En nuestro país, estamos en el curso de un aceleramiento de la confrontación directa clase contra clase que nos compromete e involucra en un proceso en el cual se profundiza contradictoriamente una tendencia hacia un espacio social prerevolucionario donde los acontecimientos se suceden rápidamente por ambos bandos, sin que las conducciones burocráticas de los sindicatos hayan podido evitar que la clase trabajadora se manifieste en todo su potencial generando una movilización de fuerzas humanas absolutamente significativa por su volumen y su discurso espontáneo y unánime de negación lisa y llana hacia la gestión política burguesa que encabeza Javier Milei.
Tenemos presente además que, en paralelo, usando una figura tradicional, “los de arriba” dejan a la vista constantes conflictos de intereses, donde empiezan a jugarse expresiones de corte ético, como las renuentes apelaciones a la condición de traidores que se imputan diputados que entran y salen de bloques legislativo como ejemplo más significativo de la crisis.
En esto debe tenerse presente que una estructura social como la Argentina, ha demostrado en la historia que puede tener durante un período relativamente breve, gobiernos muy diferentes y además que el orden en que éstos se suceden no tiene siempre el mismo sentido, De hecho ha pasado apenas un mes y días desde que, se produjo un traslado de mando de un ejecutivo inexistente , puramente formal , en absoluta quiebra política, a una administración que comenzó por desatar un crecimiento exponencial de los índices inflacionarios de precios , por vía entre otras razones de la devaluación significativa del dinero –
También hemos pasado de un período sin huelgas y presencia de los trabajadores en las calles prácticamente equivalente al del tiempo del mandato del anterior gobierno, a la producción espontánea de cacerolazos , movilizaciones y ahora una huelga general con movilización con relevante presencia de los trabajadores y convocada desde las direcciones de sus organizaciones, por presión de sus afiliados.
Este estado de cosas reside en la existencia lisa y llana de clases hostiles y que estas mismas clases están formadas por capas diferentes, parcialmente opuestas unas a otras y que tienen diferentes orientaciones a todo lo cual se le suma la influencia directa de los grupos financieros internacionales.
En definitiva y por todo esto, hay que tener siempre presente que, los gobiernos no son la expresión de la «madurez» siempre creciente de un «pueblo», sino el producto de la lucha entre las diferentes clases y las diferentes capas en el interior de una sola y misma clase y, además, de la acción de fuerzas exteriores -alianzas, conflictos, guerras, etc.- . Hay que añadir que un gobierno, desde el momento en que se establece, puede durar mucho más tiempo que la relación de fuerzas del cual ha sido producto. Es a partir de estas contradicciones históricas que se producen las revoluciones, los golpes de estado, las contrarrevoluciones.
Si las cosas ocurren así, es claro que , la dirección no es, en absoluto, el «simple reflejo» de una clase o el producto de su propia potencia creadora. Una dirección se constituye en el curso de los choques entre las diferentes clases o de las fricciones entre las diversas capas en el seno de una clase determinada. Pero tan pronto como aparece, la dirección se eleva inevitablemente por encima de la clase y por este hecho se arriesga a sufrir la presión y la influencia de las demás clases.
Ese proceso se insinúa en plano negativo respecto de los trabajadores que tomaron por sí, la determinación de movilizarse este 24, a pesar incluso de las conducciones síndicales y del rol que estas jugaron frente al fenómeno.
En paralelo , y por referencia a los partidos que componen la izquierda del régimen institucional de la burguesía, también hay que decir , con fundamento en la propia historia del movimiento obrero argentino, que los trabajadores en tanto clase en sí, puede «tolerar» durante bastante tiempo a una dirección que ya ha sufrido una total degeneración interna, como lo evidencian sus intervenciones electorales , pero que no ha tenido la ocasión de manifestarlo en el curso de los grandes acontecimientos.
Es necesario un gran choque histórico para revelar de forma aguda, la contradicción que existe entre quienes se autorefencian y se anotan para el rol político de dirección y la clase trabajadora en sí y su vanguardia real.
El FITU a más de una década de existencia ha revelado su propia impotencia y esterilidad política, ligada necesariamente a su determinación consciente de emplear todos sus esfuerzos militantes, con la estrategia reformista de obtener declaraciones de derechos subjetivos dentro del orden social capitalista.
Ese dato, determina un severo obstáculo para la clase trabajadora que no puede improvisar inmediatamente una nueva dirección, sobre todo si no ha heredado del período precedente los cuadros revolucionarios sólidos, capaces de aprovechar las circunstancias críticas del orden social capitalista.
Sin embargo, en el curso de la lucha abierta de clase contra clase permite la posibilidad de que los datos de la experiencia abierta los dote de lo necesario para acrecentar la tendencia pre-revolucionaria abierta
El principal elemento negativo a vencer, de este fenómeno en curso donde nos desenvolvemos, es la debilidad en la construcción y expansión agitativa y propagandística del partido de trabajadores revolucionario en las masas trabajadoras , de la misma forma que el elemento principal y vital del partido es su dirección. El papel y la responsabilidad de la dirección en una época pre-revolucionaria , es significativo , su carencia actual impone como imperativo categórico asumir esa faltante como elemento relevante de la militancia cotidiana.
Es necesario utilizar las condiciones favorables de apertura tendencial hacia una situación pre-revolucionaria abierta en el conflicto directo de clase contra clases para movilizar a las masas de trabajadores ; tomando como punto de partida el nivel determinado de su «madurez».
Es necesario empujar hacia adelante, dar elementos para que la clase en sí tome conocimiento de que el enemigo no es omnipotente, que está desgarrado por sus contradicciones, que reina el pánico detrás de su imponente fachada.
En definitiva, la magnitud de la intervención política de la clase trabajadora nos hace necesario comprender las relaciones entre clase y partido, para entender que las masas, que han intentado sin cesar abrirse un camino hacia la vía correcta, tienen el problema adicional de advertir que , en el fragor mismo del combate se impone la construcción, de una nueva dirección que responda a las necesidades de la revolución alejada del reformismo oportunista parlamentario y de todo expresión del populismo progresista de los sectores medios que por largo tiempo se reflejó en los distintos intentos Kirchneristas.
NUEVO CURSO