por una escolarización elemental, también ligada, como iba a ser de otra manera, a los requerimientos de las empresas” (Eduardo Sartelli El principio de Babbage, la educación y el trabajo. Rev. Razón y Revolución nro.3)

Por estas explicaciones vemos necesario advertir que todo el complejo fenómeno estructurado en torno a la noción abstracta de delito concretizada en la norma jurídica , desde la cual se elaboran nociones ideológicas como la afirmación negación seguridad-inseguridad y la riqueza, no puede ser aceptada en tanto implica una lectura concentrada intencionalmente por el poder burgués en la dialéctica delito-pena ignorando y excluyendo adrede toda una serie de fenómenos económicos y sociales que le son connaturales e inclusive estructurales no abarcados por una simple definición normativa a la que se le adjudica la definición de un ejercicio concreto de una acción humana que no se detiene ante el aspecto negativo de esa misma libertad

Todo lo que se implica en la idea de delito no es creación abstracta y generalizada como se puede decir del contenido de cualquier ley en tanto lo descripto no surge espontáneamente ni  emerge de la nada, sino de la propia lógica de la estructura económica del país, y de las modalidades específicas que la acumulación capitalista tiene en nuestra sociedad signada por el atraso y la dependencia al capital financiero internacional.

Las dificultades para resolver la crisis  social dentro de la cual se incluye el fenómeno delictivo y el conflicto que supone su materialización exigen su superación desde el objetivo final de  salir de ella en modo superador,  favorable al conjunto de la clase trabajadora en sí, y no en beneficio de los dueños de los medios de producción y el aparato financiero.

Este objetivo superador , de necesaria e imprescindible realización ,  reconoce en paralelo en el campo de la cultura, el imperativo que indica,  en particular a la  juventud trabajadora la tarea militante de  avanzar en  un proceso creciente de toma de conciencia en  torno a  la necesidad de cambio y no de  reproducción acrítica de un modelo agotado  en sus capacidades esenciales que solo se reproduce con violencia y barbarie , haciendo defensa de la fuente de trabajo, a través de la demanda de empleo digno en condiciones laborales de materialización no riesgosa y degradante para su salud, como mecanismo fundacional del objetivo más general y necesario de transformarse en clase trabajadora para sí, con su propio poder y generación de condiciones materiales existenciales  ajustadas al programa de nueva sociedad que emerge del socialismo.,

  Aunque resulte distante y no fácilmente vinculable, lo cierto es que, por la particular lógica reproductiva del capital en nuestras tierras, altamente condicionado por la globalización y el imperialismo, se  ubica  en escena al trabajador visto como una mercancía más, sometida lisa y llanamente a las proyecciones del mercado, objetivándolo como una cosa y sometido por ese fetiche que en el que se aliena.

 La conciencia sindical, leída como estadio primario con el que emerge la conciencia de clases y la predisposición a la lucha abierta al capital, es el primario momento que exige ver la luz en la realidad como contra educación confrontativa del embrutecimiento generalizado impulsado por las políticas educativas gestadas desde la burguesía en el poder.

Sin embargo,  advertimos un déficit significativo en ese desarrollo de esa dialéctica implicada en el proceso de adquisición de  conciencia de clase en tanto ese “ en sí” economicista y sindical , no se traduce en el plano político, aun cuando se incorpore bancas parlamentarias en el sistema republicano, puesto que no se hace cuerpo en ese grupo social (la clase trabajadora) y demás sectores oprimidos por el dominio imperialista de nuestra sociedad, la crítica al esquema ley y orden que impone la burguesía en su conjunto de modo culturalmente hegemónico.

Se hace necesario un proceso político de transformación superadora en ese avance en la conciencia de clase, hacia planteos extensivos al sistema de vida social en donde se desenvuelve con incorporación de un discurso contra hegemónico que visualice que la resolución de la crisis constante, requiere también de algo diferente a las recetas habituales, una suerte de basta a lo conocido y ensayado, incorporando otro discurso y otra práctica, básicamente anti represiva que reformule el orden punitivo instalado por la clase dominante y su sentido fundante del castigo.

Lo característico de la cuestión criminal en la estructura social capitalista que asume nuestro país, es su médula simbólica, y la representación ideológica establecida con consenso de las emociones y las creencias colectivas a las que convoca y procura funcional izar, permitiendo que el castigo violento sobre una persona sea visto como una función social e institucional necesaria para la convivencia del conjunto, siendo éste esquema globalizador aquello que en definitiva permiten la reproducción de ese conjunto de relaciones sociales dominado por una clase que debe necesariamente ceder por cuanto significa no otra cosa que barbarie, en tanto explotación, opresión y el sometimiento muchos por unos pocos se encuentran en la propia esencia de la sociedad capitalista.

Ubicándonos en una expresión de saber práctico, despojada de generalizaciones o teorizaciones puramente descriptivas, advertimos con carácter culturalmente hegemónico que los explotados, los oprimidos no pueden formular una respuesta superadora al problema social de la dialéctica crimen-castigo en tanto no dejen de ver al Derecho y específicamente al derecho penal como propio (no otra cosa se hace cuando se anda por el mundo solo pidiendo castigo y asimilando éste al valor justicia), y advertir  su condición de fetiche, vale decir, la de un objeto al que se le rinde culto y se le atribuyen cualidades mágicas.

 El derecho positivo, generado por una determinada forma de Estado, bajo una conformación de gobierno parlamentario, incluido el derecho penal, no es algo propio de la condición humana y mucho menos de la clase trabajadora empleada o desempleada, sino por el contrario, un producto ideológico extraño y hostil al trabajador, que el Estado garantiza en base a consenso electoral periódico o por la fuerza en última instancia.

Lejos de esa función simbólica de fetiche, el derecho constituye una relación social de la cual el trabajador es parte, no en tanto trabajador sino como propietario de su fuerza de trabajo, que recibe una “personalidad” atribuida jurídicamente bajo la forma jurídica de “capacidad “y una “voluntad” presunta para ir al mercado a vender esa fuerza de trabajo.

 En otras palabras, desde la igualdad formal en el tratamiento legal que se espera por el sujeto desde el Estado, se consagra la desigualdad real, que en el campo específico de la jurisdicción penal no es solamente una encarnación de la forma jurídica abstracta, sino también un arma inmediata en la lucha de clases que despliega explotadores sobre explotados, con mediación de la violencia legal encarnada en el Estado de la burguesía.

La existencia o no del sujeto, constituye uno de los problemas básicos de nuestro tiempo, pero habremos de entender, de una vez, que el sujeto nunca preexiste, sino que se construye en ese mismo proceso histórico. Al conocer los dobles planos generalizados en el discurso fundante de la sociedad capitalista, los trabajadores se conocen a sí mismos. Es una de las vías ligadas a la existencia misma por la que se apreciarán como el sujeto esencial de esta fase de la historia, que no es otra que la historia de la lucha de clases.

Toda revolución rompe con el orden y la regularidad de los fenómenos. l cambio, no es un resultado sino el contenido

específico de un proceso social con base material y contenido que debe ser concretizado en cada experiencia de lucha. Revolucionar significa cambiar algo de raíz y abrir un arco múltiple de posibilidades para la acción del hombre que no obedece a ningún comportamiento establecido de antemano.

Ya alguien dijo con mejor fundamento, no por citas bibliográficas sino por la entrega de su propia humanidad que: “……supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino (…) Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite”. (Ernesto Guevara. Carta de despedida)