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Nuevo Curso

POR QUÉ y PARA QUE HAY QUE PARAR EL 24 DE ENERO

La burguesía ofrece hoy, cuando el orden social que la posiciona como clase dominante transcurre, en su etapa crítica de guerras y convulsiones sociales, un escenario de barbarie que socialmente se manifiesta por el incremento creciente de los ámbitos territoriales y existenciales de la pobreza.

los     mandatos     de     los     principales     organismos  financieros  internacionales  (Fondo  Monetario     Internacional,     Banco     Mundial)     implican    por sus consecuencias materiales concretas sobre la clase trabajadora y la sociedad civil en general    el        desmantelamiento        del        ordenamiento  constitucional burgués específico a la república democrática bajo la fórmula del Estado de Derecho ,  conduciendo  a  la  instauración tendencial de un bonapartismo que acompaña la escalada mundial de crisis y guerras . Este giro tendencial prevalente,

no significa aún su aplicación por encima de las instituciones del Estado en sí, tal como las conocemos en los últimos cuarenta años, sino el empleo de la excepcionalidad y la necesidad que impondría la situación para dotar de facultades extraordinarias y el gobierno formal por decretos, a un ejecutivo fuerte y dotado del pleno ejercicio de la violencia física o simbólica por vía de sus agencias represivas institucionales, con apoyo de sectores del ejército que se relacionan directamente con la presencia Villaroel en la presidencia del Senado, incluso como personaje político de recambio en el supuesto de defección por características personales del propio Milei.

En este contexto no hay que olvidar que la    elección    de    Alberto    Fujimori    como    presidente viene como resultado del empleo de una aparatología comunicacional y un entramado electoral selectivo llegado a su última expresión en el ballotage y además estuvo precedida     por     el     agravamiento     de     las     condiciones     económicas     en     el     período     presidencial previo del rejunte contenido en el frente de todos y específicamente en Alberto Fernández.

La existencia social precedente al arribo de Milei al gobierno estuvo caracterizada    por    el    aumento del costo de vida, el índice de precios al   consumidor, la desvalorización del dinero, la pauperización cultural y el empobrecimiento generalizado de amplias masas poblacionales solo atendida por planes sociales limitados.

El     acrecentamiento     de     las     dificultades     económicas que terminaron quedando bajo el timón real de Sergio Massa en el último tramo del gobierno de Todos por la Patria,    fue entre otros factores que conforman la estructura capitalista tardía y dependiente de Argentina,   el resultado   del   aislamiento  financiero  internacional  al  que  fue  sometido  el  gobierno tras el brutal endeudamiento contraído por la administración Macrista y su determinación de continuar gestionando la relación con el Fondo Monetario Internacional, en tanto principal acreedor de los vencimientos que se operaron bajo el período de los Fernández.

Las opciones y determinaciones políticas que se tomaron por la burguesía dominante frente a los elementos concretos del fenómeno social  implicaron  la gestación de un plan de gobierno que redoble la iniciativa buscando la agudización de los niveles de explotación sobre la clase trabajadora , ligado en el contexto del  rol del Estado a la  privatización  de  sus  empresas,  la  pérdida  de  su  rol  empresarial,  el  recorte  de  la  política  social  y  la  renuncia  a  normar    las    relaciones    entre    capitalistas    y    trabajadores.  Ese objetivo programático es el plan estratégico de la burguesía dominante y aquello contra lo que la clase trabajadora debe luchar con sus métodos, medios y herramientas conceptuales, y que nunca debe dejar de tener en miras a la hora de desarrollar una táctica de lucha centrada en el frente único.

    Este dispositivo ideológico pergeñado por la burguesía fue lanzado en   el contexto de una contienda electoral, en la que los dos candidatos más favorecidos por los medios de comunicación, Sergio Massa y Javier Milei -luego de prevalecer sobre Bullrich y sacar de escena a Larreta, con acompañamiento desembozado del propio Macri-,    representaban       prácticamente       el       mismo       programa.  Massa haciendo uso de su posición en el gobierno mismo , se presentó como un sujeto capaz de tomar el “hierro caliente” haciendo pasar el programa de hambre y pobreza en grageas  populistas indoloras por lo que incursionó   abiertamente   en   la   actividad  política  defendiendo  el  interés  de  los  banqueros  y  grandes  empresarios sin desandar el camino del otorgamiento de planes sociales y la mantención de las estructuras burocráticas de las organizaciones sindicales y sus obras sociales.

