La larga y contradictoria sucesión de hechos políticos y operaciones mediáticas generados desde los distintos grupos internos de la burguesía tomada de conjunto , nos han permitido a los trabajadores, advertir que estamos siendo protagonistas pasivos de las reconfiguraciones necesarias del ejercicio de la hegemonía burguesa en el plano político nacional, entrelazado a la crisis internacional del capital , a partir de la centralidad y de la iniciativa del aparato estatal gestionado por un sector burgués que por vía de un proceso electoral se habilito a sí mismo como variante necesaria para obtener en plazo breve una recomposición de las clases dominantes y su prevalencia sobre explotados y oprimidos.
Todo esto nos exige, descifrar signos contradictorios del entrelazamiento entre políticas económicas, sociales y culturales. Esa tarea no puede ser desenvuelta en plano individual, ni se corresponde con la prevalencia del pensamiento abstracto sobre lo concreto existente.
Las ideas que se siguen de la comprensión de la sociedad de clases y la necesidad histórica de su superación, solo cobran fuerza material si se enseñorean sobre las masas. Esto implica de manera necesaria que ese resultado inacabado y siempre en permanencia ubica a los militantes revolucionarios en una tarea primordial: hacer penetran en el seno de las masas esas ideas por su formulación como programa y esa labor en el seno de la clase en sí y sus organizaciones de masas las que se truecan en la posibilidad de convertir a esa vanguardia, en su dirección.
Las revoluciones sociales no las hacen los individuos, las «personalidades», por muy brillantes o heroicas que ellas sean. Las revoluciones sociales las hacen las masas de trabajadores organizados. Sin la participación de las grandes masas no hay revolución. Es por ello que una de las tareas más urgentes del momento es que los trabajadores se eduquen en experiencias que no impliquen a futuro su frustración por implicar caminos sin salida para su condición social. Esas experiencias en luchas no implican “luchismo”. Como bien se ejemplifica en el propio deporte, con “huevos” no se gana un partido. Dicho de otra forma, el voluntarismo de determinación necesario e ineludible en cada trabajador en lucha necesita además de que todas las experiencias de combate de clase se procesen ideológicamente a la luz de las herramientas intelectuales que llegan a esa condición por haber sido la resultante histórica de todo un proceso objetivo de luchas anteriores . Son esas herramientas las, que elevan el nivel de conciencia, y de las propias luchas presentes y futuras. El proceso de pasaje de trabajadores en sí, a trabajadores para sí, impone como contenido de la propia experiencia de lucha la capacitación intelectual para responder a las nuevas responsabilidades que surgen del proceso revolucionario que vive nuestro país.
Si queremos transformar nuestra sociedad en una nueva sociedad, tenemos que ser capaces, por una parte, de comprender cuáles son las características fundamentales de ella en la actualidad: cómo se explica su carácter capitalista tardío y dependiente y qué papel ha jugado el imperialismo en esa objetividad. Si se omite ese presupuesto se olvida el desarrollo del proceso revolucionario. Como tantas veces la realidad es arbitrariamente sustituida por esquemas subjetivistas; se olvida la realidad objetiva y se la reemplaza por buenos deseos. Los observadores, los políticos de todo pelaje, caen en estos excesos y por eso se les escapan las leyes del desarrollo y transformación de la sociedad argentina. Por eso caen con tanta frecuencia en el aventurerismo y en el reformismo, que siempre llevan a las trincheras de la burguesía.
Los programas -por muy importantes que sean- pueden quedar flotando en las nubes si no logran traducirse en organización de los explotados, en tradición y componente de su cultura y su paradigma. En nuestro país las tradiciones del esquema del partido del Estado, impuestas por el peronismo en todos sus relatos, se ve hoy superada en la realidad, no por los propios trabajadores en sí, sino por una transformación impuesta por la necesidad de sus intereses que ha encarado la burguesía como ofensiva de clase. Dicho, en otros términos, el orden burgués ha dirimido en la estafa electoral del año pasado, que personal político encarna sus intereses y estos de conjunto avanzan sobre todas las implicancias estatales que imponía el peronismo, cualquiera fuera su formato discursivo. En esa situación se explica la ofensiva sobre todos los efectores culturales con paradigma en el pretendido estado de bienestar y la tendencia profunda a la encarnación en el mensaje compartido como ideología por el pueblo, de la búsqueda de “salvataje por propios medios”, sin cuestionar a los gestores “jacobinos” de esta transformación superestructural.
Estamos objetivamente en la época de agonía del capitalismo , pero su desaparición como orden social dominante y su superación histórica en una nueva sociedad con paradigmas del socialismo, solo será posible si se resuelve la crisis de dirección de los trabajadores, que entre las múltiples y complejas tareas que necesita abordar , es la de establecer pacientemente en el trabajador en sí , el fin de las premisas que le llevaban a pensar al Estado como estructura imparcial capaz de mediar en el conflicto de clase en favor de los asalariados con beneficios sociales de mejoramiento paulatino de las condiciones de explotación y opresión que permiten la existencia en este régimen social en decadencia por el propio juego de sus contradicciones objetivas.
El método encarnado por la burguesía para su continuidad como clase dominante en nuestra sociedad, centrado en que básicamente se lee como paradigma el “aguante porque esto no va más”, en lo existente esta el virus enfermizo de una sociedad de castas que debe ser eliminada y cuando se supere con el necesario esfuerzo, las cosas irán mejor para todos, debe ser vencido por improcedente, falso y embustero por la clase trabajadora organizada a través de la comprensión de que lo necesario es lo inverso, es decir la destrucción del sistema capitalista y sus instituciones , la abolición del trabajo asalariado y las clases sociales .
La estrategia de la revolución proletaria se basa en que las leyes del desarrollo histórico la plantean como necesidad, los estados de las burguesías, cualquiera fueran la forma política que adopten están conducidos a luchar por el sojuzgamiento del sistema económico mundial a favor de las ganancias de las burguesías de cada país. El viejo estado nacional y su partido peronista defensor de la conciliación de clases es ahora un obstáculo intolerable para la dominación burguesa y el desarrollo económico específico que imponen sus intereses como capital financiero.
La crisis actual, toma perfiles fundacionales de un nuevo giro en la dominación de clases que impone la burguesía, por vía de un nuevo estatuto jurídico-legal y el uso indiscriminado de la violencia estatal legalizada. Es necesaria la instauración de la dictadura del proletariado (democracia obrera, forma política del poder obrero) planificar la economía, colectivizar y socializar los medios de producción, el método es la acción directa, la huelga general construida por los trabajadores desde las organizaciones que estos gesten partiendo de las existentes históricamente.
NUEVO CURSO