Nuevo Curso

Con la bronca no alcanza

Las circunstancias específicas de la lucha de clase en nuestra sociedad, marcada por la crisis del modelo de reproducción de ese orden social, y con ella la del régimen de gobernabilidad, que exhibe el fracaso de su legitimación por vía electoral a pocos días de haber sido electo, también deja ver una marcada crisis de dirección dentro de la clase trabajadora y vacilaciones importantes dentro de otros sectores sociales oprimidos que obligan en un momento de tregua en la batalla social a revisar el estado de nuestras armas y las condiciones motivacionales de la tropa de  la que formamos parte.

Se advierte con certeza que desde una situación objetiva e instintiva las masas se reconocen como trabajadores por la pura modalidad de su existencia. Sin embargo, en un proceso de cambio y de crisis interburguesa, para el éxito del objetivo revolucionario esa situación debe necesariamente transformarse cualitativamente en conciencia política de esa condición y de los objetivos específicos de esa clase para emanciparse de la explotación y opresión a la que resulta sometido a partir de la relación capital trabajo

La vanguardia obrera existente, cualquiera fuere la entidad de su fuerza, ha recorrido ese camino partiendo de la acumulación de la experiencia en la lucha diaria y de la penetración de las ideas revolucionaria al interior de la clase trabajadora en sí.

Sin embargo, como puede verse en el curso de este siglo , las masas en mayorías significativas,  por reacción de sentido común protagonizan largas y numerosas luchas siendo estas en su materialidad,  solamente reacciones instintivas, propias de quien recibe un ataque pero ajenas a derivar necesariamente en nuevos estadios de la lucha de clase con significación política de avance a posiciones de expectativa hacia el objetivo revolucionario de transformar lo dado en un nueva sociedad constructora de un nuevo hombre y una nueva mujer.

 Cuando se habla en términos generales de  conciencia de clase en sí y para sí, se emplea estas categorías abstractas desde lo filosófico para  describir ese transito en el sujeto individual y colectivo que se posiciona en la producción social en condición de persona que ofrece su fuerza de trabajo en el mercado  Cuando se da en períodos normales o de baja conflictividad social ese pasaje de saberse trabajador- clase en sí- a trabajador consciente de que su emancipación del yugo capitalista es su fundamentación existencial y objetivo de vida-Clase para sí- ese fenómeno político-social,  se concentra en la vanguardia minoritaria. La realidad muestra lo inverso, es decir, que el grueso de las masas continúa dominado por el sentido común emergente de la situación objetiva en que se encuentra y la ideología que le impone la clase dominante, para que opere una representación falsa de lo verdadero, logrando que esa mayoría se encolumne consciente o inconscientemente tras cualquier proyecto conducido por algún sector de la burguesía dominante.

Por lo demás, no debe perderse de vista que el desarrollo de la conciencia de clase al interior del proletariado individual o colectivamente considerado, es un proceso contradictorio -no puede eliminarse por decreto ni imponerse por un mandato, sino que surge de su seno mismo -y por ende esta, lleno de avances y retrocesos. Esto explica que inclusive cuando avanza la politización de las masas, las mayorías de explotados y oprimidos se siguen moviendo bajo el impulso instintivo y elemental de su situación material de clase en sí y lejos de cualquier proyección en clase para sí.

Existen, además, en nuestra sociedad organizada bajo el modo de producción capitalista otros sectores a los que la burguesía le impone su dominación cultural de modo opresivo. Sin embargo en esos sectores no cabe estructurar u observar de modo objetivo, una  situación de clase en sí y mucho menos dada esta premisa, requerir como necesario,  su pasaje consciente a clase para sí tal como lo hemos descripto respecto de los trabajadores,  en tanto esos grupos no alcanzan a tener una conciencia de clase propia, porque no llegan a vencer la valla de su permanencia en la situación de pequeños propietarios, condenados a oscilar entre los polos sociales extremos, entre la burguesía y el proletariado.

Ese colectivo humano, constatado como masas oprimidas oscilantes, se desplazan constantemente de izquierda a derecha, atraídas por los partidos proletario y burgués en cualquiera de sus expresiones sean estas democratizantes o radicalizadas. Esto hace que, en plano consciente, a veces se crea que están marchando con sus propios pies, cuando en realidad se limitan a deformar, a mezclar, las proposiciones programáticas de aquellas dos clases antagónicas e irreconciliables, burgueses y proletarios a las que alude el Manifiesto Comunista.

La clase obrera consciente – reiteramos que el proceso de desarrollo de la conciencia se concentra en la vanguardia- se debe constituir necesariamente en partido político revolucionario, en tanto esa organización es la expresión programática de la conciencia de clase y a ese programa específico nos referimos cuando decimos que un trabajador ha tomado conciencia de clase.

A excepción del proletariado, los colectivos oprimidos que forman parte de las masas no tienen en sí, y por las contradicciones del desarrollo capitalista, una política propia, consecuente y duradera, esto debido a su naturaleza de clase, que ninguna prédica demagógica puede transformar.

Lo apuntado, en gran parte aclara unos de los motivos fundantes del proceso histó­rico desarrollado en nuestra sociedad desde 1975 a la fecha. No pocas veces se han constituido y fomentado bloques o frentes tejidos entre diversas clases sociales incluso sectores de clases antagónicas. Nuestra historia nos ensena que invariablemente concluyen siendo timoneados políticamente por la burguesía o algún sector de la pequeña burguesía con apariencia de progresismo y conducen al fracaso en el propósito de emancipar a los trabajadores de su situación de sometimiento y explotación impuesta por la burguesía dominante y su poder Estatal.  Es esta la enseñanza que nos dejan los frentes de unidad nacional o los llamados frentes populares, o el seguimiento acrítico en los hechos al populismo.

