Cuando un sueño que no fue feliz para los trabajadores, culmina en pesadilla, la realidad impone la lucha
Era común para una generación militante, en espacio de combate social ascendente hacia una transformación revolucionaria en la primer mitad de la década del 70 , valerse educativamente de los estudios de Milcíades Peña, que aunque fragmentariamente publicados llegaban a nuestras manos ávidas de dar cuerpo a aquello de comprender el pasado para entender el presente. Luego devino la derrota política y tuvo el tiempo que tomarse el espacio para poder traer nuevamente a la disponibilidad de otras generaciones de trabajadores esos trabajos de aquel intelectual orgánico a nuestra clase, bien que como todo, tuvo que sufrir de las manipulaciones “interpretativas” oportunistas de propios y extraños , tan comunes a nuestros haceres , que nuevamente lo volvieron a oscurecer.
Sin embargo, al menos se pudo superar la fragmentación de los textos y se publicó no hace mucho una “edición definitiva” de su “Historia del pueblo argentino”. Desde esos escritos allí recopilados, aparece como no podía ser menos una herramienta, tal como aquella que buscamos para ajustar útilmente una pieza a otra buscando un entramado de un producto o su reparación.
Con esa impronta de herramienta intelectual dice Peña extendiendo una mano para superar la confusión, que “….ningún fenómeno político esencial puede comprenderse sino en relación a la lucha entre las clases y los grupos de clases. Y en un país semicolonial como Argentina, a la lucha entre las clases nacionales se suma la lucha entre ellas y el imperialismo y entre los imperialismos competidores. Sin tener presente esto, no puede ni intentarse la comprensión de lo dado…”.
En ese contexto conceptual, es importante poner en palabras el alcance de una derrota discursiva, desde el propio desafío que esas mismas palabras dejaron abiertas, porque en Argentina, como en el resto de Latinoamérica “el octavo día se llama esperanza” .
Las palabras que escogimos, es cierto que , con selección clasista, para dar cuenta de esa derrota de un modelo de acción política que resulta superado desde sus mismas contradicciones , son las del propio Néstor Kirchner el mismo día de su asunción como presidente, en la primer década de este siglo :
” nos planteamos construir prácticas colectivas de cooperación que superen los discursos individuales de oposición. En los países civilizados con democracias de fuerte intensidad, los adversarios discuten y disienten cooperando. Por eso los convocamos a inventar el futuro. Venimos desde el Sur del mundo y queremos fijar, junto a ustedes, los argentinos, prioridades nacionales y construir políticas de Estado a largo plazo para de esa manera crear futuro y generar tranquilidad. Sabemos adonde vamos y sabemos adonde no queremos ir o volver.
Quienes aún se adjudican su legado, continuaron diciendo algo así como lo que sintetiza -en escrito introductorio- el libro que recopila los discursos de Kirchner editado por el Instituto Patria, diciendo :
Néstor Kirchner nos invitó a soñar un sueño que se hizo realidad. Néstor Kirchner nos enseñó que el trabajo y la constancia vuelven concretas las esperanzas de los postergados y transforman en realidades efectivas las luchas históricas de los movimientos populares.
Está claro que esto no ha ocurrido, no solo porque la respuesta podría tener giro poético de trocha angosta y afirmarse que los sueños son , sino porque el sueño en sí incluía contrariamente y con rostro de brutal realidad, a su propia pesadilla, esa que en nuestra historia obrera siempre es llamada en la urgencia ofrecer como salida la puerta más cerrada, aquella de mil cerraduras, que no otra cosa es el poli clasismo, la apelación al pueblo para disfrazar la dominación de clases, su matriz la relación capital-trabajo de manera armónica y hacer emerger el fetiche de la “conciliación de clases”, con el Estado bueno y sus espejitos de colores con formas jurídicas.