Milei y la “libertad avanza” obtenía por su parte, su simpatía en los votantes en base a su posición de   distanciamiento frente a los partidos y “la política”.  En ese sentido, la deslegitimación de los partidos concurrentes a la farsa electoral montada por el poder institucional, sirvió para que se desarrollara el desprecio generalizado sobre la actividad política y con la ayuda de reformistas de toda laya se obstaculizara todo camino de desarrollo autónomo de una política obrera encarnada desde organismo de los trabajadores.

  Los programas y los debates pasaron a desuso   por las formas que asumieron en el marco televisivo, s imponiéndose en su lugar el culto a las figuras, o   a   las   personalidades   promovidas   mediáticamente. 

Milei se, presento   con   un   aura   tecnocrática   y   desparpajo empático con los jóvenes de nuestro siglo, ensalzado como el gerente    indicado    para    llevar    adelante    las “reformas estructurales” como eufemísticamente se le llamó a la agenda capitalista por la que no hizo esfuerzo alguno por ocultarla. 

La necesidad sistémica del abandono abierto, declarado y militante de la ficción construida en torno al Estado económicamente de bienestar y formalmente de Derecho, fue expuesta ya en la campaña electoral y no se exhibió como el eje de la diferenciación entre uno u otro candidato, salvo por los matices derivados de la manera en que sería llevada a cabo.

Friedrich Hayek y Milton Friedman, ganadores   del   premio   Nóbel   de   economía   en   1974   y   1976, respectivamente, como también Lionel Robbins, Kart Popper, Robert Nosick y Richard Aaron volvieron a la palestra de la mano de mercaderes operadores políticos construidos con técnicas de imágenes volvieron a la palestra con el rostro femenino acompañante de una negacionista del genocidio argentino. 

Estos sujetos en conjunto y no diferenciados significativamente pusieron al electorado en ballotage en términos ideológicos, ante el capitalismo con formato neoliberal. Es decir, sin alternancia real, se le propuso al electorado llevar a la práctica en continuidad con los ensayos diversos montados desde 1975 a la fecha, una concepción que adopta como principio la desigualdad social afirmándolo bajo el paraguas de la meritocracia, el individualismo utilitarista, el principio de justicia basado en la autopropiedad, como    fundamento para el desarrollo de la competencia y la acumulación ganancias. Es ese y no otro el programa   político     del     capital     para     viabilizar     su     reproducción, que ahora se dota por el consenso ficcional de los votos emitidos, y en estos términos, queda asociado a la necesidad de enfrentar su propio declive que viene contenido en las propias contradicciones de ese modo de producción y el orden social que le corresponde.

Sin embargo, lo relevante para la clase trabajadora es comprender que “Si      bien      el      prevalente posicionamiento del imperialismo     y    la    desregulación    buscan incesantemente     reducir el rol del Estado en el gobierno de los procesos   económicos, el   Estado   permanece   como último garante de los derechos del capital, ya sea nacional o extranjero.  Las empresas que operan transnacionalmente quieren asegurar las funciones   tradicionalmente   ejercidas   por   el   Estado en el terreno nacional de la economía, básicamente   la   garantía   de   los   derechos   de   propiedad y los contratos.  El  Estado  está      concebido     como     representando     una     capacidad  administrativa  técnica  que  no  puede  ser  aplicada  por  el  momento  por  ningún  otro  acuerdo   institucional;   a lo que se añade su capacidad de intervención violenta por la legitimación que ostenta para el empleo de la fuerza por vía legal, lo que explica el giro represivo inicialmente adoptado desde la toma de posesión del gobierno, como sobrecarga del ya montado por las administraciones anteriores cualquiera fuesen los signos políticos a cargo de ellas a lo largo de las décadas que transcurren en este siglo desde las leyes Blumberg a  la actual gestión de Bullrich y sus agencias especiales de servicios de inteligencia de todo color.

