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Nuevo Curso

24 DE DICIEMBRE NOCHE MALA . NOS VISITA EL ANGEL EXTERMINADOR

NUEVO CURSO

El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro, sus caras eran como caras humanas, tenían cabello como cabello de mujer y sus dientes eran como de leones; tenían corazas como corazas de hierro y el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla; tenían colas como de escorpiones, y también aguijones, y en sus colas tenían poder para dañar a los hombres durante cinco meses. Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión.

Apocalipsis 9:7-11

Todo trabajador guarda para sí, la capacidad de hacer cotejos entre los distintos tiempos de su vida individual y dar su propio testimonio de esos tiempos específicos del existir . Es claro que ese resultado gira en torno de episodios individuales que no guardan interés general. Sin embargo, alguna de esas situaciones se dio en contextos que pensábamos no volver a tener que sobrepasar.

El 24 de diciembre de 1976 es uno de esos momentos. Tiene similitud importante con este 24 de 2023. Los embates de la clase dominante eran de similar tenor, los cambios culturales sobrevinientes a esa nueva forma de dominio se avecinaban en la perspectiva de esto que nos toca sobrevivir. Tampoco entonces se hablaba cuerpo a cuerpo, una cita en una esquina podría ser una invitación a mirar de frente la tortura, la desaparición o la muerte.

También eran frecuente los despliegues del aparato propagandístico que ya mostraba que el ingenio o el absurdo pueden hacer permanecer ideología por décadas y simular lo verdadero con autoridad de verdad.

En igual medida se hablaba entonces desde el gobierno uniformado y bendecido por curas y patrones , de objetivos y no de plazos sin perjuicio de rendir culto a  la velocidad para cumplir en especial, uno de ellos que era la liquidación del enemigo, al que se calificaba de contrario a la parte y se lo englobaba en otro término: subversivo, bien que ese tenaz  contradictor social no era otra cosa que la vanguardia de la clase social que el mismo sistema que se llamaban a defender genera en su reproducción, es decir , trabajadores actuando en búsqueda de su emancipación.

 objetivos” de estos empleados de la burguesía con apariencia militar sin que se les hubiera conocido alguna expresión del honor en el sentido griego del término.

Hoy 24 de diciembre de 2023 sentado frente a una ventana que deja ver mi barrio, evoco a mis padres, mis tíos y mis abuelos, ya inexistentes. Pero a través del vidrio que merecería mi atención en su limpieza, veo un objeto, que no es en el caso un objeto sino un símbolo de este tiempo y aquel, que remite a permanencia de la política burguesa por otros medios, pero con iguales fines.

Se deja ver en mi enferma visión y el imaginario tenaz y monotemático, una silla. Es la que quedaba vacía en la noche de aquel 24 de diciembre de 1976. Era la que no podía ocupar un ser querido por todos los que sí nos sentábamos a la mesa. Esa silla sin asignación material refería a quién la gobernabilidad de entonces no consideraba un ser humano sino un “ente”, que no está vivo, ni muerto, está DESAPARECIDO.

Hoy para evitar las manifestaciones de los que el sistema sacó de modo consciente y deliberado por sus políticas del mercado laboral y la de sus familias, son “el enemigo” ocupa calles. Se acude a sus hijos para mostrar una presunta vileza en su presencia callejera, como si ese hijo en vulnerabilidad constante solo tendría que ser protegido por caminar junto a su madre o su padre. En que otro lugar puede un niño estar mas protegido que con sus padres. Y en todo caso, cual es el peligro de esa calle, que no sea la presencia militarizada y excesiva de los empleados de las agencias represivas del Estado. El mismo Estado que confiesa la incapacidad contemporánea del poder burgués de dar comida, salud, vivienda y educación a su población en infancia y construcción de personalidad.

Hoy el gobierno puebla las calles de nuevos milicos pertrechados para evitar que los trabajadores las ocupen. Tampoco dejan librada la circulación de vehículos, ni ven la posibilidad de alternativas para cubrir esa necesidad.