Los generadores de sueños, los vendedores de sueños, los reparadores de sueños con apelaciones a jefas iluminadas por genialidades tácticas ,o los “brujos” nunca idos y venidos en el tiempo, apelaron a la cooptación de dirigentes piqueteros, crearon “economías sociales”, repartieron jubilaciones repartiendo entre quienes no habían aportado al reparto , bajaron cuadros, abrazaron madres con pañuelos , dieron cargos en las estructuras institucionales, pero más temprano que tarde el capitalismo, los sectores de la clase dominante de conjunto, dijeron “basta” como en la canción Fiesta, que cantaba el entonces joven Serrat, algo así como que el sol les dijo que llego el final y vuelve el rico a su riqueza, el pobre a su pobreza y el señor cura a su misa
Por ese “basta” dicho con rostro de cruda monstruosidad capitalista, la burguesía, esa a la que se cobijó, a la que desmintiendo la “marchita” nunca se combatió sino que se la toleró, hoy le pasa el plumero a las telas de araña de la ideología, vendiendo como nuevo el resurgimiento abierto, certero de lo que dijeron en forma coincidente en setiembre de 1917 ante una huelga de obreros ferroviarios , los delegados de la Bolsa de Comercio, los representantes de la industria y del comercio:
Exigimos una ley de jubilaciones, que impone a través de su art. 11 , a los trabajadores ferrroviarios, la obligación de renunciar al derecho de huelga para acogerse a esa jubilación…lo que el gobierno debe hacer, es desembarcar los marineros, los maquinistas y fogoneros de la Escuadra , y ponerlos en las máquinas para que manejen los trenes….en una palabra debe aplicarse la fuerza, para solucionar el conflicto”( Historia Argentina. Cantón, Moreno , Ciria Tomo 6 Edit Paidós, pag. 66)
Vale decir entonces que, el sueño del comienzo de siglo , a la salida de una revuelta popular, conduce por su propio contenido ilusorio, carente de realidad y puramente adscripto al orden social capitalista , conduce con dato de realidad, de manera concreta y ninguna aproximación de falsa conciencia a la constatación objetiva del acceso a “la lapicera del poder formal del Estado” del personal político de la burguesía , que supone un cambio de actitudes de la elite política burguesa, frente a los explotados y oprimido, marcado por la represión a los que resulten disidente dentro de esa clase y la sociedad orgánicamente funcional al paradigma de vigilancia , orden y ley .
Son estas las respuestas de una clase que ve caer el modelo de producción que la gestó y en el que se desarrollo, en una crisis diversa de aquellas propias de sus ciclos económicos de alzas y bajas y peligrar la posibilidad de reproducir según sus intereses la circulación, acumulación del capital.
Ese discurso de quienes “tienen la lapicera” , hoy profusamente divulgado con auxilio de las empresas de noticias, los periodistas mercenarios, los aparatos culturales , los intelectuales funcionales, es la respuesta gubernamental a las presiones de la clase trabajadora y los sectores de población expulsados de la producción formal de mercancías , con naturalización de la pobreza, dentro de un nuevo marco político , que da centralidad a la violencia desplazando la otrora utilitaria ficción de la tolerancia y la conciliación de clases , que vendían como sedante de las masas los contenidos concretos del sueño discursivo kirchnerista.
Sin embargo, el propio discurso político vigente tras una farsa electoral que lo ubicó en la conducción formal del proceso de ofensiva lanzado sobre la clase trabajadora por la burguesía de conjunto , muestra en sí mismo y sin mucho esmero en la abstracción del concepto, una contradicción lógica que lo vuelve no pasible de demostración , pues no varía de otros similares de diversos tiempos históricos y locaciones espaciales en los que sus postulados nunca condujeron a la superación de los conflictos que no fuera por el sometimiento consciente de la clase trabajadora a la servidumbre impuesta por ese amo desde la clase objetivamente antagónica.
Dice el gobierno y aplauden los alcahuetes, acomodaticios o sus mandantes capitalistas, que el problema radica en la naturaleza del Estado y las tareas que asume en espacios donde no debe actuar sino dejar hacer a las fuerzas del mercado. Sin embargo, ese mismo poder burgués abstracto que debe retirarse de la escena de la vida civil, aparece como primer actor en los conflictos sociales derivados de las contradicciones emergentes de las propias relaciones intersubjetivas de producción, comercio, transporte, finanzas y lo hace con una sola dimensión, la violencia. En otras palabras, el conflicto emergentes de las relaciones de producción contenido en la sociedad civil debe quedar librado al juego libre de las partes en pugna, no obstante, se admite la presencia violenta del Estado para procurar una sola solución, aquella que se ajusta al interes objetivo de la burguesía de conjunto.
Visto esto, no cabe el asombro con mascara de ignoto e inocente político de los integrantes de los equipos radicales vacilantes permanentes y “todos por la patria “ en retirada. Ambos, a pesar de sus discursos, en ningún caso dejaron de utilizar la herramienta represiva del Estado y descargarla con virulencia sobre humillado ofendidos, explotados y oprimidos trabajadores argentinos. Basta recordar para citar solo un ejemplo las represiones en Guernica, o los más de doscientos muertos y desaparecidos en democracia. Facundo Molares da el testimonio más cercano en el tiempo y nos ahorra con su trágido deceso, mayores comentarios.
La tolerancia abre así camino a la fuerza y amenaza con exhibirse con secuencias dramáticas sobre la clase trabajadora argentina. Como supo decir León Trotsky en Historia de la Revolución Rusa: “Cúan pronto , con qué fuerza se abren paso las leyendas a través de la ciencia histórica” (Historia de la Rev. Rusa. Pág.98 )
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