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Nuevo Curso

NI el parlamento, ni los jueces y sus cortes, son el espacio de resistencia y lucha de los trabajadores

NUEVO CURSO

Partimos de la premisa, de reconocer y otorgar carácter de ley histórica a la lucha de clases y en particular al enfrentamiento directo de burgueses y proletarios, que subyace como tesis en el Manifiesto Comunista.

Sin embargo, en el mismo momento aclaramos que el factor determinante para el análisis de la naturaleza de clase de una sociedad no es si los medios de producción son propiedad privada de la clase capitalista o son propiedad del Estado porque estimamos que el Estado es un aparato jurídico institucional que legitima el empleo de la violencia de   una clase sobre otra y nunca un ente autónomo abstractamente predispuesto por sobre ellas. Hacemos esto, alertados del contenido concreto que asumen los planteos realizados con referencia a la gestión Milei y las declaraciones de principios resumidas de los planteos que históricamente hizo conocer una expresión de la escuela liberal capitalista.

 En ese sentido advertimos que, el factor determinante es saber si los medios de producción son capital, es decir, si fueron monopolizados y separados de los productores directos, es decir, los trabajadores,

Desde esta premisa dejamos en claro que son precisamente los trabajadores el sujeto social del cambio revolucionario. Ese posicionamiento objetivo no puede ser sustituido por ningún recurso de conocimiento abstracto que haga eje en los sujetos de las contradicciones secundarias del orden social capitalista. 

Debe quedar en claro que tampoco se trata de hacer una apología de la clase trabajadora en abstracto, sino reconocer al trabajador en sí la potencia no puesta en acto de tomar intervención con sentido superador del orden social capitalista y de la burguesía como clase., por su sola condición de oferente de fuerza de trabajo a la venta y carente de propiedad alguna

  Destacamos que en el seno de la clase trabajadora y de manera colectiva, opera un específico sentido común, emergente de la existencia concreta que tiene cada trabajador y del lugar que ocupa en la faz productiva de la economía capitalista  

Es en base a esa aproximación al fenómeno desde su propia producción, que todo trabajador adquiere un conocimiento de los sucesos concretos en los que se materializa esa dominación y explotación, donde se desenvuelve, pero ese es un simple dato fenomenológico insuficiente para obtener certeza en el conocimiento que implica la superación de ese fenómeno.

Lo prevalente es la capacidad específica que los trabajadores exhiben en plano potencial por sobre la real contradicción que exponen cotidianamente como negación a las consecuencias económicas asimétricas del orden social y su reproducción del capital

Esa capacidad específica que la distingue como clase antagónica de la burguesía dominante  ,  es la que se manifiesta en la posibilidad  de gestar un nuevo conocimiento y un nuevo programa de organización social capaz de viabilizar su emancipación por abolición del fetiche mercantil, el contenido de la ley económica del valor , y  la superación de su enajenación-alienación con referencia a los bienes que produce directa o indirectamente desde una sociedad de reproducción mercantil generalizada.

El ejercicio concreto de esa capacidad que solo la clase trabajadora tiene y requiere la puesta en acto de una organización política que exprese un hacer, una militancia de clase para sí, autónoma de las instituciones del orden jurídico estatal de la burguesía, con objetivo estratégico de construcción del poder obrero y una nueva sociedad generadora en su desenvolvimiento histórico de un hombre nuevo.

El tema de la organización de los trabajadores por los trabajadores es el tema de conformación de “su” partido que exprese la objetividad de la subjetividad, consciente de que no basta que en el enemigo de clase se produzcan fisuras de sectores o crisis políticas o que este en ese contexto descargue ofensivas sobre explotados y oprimidos para profundizar esos estados, si los trabajadores no se dan su propia herramienta política de clase que excede a la labor economicista de los sindicatos en tanto organismos de masas de todos los trabajadores. Nada se puede sin las masas de trabajadores, pero estas necesitan de la herramienta teórica y su método generador para abordar en concreto su potencialidad de cambio superador de lo dado.

Como trabajadores debemos de modo prioritario descifrar lo dado, entender los actos concretos que desplaza en la batalla la burguesía, pero no es tarea de quien vive de poder colocar su capacidad de trabajo por que carece de toda propiedad, solamente interpretar esos movimientos, sino transformarlos en sentido positivo a sus intereses de clase que se enfrenta a los mismos. En otros términos, es la identidad de la teoría y la práctica.

No hay que olvidar en este plano, que la confianza en organizaciones partidarias policlasistas con dominio de un sector de la burguesía llegó al extremo de llamar a votar al candidato Massa para evitar el ascenso de Milei y hoy gran parte de los operadores medios del Massismo militan en el organigrama de la administración Milei en puestos estratégicos y sus diputados o allegados hacen cola para negociar el paso del DNU o de la ley ómnibus, dejando en claro cúal es la manera en que iban a impedir al fascista Milei.

Hoy volvemos a desconocer esta tarea que es prioritaria de la labor política y su concreción en propaganda socialista dirigida hacia la clase trabajadora en sí, para obtener un pasaje real de ese colectivo humano en clase para sí.