 Lo cierto es que como en aquel 24 de diciembre sujetos armados y legitimados para el uso violentos de esos elementos contra las personas, naturalizan esa presencia y como en aquel entonces un ministro se mofa del “éxito del operativo”, la única diferencia es que ahora también lo quieren cobrar y facturar, como si hacer daño fuera pasible de ser remunerado y no de indemnización para todos aquellos a los que se les pudo haber privado de su capacidad de expresarse.

Un niño separado de su padre en lucha no comprende esa lucha. La calle que debe evitarse para un niño es la de Armando Tejada Gómez, aquella de

“Es honra de los hombres proteger lo que crece
Cuidar que no haya infancia
Dispersa por las calles
Evitar que naufrague su corazón de barco
Su increíble aventura de pan y chocolate
Poniéndole una estrella en el
Sitio del hambre de otro modo es inútil
De otro modo es absurdo
Ensayar en la tierra la alegría y el canto
Porque de nada vale si hay
Un niño en la calle.

También usando imagen como lo hacen ellos, cabría replicar al “verso cínico” de una ministra de una supuesta protección de la niñes reprimiendo a sus padres en situación de miseria o pobreza, con la imagen que cierra la película Ladrón de Bicicletas dirigida por Vittorio De Sica. Las lágrimas sentidas de un niño viendo la detención de su padre, tal vez le pueden explicar al resto de quienes aplauden estas determinaciones del poder, del daño emergente de esta perspectiva.

En diciembre de 1976 también había gente que decía que estábamos en el fondo del tarro y para eso no veían otra forma de tomar al toro que, despidiendo empleados públicos, vender patrimonio público y derogar leyes, en las que hacían reposar las razones del mal, ignorando que nunca una forma genera la sustancia y mucho menos cuando esta última viene signado por razones de orden material propias del modelo capitalista al que se define como el orden natural ahistórico de la existencia.

En aquel 24 de 1976, reinaba en los hogares de los trabajadores, la incertidumbre física y la duda por lo que había que sobrevenir. Hoy ese estado del ser, la duda, la incertidumbre campea en la raída reunión, junto al comentario prioritario sobre el precio de las mercancías y los servicios y la advertencia de que el retórico “no hay plata del gobierno” es en realidad la descripción de nuestra realidad.

Hobbes apela desde la biblia al Leviatán, como monstruo que anida en las formas de gobierno estatal. Todo parecería acudir a él para describir esto que sucede en el hoy, pero precisamente allí es donde se da la diferencia de aquel 24 de diciembre, y este que acaba de fenecer. Ahora tenemos frente a nosotros a Abadón, el ángel exterminador, que aparece en la Biblia como dueño del abismo. Este ángel es un demonio que trae consigo fuerzas oscuras y demoledoras. Moisés lo invocó para que inundara Egipto con lluvias interminables. El mismo Moisés al que le rinde culto el electo presidente. Gran parte de la población buscó orden y paz, basta de corrupción, al igual que lo pedía por lo bajo en 1975, pero en este caso acudió a la ficción de un ángel del cielo. Sin embargo, solo ha podido conseguir la llegada de Abadón, un ángel demonio, dueño del abismo. Habrá que conjurar con premura ese error de cálculo y determinación en clave de fraude electoral y avanzar conjurando espectros y citas bíblicas, partiendo de lo real existente y recordar que la emancipación de los trabajadores solo puede ser obra de los trabajadores mismos.

 Es difícil hacer una reflexión más o menos racional en torno las perspectivas, para la clase obrera. La admisión social de la pertinencia de un ajuste económico ha triunfado por millones y millones de votos. Este dato que es evidente sin embargo parece ser desconocidos por quienes militan en las filas de los derrotados, que se convocan a celebrar cacerolazos espasmódicos que parecerían dar por terminado ese consenso pasivo expresado en el sufragio.

La legitimación para los actos de gobierno, vienen precedida por una concurrencia en el voto al sujeto electo y su estructura ideológica afín a los intereses de la burguesía en tanto clase social dominante quien lo propuso en el menú de personal político ofrecido a la población en forma fraudulenta, al punto que los eventuales oponentes hoy cenan juntos frente a la anciana Mirta y sus mentadas preguntas guionadas.

