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Nuevo Curso

“Los votantes votan, pero no eligen”. MILEI Y SUS PREMISAS DEFRAUDATORIAS. NEGARLAS ES LA RESPUESTA MÍNIMA NECESARIA DESDE LOS TRABAJADORES.

NUEVO CURSO

«Los objetos que producimos, que deberían servir a la vida , convertidos en mercancías, llegan a regir su contenido

Milei y sus colaterales, ganaron con mucho esmero de los equipos que lo producen el centro del escenario. Desde ahí y por todos los medios hacen real aquello de los ciegos que guían a otros ciegos.

En esto hay una novedad que debe señalarse. De la ceguera propia de muchos trabajadores, y en particular de los jóvenes de los sectores medios se ocupó por años el peronismo “militante” con formato K y a su manera los que en nombre del socialismo le indicaron que la ruta existencial conducía necesariamente a una primera estación, en la que se enseñoreaba el parlamentarismo. Basta solo recordar los emocionales juramentos de los diputados del FITU con “puño en alto” y confusa evocación de 30 mil desaparecidos, que curiosamente en vida, jamás hubieran tomado por esa ruta de reformismo y positivismo legalista, más cercana a Kausky que a Lenin y Trotsky.

Hoy ese papel de brújula que señala el camino parece transitoriamente ocupado por el producto mercantilizado con eficiencia, que implica la imagen creada sobre el electo presidente.

También es cierto que por mucho tiempo tuvimos que escuchar y ver escenificada hasta el hartazgo, esa letanía según la cual citar textos de Marx era un anacronismo. No obstante, la realidad que es implacable porque no tiene remedio nos pone hoy ante nuestros ojos y nuestras vivencias a un tipo que exhibe como particular acreditación representativa una cantidad significativa de votos. Esos mismos votos imaginarios y fetiches con los que soñaba la autodenominada izquierda socialista, ocultando con ese talismán sus retornos al más decadente reformismo, precisamente cuando este agoniza en todo el espacio globalizado por el capitalismo.

Con esa valija llena de votos, arriba a la casa rosada y Olivos, su nuevo habitante, con otro tipo de perros diversos del Dylan entrañable del guitarrista frustrado Alberto Fernández. En ella lleva toda la parafernalia ideológica del liberalismo clásico, que es expresión ideológica de la burguesía en alza con los tiempos de desarrollo ascendente del capital, posicionado como orden social dominante. El ciego que guía a otros ciegos, oculta ese factor liminar. Esa ropa servía para esa época, en la actual no va ese traje sino el mameluco de la pobreza y la miseria existencial de ese orden de clases en agonía, y es esa premisa la que hay que poner a la luz. Todo lo modernoso, negador y fetichesco que exhibe el armado mercantilista de este producto político y la manada que le sigue, es tan antiguo y decadente como el sistema capitalista del que hacen apología.

Es claro que ahora, los derrotados en las urnas se ocupen de mirar a sus costados y desnudos como Adán y Eva después de “comer la manzana” miren con qué se puede contar para seguir aún desde la caída estrepitosa, arriba del escenario donde se pone en acto esta decadencia. En esa tarea, se puede ver a los ayer cultores de las urnas, los votos críticos, los votos con la nariz tapada y otras yerbas similares, lanzar convocatorias a la lucha y ocupar las calles.

Es cierto, hay que luchar y ocupar las calles, pero también es necesario aún teniendo la malsana compañía de esta gente que lleva 40 años de defensa de la democracia representativa en tanto forma de gobierno de la república burguesa constitucionalmente instituida por esa clase social, como forma jurídica de su dominación opresiva y explotadora , destacar nuestras premisas fundantes que explican porque hay que enfrentarse al nuevo talismán de ese orden capitalista con el que la burguesía busca reproducir su existencia.

Nuestra gran diferencia, nuestra negación y nuestra convocatoria a producir su superación de todo este esquema liberal, esta dada, no por ideas que se nos ocurren, sino por nuestra particular forma de existir en este mundo capitalista, que nos impone condiciones de ser, desde sus específicas relaciones de producción.