Obramos nuevamente con desconocimiento, en tanto la praxis solo exhibe negar lo dado como simple oposición lógica, que no admite la dialéctica de la negación de lo negado que es en sí misma su superación. Se imprimen todos los valiosos esfuerzos en negar las iniciativas del poder burgués, sin comprender el rol del Estado y la violencia de esa institucionalidad.

Hacer eje en la disputa jurídica sobre la entidad constitucional de los textos que traducen ese poder de la burguesía sobre los trabajadores, buscando profundizar la explotación y la opresión, es intervenir sin armas dentro del territorio absolutamente enemigo, El Estado no es un arbitro imparcial que se coloca por sobre las clases, sino un instrumento de una clase sobre otra. Dejar en manos de esa institucionalidad arbitraria la materialidad de nuestra existencia, pretendiendo que jueces y legisladores de ese Estado impugnen lisa y llanamente lo hecho por otro órgano de ese poder, es pretender que la burguesía se dispare por determinación propia un tiro a sus pies.

No es el campo de batalla la disputa jurídica, porque es el derecho que el poder burgués ha sabido darse el que se pone en juego en ese estadio. Los trabajadores no tienen derechos en sí, solo tienen la capacidad de accionar por declaraciones previas que con formas de ley ha hecho el poder burgués, pero ese p poder no está obligado dentro de su institucionalidad a dar lugar a esa acción. No se defiende ni transforma el mundo real de un trabajador, llevando papelitos a al poder judicial.

La constitución que da forma y nacimiento con sentido histórico al Estado nacional, no es otra cosa que una suerte de ley superior en el entramado del fenómeno jurídico, que le da validez abstracta al conjunto de declaraciones específicas que contienen el resto de las leyes colocándose por sobre ellas. En si misma es un acto de voluntad de la burguesía que regula su existir y su dominación institucional en forma piramidal colocando a ese texto constitucional como su vértice que da validez formal y sustantiva al resto de las leyes en tanto se ajusten a sus paradigmas.

El fenómeno jurídico para la burguesía es solamente un instrumento ideológico que requiere en sí misma la propia génesis del capital a partir de la relación entre propietarios y trabajadores carentes de toda propiedad para asumir el ser.

Por esta realidad es que en ningún caso los trabajadores pueden encontrar la salida superadora de lo que estamos padeciendo acudiendo a esta herramienta.

Décadas ulteriores al fenómeno popular de diciembre de 2001, dejaron la posibilidad del uso del derecho por expresiones políticas de la burguesía para cooptar las propias demandas de los trabajadores en políticas de derechos subjetivos que hoy caen como una construcción sin cimientos.

Con la misma herramienta legal tantas veces exaltadas, hoy se desploma todo un andamiaje ficcional que tenía forma jurídica haciendo que deje de tenerlo. Con la misma herramienta legal se intensifica el poder punitivo del Estado, con el que se amenaza las futuras acciones de los trabajadores si se plantean la lucha de calles.

Este desplome de la ficción jurídica por otra legalidad y la construcción de una nueva ficción con la que se consigue someter a condiciones materiales indignas a la clase trabajadora deja al descubierto el mito de la defensa de la democracia, el estado de derecho, y la lucha parlamentaria.

La situación es de difícil resolución, cuando los trabajadores son víctimas de un vacío de lucha prolongado por más de un lustro en el que se apostó exclusivamente al parlamentarismo y se apeló a plasmar un programa economicista -reformista como objetivo estratégico. Esto no impide que, asumiendo su protagonismo, defina la permanencia en la lucha abierta con la burguesía por sus propios medios y los que estime apropiados a este orden de cosas.

La clase trabajadora supo de la ilegalidad absoluta de sus acciones en espacios dictatoriales o de república democrática. Eso no le ha impedido dar cuenta de ellas por las más variadas expresiones.

 Es cierto que fue duramente derrotada desde la segunda mitad de la década del 70 hasta nuestros días y que para ello se emplearon prácticas genocidas desde el Estado , pero  la  propia vitalidad que le da su posición en la producción reconocida por la propia burguesía al nominar a sus trabajos como esenciales, sea ante la pandemia o cuando se les pretende prohibir el derecho a la huelga, es la que le habilita su condición de vanguardia política para darse la tarea de superación del orden social capitalista.

Nuestras prácticas de resistencia nos han permitido experimentar en estos días que corren desde la asunción del nuevo personal político de la burguesía que la ofensiva del poder burgués es abierta, sostenida y a la vez ilustrativa de su crisis, que no es otra que el reflejo político de la crisis de reproducción del capital. También da cuenta de elementos que nos imponen la táctica del frente único de trabajadores como herramienta necesaria, a la par que desde la conformación de ese agrupamiento de lucha se conforme una nueva herramienta política con programa socialista que de cuerpo a la autonomía de clase que materialice de forma unificada la política obrera y sus objetivos estratégicos socialistas.