De esto se sigue, como premisa para la actualidad del desarrollo de la lucha de clases, que estamos hoy, para no reiterar ese derrotero de frustraciones,  ante la urgencia de construcción de un frente único obrero , concentrando en él  a toda la vanguardia y  a las masas explotadas de la clase trabajadora que solo se reconocen  en sí, y en paralelo gestar desde lo político,  el rechazo de toda estructura frentista que incorpore a sectores de la burguesía y la pequeña burguesía con rol de dirección , junto a la clase trabajadora.

Esto es así, porque si los explotados no son asimilados a la táctica frentista de la clase obrera gestada desde su vanguardia, buscando encontrar la respuesta a sus problemas angustiantes, se verán atrapados en las garras de la política burguesa con las consecuencias que de ellas se derivan a partir de la protección y renovación de los intereses burgueses que lucen contradictorios a los de la clase trabajadora.

 La clase dominante sabe lo que quiere y planifica su permanencia a la cabeza de los poderes económico y político. Sin embargo, las masas obreras son ya instintivamente luchadoras por las condiciones de miseria y pobreza a las que la conduce el personal político que gestiona desde el Estado y su violencia legitimada por la estructura legal punitiva, el interés de la burguesía de conjunto. En la conformación del frente único de trabajadores cualquiera fueren las tendencias en su seno se avanza desde ellas, hacia el programa concreto de la política obrera independiente y la dirección del partido revolucionario de los trabajadores.

La masa obrera es fuerza de trabajo no propietaria de los medios de producción; por esto mismo encarna a las fuerzas productivas, y a las leyes del desarrollo y transformación de la sociedad capitalista. Es aquí dónde radica el básico instinto de lucha de esas masas asalariadas.

Sin embargo, la experiencia acumulada en esta de luchas concretas y reivindicativas propias de la lucha economicista y de programa mínimo es la que permite el avance del desarrollo de la conciencia de clase siempre y cuando ese espacio vital se complete con el acceso de esas masas a la teoría revolucionaria y la introyección del programa estratégico del socialismo. En definitiva, es prioritariamente en la práctica, los procesos instintivos y conscientes aparecen entrelazados y se comprueba la interpenetración de ambos procesos.

Las masas oprimidas y explotadas, demográficamente mayoritarias con referencia a la vanguardia obrera y socialista, deben reconocer la dirección política de este último sector si quieren ver efectivizada la satisfacción de sus necesidades, y en las actuales circunstancias defensivas y de contrataque el espacio para la gestión de esa situación deseada y necesario es la táctica del frente único.

Esa dirección ya aparece en la lucha instintiva de las masas obreras, que por necesidades que surgen en el combate diario aúnan sus esfuerzos todos lo-s explotados y oprimidos. Claro que la fugaz dirección instintivo no debe confundirse con la política, que tiende a convertirse en permanente.

Los trabajadores desposeídos cuando chocan de manera elemental y necesaria con los explotadores y con las autoridades opresoras, como lo hacen en estos días que nos toca compartir la lucha en las calles, tienden ciegamente a una impugnación de ese todo, tal como se expresó también en el comienzo del siglo con la consigna “que se vayan todos”.

Ocurre nuevamente que las masas son empujadas a reaccionar elementalmente, sin planificación, contra la gran propiedad privada de los medios de producción, el empresariado y los organismos estatales.

Sin embargo y por lo que hemos visto en nuestra experiencia histórica no es el número sino el papel que cumplen las clases sociales en el proceso de la producción, el que define su capacidad y sus limitaciones en la lucha por su emancipación social. Es esta objetividad la que le da prevalencia a la clase trabajadora para la conducción de ese proceso de transformación, aún cuando la premisa movilizadora resulte de la defensa de una libertad democrática generalizada para toda la sociedad.

Lo dicho, no se trata de una anormalidad ni de un capricho, sino de algo determinado por la naturaleza de la actual sociedad, por la contradicción fundamental que se da en su estructura económica, entre capital-fuerza de trabajo.

Las fuerzas productivas y las relaciones de producción donde se desenvuelven están gestadas desde el capital y constituyen una dimensión mundial por lo que en el plano nacional se fortalecen o debilitan en ese nivel. Argentina reposa sobre una estructura social productiva, de carácter capitalista tardía y atrasada que atraviesa su etapa más crítica que amenaza con la propia desintegración como Estado nacional. Desde el momento en que es parte de la economía mundial capitalista globalizada, es esa situación la que determina el estancamiento o desarrollo económico de país rezagado.

Nuestra sociedad no puede escapar a la realidad económico-social mundial por lo que su desarrollo nacional autónomo no resulta viable dentro de los marcos opresores y decadentes de las relaciones de producción capitalistas y el desenvolvimiento del poder burgués a través del Estado nacional gestionado por su personal político. En este extremo es donde surge la necesidad histórica de la revolución social desde el poder obrero, con carácter permanente.

De esta manera la lucha instintiva de las masas se superará al soldarse con la lucha política proletaria.

En caso de que la clase obrera no logre timonear políticamente a las mayorías en lucha, las acciones de ésta, la destrucción del Estado imperante, no conducirán a que las masas acaudilladas por el partido revolucionario tomen el poder, sino _que, contrariamente, a entregarlo a sectores de la clase dominante.

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