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EL CAPITALISMO  TARDIO Y DEPENDIENTE Y SUS OMISIONES: «no me molestes mosquito»

Ante la aparición de síntomas compatibles con el dengue

En tiempos de pandemia, tuvimos ocasión de boca de Alberto Fernández , que Macri le había dicho que levantara la cuarentena y » que se mueran todos los que tengan que morirse “ Los que niegan una continuidad ideológica en los planteos centrales de como pretende la burguesía que se configure su dominio de clases en tiempos de crisis en la reproducción del capital.

Sin enrolarnos en un planteo del tipo cuarentena, esta nota solo tiene el objeto de advertir sobre el tiempo sanitario en que alcanzamos a sobrevivir y la respuesta criminal del gobierno, a sabiendas que el “dengue “tiene capacidad de terminar con la vida de las personas.  En lo que sigue, y para mejor desarrollo del fenómeno al que aludimos, transcribimos un texto de Marcelo Figueras, dado a publicidad en el Cohete a la Luna

Si me permiten, quiero recurrir a una experiencia personal como prueba de lo que acabo de decir. Yo sé que, en términos económicos comparativos, soy un privilegiado en estos días. (Eso no quita que, como le ocurre a tantos otros millones de compatriotas, ya cuente varios meses sobre mis espaldas en los que la guita se agota antes del fin del mes.) Pero es posible que esté en condiciones de apechugar, de ajustarme hasta donde pueda y capear el temporal hasta que la lluvia amaine. Pero aún así no estaría a salvo de los coletazos de la crisis generalizada, porque nadie lo está. Y de hecho acabo de ligar uno de sus chicotazos. El sábado 9 mi compañera fue a hacerse chequear por tercer día consecutivo a uno de los sanatorios que nos corresponde por obra social. Arrastraba síntomas de dengue pero le habían dicho que debía esperar 72 horas para hacerse el testeo. Ese sábado advirtieron que las plaquetas de su sangre estaban en las 18.000. Una proporción normal está entre 150.000 y 450.000 por microlitro de sangre. El diagnóstico fue dengue hemorrágico, que es la más jodida de sus encarnaciones.

La metieron en terapia intensiva de los pelos y empezaron a trasfundirle plaquetas. Por suerte salió del pozo y ya está en casa, pero bien pudo no haberlo hecho. «La sacaste barata», le dijo el médico en mi presencia.

Yo sé que alguno de ustedes estará pensando: bueno, que te pique un mosquito es una fatalidad, algo que puede pasarle a cualquiera. Permítanme disentir. Una fatalidad es que te caiga un rayo encima cuando caminás por la calle. Pero que te ponga al borde de la muerte una enfermedad que asociamos a lugares tropicales miserables y sucios y lo haga en la ciudad más rica del país, no es un accidente: es la consecuencia de un Estado que incumplió con sus obligaciones más elementales, exponiéndonos a pestes del subdesarrollo más profundo que creíamos desterradas o al menos controladas. Los mosquitos del dengue no son un albur: son consecuencia directa de la pauperización salvaje a la que nos está sometiendo este gobierno. En una ciudad como Buenos Aires, debería ser como mucho un fenómeno mínimo, marginal. Sin embargo, durante los días que frecuenté el lugar de internación, la guardia estuvo atestada de gente con síntomas de dengue a toda hora, y los médicos de ese servicio convocaban a los médicos de las demás áreas porque estaban desbordados y necesitaban más manos de las que disponían. No eran imágenes de la París del Río de la Plata, créanme: eran imágenes de La peste de Albert Camus.

 (Lo de mi compañera ocurrió en CABA, como les dije, pero eso no supone diferencia: las autoridades nacionales y locales son la misma mierda con distinto moño. A Verbitsky le gusta decir que Jorge Macri es «el primo inteligente», pero mi familia ya ha comprobado en carne propia que es el primo tan cretino, insensible y criminal como el otro. Mis hijos más pequeños podrían ser huérfanos hoy, porque, a excepción de las zonas privilegiadas por sus negociados inmobiliarios, en los 17 años que el PRO lleva gobernando la ciudad —más sucia, hedionda y descuidada que nunca— la ha convertido en un suburbio de Calcuta.)

Pero retomo el razonamiento que me trajo hasta aquí. En condiciones de vulnerabilidad extrema —económica, sanitaria, habitacional, educativa, laboral—, las posibilidades de que la crisis haga la vista gorda con uno se reducen al mínimo. Algún palazo, o muchos, vas a ligar. Los únicos que están habilitados para zafar son aquellos que ganan mucho dinero y sólo circulan por zonas con seguridad reforzada. Cuando aumente el delito y la violencia callejera —fenómeno directamente proporcional a la miseria—, ¿diremos que es una fatalidad también, o lo reconoceremos como derivado de las políticas socio-económicas que están imponiéndonos?…..

 No se le escapa a nadie bien pensado, que las lluvias ocurridas esta semana son un factor climático que favorece el incremento de la cantidad de mosquitos, elevando el riesgo de contagios de la enfermedad.

Más allá de esto, el avance de casos, no da signos de acciones en contexto que favorezcan lo inverso , es decir , la caída de las tasas de contagio.

Las condiciones de infraestructura miserables en las que se encuentran los sectores de la población económicamente sobrante, las zonas donde  la pobreza y la miseria favorecen el  acumulado agua de las lluvias.

También está claro que las campañas televisivas resultan insuficientes para una toma de conciencia generalizada del problema, lo que tangencialmente da cuenta de cuanto cuesta la comprensión de fenómenos en una población que solo digiere mercadería comunicacional precocida que en este caso, por no perjudicar la imagen del  gobierno solo aborda  el tema de modo tangencial

Esto se agrava por el abandono criminal por parte de los gobiernos de las obras públicas que no finalizadas implican un criadero de mosquitos a gran escala.

 La campaña de descacharrización (eliminar los elementos que puedan ser criaderos de mosquitos) en este cuadro no alcanza, porque no se garantizan las condiciones ambientales y sanitarias mínimas para el cuidado de la salud.

Acceder a un repelente se hace cada vez más difícil, ya que su costo parte desde los $5.000.

Todas estas políticas omisivas , son parte de la ofensiva desarrollada sobre la clase trabajadora y su salud pública, que se expresa en muertes, esas que a la vez son utilizadas para habilitar la intensificación de la sociedad de vigilancia vía militarización lisa y llana. Esto es una clara demostración del brutal ajuste que atraviesa el sistema de salud.

Nuevamente la necesariedad de consignas de programa mínimo con efecto transicional se presenta como imperativo militante. Es necesario oponer a esta política un programa para impulsar  la prevención  y lucha contra el  dengue . Se da la ocasión de la tan mentada organización por las bases, y la autodefensa sanitaria, a partir de asamblea por zonas.

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