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Nuevo Curso

ARGENTINA. NUEVAS ENSEÑANZAS DE LO REAL SOBRE LO ABSTRACTO. UN CERTERO ADIOS AL REFORMISMO


Por fuera de la emergencia primaria de atender a la satisfacción digna de nuestras necesidades elementales para poder sobrevivir, los sucesos políticos en curso dan cuenta de un fenómeno social de alto grado de complejidad determinado por las intensas tendencias contrastantes que se verifican y dejan verse aun en forma larvada al interior de cada una de las clases sociales en conflicto.
Un aspecto de esa complejidad, está dado por el alto grado de enseñanza que dejan los fenómenos recientes ,si se la analizan desde el plano de los factores subjetivos en juego, y la incidencia de los mismos en los resultados transitorios que exhibe el proceso

Si se mira desde esta perspectiva es importante recordar que en lo que va del siglo, existió siempre un comodín de impugnación, que era marcado en derredor de la base frase: “A la izquierda de Cristina, solo está la pared”, tras lo cual se despreciable el aporte militante de aquellos sectores a los que se los identificaba como “troscos”

 Ahora que las cosas no están tan claras y que ya la palabra izquierda es colocada en el lugar de pieza de museo, lo cierto es que ante la claudicación de sus seguidores y los efectos generados desde la presión ideológica desmesurada sobre la población que desangra el poder burgués goza León Trotsky resurge como conductor revolucionario y nos deja esta brújula interpretativa del contexto que se ubica por fuera de estos esquematismos del oportunista. Trotsky tuvo ocasión de aportar lo siguiente::
«La situación política mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado.»…
…»La burguesía misma no ve una salida»…
…»Las charlatanerías de toda especie según las cuales las condiciones históricas no estarían todavía “ maduras ” para el socialismo no son sino el producto de la ignorancia o de un engaño consciente…..Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe.
Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria
La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria.»

Este es el presupuesto esencial desde donde buscar entender lo actual para buscar su superación.

En primer lugar, bueno es decir que no se trata de negar a Milei, La libertad avanza y cualquier alianza de sectores internos de la burguesía que exprese la gestión de los intereses del poder burgués Estatal.

Ese discurso toma actualidad en la medida en que los desplazamientos en el poder formal en Argentina, tras el desarrollo de una farsa electoral y los epifenómenos económicos más relevantes (devaluación -endeudamiento- inflación, incremento de tarifas por servicios y de los combustibles) nos aproximan desde su emergencia a la constatación ineludible de las reglas de juego impuestas por el capital financiero y al carácter significativamente predominante de su cultura que arrasa con toda ilusión republicana y con ello con la posibilidad de alguna forma imperfecta de organización democrática que habilite políticas de derechos subjetivos por las que simbólicamente se establezca la capacidad del todo social para decidir individualmente desde cada uno de sus componentes sin diferenciación alguna, , sus propios destinos.
Los hechos recientes en Argentina, encadenados a un desarrollo causal tendencialmente expresado en lo que va del siglo XXI, indican que la ley económica del valor, es decir, el fenómeno económico fundante del capitalismo se transforma lisa y llanamente en la instancia directamente dominante de la reproducción y desenvolvimiento de la sociedad de clases productora de mercancías.

 Dicho de otra manera, se constata sin posible duda, el despliegue de la dimensión económica y la subordinación significativa de las instancias jurídicas -políticas e ideológicas a ella, en post de los imperativos marcados por la crisis de reproducción ampliada del capital.


De esta forma, lo vivido exhibe sin posible ocultamiento, que el interés objetivo de la burguesía como clase en sí, exige la disolución de la embrionaria forma republicana de Estado y su apariencia democrática con incidencia directa sobre las relaciones humanas constitutivas de la sociedad civil a partir de la desintegración de la idea de ciudadanía y el objetivo ideológico de inclusión social en ese formato aparente.

Las desigualdades sociales, las asimetrías existenciales que se incrementan significativamente con las recientes medidas reflejan la concentración acentuada del capital y la localización del poder real, como beneficiarios directos o indirectos de esas determinaciones políticas, en sociedades monopólicas donde se fusionan capital industrial-bancario y bursátil haciéndolas además del dominio cultural excluyente y concentrado, de la cosa pública.

Asistimos al agotamiento de toda política fundada en la posibilidad de formas imperfectas de reformismo y satisfacción desde el Estado de las demandas fundadas en derechos subjetivos inherentes a la persona humana.

Constatamos que se encuentra significativamente socavado el papel histórico del reformismo, quedando el espacio abierto para un escenario objetivo de enfrentamiento clase contra clase, expresado en una refundación cultural capitalista absorbida en forma total por el capital financiero y su naturalización de la barbarie o la posibilidad de una instancia transicional hacia otra sociedad por vía del poder obrero y su dictadura de clase.

El reformismo naufraga y se agota políticamente al mostrar su incapacidad, que debe ser leída en términos históricos y estructurales, de la que se sigue su inhabilidad o ineptitud para poder consolidar en nuestra sociedad la forma republicana de estado, y el gobierno democrático marcadamente presidencialista que instituyó la burguesía al constituir el Estado Nacional a fines del siglo XIX.

El capital financiero agudiza en la sociedad donde nos toca sobrevivir, el choque entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción fundadas en la propiedad privada de los medios de producción se absolutiza.