La totalidad de las instituciones, leyes y relaciones económicas no puede ser tratada simplemente como un conjunto de hechos aislados y objetivos, sino como constituyente de una configuración histórica dentro de la cual hacen los hombres sus vidas. El trabajo es en ese contexto, la actividad existencial del hombre

La forma de trabajo que se estructura en el orden social capitalista y sobre la que se edifica todo el edificio institucional estatal y sus formas jurídicas, implica la alienación del hombre y la mujer trabajadora.

La división de trabajo que impone el capital desde sí mismo, se lleva a cabo sin tomar en considerar las capacidades individuales de cada hombre. Toma cuerpo sin tomar en consideración el talento de los individuos o el interés de la totalidad y obedece a las leyes capitalistas de la producción de bienes. Bajo el imperio de esas premisas del hecho económico, producto del trabajo, la mercancía, determina la naturaleza y el fin de la actividad humana, restándole todo espacio a la libertad, esa de la que hace exaltación apologética el electo presidente y sus productores de imagen.

Los materiales, los bienes producidos con forma de mercancía, dejan de responder a su valor de uso para regir el contenido mismo de la existencia del hombre. Es en ese sentido, que los trabajadores somos lo que hacemos con lo que hace de nosotros el dominio fetiche de las mercancías, o como sintetiza Galeano:” Es más libre el dinero que la gente. 
La gente, está al servicio de las cosas”.

El trabajador alienado de su producto está al mismo tiempo alienado de sí mismo. Su propio trabajo ya no es suyo y el hecho de que se convierta en propiedad de otro acusa una expropiación que toca a la esencia misma del hombre. El trabajo en su forma actual, desvirtúa todas las facultades humanas e impone sus propias satisfacciones.

Esta evidencia objetiva del existir social donde una economía incontrolada rige todas las relaciones humanas, y su necesaria denuncia la premisa olvidada, que debe ser confrontada a la idolatría del mercado que se sigue del enseñoreo liberal en el poder formal.

Esa misma situación denunciada es la que a la vez deja abierta la necesidad de su superación es el espacio real sobre el que se edifica el edificio de la nueva sociedad con programa socialista.

 Es denunciando el carácter explotador y opresivo del orden social capitalista, y cómo ambos resultados adquieren continuidad por vía de su instrumento primordial, el Estado y sus formas jurídicas visibles por las leyes y sus sanciones que fundamentan la violencia, que se comienza a trazar la unidad en la lucha, porque ese es el único sentido de esta. No hay lucha social válida si no cuestiona por su raíz la propia sociedad y marca la necesidad de su superación por vía de la abolición del orden capitalista.

La relación existente entre la conciencia la existencia social, es una relación falsa, que debe ser superada para que la verdadera relación pueda salir a la luz.

 La verdad de esta premisa, tiene así que ser llevada a cabo en un primer momento por la negación de lo dado, y diseñarse en un modelo superador sobre las premisas del programa socialista y su concepción inicial del valor justicia sobre la base del principio “De cada cual, según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades “

 La pobreza, no es de ningún modo el resultado de adversas circunstancias externas, sino del modo de trabajo predominante en la sociedad capitalista y de su relación fundante “capital-trabajo”.

Milei, la libertad avanza, el aparato ideológico configurador de esa imagen que sobrevuela como paradigma de la defensa de un criterio de libertad que implica el dominio estructural del poderoso sobre el carente, del propietario de medios de producción sobre el asalariado que en tanto hombre solo tiene su capacidad de trabajo.

La pobreza no es el resultado de adversas circunstancias externas generadas desde la política que el electo presidente viene a suprimir. La miseria y la pobreza cultural, surge de la naturaleza de la forma de trabajo predominante y está enraizada en la esencia misma del orden social capitalista.

Mucho antes de correr detrás de carteles que nos vuelvan a vender candidatos “buenos”, políticos “salvadores”, habrá que recordar que la emancipación de esta realidad capitalista es obra de los trabajadores mismos. La universalidad del proletariado es una universalidad negativa, la alienación del trabajo se ha intensificado hasta el punto de tornar irremediablemente necesaria su destrucción total por vía revolucionaria a través del poder obrero y sus organismos. El trabajo en su materialidad capitalista impide la autorrealización del hombre, su verdadera libertad.