CAPITALISMO; UN MISMO MODELO SOCIAL EN AGONÍA QUE RECUPERA VIEJAS EXPLICACIONES PARA LA EXPLOTACIÓN Y OPRESIÓN

Libertad, igualdad, fraternidad son los paradigmas de la revolución democrática que puso en acto la burguesía como clase para hacerse del poder y estructurar sus Estados desde 1789. Ese intento formal también pretendió tomar forma discursiva en la política argentina a la salida del régimen de dictadura cívico militar impuesto desde 1976.

 Sin embargo y más allá de los signos de su agotamiento de su función paradigmática, lo cierto desde el comienzo de su desarrollo es su carácter ideológico en tanto, no hay sociedad que esté más alejada de esos ideales que la que los puso a la consideración de la humanidad, la sociedad capitalista. Por ella, estamos ahora, en un mundo donde reinan la esclavitud asalariada, la división en clases y la lucha más feroz

Este es el marco de situación, que nos invita a la reflexión, más allá de la manera en que final y contingentemente se desarrollen ulteriormente los acontecimientos ligados a la gestión de La libertad Avanza y su asociación con el grupo Macri

Es socialmente admitido e inspira la propia existencia del Estado Argentino, en tanto subyace en su ideología fundante, que los tres pilares de la República, libertad, igualdad, y fraternidad se normativizan en la Constitución Nacional y son sus objetivos declarados para fundamentar su existencia.

 Esto último significa no otra cosa que, conceptualmente hemos definido como objetivo deseable, que la sociedad en donde nos desenvolvemos, nos confiera la condición de seres libres e iguales y nos permita relacionamos con vínculos de hermandad.

Sin embargo, esto no es fácil de percibir en la realidad y mucho menos, advertible en la situación que nos convoca, puesto que La libertad Avanza-Macri, no se comportan indicando como meta de sus propuestas y acciones la búsqueda de vínculos fraternales, regidos por la igualdad como pauta de justicia  

Es pertinente entonces, detenerse un momento para pensar sobre lo vivido, no solo en el legítimo afán de comprenderlo sino también, con la esperanzadora vocación de transformarlo.

Habrá que recordar en este sentido, aunque parezca hoy una obviedad, que el hombre es el único ser vivo que requiere del concurso de otros, para su propia subsistencia, en un hacer productivo que le resulta específico, toda vez que es el único sujeto capaz de producir cultura, entendida ésta, en su más amplia expresión.

Nadie puede negar hoy que una sociedad es una totalidad estructura por relaciones intersubjetivas ordenadas. Pero ese orden no es fijo e inmutable sino por el contrario, histórico. La sociedad en que vivimos,  en la que formalmente se constitucionalizan los paradigmas de libertad, igualdad y fraternidad, y en los que se concretan en sentido inverso las consecuencias del principio de justicia basado en la auto propiedad del individuo,  no es otra que la generada por relaciones sociales-económicas capitalistas, que básicamente suponen la existencia de un sector social que domina el proceso productivo desde la apropiación orgánica de los bienes de producción, los servicios y el control de la estructura burocrática estatal y otro grupo social, -la mayoría- que existe condicionado objetivamente por la venta de su capacidad de trabajo adquirible por aquellos en la gestión de sus empresas.

Esa forma de ordenamiento social, genera por su propia dialéctica reproductiva y de acumulación, que existan grupos humanos ubicados fuera de ese vínculo primario de capital-trabajo. Son los que hoy se denominan “no incluidos o desocupados.

Esos sujetos sociales desde su primario y constatable extrañamiento de la relación de empleo, son la resultante de la contradicción inmanente del sistema capitalista, incapaz objetivamente de la generación de pleno empleo.

Frente a esta contradicción, caen las estructuras ideológicas que permiten el consenso para que la existencia de una sociedad que convive con un 40 % de la población en la pobreza, resulte viable y propia del orden natural de las cosas.

En este contexto, es necesario recordar que tanto Milei como otros cuadros de La Libertad Avanza fueron profundamente denostados en el marco de la enunciación de sus ideas, En particular se fustigo la mención que el primero hizo en un debate, de la figura referencial que tenía en Margaret Thatcher, primera ministra de Gran Bretaña e impulsora fanática del recetario neoliberal. Se lo hizo desde el punto de vista de la gestión liquidacioncita y asesina que ésta tuvo durante la guerra de Malvinas en mayor medida buscando impacto en la memoria aún abierta de la acción sobre el crucero Gral. Belgrano Sin embargo esa reprochable acción, propia de un criminal de guerra, no dejo ver la matriz de la sociedad bosquejad por esa “figura emblemática y referencial” de nuestro presidente electo

Margaret Taches sostuvo con énfasis que: “La sociedad no existe, sólo los individuos”. Thatcher expresaba, en apenas una frase, todo un programa de dominación.

