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Nuevo Curso

OPERACIONES POLITICAS.

 NECESIDAD DE UNA POLÍTICA AUTÓNOMA DE LOS TRABAJADORES . EL ROL DE LOS SINDICTOS Y EL LLAMADO A UNA HUELGA GENERAL CON MOVILIZACIÓN.

Nuevamente la lucha de clases nos coloca ante desafíos concretos que en ningún caso pueden ser abordados y superados desde el puro empirismo. El oportunismo de todo un amplio sector de grupos que no hace mas de tres meses llamaba a participar de las elecciones se reviste ahora de basismo, horizontalidad y llamado a construir nuestra propia democracia frente a las previsibles renuencias de las centrales sindicales.

Las circunstancias políticas, sociales y económicas que protagonizamos no son de emergencia en este tiempo sino consecuencia de más de una década de crisis de reproducción orgánica del capital en Argentina, al  punto de que ha debido resolver la conducción de la gestión de su Estado, por vía de un armado electoral y la producción de un emergente, absolutamente construido con métodos de manipulación de masas y prácticas de marketing, con apoyo de los grupos empresariales ligados a la comunicación , aventureros de redes sociales, y el sostén del capital financiero.

Es el desarrollo de esa tendencia crítica que ha puesto en escena un intento de reformulación del aparato jurídico del Estado, por vía de la demolición del anterior entramado y su sustitución por un nuevo orden, que iniciará con un acto de autoridad por fuera de la legalidad, pero que instituido, será la legalidad misma.

Para ser mas claro en esta afirmación. La historia de nuestro pueblo exhibe períodos prolongados de legalidad y orden jurídico nacidos de una ilegalidad fundante, como lo es un golpe de estado. Todos los gobiernos militares tuvieron tribunales, y abogados en el servicio de decir el derecho frente al conflicto social.

Esta afirmación, debe ligarse al cacareo de inconstitucionalidad que nace de los propios emergentes de la “izquierda que lucha”, participantes de la farsa electoral que hace de partera de este régimen. Luego la impugnación por inconstitucionalidad del decretazo no tiene otra realidad que la propia impotencia de quien la formula.

La constitucionalidad en un orden jurídico Estatal que da cuenta del dominio burgués no es el reaseguro de los intereses de los trabajadores sino simplemente una abstracción que se utiliza como herramienta funcional a los intereses de la clase dominante. Dicho, en otros términos, el juicio o test de constitucionalidad solo le sirve a la burguesía como clase en el poder para dirimir sus propios conflictos yacentes en su interior y en ningún caso opera en beneficio de la clase trabajadora que es la explotada y oprimida por ese régimen.

Para muestra vale retrotraer el tiempo y ubicar el conflicto de Guernica y la toma de tierras, para advertir que allí la constitucionalidad se fijó en favor del derecho de propiedad frente al reclamo de vivienda de los ocupantes.

En el caso que nos ocupa, el decretazo hace las veces de prueba piloto para fijar por vía judicial en su caso y si correspondiere, cual es el nivel de consenso que la burguesía de conjunto y por sus intelectuales orgánicos les otorga a las medidas planteadas por esa vía.

Luego la fuerza política del gobierno al interior de la clase en favor de cuyos intereses gestiona, es la que determina hasta donde se establece su ofensiva sobre la clase trabajadora ocupada o desocupada y cual es el límite de la acumulación originaria por apropiación de valor busca materializar el orden burgués.

Esa lógica dialéctica de la dominación burguesa no puede excluir de su desarrollo la participación de quienes conducen en forma burocratizada las organizaciones de masas de los trabajadores donde se consolida el nivel de consciencia económica de los asalariados en su base mínima descripta por los modos que adquiere la relación capital-trabajo, y el precio que se percibe por la venta de la fuerza de trabajo.

Esta realidad, es la que impide eludir la existencia de los sindicatos y medir su presencia en el conflicto de clase, a partir de que la última década y en particular la pandemia generó modificaciones relevantes en las modalidades en que se materializa la fuerza de trabajo y la ampliación del sector informal de la economía.

