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Nuevo Curso

EL GOBIERNO BURGUÉS CONFIESA QUE SU ENEMIGO ES LA CLASE TRABAJADORA Y EL SOCIALISMO

Milei habla más de socialismo que los referentes de organizaciones políticas que usan esa categoría en sus propios nombres, por ejemplo PTS. IU. Lo cierto es que esta paradoja se inscribe en un desarrollo dialéctico que hizo del estupor causado por la caída de la Unión Soviéticayy sus satélites una reacción que no cesa y que se pretendió superar con el uso del término izquierda. Es así que PTS e IS , para seguir con el ejemplo del fenómeno, que sin embargo abarca a muchos más determinarán que se transformarán electoralmente en la cooperativa FITU . Adentro del engendro quedaron los clasistas del PO, que sin embargo ya habían dejado de serlo y la oportunidad les dio la ocasión de terminar con esa definición que les obligaba en todos los casos a perfilar la política obrera frente al Estado y el poder burgués.

La cuestión es que todos huyeron de lo que no vendía, esto es, el término socialista , pese a que todos ellos referencian en la IV internacional diezmada pero cuyo centro político aconseja no hacer centro en las clases sino en las divergencias , y lo hace sin sonrojarse luego de haber alentado la lucha armada en nuestro país y otros de Latinoamérica

El gobierno, ya antes de serlo, avanzó en la estrategia de poner en escena el término socialismo para denostarlo, y colocar una versión falsa ante la juventud trabajadora. En ese sentido comenzó en el debate presidencial por asimilar “comunismo” con Stalinismo y adjudicarle las muertes sufridas bajo ese régimen, tirándoselas por la cara a la representante del FITU, que no tuvo mejor idea que correrse del disparo, pero no cuestionar el disparo. Solo dijo, “yo no tengo nada que ver con eso”, como si al decirlo eso resultara suficiente.

Los que tenían que ver con “eso” , es decir el Partido Comunista, también son tributarios y gestores de la huida a la que aludimos al inicio. Es así, que ni lerdos ni perezosos también se cambiaron el nombre y fueron a golpear la puerta con nueva ropa al seno del movimiento peronista, con la peregrina idea de que allí están las masas.

Otros que supieron malversar el socialismo son los socialdemócratas que venían de tratar de mandarse al interior del radicalismo alfonsinista, pero a su caída consolidaron una unidad de kioscos esparcidos por el país, logrando hacer pie primero en Rosario y luego en Santa Fe. Sin embargo, bueno, es decir, que ellos también guardaron los trapos y la S de socialismo, la pusieron en un frente “progresista” hecho por reaccionarios radicales, demócratas progresistas del proceso militar genocida y otras variantes del mismo charco, proceso político que le dio varias gestiones de administración política en la provincia, del que hoy hace memoria el presidente retornando a una denominación de lo real: “Narcosocialismo”.

Moraleja, por más que hoy la ex intendenta de Rosario , devenida en diputada intente salvar la ropa, el fenómeno de la producción, comercialización, financiación importación-exportación de drogas se produjo bajo esa gestión largamente prolongada en el tiempo al igual que la negociación pestilente entre ese entramado político y las agencias de poder represivo poblacional.

Lo cierto es que de todo este andar queda un cierto saldo ideológico de ubicación del “culpable” en el socialismo, sin que se aclare suficientemente de que se habla cuando se usa ese término y a que clase de personas se alude cuando se lo utiliza.

Es una premisa que no admite discusión táctica y estratégica, aquella que ubica al sujeto revolucionario en las grandes masas de trabajadores constituidos en sí a partir de la acción política de la vanguardia obrera consciente de su condición y de su objetivo emancipador del hombre y la mujer trabajadora de la explotación y la opresión.

Si la premisa es tal, habrá que advertir respecto de la maniobra ideológica del poder burgués y su gobierno de ubicar todos los males en el socialismo por vía de la formación de falsa conciencia respecto de sus alcances, racionalidades y fundamentos, en forma de deja instalado y naturalizado que ese es el enemigo y ese el camino frustrante de todas las expectativas juveniles.

Esto último explica incluso que los registros electorales analizados según la última elección den cuenta de alta incidencia en el voto en favor del actual gobierno de jóvenes trabajadores e importantes sectores de la clase trabajadora empobrecida en su calidad de vida, por la informalidad de la relación laboral, su transitoriedad y los salarios que solo alcanzan a cubrir los costos mínimos de sostén alimentario.

Para  posibilitar la identificación del trabajador como clase en sí  y lograr la asimilación mínima del programa emancipador que debe protagonizar , el término socialismo construido desde la perentoriedad de la instauración del poder obrero y la búsqueda del principio de justicia en todas las relaciones humanas concentrado en la premisa de “cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades “ debe ser rescatado, puesto en escena, propagandizado y agitado en la población trabajadora  para permitir que sean ellas quienes construyan en forma efectiva y creadora su propio futuro, bajo ese sustento ideológico.

Ni la socialdemocracia reformista, ni el Stalinismo, ni el llamado progresismo populista, todos bregando por formar parte de la abstracta “izquierda” que como termino situacional solo da la certeza de estar “dentro de algo”, que no es otra cosa que el propio orden social burgués y su poder estatal.

Diferenciarse de ese derrotero histórico que supo tomar cuerpo en el siglo pasado y lo que se lleva del presente es tarea militante necesaria, que impone la formación de un nuevo curso desde el sendero de lucha abandonado al traicionarse los fundamentos ideológicos fundacionales de la IV Internacional, desarrollados en el texto que le dio origen.

Las revoluciones sociales no las hacen los individuos, las «personalidades», por muy brillantes o heroicas que ellas sean. La revolución social necesaria e imperiosa las hacen los trabajadores , porque su emancipación de la explotación y opresión capitalista solo  puede ser lograda por ellos mismos. Sin la participación de las grandes masas de trabajadores no hay revolución. En este particular momento de la lucha de clases de carácter y alcance preparatorio para tal objetivo es vital que la militancia propagandística destaque la necesidad de la educación en el programa socialista, porque el solo hecho de vender su fuerza de trabajo y padecer la alienación no hace de cada ser humano en tal condición objetiva un socialista.  Los trabajadores tenemos hoy que enfrentar a un enemigo que en su agonía avanza de modo despiadado, sin escatimar esfuerzo, métodos y energías.  Esa objetividad nos impone nuevas responsabilidades. Una de ellas es la agitación y propaganda del programa socialista y su reivindicación como instrumento emancipatorio.

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