La presencia del voto mayoritario es un elemento importante, porque pone en cuestionamiento todo el modelo neo peronista o sea la mezcla esa entre liberalismo y peronismo que ha funcionado durante los últimos 20 años.

 Las cacerolas espasmódicas, sin programa alternativo, sin consignas, sin embanderamientos ideológicos, como lo demostró el manoseado 2001, no pueden ocultar ese dato específico del apoyo multisectorial traducido en el voto a Milei y su cambalache propagandístico, porque revela que la población argentina ha cambiado profundamente en su perspectiva política, cultural, y en sus demandas específicas.

Hay que notar que La Libertad Avanza no anunció un mejoramiento social generalizado de acceder al poder y es eso lo que está construyendo, un derrumbe de lo dado por su incapacidad de reproducir el orden social. Sabiendo eso, si los votantes optaron por la Libertad Avanza, es difícil sostener que cada sufragante en sí, aspiran a una sociedad más justa sino en definitiva a una existencia utilitarista que le permitiera flotar a salvo de la tempestad que implica el hambre y la miseria cultural.

La base ideológica de Milei y sus muchachos al igual o en forma bastante similar a 1976 es esa predisposición cultural de la mayoría de quienes integramos este estado nacional que damos en llamar Argentina. Una mayoría significativa, cultiva criterios utilitaristas y un modelo de vida altamente sometido a la alienación mercantil y en ese contexto optó por el payaso del elenco político que mayormente se le asemejara o le resultara afín. Buscó un ángel del cielo y tradujo la presencia de Abadón, un demonio con fachada celestial.

Ninguna cacerola golpeada en nocturnidad céntrica acerca al pueblo tan siquiera al perdido peronismo en el sentido de 1945 del que nadie se hace cargo, ni siquiera en los días festivos. La mayoría de los sectores medios se espeja en la burguesía concentrada y sus modos de expresión cultural. No se liga con el discurso de cambio social que impuso la irrupción de los trabajadores como sector específico de una comunidad organizada. De ese discurso dio cuenta aquel otro 24 de diciembre de 1976, y sus víctimas fueron los que dejaron la silla vacía desde entonces al presente.

        Desde esa versión del peronismo, ligada a la idea de justicia social, la historia argentina tuvo, como centro de su desarrollo, la actividad de la clase obrera en relación a la burguesía con reconocimiento mutuo y no de servilismo abrumador. El ángel exterminador ha reactualizado la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, en el momento de ese desarrollo en el que uno de los sujetos en combate es vencido y por temor a perder su vida decide someterse para preservarla. No estamos en ningún caso, en una relación consensuada por los trabajadores sino en un episodio transicional de la relación patrón- obrero en la que este último grupo busca espacio para emerger. Las puertas ordinarias y clásicas ya han sido selladas por la burguesía y solo resta entender y actuar en la búsqueda de otras salidas del laberinto dominante y explotador.

 El neo-Martínez de Hoz, el neo- menemismo encarnado en la actual gestión de gobierno no hace otra cosa que poner en acto un posicionamiento táctico en la guerra de posiciones que libra contra la clase trabajadora y la necesidad de imponer la reproducción al infinito de su dominio cultural. Milei y sus votantes, expresa un hecho social ya existente que es el punto final a la democracia social y su necesaria visión de la justicia social en un orden capitalista con un Estado de “bienestar”.

 Las organizaciones militantes con un discurso por fuera del peronismo K, entendido como relato populista que buscó adaptarse a esa nueva perspectiva sobre lo que debe ser entendido por sociedad, que centra en el individuo alienado, consumista por reflejo condicionado y enemigo del otro, no han logrado impedir la tendencia al desarme de la clase obrera en términos de alternativas y propuestas, particularmente por su oportunismo y por sus formulaciones visiblemente reformistas.

Esta es uno de los motivos por los cuales las luchas de sectores por planteos de programa economicista, no tienen el efecto que tuvieron en otra época. En la misma inteligencia se da la de sindicalización y la modificación de las formas de trabajo en la producción.