De esta forma, no siendo los trabajadores sindicalizados la mayoría de la fuerza social de trabajo, es del caso, sin embargo, que ese sector asuma el rol de vanguardia desde la defensa de la clase trabajadora en sí, para la gestión de sus intereses en la lucha de clases, conforme a la forma que esta asuma en su magnitud como enfrentamiento de clase contra clase.

No es posible por mera especulación, arbitrar actividades militantes que operen desconociendo a ese sector social y su incidencia. Si los sindicatos se muestran visiblemente burocratizados, la lucha contra esa burocracia forma parte de la lucha misma de los trabajadores. Esto implica la puja por la celebración de asambleas en lugares de trabajo, participación como corriente sindical en la lucha de calles y encarnación subjetiva de la demanda concreta de un plan de lucha específico con paro y movilizaciones coordinadas.

Es en la gestión de la lucha dentro del espacio donde se expresa la democracia de las bases, y particularmente en la lucha por el programa socialista determinando cuanto se decide en esas asambleas e instancias democráticas obreras.

Es preciso acotar el orden de maniobra de quienes se desempeñan burocráticamente en la conducción de los sindicatos por vía de la mayor participación, y la presión externa que se pueda desenvolver sobre esos dirigentes.

Es cierto que su interés específico apunta a la mantención de las relaciones capitalistas y muchas de las propuestas del gobierno, como lo han hecho desde tiempo prolongado, pero que sea ese su propósito no significa que su materialización pueda ser viable frente a la clase trabajadora en lucha.

Otro aspecto a destacar dentro de la táctica del frente único obrero necesaria para la coyuntura marcada por una ofensiva desesperada del Estado y el poder burgués sobre explotados y oprimidos, es evitar caer en la analogía mecánica de estos sucesos que protagonizamos en esta semana con aquellos que construyeron la caída del gobierno de la Alianza en 2001.

Estamos en presencia de un gobierno elegido por alto porcentaje de votos. Esos sufragios fueron facilitados por todos aquellos que aceptaron la estafa electoral, desconociendo la necesidad de intervenir impugnando la maniobra electoral en sí, cualquiera fuera su resultado. Sin embargo, con esos mismos grupos políticos y sus seguidores debemos confluir en un frente único de lucha. Nada de esto se compadece con la experiencia del 2001, de la que solo tenemos que tomar datos ilustrativos para no repetir errores más allá de la heroicidad de esa lucha y el homenaje a quienes cayeron en las calles. Nada de lo actual remite en lo esencial a un fenómeno como aquel. La disputa es de otro tenor y la necesidad de la intervención del organismo de masas de la clase trabajadora sindicalizada luce prioritaria, para lo cual la presión sobre la burocracia, en forma masiva resulta una de las tareas a desarrollar.

Muchas veces se apela para denostar planteos al texto de Lenin relativo al infantilismo de izquierda. Hemos aprendido con el tiempo que ese aporte del revolucionario ruso y el partido bolchevique es específico para una disputa particular propia del tiempo de su publicación, y no se puede proyectar mecánicamente a cada situación de lucha de clases del siglo XXI. No nos parece que sea posible hablar de infantilismo cuando se acude al puro basismo o a pretender eludir la lucha sindical y la intervención de esos organismos de la clase obrera. Es posible que el inveterado oportunismo diga nuevamente presente y con error señale un camino que no lleva a mejorar las posiciones de la clase obrera consciente en la lucha abierta de clases.

La experiencia nos convoca una vez más frente a la tarea urgente de solucionar por vía superadora el déficit del factor subjetivo de la lucha puesto en clave de la carencia de una dirección revolucionaria necesaria para el abordaje del fenómeno que nos arrastra. Los espacios de lucha ya desarrollados y los que nos quedan por desarrollar lucen como el marco favorable a esa construcción organizativa, y programáticamente emblocada en la puesta en acto del programa socialista.

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