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Nuevo Curso

LA LUCHA DE CLASES y EL ESPECTACULO DEPORTIVO

Se ha hecho ya común que el juego profesional del futbol exhiba de manera consciente y mercantilizada, la aplicación casi mecánica de fuegos de artificios programados y efectos visuales con humo desde las tribunas.

El cotejo de esta imagen y su despliegue puede ser confrontado con hábitos y costumbres de otros tiempos futboleros, donde la tribuna era espectadora o agrupación de voluntades para poner de manifiesto su apoyo a los jugadores del equipo. Vale decir, los espectadores no formaban parte del juego en sí, sino que sus haceres se ajustaban a la normativa específica del asistente y el futbol pasaba a ser una cosa de jugadores, técnicos y árbitros.

Hoy se suman además artificios tecnológicos, que permiten construir la imagen dominante, de que lo verdadero esta en otro lado protegido por el mito informático, en forma tal que el VAR, viene a ser una suerte de mundo platónico de las ideas, donde está el ser en sí de los fenómenos que solo las reflejan.

 Algo de esto ocurre, aprovechando la cultura futbolística de la clase trabajadora, en referencia al fenómeno político, en particular a partir de los efectos sociales que se suceden tras el fracaso de la trampa electoral a la que fue llevado por engaño de clase todo el pueblo argentino, que solo pudo resistir en un significativo porcentaje que no pudo evitar su materialización.

Lo que estamos presenciando es un amplio juego de pirotecnia en las tribunas durante el propio desarrollo del partido, que obliga a su observación generando la pertinente distracción de los aficionados.

Lo que estamos presenciando es que el partido se juega, pero se decide entre cuatro en el VAR, que no es otra cosa que el juego condicionado del llamado “mercado” desde donde surge la esencia ideológica que determina la existencia. Tal es así, que los periodistas económicos ganan espacio en los medios informando a la par del que se ocupa del tiempo, como piensan, actúan y reflexionan “los mercados”, otro humo tribunero que adjudica sentires a las abstracciones, sin indicar la materialidad que tiene presencia real en los espacios económicos del capital financiero.

Entre humo y pirotecnia, determinación de lo verdadero por el juego aparente de árbitros y sistemas tecnológicos, existe lo concreto existente, que no es otra cosa que el comportamiento esforzado, competitivo de los trabajadores que realmente hacen el encuentro futbolístico, sin los cuales todo lo demás se desmorona.

Claro que existen algunas organizaciones que han decidido ocupar el lugar del técnico despedido, que masca su bronca señalando esquemas de juego, videos, computadoras, desarrollando teorías y refrendando sus dichos en otros similares, pero de mayor envergadura como Guardiola y demás, que hacen lo suyo en las casas centrales de Inglaterra, Francia, España o Italia. Cualquier parecido con diputados del FITU, grupos socialistas dispersos, es pura casualidad. Todos añoran con nostalgia la época en que este fenómeno se concentraba en Menotti o Bilardo, Alfonsín -Menem, Macri o Cristina, Nahuel Moreno y Altamira y siguen las firmas.

Tanto es la influencia recíproca de la mercantilización del futbol y la política, de las operaciones de inteligencia en uno y otro, de las técnicas de mercado llevadas al fenómeno en sí, que ahora la militancia de banderitas y megáfonos que se sueltan al viento de la nada y ladran a la luna, que ahora toma vigencia, el Fixture. Pareciera que la protesta, “la lucha”, tienen un fixture, un programa de actividades, que incluso contempla la posibilidad de los intervalos entre una película y otra.

Por este fenómeno es que algunos de nuestros “luchadores”, se avienen a diseñar tácticas para la próxima fecha, y para eso convocan a reuniones previas y “luchan” por la firma de documento, presentando rigurosamente su propio documento por el que pujan tratando sea refrendado por el resto que concurre a la reunión con igual propósito.

Todo esto hace que 20 días antes del 24 de marzo, o cuatro antes del 8 de marzo, las agitaciones y discusiones puertas adentro y su difusión “militante”, ocupen el escenario. En realidad, discuten las barras, quienes llevan los trapos, que lugar ocupan en la tribuna, y como se organiza la pirotecnia verbal, léase “el documento final”.

Como en el juego en sí, los cultores de las efemérides, que se creen capaces de ponerle fechas a la lucha de clases, olvidan que existen los trabajadores que patean la pelota, sudan y buscan meterla dentro de un arco, y que “la barra”, léase el aparato movilizado por la organización, no es el público, no son los que ocupan las gradas por compartir su sentimiento final con los trabajadores que pisan el césped más allá de la pirotecnia.

Habrá que comprender, o al menos detenerse a pensar para a la vez transformar, que “la pelota no se mancha”, que el fenómeno político donde se proyecta la lucha de clases no admite señaladores de almanaque, ni efemérides sino las urgencias y necesidades de la situación concreta de pobreza de las masas, generalmente ajenas a las reuniones en el predio de Ezeiza,

Habrá que comprender que los partidos los ganan los jugadores por contundencia de calidad en el juego, contra la cual no puede ningún árbitro ni dispositivo tecnológico, y que las barras solo sirven para ser funcionales a las dirigencias del club.

Hoy parece que la luz para acceder con claridad a lo verdadero nace del dios mercado y el personal político de la burguesía. Hoy parece que avanzan a paso raudo. Puede que eso que básicamente es apariencia que encubre debilidad, y una realidad existencial cercana a la miseria cultural y naturalizada, pero queda la posibilidad siempre abierta de un nuevo curso. Queda la chance de volver a las fuentes, que la pelota no se manche, que nadie quiera meterle un documento a nadie que a la vez es nadie, y que los trabajadores vayan a participar con su presencia en el juego que les interesa siguiendo la calidad de sus jugadores de vanguardia que disputan en el césped por la victoria, no de un equipo sino de la clase trabajadora para sí.

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