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EL RELATO DE LA BURGUESÍA Y EL FIN DE LAS ILUSIONES DEMOCRÁTICAS

El discurso del poder por referencia a la instalación de la dictadura genocida en nuestro país, solo es reflejo de las circunstancias relativas a la decisión de la clase dominante y explotadora de lanzar una ofensiva liquidacionista sobre la clase trabajadora conformando una nueva etapa de dominación cultural y política sobre la base de la miseria y la desocupación. El intento de la renovación del relato de poder de esa dictadura de clase, es la música que le acompaña en toda su gestión y el mensaje amenazante para la vanguardia obrera que lucha.

Este 24 de marzo se cumplen 48 años del inicio de la última dictadura Cívico-Militar (1976-1983) que se instaló no sólo para liquidar física e ideológicamente a la vanguardia consciente de la clase trabajadora sino fundamentalmente para sepultar las ideas revolucionarias que tenían a esa vanguardia como sujeto incrementando las prácticas genocidas como método de control social desde el Estado.

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Sin embargo, no nos han vencido, a pesar de las persecuciones, torturas y desapariciones tanto de la última dictadura como así también durante los gobiernos constitucionales que se sucedieron desde el 83 hasta la fecha. El pueblo argentino ha dado enormes muestras de su capacidad de lucha sacando a los militares del gobierno con la movilización popular como así también con rebeliones populares como las jornadas de diciembre del 2001, donde echamos a cinco presidentes en una semana

Hoy la lucha por la construcción de cuadros revolucionarios desde la vanguardia obrera requiere  la  formación de un partido que los agrupe y organice como gestores activos de propaganda y agitación. Esa tarea hacia las masas está más vigente que nunca. Porque la burguesía y su poder constitucional, el gobierno de Milei y Villarroel, al igual que todos los anteriores por su institucionalidad y por empleo de violencia, nos sigue hundiendo en la miseria, poniendo en riesto nuestra  existencia sumergiéndonos en la miseria y la pobreza estructural y cultural, condicionándonos a través de la desocupación organizada en forma deliberadamente planificada.

Estamos en un momento en que el capitalismo da señales de una crisis en su reproducción que la burguesía descarga sobre los trabajadores por vía de medidas económicas y financieras que implican el deterioro significativo de nuestro salario real que ya se exhibe impotente para sostener nuestras demandas existenciales básicas y necesarias para reponer nuestra fuerza de trabajo.

Por eso, no podemos dejarnos arrastrar por los planteos de la falsa unidad con los organismos de derechos humanos del Estado para rellenar su marcha institucionalizada. No hay ninguna unidad que construir con el PJ que cogobierna el ajuste, la represión con sus gobernadores y su institucionalidad parlamentaria.

Este 24 de marzo impone la militancia paciente y constructora orientada hacia la definición programática que las necesidades de construir el poder obrero y el socialismo imponen.

 Mas allá de la posibilidad simbólica que tiene marchar por las calles a lo que no renunciamos, las tareas de organización y definición de demandas transicionales al poder formal que gestiona los intereses de la burguesía de conjunto, convocamos a organizarnos en un partido político de trabajadores programáticamente socialista, independiente de estos organismos que han entrado en agonía mortal, como lo propio hace el reformismo y los partidos de la izquierda del sistema.

Solo la coherencia en la lucha por cambiarlo todo puede dar presencia a nuestros compañeros caídos por luchar. Porque la única posibilidad de superación de lo que nos toca sobrevivir es el socialismo. Mientras haya miseria habrá rebelión. Con partido y programas socialista, habrá revolución.

El deber de todo trabajador consciente de serlo y de su tarea objetiva, de emanciparse de la explotación y la opresión en que vive, es  ser revolucionario y si lo es, su obligación es hacer con sus compañeros de clase la revolución socialista.

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