 Los trabajadores conocemos de un largo período de explotación en el que dispositivos ideológicos mediante nos constituimos de modo no reflexivo en soporte social de la política burguesa dictada por esos imperativos estructurales emanados de los obstáculos que presenta un capitalismo tardío atrasado y dependiente para la reproducción ampliada del capital.

 Por ese motivo las circunstancias históricas nos llaman a comprender los alcances de ese modelo para convertirnos en el enemigo social de lo dado, liberándonos por esa vía de la explotación y de las condiciones inhumanas de sobrevivencia que nos imponen al avanzar en su barbarie.

La república burguesa, su democracia formal restringida está al servicio del capital financiero, es su engranaje superestructural para estrangular toda resistencia sostenida en la crítica de esa dominación de clase.

Ese Estado de la burguesía es la expresión lisa y llana de una dictadura de clase a la que no cabe otra opción que oponer con idénticas implicancias confrontativa la dictadura de la clase obrera.

La dictadura burguesa, expresión política del capitalismo financiero no puede ya exhibirse luciendo un ropaje de respeto a una pretendida voluntad popular, y garantías de libertades democráticas.

 La creación de moneda bancaria que incrementa exponencialmente la masa de dinero circulante, el cohecho, los fraudes comerciales, bursátiles, y bancario por su peso específico brutal en las condiciones materiales de existencia de los trabajadores, han terminado por aplastar toda posibilidad simbólica de representación política, declarando la defunción de toda posible política de asignación de derechos subjetivos a través del Estado.

El aparato de operadores políticos en el gobierno, y muchos progresismos que hoy frente al drama social toman recuerdo de que existen las calles y que en ellas nuestra historia social ha dado cuenta de que es en ella donde se dirimen los aspectos sustantivos de la lucha de clases, salen a la contienda encubriendo un mensaje centrado en la posibilidad de un nuevo capitalismo con base en políticas de derechos para los desplazados de la producción y el mercado de trabajo. Sin embargo, el capitalismo sobrevive bajo condiciones de salvajismo y barbarie políticas. Lo que viene no es el progreso social hacia situaciones carentes de pobreza y salida de la miseria de la clase trabajadora. Lo que emerge es peor al drama que verificamos a diario. El capitalismo en tanto modo de producción y orden social existente no tiene posibilidades de renovación socialmente progresista, que permita aventurar la idea de una existencia humanamente más digna, ni va a tomar vigencia a partir de una nueva situación gestada luego de concretar en los hechos, un crimen social como es la combinación de inflación, devaluación y ulterior estancamiento económico.
. Todos aquellos que se suben a los puentes, pisan las calles con banderas y discursos que dejan entrever por las modalidades del reclamo y su direccionamiento ideológico que hay una burguesía nacional capaz de adoptar determinaciones económicas sustantivas en la cual poder entrever vientos progresistas de cambio, están ocultando la incapacidad social de esa clase social y del sistema en sí para lograr un modelo superador dentro de esa acumulación y reproducción capitalista financiera. Esos ensayos de política aparentemente diferenciadora, están defendiendo al sistema como tal sin atreverse a realizar saltos revolucionarios enmarcados en el programa socialista. De esa forma, los planteos de programa mínimo de corte economicista conducidos por esas direcciones no pueden en ningún caso tender un puente transicional hacia el objetivo estratégico del poder obrero y la transformación socialista –
La política de frente único en las calles con estos sectores maquilladores de la crisis capitalista, solo puede centrarse en la crítica de su posicionamiento y la lucha por la formulación de acciones superadoras de ese esquema fracasado de capitalismo de izquierda, enunciando la necesidad de la transformación revolucionaria de la sociedad, con conducción política de la vanguardia obrera y su programa máximo.
Es el momento de revolucionar lo dado acudiendo a la calidad de lucha que nuestra clase obrera supo atesorar a través de la historia. Esto significa ser capaces de interpretar los datos objetivos de nuestra realidad agobiante teniendo presente como todo este drama se construyó por apego, en formas materiales y culturales, a propuestas pensadas al interior de la democracia burguesa y el parlamentarismo sumando a esa constatación la crítica práctica de todos quienes nos rebelamos indirectamente y de modo aún no consciente frente al capitalismo, aunque en forma no contradictoria y combinada en este momento. de manera concreta, salimos por nuestras reivindicaciones elementales ligadas a una vida digna pasible de ser alcanzada al menos en la satisfacción de necesidades elementales para su reproducción cotidiana por un salario, un trabajo, una vivienda en condiciones corporales y psíquicas de salud y educación 

Sólo la clase obrera tiene una salida para la fenomenal crisis que vivimos, en medio de la descomposición capitalista. Es la revolución social que termine con la gran propiedad de los medios de producción que bloquean el desarrollo de las fuerzas productivas.

Una nueva sociedad, constructora y construida por un nuevo hombre, el dominio político del poder obrero y su dictadura de clase es la contra tendencia que debe emerger con toda su fuerza para marcar el contenido específico del fenómeno social en curso e imponer su superación.

Un sistema que no puede garantizar trabajo para todos los trabajadores, que no puede garantizar que los trabajadores perciban lo que vale su fuerza de trabajo no tiene derecho a existir, está agotado. La sobrevivencia del capitalismo putrefacto nos empuja aceradamente a la barbarie. Milei es expresión de esa descomposición. Esto no quiere decir que el capitalismo se irá voluntariamente, deberemos derrocarlo, para empezar a ordenar la sociedad sobre otras bases.

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