Se han alterado elementos de fondo en torno a todo esto y ello hace que la ofensiva del capital que reflejaron Alberto Fernández y Massa y, ahora mucho más profundamente Milei, va a significar una inmensa cantidad de movilizaciones y formas de resistencia, pero todas ellas insuficientes en su propia estructura por la parcialidad del reclamo y la ausencia de la intervención como bloque subjetivo de la clase trabajadora en sí.  

Esto último genera una tendencia a la materialización específica de dos problemas generales El primero la represión, tal como lo enuncia en formato teatral Patricia Bullrich con apoyo, connivencia o aquiescencia popular según el sentido del voto mayoritario; o sea que haya una cantidad importante de la ciudadanía argentina que esté de acuerdo con que repriman a otro sector de la población.

 En segundo término, hay que constatar la debilidad potencial y real en plano ideológico de activistas y militantes que tenía la clase obrera y el pueblo en cuanto se refiere en particular a la necesidad del combate y la selección de métodos y formas con ese objetivo.

Las perspectivas como en aquel 1976 no son buenas para los trabajadores, por lo menos en el plazo más mediato. Para saber posicionarse, es necesario apoyar las cacerolas, pero desmentir en el acto que esta en sí misma es inidónea para superar por sí misma el entramado social e ideológico por el que transita la existencia. Es cierto la lucha es una sola, pero también el sujeto social de la revolución es la clase trabajadora, no por abstracción caprichosa sino por el rol que ocupa en la producción capitalista.

Vamos en contexto de confrontación a ir haciendo un aprendizaje y ese aprendizaje por los sucesos que se vivieron esta semana, puede que sea rápido.

 La clase obrera aprende más en un día de lucha que en 10 años de trabajo parlamentario. La importante cifra de abstención que le dijo “no” a la farsa electoral, debe volcarse a canales contestatarios y anticapitalistas. A la abstención hay que agregarle muchísima gente crítica de la situación con vocación permeable a generar consciencia de la imperiosa necesidad de un cambio social.

No van a haber menos pobres, porque el capitalismo salvaje actual está basado en la miseria de las grandes mayorías, aquí y en Estados Unidos. El así llamado “uno por ciento” acumula cada vez más riqueza mientras cada vez más gente se muere de hambre.

Nuestro desafío no es simplemente luchar, sino ver cómo vamos forjando una alternativa que concite el apoyo de la clase obrera y el pueblo. Este será un proceso lento, capilar, desde abajo, donde surgirán formas de organización y lucha que nos permitan ir avanzando. En eso tenemos que resistir el oportunismo, la simplificación y la elección de respuestas superficiales y rápidas, y la desesperación que muchas veces nos gana sobre todo porque la situación es apremiante para todos.

El régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual. Toda la historia de la sociedad es una historia de luchas de clases, de lucha entre explotadores y explotados, dominantes y dominados. Los trabajadores no podemos emanciparnos de la burguesía que nos explota y oprime sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases.

“La competencia, cada vez más aguda, desatada entre la burguesía, y las crisis comerciales que desencadena, hacen cada vez más inseguro el salario del obrero; los progresos incesantes y cada día más veloces del maquinismo aumentan gradualmente la inseguridad de su existencia; las colisiones entre obreros y burgueses aislados van tomando el carácter, cada vez más señalado, de colisiones entre dos clases.  Los obreros empiezan a coaligarse contra los burgueses, se asocian y unen para la defensa de sus salarios. Crean organizaciones permanentes para pertrecharse en previsión de posibles batallas. De vez en cuando estallan revueltas y sublevaciones.

Los obreros arrancan algún triunfo que otro, pero transitorio siempre. El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera. …toda lucha de clases es una acción política…De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado.  Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar.

Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores.  Más todavía, reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia.  Todo lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su tránsito inminente al proletariado; con esa actitud no defienden sus intereses actuales, sino los futuros; se despojan de su posición propia para abrazar la del proletariado. (Manifiesto Comunista. Cap. I)


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