Uno de los rasgos principales del programa estratégico burgués-capitalista en curso es profundizar    el   fortalecimiento   de   la   dimensión   especulativa del capital, la cual subordina a la dimensión productiva gobernando la economía en su conjunto.

La aplicación política de este programa por vía de las facultades extraordinarias de Milei, los DNU o las leyes marco que el parlamento aprueba a título de virtual escribanía del ejecutivo, más allá de los alardes específicos de los discursos parlamentarios y las modificaciones cosméticas, apunta ante todo a mejorar las condiciones para la acumulación de capital; por ello, produce el desplazamiento     del     Estado     como     agente     productivo.   El   Estado   deja   de   fungir   como   acumulador de capital, en su defecto, pasa a ser garante   de   tal   acumulación, favoreciendo   en   primera instancia al capital financiero.  El Estado no sólo favorece al capital financiero, sino que actúa liberalizando el mercado laboral para implantar la tendencia a la baja de los salarios. 

Vistas, así las cosas, la clase trabajadora en lucha debe conocer la amplitud, extensión e intensidad anti obrera de este proyecto estratégico de la burguesía de conjunto.      El       principal       propósito       de la clase es recuperar la tasa media de crecimiento del capital implantando para ello la tendencia a la baja de los salarios provocada por la flexibilización laboral y cualquier régimen legal tendiente a disfrazar en las normas la relación capital-trabajo que existe de modo real y concreto en la estructura social. El efecto negativo inmediato de toda esta arquitectura política no es otro que, la mercantilización extensa de la vida, las personas y la naturaleza, que profundiza la alienación del hombre y la mujer trabajadora y    la desposesión a los pueblos de los recursos naturales y territorios.

Los trabajadores debemos concurrir el miércoles a paralizar nuestras tareas y participar de la movilización callejera propuesta por las centrales sindicales comprendiendo básicamente que la burguesía no ofrece otra salida que pobreza, hambre  y miseria , situación que exige preparar y disponer de las fuerzas revolucionarias latentes y necesarias para evitarlo por vía de su superación en la construcción de una nueva sociedad y un nuevo hombre nacido de otras relaciones sociales productivas que excluyan la prevalencia de la propiedad privada de los medios de producción, y la mercantilización de los vínculos humanos. Por ese mismo motivo, el frente único es siempre una táctica para aumentar el “volumen” de la pelea, para golpear en común. Pero jamás se puede llevar a la práctica a costa de la independencia política de los revolucionarios, de las perspectivas estratégicas de la lucha.

Esta tarea exige por vía de la agitación, propaganda y la organización necesaria, dejar de lado el culto a la espontaneidad de las masas, y el practicismo reformista hoy oportunistamente exhibido como exaltación lisa y llana de la lucha por la lucha misma, sin indicación de que hay después de ella que no implique el retorno a las formas ya inviables del Estado dador de políticas sociales y derechos nunca concretados. El puro economicismo por un lado o el mecanicista voluntarismo reformista no son otra cosa que dos expresiones de lo viejo y agonizante que se suman a la derrota ideológica sufrida por el populismo progresista en toda la línea.

Es el accionar consciente de la clase trabajadores y sus organizaciones el factor decisivo para madurar la crisis del sistema de explotación y vencer su programa de radicalización de las condiciones sociales de existencia basadas en el hambre y la miseria. La caída en el reformismo oportunista concentrado en la lógica parlamentarista de acumulación ha destruido la visión del socialismo como un futuro al cual la sociedad llega por simple acumulación de derechos  individuales y colectivos  y por fuerza de las leyes del desarrollo social, pone en evidencia la prevalencia del factor subjetivo en los procesos de cambio y con ello impone la necesidad de agitación y propaganda del programa socialista y el poder obrero como real posibilidad de superación de la agonía capitalista a través de las formas políticas de los trabajadores y su poder con programa socialista.

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