En el mismo orden a mediados de los años 70, Friedrich van Hayek, también libro de cabecera de La libertad Avanza, no dudaba en afirmar que la justicia social era un mero “espejismo”. Robert Nozick, sostenía que “[h]ay sólo personas individuales, diferentes personas individuales, con sus propias vidas individuales” y que “cada persona es una empresa en miniatura”

Los dichos de Thatcher, Hayek, Nozick y los que hoy repite como loro Milei, en primer lugar, muestran que no tienen ninguna novedad, y en segundo orden dejan ver que responden a una lógica de hierro: si sólo hay individuos y no existen las sociedades, mal se puede hablar de “justicia social” como valor social deseado y tan caro al moribundo Estado de bienestar. No puede calificarse algo que no existe. En todo caso, si la justicia es una virtud inteligible, sólo puede aplicarse a las decisiones y acciones individuales.

De este modo, no hay duda respecto a que la tesis de auto propiedad es la, piedra basal del libertarismo de derecha, siendo esta estructura de pensamiento aquella   que brinda sustento ideológico a las políticas más predatorias del capitalismo globalizado que enuncia Javier Milei. De hecho, la libertad avanza es a la vez, el aparato político que, habiendo construido previamente a Milei como personaje político, termina por imponerse como personal político de la burguesía de conjunto para la gestión de ese poder de clase con institucionalidad en la forma jurídica Estado. un mundo poblado por meros propietarios de sí mismos y completamente ignorantes de los problemas de la justicia social no parece ser un horizonte alentador

El fundamento último del libertarismo, de derecha y de izquierda, no es la protección irrestricta de las libertades negativas o restricciones laterales, sino el principio de auto propiedad, según el cual cada individuo posee derechos de “propiedad privada total sobre sí mismo y sus poderes” y, por ende, “un extenso conjunto de facultades morales  sobre el uso y los frutos de su cuerpo y sus capacidades, comparable, en contenido, a los derechos de los que disfruta quien tiene irrestricta propiedad privada sobre una propiedad física”.

Defender la plena auto propiedad implica que, dado un conjunto de posesiones individuales legítimas, sólo están permitidos los intercambios voluntarios convenidos mutuamente y que nadie puede ser obligado a asistir a otros o a transferirles parte del producto, sea en forma directa o por medio de un sistema redistributivo estatal. Respecto de los recursos externos es decir los que no están dentro del individuo en sí y su auto propiedad, las personas pueden obtener capacidades de disposición   sobre “ilimitadas cantidades desiguales de ellos que sea capaz de apropiar para sí.

La afirmación de la auto propiedad cae por sí misma a poco que se advierta que subyace a la misma el proceso social, material, real de la extracción de plusvalor constituye por el capitalista la sustracción de la disposición sobre un producto que ha generado la fuerza de trabajo de una persona en el marco de las condiciones de producción existentes y que se le otorgan para materializar esa fuerza.

 En definitiva, la venerada premisa de la auto propiedad se desconoce por el capitalismo mismo en tanto se le sustrae al trabajador en virtud, precisamente, de la propiedad sobre sí mismo. Desde ahí para adelante todo el entramado que implica el principio rector e ideológico de la auto propiedad se muestra incapaz como pauta ética rectora del todo social, de constituirse en principio ordenador justo de ese orden social.

Como queda a la vista, no estamos en una situación política que devenga en la posibilidad de un cambio paradigmático de modelo, en tanto a lo que sobrevivimos es una continuidad del Estado como herramienta funcional del poder burgués donde se intenta una continuidad del perfil productivo e ideológico de la explotación y dominación de la clase trabajadora por otros medios.

Las formas autoritarias, represivas, han crecido bajo la democracia, en su seno, es necesario hacer consciente este proceso, porque no haber combatido esas formas, esas tendencias, permite que un nuevo gobierno que pretende ilegalizar la protesta social que enfrente su ajuste, su ataque, se apoye en ese avance anterior, en la pasividad de las organizaciones sindicales, sociales y políticas frente al avance de esas tendencias.

Estamos en presencia del desarrollo por otros medios y con otros paradigmas ideológicos de una política permanente de la burguesía desenvuelta para extirpar los elementos de la democracia proletaria en la sociedad que oportunamente pudieron ser impuestos con la lucha en las calles.

Por esa razón es pertinente cuestionar cualquier ilusión relativa a que el Congreso, o los gobernadores, o la burocracia sindical, pueden ser un dique de contención para las políticas de los libertarios encabezaos por Milei asociados a Macri.

En ese sentido es correcto, cuestionar la idea de que está legitimado por el hecho de que triunfó ampliamente en las elecciones.

Esto último implica confrontar programas y para ello la vanguardia de la clase trabajadora debe abocarse a esa construcción programática con fundamento en las premisas socialistas.

Un programa entendido como una noción a la vez crítica del presente y reguladora de un futuro deseable sobre la base de conocer y entender las estructuras productivas realmente vigentes, las contradicciones intrínsecas a su desarrollo y exponer los modos de su superación dialéctica desde la intervención emancipadora de los trabajadores

Esto implica básicamente la voluntad de relanzar el proyecto socialista tras los fracasos y las derrotas de los intentos revolucionarios del siglo xx, sobre la idea central de que la acción política sostenida en el tiempo es inconcebible sin un horizonte donde se dibuje, el perfil de una buena sociedad, donde los estragos del capitalismo sean apenas un mal recuerdo .

 

NUEVO CURSO